Dos cabezas piensan mejor que una

Debido a que me era imposible continuar en Villa de Orange (los marines habían seguido buscándome después de sacar a Strict de los escombros) decidí que debía de irme de la isla para continuar con mi búsqueda y poder vender la Fruta del Diablo en algún mercado negro. Aunque me dolió abandonar mi isla natal por segunda ocasión, sabía que era lo mejor que podía hacer en ese momento.
Una vez que hube llegado a Shelltown lo primero que noté fue la enorme base naval que se podía ver incluso desde el mar. Solté un silbido, asombrado, y después me pregunté si había sido buena idea ir a una isla dominada completamente por la marina. Con suerte, aún no tendría un Wanted y por lo tanto nadie podría adivinar las circunstancias de mi salida de Villa de Orange.
Amarré mi bote al muelle, me até bien la bolsa con el cofre en la espalda y salí a explorar la ciudad para ver dónde se encontraba el mercado negro de aquél lugar.
Tras caminar sin rumbo por las calles tratando de no llamar la atención, distinguí a un sujeto que tocó la puerta del sótano de una casa con una especie de clave, con lo que le permitieron entrar.

-Debe ser ahí.- me dije mientras caminaba hacia la puerta.

Llegué hasta la puerta del sótano y, haciendo memoria, toqué la puerta dos veces lento, cinco rápido y otra lento. La puerta se movió, y un sujeto grande y lleno de cicatrices me permitió pasar.
El lugar era casi como una ciudad subterránea, repleta de gente y pequeñas tiendas con diferente mercancía. Observe interesado toda la actividad que transcurría en el lugar, aunque también me interesé en algunos artículos que vendían como muñecos vodoo, fórmulas mágicas y demás. Caminé hasta una parte que estaba concurrida y ahí me senté cruzando las piernas mientras me desataba la bolsa y la abría, sacando el cofre. Un hombre delgado se interesó casi de inmediato por el cofre y me dijo:

-¿Estás vendiendo el cofre?

-No, vendo lo que está dentro. -le respondí mientras lo abría y sacaba el mango.

Varias personas se interesaron de inmediato al ver la fruta, y empezaron a asediarme con preguntas como:

-¿Qué tipo de fruta es?

-¿Qué habilidades otorga?

-¿Cuánto vale?

La verdad, no tenía idea. Había enfrentado a algunos usuarios de frutas en unas misiones que había tenido, además de que habíamos guardado unas para el gobierno, pero no tenía idea de como diferenciar una Paramecia de una Zoan de una Logia.
Alcé las manos pidiendo silencio y grité:

-¡Atención! Tengo aquí una verdadera Fruta del Diablo que les otorgará increíbles habilidades, abro la subasta con 300,000 berries.

De inmediato varios tipos se largaron creyendo que la Fruta era demasiado cara, mientras que otros siguieron haciéndome preguntas. Noté a un tipo harapiento que se acercó disimuladamente, y supe que trataría de robarme la fruta.

Bien. -pensé.- Le dejaré acercarse y luego lo pondré de ejemplo.

El hombre harapiento se acercó sigilosamente mientras los demás seguían haciéndome preguntas relacionadas con la Fruta, creyendo que estaba concentrado con ellos que no notaría sus intenciones de robarme el mango. Cuando finalmente estaba a solo un metro de distancia estiró rápidamente su mano para tomarla, pero lo tomé del brazo y lo jalé hacia mi para golpearlo con el codo en la cara.
El tipo cayó al suelo sujetándose la cara y quejándose, mientras el resto de la gente empezaba a reírse de él.

-¿Alguien más quiere intentar algo parecido? -les pregunté alzando una ceja.

-Te ofrezco 301.000 berries. -dijo un sujeto que había estado observando desde que mencioné la Fruta.

-301.000. ¿Alguien da más? -les dije, un poco animado ya que mi idea de vender la Fruta parecía estar dando resultados.

De pronto, otro sujeto me robó la Fruta y empezó a correr, alejándose del lugar. Los demás empezaron a gritar mientras que otros empezaron a burlarse de mi.

Hijo de perra. pensé. Me levanté rápidamente y fui tras el sujeto mientras extendía mi látigo. Lo moví hacia su mano, con lo que se enrolló en la Fruta y se la arrebaté.
El hombre se quedó sorprendido un momento, todavía mirando su mano ahora vacía. Inmediatamente dirigió su mirada hacia mi, que estaba caminando hacia él con la Fruta guardada de nuevo y lo fulminaba con la mirada.

-Eh...Lo siento hombre. No volverá a ocurrir. Sólo estaba jugando. -me dijo, nervioso.

-Lamento informarte que estos juegos no me gustan, pedazo de mierda. -le contesté. Llegué hasta estar a un lado suyo y le solté un fuerte golpe en la cara que lo hizo estrellarse contra una tienda.

-En vista de que no parece un momento adecuado, me temo que me retiró por ahora. La subasta continuará mañana. -le dije a todos los demás, que ahora estaban callados.

Tras colgarme la bolsa de nuevo en la espalda, me marché del lugar.

Abrí la puerta del sótano que llevaba al Mercado Negro y salí a la ciudad. Aún seguía bastante molesto tras los dos intentos fallidos para robarme la Fruta, y empecé a considerar no venderla.

Debí imaginarme que habría muchos tipos que quisieran tener poderes. pensé.

Ahora que la venta de la Fruta estaba interrumpida, debía encontrar un lugar donde pasar la noche para continuar al día siguiente.
Observé si había un hotel cerca, pero tras haber recorrido una gran distancia de la ciudad me di por vencido. Podría pasar la noche en mi barca, pero era demasiado fría y sería un poco sospechoso para algunas personas. Podía ocultarme bajo un puente como hacían varios vagabundos, pero deseché la idea ya que seguramente intentarían robarme también. O podría buscar una casa abandonada.
Recordaba haber visto unas casas abandonadas mientras buscaba un Hotel, que a pesar de eso estaban en un estado decente. Caminé en la dirección en la que se encontraban cansadamente, hasta que llegué a la zona en la que se encontraban.
Entré al terreno para inspeccionar cuál casa estaba en mejores condiciones. En poco tiempo encontré una mejor que las demás, y tras entrar por donde en otros tiempos hubo una puerta, entré a la sala y tras dejar la bolsa a un lado mío me dispuse a dormir.

La noche era fría, y aunque no tenía nada con que cubrirme de las corrientes de aire, lo consideraba solo una pequeña molestia. Durante mi entrenamiento con la Marina había pasado cosas peores, como el ataque que me ocasionó la cicatriz que llevaba en la espalda. Al recordar ese momento no pude evitar estremecerme y llevar mi mano izquierda a mi nuca. Sentí la piel normal, un poco rígida, y al mover la mano un poco a la derecha sentía una especia de bulto rugoso que empezaba ahí y continuaba hasta el final del lado derecho de mi espalda.
Suspiré para ahuyentar los pensamientos que tenía y cerré los ojos, logrando dormirme. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que un ruido me hiciera abrir los ojos de inmediato. Noté que alguien había entrado a la casa y permanecí únicamente con mi ojo derecho un poco abierto, fingiendo que seguía durmiendo.
Vi aparecer a un hombre con un cuchillo largo que se movía hacia mi en silencio. Cuando pasó enfrente de una ventana y se iluminó su rostro, lo reconocí. Era uno de los sujetos que habían estado en la subasta de la Fruta.

Así que tú también la quieres pensé. Definitivamente esta Fruta me iba a traer varias dificultades.

Esperé a que el hombre se me acercara un poco más para poder atacarlo, aunque debía de tener un poco de cuidado con su cuchillo.

-Esto es mejor que tener que pagarte 301.000, cabrón. -susurró.

En ese momento, me incorporé y le dí una patada en las costillas. El hombre aulló de dolor y empezó a lanzarme varios ataque con su cuchillo. Aunque no me era muy difícil esquivarlo, no me dejaba la oportunidad de atacarlo de nuevo, así que en su siguiente ataque lo sostuve del brazo y lo empujé arrojándolo por una ventana.
Tomé una bocanada de aire y me asomé por la ventana: el hombre estaba afuera en el piso, aunque se paró y se fue cojeando .

Espero que sobreviva. pensé.

Volví a mi lugar, solo que me quedé despierto el resto de la noche, por que podía ser que no tuviera tanta suerte después.

Me sobresalté al escuchar el canto de un gallo que estaba cerca de la casa abandonada. Sacudí la cabeza para quitarme el sueño y me paré para estirarme.
Después de que había sacado al hombre de la casa, habían llegado otras seis personas a tratar de robarme la Fruta. Con tal de proteger la Fruta para poder venderla en la subasta, no había dormido en toda la noche. Me froté la cara para terminar de despertarme y caminé hacia la entrada para volver al Mercado.

¿Y la Fruta? pensé de pronto. Me di la vuelta hasta donde había estado sentado pasando la noche, pero no encontré la bolsa en la que iba la Fruta. No puede ser.

La Fruta ya no estaba. Traté de recordar si la había dejado en algún lugar durante la noche para esconderla, pero no era así. Empecé a temer que me la hubieran quitado sin que me diera cuenta, y me llevé los brazos a la espalda. Pero sentí un cordón que estaba ahí y me giré para ver que la bolsa estaba atada a mi espalda.

Que imbécil me dije a mi mismo, aunque no pude evitar sonreír, tal vez por el alivio. Así pues, salí de la casa rumbo al Mercado Negro.

Después de tocar nuevamente la contraseña para entrar al Mercado Negro, entré de nuevo al lugar que me seguía pareciendo como una ciudad subterránea. Caminé hasta el lugar en que me había asentado la última vez y volví a sacar el cofre, solo que esta vez sin sacar la Fruta.
Me aclaré la garganta y dije:

-¡Los que hayan estado en la subasta del día de ayer, pueden continuar!

Varias personas se acercaron de nuevo, y volvieron a hacerme una gran cantidad de preguntas como el día anterior hasta que un hombre de larga barba gritó:

-¿Y cómo sabemos que esa Fruta es real? Puede que solo sea un mango común y corriente pero pintado.

-Varios hombres estuvieron aquí el día anterior. -le respondí. -Ellos te pueden decir que la Fruta es real.

-Bueno, ¿y qué hace? Todos sabemos que se puede identificar una Fruta.

-Eso es cierto, compañero, pero me temo que no sé que tipo de Fruta sea. Pero, ¿no vale la pena el riesgo? Cierto, puede que solo te sirva para convertirte en papel, hablar con los animales o ser más inteligente. Pero también te puede convertir en un hombre capaz de controlar los truenos, transformarte en tigre o algo mejor. Yo no sé tú, pero para mi lo vale.

De inmediato varias personas, un poco inspiradas por mis palabras, empezaron a ofertar para poseer la Fruta. Incluso yo había sentido tentación de quedarme con la Fruta, pero sabía que era mejor para mi objetivo continuar vendiéndola.
Después de cuatro intentos más de robarme la Fruta y finalizar la subasta (por el día) en 325.000 berries, me marché a la casa abandonada para pasar otra noche.

Mi rutina continuó durante otros cuatro días, sin muchos cambios. Habían intentado robarme la Fruta 124 veces, la mayoría durante la noche. No había dormido desde mi llegada a Shelltown, y casi no había comido o podido beber agua. Debido a que el estrés me tenía carcomido, varios de los hombres que habían subastado por la Fruta habían retirado sus ofertas, en especial después de que casi mataba a un hombre que consiguió robármela por cinco horas.
Tras todo eso, había llegado a odiar la Fruta y todo lo que representaba. Odiaba las Frutas del Diablo, odiaba los mangos y odiaba su maldito color azul.
Me encontraba sentado en el suelo de la casa abandonada, con la Fruta en mi mano y yo mirándola con pura rabia.

-Estúpida Fruta. -le dije. -Maldigo el día en el que creí que me serías útil. Debí de dejarte a que te pudrieras junto con Strict, pero no... David tenía que robarte para tener dinero. -en ese momento, pensé que estaba volviéndome loco por la falta de sueño y comida. Después de todo, estaba hablando con una Fruta. Pero en mi mente, aunque sabía que no tenía sentido y estaba loco, también sabía que la Fruta debía saber lo mucho que la odiaba.

Pensé profundamente en aplastar la Fruta y largarme de Shelltown, pero algo me detuvo de hacerlo. Suspiré, me levanté y tomé un poco de agua para ayudarme a aclarar mi mente. Dirigí mi mirada a la Fruta y le dije:

-No... no te daré la satisfacción de saber que me estás volviendo loco. Te venderé hoy, lo voy a hacer. Esta es tu última oportunidad de serme útil, Fruta, y te juro que si no logró venderte te... te... agh, no se que haré contigo, pero lamentarás haberte cruzado en mi camino.

Tomé la Fruta y volví a guardarla en el cofre que metí en la bolsa, igual que hice la primera vez.

-Hoy es el día, Fruta. Lo sé. -le dije. Crucé la puerta y volví al Mercado Negro.

Tras ubicarme nuevamente en mi lugar del Mercado Negro, noté que varias personas ya no me prestaban atención o se iban tan pronto como me veían. Tal vez los había asustado un poco con el casi asesinato que había cometido. Tras tomar un sorbo de agua y sacar de nuevo el cofre de la bolsa, grité:

-¡ATENCIÓN! Hoy mismo termina la subasta de la Fruta del Diablo con 400.000 berries. ¿Quién da más?

Algunas personas se acercaron (probablemente no habían estado los días anteriores) y empezaron a preguntar nuevamente, igual que siempre. Pero esta vez noté algo diferente: el mismo hombre al que casi había matado estaba entre ellos. De inmediato me alarmé, por algo había vuelto. Me miró furioso y gritó:

-¡Te reto, Cutter!

-¿Cómo sabes mi nombre? -le pregunté, había algo que no tenía sentido.

-Gritaste tu nombre el día que me atacaste.

Imbécil pensé. La había cagado épicamente.

-¿Y qué harás? Te derroté esa vez casi sin esfuerzo.

-Es cierto. -me dijo mientras sonreía. -Pero esta vez estoy preparado. -chifló, y tres hombres grandes como gorilas aparecieron de entre la gente.

Suspiré. Todo esto era culpa de la Fruta. Sin embargo, no podía dejarla aquí. Así pues, la tomé mientras me levantaba y salía corriendo. Esquivé a la gente y pude ver la puerta del Mercado.

No hay tiempo. pensé. Así que aumenté la velocidad y me estrellé con la puerta, rompiéndola. Una vez en la calle, corrí tratando de llegar a la casa abandonada.

Sin embargo, no había corrido mucho cuando sentí que uno de los matones del tipo se me había echado encima, con lo que me derribó. Al sentir como estaba aplastándome impidiéndome respirar, le solté varios codazos en la cabeza, lo que bastó para que me soltara. Me levanté un poco, pero el otro sujeto me sujetó y me alzó del suelo, impidiéndome huir o atacarlo.

-¡Así! ¡Manténlo así! Esta vez me las vas a pagar, Cutter. -me dijo mientras sacaba una navaja y se acercaba lentamente hacia mi, sonriendo.

Antes de que el sujeto pudiera apuñalarme, recordé que aún tenía las piernas libres. Ya no me cabía duda de que estaba en muy mal estado, incluso había olvidado que tenía más extremidades que mis brazos. Debido a que me encontraba algo débil, me costó subir mi abdomen hasta la altura del pecho del hombre, con lo que lo pateé con ambas piernas para alejarlo de mi.
Una vez que el hombre cayó al suelo, le solté un cabezazo en la cara al hombre que me estaba sujetando, lo que fue suficiente para que disminuyera la presión que estaba ejerciendo y pudiera soltarme. Ya libre, me di la vuelta y lo pateé en el cuello, derribándolo.
Estaba demasiado cansado, así que sabía que no aguantaría pelear con los cuatro. Antes de que el tercer gorila pudiera golpearme, me alejé rápidamente de ahí, escondiéndome en un callejón oscuro. Los cuatro pasaron corriendo a un lado, sin saber que estaba allí. Suspiré, ya no podía volver a la casa ya que todos los hombres del Mercado Negro sabían que me alojaba ahí. Solo me quedaba volver a mi bote.
Tras esperar unos pocos minutos, salí de mi escondite y me encaminé al puerto. Al llegar, tuve una desagradable sorpresa: mi pequeño bote había sido saqueado. Ya no tenía velas ni remos, le faltaban varios pedazos de madera e incluso se habían llevado el mástil.

-Esto es increíble. -me dije a mi mismo. Ya no tenía forma de salir de Shelltown. Saqué la Fruta, y mostrándole el bote, le dije: -¿Ves? Esto es culpa tuya. Gracias a ti ya no puedo salir de aquí. Tú eres la causante de mi desgracia.

Sentí que me retumbó el estómago. Para colmo, ya no tenía comida...salvo la Fruta. La miré fijamente. Si la comía, me volvería un Usuario de Fruta y podría hacer quién sabe qué cosas. Aunque ya no podría volver a nadar y mi látigo de Kairoseki tal vez me ocasionaría algunas molestias (aunque casi sin pensarlo recordé que era una cantidad muy pequeña y tal vez ni siquiera lo notaría). Pero ya no me importaba.

En fin... tal vez pueda volar. Me gustaría volar. pensé mientras tomaba la Fruta y le daba una mordida.

OFF: Lamento haberme ausentado por un largo tiempo, pero tuve que estudiar para un examen que creo ha sido el más difícil que he hecho en mi vida y no tuve tiempo de despedirme.

La Fruta tenía un sabor horrible. Era como si hubieran juntado todas las cosas amargas que existían y las hubieran juntado en una Fruta. Aunque había comido cosas bastante desagradables en mi vida, esta era con mucho la peor.
No pude evitar arrugar la cara, pero como me encontraba demasiado hambriento decidí comerme toda la Fruta. Al final, ya no podía sacarme el sabor amargo de la boca. Pero no me importaba en ese momento. Satisfecho, me acosté en la barca para dormir. Después de haber pasado tantos días sin poder descansar, logré dormirme sin que hubiera pasado mucho tiempo. Todavía habría algunas personas que creerían que aún tenía la Fruta y seguramente tratarían de matarme, pero ya no me importaba.
Cuando desperté, era la mañana del día siguiente. Me dolía la cabeza horriblemente y estaba muy cansado a pesar de que hube dormido todo el día anterior. Sin embargo, empecé a notar algo más: había una segunda voz en mi cabeza, aunque la oía solo como un susurro.

Tal vez la Fruta mejoró mi oído pensé. Sin embargo, no estaba muy seguro de qué me había hecho.

Decidí volver al pueblo para comprar comida, y tal vez tratar de descifrar que era la voz que seguía oyendo.

Caminé hasta una tienda de comida que estaba cerca del muelle para comprar pan. Mientras esperaba a ser atendido, el dolor de cabeza que tenía se hizo más fuerte, hasta el punto en que casi me desmayaba de la intensidad del dolor. Sin embargo, tan pronto como se agravó, desapareció. Me quedé un poco aturdido, hasta que escuché al dueño de la tienda, que me estaba hablando:

-...tás bien? Aquí está tu pedido.

-¿Eh? Ah, si. Gracias. ¿Cuánto le debo?

-Um... Te lo regalo. Creo que lo necesitas más que yo.

-Gracias. -le contesté mientras tomaba el pan y me alejaba rumbo a la ciudad.

En medio de la migraña, no me había percatado de que la voz había desaparecido. Traté de esforzarme en agudizar mi oído, pero fue en vano. Por lo visto, la Fruta no había mejorado mi oído.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que notara que estaban siguiéndome. Apresuré el paso y me dirigí hacia la zona de las casas abandonadas, ya que ahí podía tener una ligera ventaja (en caso de que se diera una lucha) ya que al haber estado ahí por varios días me había familiarizado un poco con el ambiente.
Le dí un pellizco al pan, quitándole un pequeño pedazo que dirigí a mi boca. Una vez que tuve la zona a la vista, guardé el pan en la bolsa y empecé a revisar el terreno, tratando de idear una estrategia.

-¡Oye, tú! -escuché. Ya conocía esa voz. -El otro día te escapaste, Cutter. Pero no creas que vas a tener oportunidad ahora.

Aparecieron siete hombres grandes y corpulentos. Distinguí a los cuatro del día anterior entre ellos.

Perfecto. Ahora si me voy a morir. pensé. Había enfrentado a más hombres a lo largo de mi vida, pero ahora seguía cansado y mis sentidos no funcionaban del todo bien.

-Mátenlo. -dijo el hombre mientras sonreía. Los siete grandulones se acercaron lentamente, algunos sacando armas que llevaban guardadas.

Cerré mis puños y me puse en una posición defensiva, aguardando el primer ataque. uno de los hombres se abalanzó sobre mi, sacando varios cuchillos que me fue arrojando. Me moví a un lado con dificultad, pero sentí un dolor agudo cuando uno de los cuchillos se me clavó en el hombro izquierdo. Gruñí, y al verme herido el resto el resto de los hombres se lanzó a la carga.
Me deshice del primero lanzándole un golpe al cuello, que fue suficiente para derribarlo. Pero otro de los hombres se me lanzó encima, derribándome, y me dio un golpe en la cara que me aturdió.
Los demás se fueron para ayudarlo, y mientras trataba de levantarme otro me dio una patada en el costado lo suficientemente fuerte para lanzarme al otro lado. Me levanté rápidamente para hacer frente a un tercero, al que sujeté de la cabeza y le dí un potente rodillazo en el rostro. Él resto de ellos llegaron a ayudarlo, derribándome uno nuevamente de un golpe en la cara. Entre todos empezaron a patearme y soltarme puñetazos.
Pero sentí "algo" dentro de mi. Como una criatura violenta y hambrienta que estaba despertándose solo para querer acabar con todo lo que veía. Solté un grito, y antes de que me diera cuenta dos de los hombres se fueron hacia atrás, con algo gris con manchas verdes y púas agarrándose a ellos. Las caras de los toros cambiaron de inmediato, demostrando un gran terror.
Varios huyeron, dándome tiempo para pararme y ver que mis manos se habían convertido en zarpas como las de un reptil.
Rápidamente solté un zarpazo a uno de ellos, abriéndole cuatro largos zurcos sanguinolentos. A otro le solté un potente golpe en el estómago que lo mandó contra una pared. Para entonces uno de los hombres que habían sido apresados por las cosas grises (descubrí que eran cabezas de serpiente con púan en el lomo) logró soltarse y había salido huyendo. El otro seguía apresado.
Me agaché a un lado suyo mientras la otra cabeza seguía mordiéndolo.

Deberíamosss de matarlo... escuché en mi mente.

No, hay que dejarlo... le contesté.

Ssservirá de lección para los otrosss. Les enseñará a dejarnos tranquilosss...

Creo que con lo que acaba de pasar nos dejarán solos... respondí. Me sorprendí al ver que estaba hablando en plural.

Como quierasss.

La cabeza lo soltó y el hombre salió huyendo despavorido. Sabía que probablemente me veía como un monstruo, así que entré a una de las casas abandonadas para esconderme.