Pirateria, dulce nectar de la vida

Si antes alguien le hubiera dicho que sus actos como pirata la llevarían a tener que colarse en un barco para llegar a un puerto y robar otro lo hubiera hecho ahogarse en su propia sangre.
Pero le llamaba mucho la antención cierto bote de lujo, sobre todo porque pertenecía a un magnate de la navegación bastante temido en aquellas aguas.
No es que realmente lo necesitara -de hecho ni siquiera sabía navegar- pero solo el hecho de poder robarselo a un tio importante la hacía hervir de emoción.

Elevó el vuelo hasta identificar en una parte de la costa un puerto privado rodeado por un edificio a modo de protección. Se posó en un acantilado desde el que tenóa una preciosa vista aerea del complejo.
No podía entrar por aire y mucho menos entrar dando sablazos, los hombres que custodiaban el bote felizmente anclado en el muelle privado estaban bien entrenados.

Entonces se infiltraría.

Sonrió emocionada, lanzandose desde la punta del acantilado y planendo hasta tocar tierra.

-Esto será muy divertido.

Y como no, siempre hay el típico idiota patrullando demasiado alejado del grupo y a ella, ese idiota le venía de perlas.
Se acercó hasta él, disminuyendo la masa ósea de sus huesos y consiguiendo que sus pasos fueran tan ligeros que no hicieran ningún tipo de ruido.
Cogió al pobre idiota del cuello y de un certero y duro puñetazo con toda la fuerza de su brazo derecho le rompió la mándibula, la nariz y lo dejó inconsciente.

-Upps. - quizá se había pasado un poco, la cara del hombre estaba hecha un mapa, esperaba no haberlo matado, eso lo complicaría todo.

Para su suerte todos esos matones iban de uniforme y solo tuvo que quitarle la ropa, ponersela e infiltrarse galantemente por la puerta.

Pero debía darse prisa, no tardarían en encontrar el cuerpo del hombre.

Y nada más entrar pudo ver que el sitio estaba lleno de puertas y pasillos. ¿Cómo demonios iba a encontrar la entrada a los muelles? Se perdería nada más dar dos pasos.

Y tal como supuso se perdió, tampoco es que pidiese que nada más entrar hubiera un cartel lúminico que indicara el camino pero ¿porqué un edifio para proteger un maldito bote tenía que tener tantos pasillos?

También podía ver la fuerte seguridad del lugar, había varias personas patrullando los pasillos y cámaras por todos sitios. Apostaba que aquel sitio guardaba algo más que un simple bote.
Pero era consciente de que no sería capaz de llegar hasta el muelle sin perderse y no podía empezar a reventar paredes.

Estaba perdiendo el tiempo como una estúpida y para colmo era custión de tiempo que descrubieran al tio que dejó KO fuera y a ella misma, quizá no en ese orden.

-Oye. - un hombre rubio la llamó. -¿Quién eres tu?

No en ese orden.

Cuando se repartió la suerte se olvidaron de ella.

-Soy la nueva encargada de la vigilancia del muelle, pero esto es muy grande ¿Me podría ayudar? - le dedicó una sonrisa dulcemente seductora y asquerosamente amplia.
Una de sus típicas sonrisas para hacer sucumbiar a los hombres a sus encantos.

Y tal como había pensado el chico le sonrió algo sonrojado, ese hombre quizá podía ser fuerte en combate pero era un completo idiota.

-Claro, sigueme. - y con una sonrisa se presentó. -Soy Jane.

Debía presentarse ella también o sospecharía.

-Lucy. - improvisó con el tono más amable que pudo.

Lo siguió oyendo toda su palabrería, y en más de una ocasión tuvo ganas de soltarle un: ''Muy interesante, pero me das igual tu y tu estúpida historia'' Aunque se conformaba con sonreír y reirse de sus chistes malos.

Pero si el bote estaba vigilado desde arriba le seria más dificil robarlo.

-Eh tu, ven aquí. - un hombre rechoncho, de aspecto poco agradable y que desprendía un olor menos agradable aún salió de la nada, llamando la atención de ambos.

-Claro señor. - ese gordo asqueroso debía ser el jefe de todo aquello y por lo tanto, el dueño del bote.

-Tu no idiota, la pelirroja. - detuvo a Jane, cogiéndola a ella del brazo con brusquedad y arrástrandola hasta la habitación de dónde había salido.

Cerró la puerta de un portazo, lanzanándola contra ella. Notó su mano por debajo de la camisa, ningún idiota la tocaba y vivía para contarlo y menos esa bola de sebo.

Desde luego quería morir.

-No se encuentran muchas mujeres como tu por aquí. - su rostro no tenía expresión tan solo penetrante e increbrantable fríaldad.

-Sueltame o te arrancaré al brazo y te arrearé con él hasta matarte. - su tono de voz no dejaba lugar a réplicas y a la vez hubiera hecho retroceder hasta ál mas valiente.

Pero muchos idiotas son tan idiotas que no sienten el miedo.

-¿Es que no sabes con quién estás hablando? Soy el dueño de la ropa que llevas y el suelo que pisas. - ahora le cortaría los dos brazos. -No te preocupes, será lento y te va a gustar. - lo que estaba a punto de hacer le complicaría las cosas.

Le enterró las uñas -que había transformado previamente- con brutalidad en el costado derecho, perforándole un pulmón por cinco lados diferentes.
Lo recostó bocarriva en el suelo, disfrutando al ver como se ahogaba en su propia sangre.

-¿Es que no sabes con quién estás hablando? Soy la que te va a matar y va a robarte hasta lo que no tienes. - movió los dedos aún dentro del cuerpo rechoncho del hombre, causandole un indescriptible dolor, pero para su suerte, ya no tenía fuerzas ni para gritar. -Será lentó y no te va a gustar. - le susurró al oído, antes de sacar la mano, limpiarsela y hechar un vistazo a la habitación donde estaba.

El despacho del gordo, miró su cuerpo. No tardarían en encontrarlo asi que debía darse prisa resgistrando todo aquello, encontra el dichoso muelle y largarse con el bote.

Había visto cosas raras, pero nunca que alguien guardara un bocata dentro de nu cajón en el escritorio. Esbozó una mueca de asco y cerró el cajón.
Miró por el ventanal de la habitación que daba justo al muelle y allí, anclado como si tal cosa el dichoso bote. Sonrió satisfecha. Pero no podía romper el cristal o las alarmas saltarían.

Una escandalosa alarma destroza tímpanos sonó con brusquedad. Ya habían encontrado el cuerpo del chaval que había dejado KO fuera, ahora ya podía romper el cristal.

Le metió una patada a la ventana, y saltó con agilidad. Corrió hacía el bote que -como es normal estaba vigilado- Pero como estaba cansada de todo el teatro de infiltración se limitó a desplegar las alas y empezar a liarla.

-¡Detente! - gritaron al unisono los dos matones que custodiaban el bote, espada en mano.

Se limitó a esprintar hacía ellos y valiendose del impulso y velocidad descabellada que llevaba los golpeó a ambos simultaneamente con un duro puñetazo en la boca del estómago.
Había un sistema de protección por agua basado en una red y un sistema de poleas. Si levantaban la red, unas poleas acabarían por sumergirse en el agua para hacer contra peso y que aquello fuera más estable.

Y con unas cuantas cuerdas, unos ganchos, su monstruosa fuerza y capacidad de vuelo, cogió a los dos idiotas y los ató a la polea que se sumergiría en el agua. Quizá con aquello no subirían la red si no querían ahogar a sus compañeros.

Se dirigió al bote protegiéndose de una lluvia de plomo con las alas por parte de las pistolitas que tenían los guardias del tejado, aunque los muy idiotas la habían visto cuando estaba atando a los otros dos idiotas y eso le complicaba las cosas.

Soltó las amarras y para acabar de empeorar las cosas un escuadrón de unos 15 hombres llegó hasta el muelle, provablemente para detenerla bajo el aviso de los del tejado.
Identificó en cabeza del grupo a Jane, algo que por alguna extraña razón se le hacía bastante divertido, y de hecho el chico parecía bastante cabreado.

-¡Tu! - bramó señalándola. -Sabía desde el momento que te vi que no eras de por aquí. - sí, desde luego estaba cabreado.

-¿Y si lo sabías porqué no me arrestaste? - la gran pregunta que consiguió que el rubio se abalanzara sobre ella blandiendo la espada como un loco desquiciado.

Lo esquivó alzando el vuelo, mirándolo desde arriba con una sonrisa socarrona que pareció molestarlo aun más.

No iba a montar una guerra campal y ponerse a luchar contra ese grupo de hombres que estaban demasiado bien entrenados como para acabar rápido y marcharse con lo que había venido a buscar allí. Pero ella tenía una gran ventaja; podía volar.
Si conseguía sacarlos del complejo y alejarlos de allí, tendría tiempo de volver, aterrizar sobre el bote y marcharse.

-Yo me voy ¿Cuantos hombres necesitas para dar caza a solo una mujer? - se mofó entre risas, volando fuera del edificio a una velocidad suficiente como para que aquellos pitufos vestidos de azul creyeran que podían atraparla.

Y tal como supuso, Jane proclamó su grito de guerra con un ''¡No dejéis que escape!'' y todos -incluidos los vigias aereos con sus arcos, lo que le facilitaría las cosas despues- fueron tras ella.

Sabía que los arqueros eran buenos, pero aquello escapaba de lo que había supuesto; en más de una ocasión casi le dan en una de las alas, y aunque volando era la mejor, no podría aguantar mucho más bajo aquella lluvia de flechas.
Miró de reojo hacia atrás, se habían alejado lo suficiente, ya podía volver a por el bote y largarse de una vez.

Y en un corte impresionante, empezó a volver sobre sus ''pasos'' en dirección al bote. Su velocidad aumentó exponencialmente surcando el aire como una bala y dejando atrás en cuestión de segundos al pelotón que corrian agobiados hacíel complejo.
Suspiró decepcionada ¿Porque solo a ella le tocaban los idiotas que no eran capaces de ver a través de sus planes? Tampoco era mucho pedir algo de emoción -e inteligencia-
No tardó en llegar hasta el objeto que la había traido allí, aterrizó en la cubierta y se dispuso a marcharse.
Miró hacía las poleas de la puerta y esos dos hombres segían allí atadados y pataleando como dos pollos sin cabeza.

-Esto me lo llevo. - les dijo, consiguiendo como respuesta un pataleo mayor.

Levó el ancla pero se quedó allí, mirando hacía la entrada de los muelles ¿Que gracia tenía marcharse sin más y no ver la cara de aquellos hombres mientras se largaba con su preciado bote? No haría daño esperandólos y ver la cara que se les quedaba.

Llegaron antes de lo que esperaba, y en cuanto escuchó todo el ruido que tenían montado, clavó las garras de ambos pies en la madera de cubierta -nada que no se pudiese arreglar- como punto de apoyo y empezó a batir las alas con fuerza, alejándose del muelle varios metros metros cada vez que las batía gracias al aire generado por ellas.
Vio sus caras de cabreo, incredulidad, humillación y otras expresiones que no se molestó en averiguar mientras ella se alejaba con unos cientos de metros de agua entre ambos.

Se despidió de Jane con la mano, moviendo los dedos con lentitud... Todo había sido más divertido de lo que esperaba.