La dura vida de un pirata

El camino se alargaba mucho, los pies le mataban y el sol abrasaba. Necesitaba refrescarse rápido, y, lo mas importante, algo caliente que llevarse a la boca. Hacía días que solo se alimentaba de escasas raciones de pan duro. Estaba comprobando lo que muchas veces había oido sobre la vida tan dura que llevaban los piratas.
Era dificil sobrevivir en esas circunstancias, y para empeorarlo, le perseguía la marina. Un haz de esperanza se alzó ante sus ojos. Una pequeña charca a la orilla del camino y un pueblo en el horizonte. Sin pensarselo dos veces, se desnudo completamente guardando su ropa tras un arbusto y se metió en la charca para darse un baño.

Se sentía observada pero no sabía por que, rápidamente salió de la charca y buscó su ropa, pero faltaba parte de ella... solo encontró las botas, la katana y el vestido... su ropa interior y su camiseta habían desaparecido...
-Maldita sea... -Se quejó Arewen ajustándose el escotado corset, ahora sin poder taparlo (el escote) ya que su camiseta no estaba.
Un ruido se oyó rn los arbustos, Arewen se colocó la katana en el cinturón y la desenfundó poniéndose en guardia mientras se acercaba poco a poco al arbusto del que salían unos extraños sonidos que recordaban bastante a una voz humana. Al no poder esconderse más, un hombre anciano salió del arbusto portando la ropa que le faltaba.

-¡¡Devuelveme eso viejo degenerado!! -Gritó Arewen casi fuera de si.
El anciano hechó a correr en dirección al camino dejando caer la ropa interior pero llevándose la camiseta. Al ver esto, Arewen decidió ponerse la ropa que le faltaba ya que el anciano no corría mucho. Tras esto, se encaminó hacia el camino, pero el viejo ya había desaparecido. Su corazón se encogió y se estremeció al ver el horizonte: cuatro mariens caminaban a paso ligero hacia su posición por el mismo camino que ella había recorrido. Arewen hechó a correr en dirección al pueblo, no podía dejar que la descubriera.
Los marines continuaban a paso ligero en el horizonte sin reparar en su presencia. Tras unos minutos, llegó al pueblo exhausta.

El estómago le rugía bastante más que antes, por eso decidió acercarse a un mesón cercano del que salía un rico olor a arroz cocida. Todos se quedaban mirándole al escote, empezaba a hechar de menos su camiseta... Nunca se había sentido tane xtremadamente observada. Comió en silencio aquel plato, que había pagado con el poco dinero que le quedaba intentando disfrutarlo lo máximo posible, no volvería a comer algo así en semanas. La suerte estaba de su parte ese día, recorrió el mesón con la mirada buscando a aquel asqueroso anciano. El anciano se retorcía en su taburete mientras olisqueaba la camiseta de Arewen tras una gran copa de vino posada en la barra.

Arewen no sabía como reaccionar, no sabía que ahcer, estaba en blanco... pero una preocupación mayor que una bulgar chaqueta se le interpuso en ese largo segundo mientras entraban los cuatro marines que había logrado dejar atrás por la puerta del mesón. Posaron sus fusiles en la entrada y se dirigieron a la barra, cuando llegaron, Arewen se levantó silenciosamente de su mesa, dejando tras de si el cuenco de arroz vació e intentó acercarse a la puerta lo más despacio posible para no llamar su atención. La puerta rechinó, el corazón se le paró, aquel seegundo fue el más largo de todos los que recordaba en su vida...

No pareció haber respuesta aparente de los marines, solo uno se retorció en su taburete pàra mirar lo que había pasado. Arewen salió del mesón cerrando la puerta tras de si y se alejó en dirección al bosque a paso ligero. Uno d los marines salió a su encuentro intentando reconocerla, Arewen se tapaba la cara lo mejor que podía, no quería que le descubrieran... El marine la siguió hasta el bosque.
-¡¡Alto en el nombe de la marina, le ordeno que se de la vuelta y se identifique!! -Gritó el marine apuntándola con su fusil.
Arewen se dió la vuelta de un salto, haciendo que su flequillo ayera sobre su cara y que sus pechos botasen. El marine bajó el fusil, envelesado hacia los protuberantes el pecho de la chica.

Arewen movió la cabeza enseñando su cara, entonces la expresión del marine cambió por completo... La volvió a apuntar con el fusil, firmemente mirando por la mira.
-Por fin te encuentro... llevamos siguiendo tus pasos más de una semana... ya era hora que te dejaras ver, rata asesina... -Dijo el marine sin dejar de observarla desde su mira telescopica con una sonrisa de medio lado.
La chica se quedó inmovil mientras una gota de sudor recorrió su cara lentamente, otro de esos segundos largos y eternos... el marine se relamía satisfactoriamente disfrutando el momento.
Arewen se agachó lentamente, el marine la seguiía con la mira del fusil, estaba muy nerviosa, puede que este fuera su fin... pero necesitaba intentarlo...

Cogió un puñado de tierra y rápidamente se levantó y se lo tiró a los ojos al marine que había sacado sus ojos de la mira para pestañear. Automáticamente el marine tiró el fusil y se llevó las manos a los ojos con un grito de impotencia.
La chica cogió el fusil y propinó un enorme golpe en la nuca al marine con la culata, dejando a este inconsciente. Las piernas le temblaban, estaba aún nerviosa, no sabía que repercusiones podía tener esto... Se le estaba llendo de las manos, y mucho además...
Se colcó el corset y emprendió el camino hacia el siguiente pueblo, pero antes, debía de llevarse algo de comer para el camino. Con un habil gesto, cogió una bolsa de fruta que una señora mayor tenía posada ene l suelo para abrir la puerta de su casa y hechó a correr hacia el camino.