La vida tras la huida

Acababa de llegar a Villa de Orange tras haber viajado varias horas oculto en un barco que era bastante maloliente. Respiré el aire tranquilamente, no deseaba perder los estribos en ese momento para tener que volver a ausentarme del lugar por otros catorce años.
Miré bastante interesado el lugar, no había cambiado mucho desde que me había marchado con excepción de que las casas y otros lugares se encontraban reconstruyéndose o definitivamente se habían destruido y eran irreparables. Encontré a una mujer bastante vieja que se encontraba barriendo su entrada y levantando una gran nube de polvo. Me le acerqué y le dije:

-Buenos días, señora. Ella me miró desconfiadamente y me respondió bruscamente:

-¿Qué quieres? No queremos más gente problemática en este lugar.

-Descuide, no deseo causar ningún problema.- le dije amablemente. -Estoy buscando a un hombre, no sé si lo conozca...

-¿A quién? He vivido toda mi vida aquí, conozco a todo mundo.

Bueno, tal parece que no me recuerda. pensé.

-Busco a Cutter D. Héctor.

La anciana alzó la cabeza y me miró fijamente. Me quedé ahí parado, sintiéndome un poco incómodo, cuando me dijo:

-Cutter se fue hace doce años a buscar a su hijo. No hemos vuelto a saber nada de él.

Sentí como si me hubieran dado un poderoso golpe en el estómago, al mismo tiempo que el desánimo me inundó.

-Uh..¿Sabe...Sabe a dónde fue?-le pregunté, con la voz mortalmente baja.

-No...Dijo que recorrería todos los Blues si era necesario. Incluso pudo ir al Grand Line.

-Bien...Gracias por regalarme un poco de su tiempo. -le dije al mismo tiempo que me dí la vuelta y me alejé de su casa.
Caminé lentamente, sin fijarme en todo lo demás, hasta que llegué a la esquina de una calle donde estaban los restos de una casa. Ahí, finalmente, solté un grito y le dí un puñetazo a la pared, derribando lo que quedaba de la casa...

Miré furioso como caían los restos de la casa, levantando una gran columna de tierra. Escuché casi sin prestar atención a varios pobladores que empezaron a gritar, alarmados, y se alejaban corriendo.
En ese mismo momento recordé que no tenía intenciones de formar un gran alboroto, pues sabía que el barco en el que había llegado al East Blue podría estar cerca. Y no deseaba regresar ahí.
Así pues, me marché de esa calle hasta que hube recorrido una larga distancia, y me senté en una acera de una calle en la que no había nadie. Suspiré, tenía la esperanza de hallar a mi padre para después ir a buscar a mi hermano. Pero era inútil. Seguramente los dos ya habían muerto, así que perdí mis esperanzas de reencontrarnos.

-Bueno, no tengo más que hacer aquí.-me dije mientras me levantaba y caminaba hacia el muelle.

Caminé con la cabeza agachada, ignorando a la gente que pasaba junto a mi, cuando de pronto giré la cabeza y me quedé petrificado. En una esquina había un grupo de 50 marines (todos reclutas, según sabía) que habían estado en el mismo barco que yo cuando huí. Al frente de ellos pude ver al Teniente Strict, que era el encargado del barco en que viajaba.
Lucía justo como lo había visto cuando lo burlé y escapé, con su enorme espada atada al cinto, grandes botas, pelo corto y barba bien rasurada, solo que ahora llevaba una camisa blanca con el logo de la marine en ella.
Él también giró su cabeza, justo hacia donde yo estaba y sonrió.

-Ahí estás, Cutter.

Me dí la vuelta rápidamente y corrí, alejándome de él y sus hombres, mientras lo oí gritar:

-¡A por él!

Mierda. pensé cuando escuché a Strict gritarle a sus hombres.

Corrí rápidamente por la calle, esquivando a los aldeanos que se encontraban pasando y que me miraban aterrados. Di la vuelta en una esquina, justo cuando un mercader montado en un burro pasaba por ahí. Maldije, y lo salté mientras lo oía gritar.
Aún podía escuchar a los soldados que se lanzaban a la carga, así que traté de subir al techo de una casa para poder emboscarlos desde ahí. Para mi suerte, los soldados no me vieron y pasaron de largo, pero Strict les ordenó detenerse a unos siete marines que iban con él y les dijo:

-Quédense aquí. Esperen a que volvamos, pero estén atentos. Si ven a Cutter, hagan sonar el silbato.

Los marines obedecieron, y se quedaron ahí buscando con la vista.

Perfecto pensé cuando Strict se alejó de ellos y siguió con el resto de su pelotón.

Rápidamente, bajé del techo de un salto para caer atrás del marine más chico de ellos.

-Hola, chicos.-les dije burlonamente al mismo tiempo que soltaba una patada al marine, derribándolo. Los otros seis lanzaron un grito y se dirijieron hacia mi con las espadas en alto.

Me moví a un lado, y justo cuando pasó a mi lado el marine con el silbato atado al cuello, lo sujeté del cordón mientras lo jalaba hacia mi para darle un golpe en un lado de la cara. El marine cayó al suelo, y apenas pude moverme a un lado cuando otro trató de darme una estocada. Le solté una patada en el estómago que lo dejó sin aire, para después darle un codazo en la espalda que terminó por derribarlo.

Sólo quedan cuatro pensé mientras juntaba mis manos y golpeaba a otro en la garganta. Pero en ese momento, escuché una voz:

-Dios, eres más bueno de lo que pensaba- dijo la voz de Strict con un tono burlón. Ya bastante tarde, comprendí que Strict había sabido que estaba allí, y solo se limitó a esconderse y esperar.

Sentí un brutal golpe en el lado derecho de mi cara, producido cuando Strict me golpeó con la empuñadura de su espada. Luego me propinó un poderoso golpe en el estómago, con lo que me derribó para después pisar mi garganta con su bota. Strict sonrió, y dijo:

-Estás arrestado, Cutter.

Mierda. Soy imbécil pensaba una y otra vez mientras caminaba con la cabeza agachada hacia el pequeño cuartel que la Marina tenía en la isla.

Volví a intentar zafarme de las esposas que presionaban dolorosamente mis muñecas, hasta que sentí un leve golpe en la parte trasera de mi cabeza seguido de la voz de Strict, que me decía:

-Quédate quieto, Cutter, o te juro que te mataré.

Refunfuñé maldiciendo a Strict en mi mente, pero no opuse más resistencia. Finalmente, llegamos al pequeño cuartel. La bandera de la marina ondeaba fuera del dañado y descuidado lugar, así que sospeché que la celda en la que acabaría sería aún peor.
Tras abrir la puerta de mi jaula (que confirmaba mis sospechas), Strict me dio una patada que me empujó dentro. Cerró la puerta y empezó a reír, para después decirme:

-Será mejor que no intentes nada estúpido. Ahora solo tengo que reportar que estás atrapado. Olvídate de la idea de que puedes volver a tu antiguo trabajo, porque te espera Impel Down. -rió, y luego le dijo a otro marine que lo acompañaba:- Vigílalo.

Strict salió de la sala, dejando a su compañero solo. Suspiré, pero pronto dirigí mi mirada hacia un pequeño cofre que estaba sobre una mesa...

El cofre era de un tamaño chico, y tenía unos grabados bastante bonitos en su cubierta. Fuera lo que fuera, debía de tener algo de valor dentro, y me ayudaría a salir de la isla... claro está, si es que lograba salir.
Reconsideré rápidamente mis opciones: podía quedarme en la celda y esperar a que me llevaran a Impel Down o a otra cárcel como me dijo Strict, o intentar escapar. Para ello podría tratar de romper mis esposas (aunque sabia que no funcionaría), matar al marine o intentar engañarlo.
Aunque sabía por experiencia que matar era sencillo, me desagradaba la idea de hacerlo. Por lo tanto, iba a tratar de engañarlo, con algo simple ya que era notorio que el marine no tenía mucha experiencia. Gruñí y le dije:

-Oye chico, ¿tienes algo de comida? Tengo hambre, y prefiero tener mi última comida decente antes de ir a prisión.

El marine me miró con los ojos un poco abiertos, respondiéndome:

-Strict me dijo que no confiara en ti.

-Por favor, ya tengo esposas. No puedo hacer nada.

El marine dudó un momento, pero al final tomó un plato y le puso una guayaba y un pedazo de pan, que acercó a mi celda.
Rápidamente, cuando lo tuve a distancia, subí mis piernas y pasé mis brazos por debajo, con lo que podía utilizar mis manos. Lo tomé del pañuelo y le estrellé la cabeza contra un barrote, con lo que quedó inconsciente.
Busqué por sus bolsillos y hallé las llaves de las celdas, así que empecé a probar con cada una intentando hallar la de la mía. Introduje una en la chapa, con lo que la puerta se abrió. Aunque aún tenía esposas, sonreí pues ya podía ser más fácil mi huida.
Antes de irme, tomé el cofre de la mesa y lo abrí para examinar su contenido. Me quedé sorprendido al ver que dentro había un mango de color azul con pequeñas formas de espirales en su cubierta.

-Una fruta del diablo...- murmuré.

Guardé la fruta de vuelta en el cofre, que a su vez guardé en una bolsa que encontré en el pequeño cuartel. Me la colgué en un brazo con dificultad (ya que aun tenía las esposas) y abrí la puerta para salir.
Me asomé con cuidado para ver si Strict o alguno de sus hombres seguía en el lugar, pero tras confirmar que no era así salí rápidamente de ese lugar. Corrí de nuevo por la calle, en la que ya no había ninguna persona. Giré en otra curva, pero me encontré nuevamente con Strict, que estaba a unos cinco metros.

Perfecto. -pensé- Definitivamente este no es mi día.

-¡Cutter! -gritó al mismo tiempo que saltaba recorriendo la distancia que nos separaba. Rápidamente recibí una patada en el estómago que me mandó contra el muro de una casa.

El impacto me dejó sin aliento, pero también me hizo reaccionar rápidamente debido a que Strict se arrojó hacia mi descargando un golpe con su espada. Me moví un poco hacia atrás, pero dejé mis brazos enfrente para que la espada de Strict rompiera las esposas, cosa que sucedió. Tomé la bolsa en la que estaba la Fruta del Diablo y me la colgué en la espalda mientras continuaba con mi carrera.
Strict rugió y se fue tras de mi, soltando sablazos cada vez que creía tenerme a alcance.

Muy bien David, así nunca te desharás de él. -pensé.

En el siguiente golpe de espada que hizo Strict, salté para que él pasara debajo de mi, con lo que él quedó dándome la espalda. Rápidamente saqué mi látigo y lo moví hacia el teniente, provocándole un gran impacto que le sacó un grito de dolor. Strict me miró, furioso, y se abalanzó de nuevo hacia mi, justo como quería.
Me moví a un lado y salté para patearlo hacia la casa, con lo que derribó la pared. Tomé su espada (que se le había caído) y con dificultad la moví para golpear otra de las paredes, con lo que la casa entera se vino abajo. Strict quedó sepultado, aunque sabía que eso no era suficiente para matarlo.

-¡Nos vemos, Strict! -le dije con una gran sonrisa en el rostro. Lancé su espada a un lado de la calle, y tras ocupar unos segundos para recobrar el aliento, me alejé de los escombros. En mi cara seguía una sonrisa, pues ahora que había vencido a Strict y con la Fruta del Diablo para asegurarme ingresos, tenía una posibilidad de hallar a mi familia.