¿Quién soy yo...o nosotros?

Después de haber peleado con los hombres, había entrado a una casa abandonada que se encontraba cerca de donde se había dado nuestro enfrentamiento. Tan pronto como entré, me di cuenta que tenía la misma estructura que la casa en la que me había alojado mientras intentaba vender la Fruta. Guiándome por la memoria, recorrí un corto pasillo que llevaba a el baño y a un segundo cuarto.
Entré al baño para averiguar si había un espejo o algo con lo que pudiera reflejarme. Efectivamente, en la pared había un espejo clavado con el tamaño suficiente como para poder observar mi cuerpo entero. Lo primero que vi fueron mis ojos. Habían cambiado, volviéndose de color verde y la pupila como una línea, iguales a los de los cocodrilos. Inmediatamente después me fije en las dos cabezas de serpiente que brotaban de mi espalda, y al mover mi brazo izquierdo para tratar de tocarlas, sentí un gran dolor en el hombro. Aún tenía el cuchillo que me habían arrojado clavado, así que lo sujeté por la empuñadura y lo saqué.
De inmediato empezó a manar la sangre, así que tomé una toalla que convenientemente seguía ahí y la amarré a mi hombro.

Ssserá mejor que te acostumbresss. escuché de nuevo en mi cabeza.

¿Quién eres? le pregunté.

Sssomos la Hidra contestó.

Traté de asimilar lo que acababa de escuchar de... la Hidra. Por lo visto, ahora tenía una conciencia "extra" en mi mente, aunque no parecía que fuera muy benevolente. No representaba nada más que hambre y deseos de muerte y destrucción... algo que no me apetecía demasiado hacer.

Entonces eres "la Hidra" le dije. Bien, ¿y ahora qué? ¿Sólo eres una especie de... animal que saldrá cuando lo necesite?

No sssomos algo que puedas usar a tu conveniencccia. me respondió. Además, te acabamosss de ayudar contra los matonesss. Nos debes un poco de lealtad.

Algo en el tono de la Hidra no me inspiró confianza. Tal vez fuera solo el hecho de que era un reptil, o la forma siseante que tenía de hablar, pero con lo de "la lealtad" se empezaron a alzar sospechas en mi mente y alma.

Si estás insinuando tener el control de mi cuerpo, lamento decepcionarte, compañera, pero eso no ocurrirá.

¿Y por qué no? Sin nosssotros en este momento estarías muerto. Eres muy débil como para valerte sssolo.

En realidad he hecho varias cosas por mi cuenta. No sé si puedas inspeccionar mis recuerdos, pero de no ser así creo que tendría que contarte varias de mis experiencias para que...

Oh, claro que podemosss ver tus memorias. interrumpió la Hidra. Tal vez no seas tan indefenssso como aparentas, pero sigues sin poder representar una amenazzza seria para alguien.

¿De qué hablas? Aún sin tu ayuda hubiera podido escapar o algo parecido. esperé la respuesta de la Hidra, pero no volvió a hablar. ¿Hidra?

Miré alrededor, como si pudiera encontrar a la Hidra con la vista. Pero por lo visto ahora me encontraba solo. Me llevé una mano a la cabeza, aunque la retiré casi de inmediato al recordad que ahora tenía zarpas... o tal vez no. Miré mi mano, que había vuelto a la normalidad. Las cabezas también habían desaparecido. Por lo visto, la Hidra se había marchado...

Luego de que la Hidra se fue y se hizo el silencio, sentí como si hubiera estado callado todo el tiempo. A parte no se escuchaba nada, salvo mi respiración. Gruñí y caminé hasta la sala de la casa. No quedaba más que un sillón y una silla rota con solo una pata. Me senté en el sillón y trate de organizar mis pensamientos.
La Hidra ya había dejado claro que pensaba que era muy débil para ella. Por lo tanto, pensaba que si tomaba el control absoluto de mi cuerpo podría mejorar bastante, aunque la idea me resultaba aterradora.

Ahora estoy herido, cansado, hambriento y sediento con un reptil que quiere que me vuelva su esclavo, y no puedo deshacerme de él sin suicidarme. Este día mejora a cada minuto.

Me levanté del sillón y me asomé por una ventana rota para ver si los mercenarios habían vuelto, pero no era así. Probablemente todavía no sabían que me había quedado en esa casa, por lo que tal vez tendría un día o poco más para poder recuperarme del todo. Aunque antes tenía que resolver un asunto...

¿Hidra? ¿Sigues ahí? le pregunté. Esperé un momento, pero al no tener respuesta me resigné. Sin embargo, casi en ese momento escuché:

¿Qué quieresss? preguntó siseante la Hidra.

Hidra, tenemos que dejar en claro algunas cosas.

Oh, claro... Teniendo en cuenta que no me podré dessshacer de ti hasta que mueras, creo que debemosss ponernos de acuerdo en algunas cosasss.

No lo había visto de esa forma, pero muy bien. Lo primero: yo soy el que toma las decisiones importantes.

No eres muy apto como para tomar decisssiones.

Eso me recuerda: segundo punto. Vas a tener que hacerme caso.

Sssigue soñando.

Hablo en serio. Tú no puedes hacer casi nada por tu cuenta.

Hum... Prefiero pensssarlo. Aunque lo más seguro es que te diga no. Mejor piensssa en una buena razón. Dicho esto, la Hidra volvió a irse.

Cada vez que hablaba con la Hidra me confundía e irritaba más, así que decidí dejarla en paz hasta que tuviera una "verdadera" razón por la que deberíamos trabajar juntos. Incluso tenía la sospecha de que me molestaba por placer o para ponerme una prueba, pero no estaba seguro. No estaba en condiciones de estar seguro de algo.
Tomé la bolsa que llevaba y saqué el pan. Se había roto en varios pedazos durante la pelea que tuve, pero no me importó. Le dí un enorme mordisco y lo tragué casi sin masticarlo. Me atraganté casi de inmediato pero pude seguir comiendo tras tomar un trago de agua. Normalmente estaba acostumbrado a comer solo pan rancio, así que la comida no me desagradó, por el contrario, casi la saboreé.
Una vez que termine mi comida volví a mirar por la ventana: los hombres seguían sin volver. Quizá a pesar de mis sospechas se habían aterrado con la Hidra e iban a dejarme tranquilo, pero no podía estar seguro.
Caminé en círculos por la casa, pensando en algo que podría decirle a la Hidra. Podía amenazarla, pero sabía que eso sería inútil. Podía tratar de hacer que sintiera lástima por mi, pero eso solo reforzaría su convicción de que era débil. Todo lo que pensaba, la Hidra podía retorcerlo y usarlo en mi contra. No tenía forma de ganarle.
Me pasé una mano por el rostro, y para mi sorpresa vi que había anochecido. De inmediato me sentí enormemente cansado, así que caminé hasta el sillón y me acosté. Miré el techo por un tiempo y luego me quedé dormido.

Dormí durante toda la noche, reponiendome de las heridas y el cansancio que había tenido desde hace varios días. Sin embargo, había despertado varias veces durante la noche, en parte por los ruidos que escuchaba y me hacían pensar que los mercenarios habían vuelto, y porque mis sueños se volvían bastante intensos y no me permitían calmarme. En el último específicamente había revivido una gran batalla en la que casi había muerto cinco veces.
A pesar de ello, podía relajarme y volver a dormir casi de inmediato, lo que era más fácil gracias al cansancio que tenía. Logré dormir por varias horas hasta que escuché a un gallo cantar.
Me desperté, y tras haberme estirado y soltar un gran bostezo, me dirigí al baño. Retiré la toalla de mi hombro herido, que aún tenía el corte y por lo visto únicamente había dejado de sangrar. Maldije en silencio: nunca había sido bueno para curar heridas. Lavé la herida con el agua de mi botella y luego volví a atar la toalla a mi hombro.

Espero que no se infecte. pensé.

No nosss sorprendería, teniendo en cuenta lo malo que eresss como médico. escuché. La Hidra había vuelto para amargarme la existencia durante lo que durara nuestra conversación.

Siendo sincero, a mi tampoco. le respondí. Decidí que le seguiría la corriente por un tiempo, para ver si así empezaba a mejorar nuestra relación.

¿Ya hasss pensado en alguna buena razón por la que deberíamosss de ser socccios?

Estoy en eso. Aunque tengo la sospecha de que no importa que te diga me vas a mandar al diablo.

Exissste esa posibilidad.

Bueno, en ese caso... le empecé a decir, hasta que escuché un gran alboroto fuera de las casas abandonadas.

Me asomé rápidamente por la ventana al escuchar el ruido, temiéndome lo peor. Efectivamente, los hombres habían vuelto. Estaban revisando las casas una por una, así que sabía que tarde o temprano iban a encontrarme. Y seguramente pasaría un peor momento que cuando hablaba con la Hidra.

¿Cómo essstás? preguntó ella.

Mucho mejor que ayer, aunque dudo que aún pueda significar una amenaza seria. le contesté. Pero tras pensar por poco tiempo, le dije: Espera, ¿acabas de preocuparte por mi? Porque eso es lo que me pareció que dijiste.

En realidad no. Solo queremos sssaber si es posible que muerasss de una vez.

Lo que tú digas.

En realidad el asunto de los hombres me tenía bastante preocupado. No se me ocurría que podía hacer para salir de esa situación, y por cada segundo que pasaba los hombres terminaban de examinar una casa y pasaban a la siguiente. El tiempo se agotaba, y no podía pensar en...

-¡Búsquenlo! Quiero a ese bastardo muerto y a esas serpientes degolladas e incineradas. No les pagaré hasta que lo encuentren. ¡Sigan trabajando!

Reconocí casi de inmediato esa voz. Para variar, era el hombre al que casi había matado mientras subastaba la Fruta y ahora me detestaba con cada poro de su ser.

Debí haberlo matado cuando tuve la oportunidad.

Si. Debiste. Pero no lo hiccciste.

No me molestes ahora. Estoy tratando de pensar.

¿Tú? ¿Pensssando? se burló la Hidra. No se te ocurriría nada hasta que essstuvieran sobre ti, y de todos modosss te tomarías un tiempo para pensarlo.

Gruñí, pero casi de inmediato se me ocurrió algo. Si funcionaba, aún tendría una oportunidad de salir con vida y tratar de hallar la forma de salir de Shelltown. Así pues, me alejé de la ventana y entré al cuarto, para empezar a patear fuertemente el piso.

Recordaba que el suelo era de madera y estaba sostenido por grandes vigas de la casa de abajo, y así repetidamente hasta que se llegaba al último piso de los departamentos. Así pues, con patear el suelo esperaba poder despegar una tabla del suelo, con lo que podría mover las otras más fácilmente y así poder llegar al piso de abajo. Una vez que la hube desprendido y pude mover las demás, rompí la esquina de una (que me permitiría ver lo que sucedía desde abajo), baje al piso de abajo y rápidamente volví a colocar las otras tablas en su lugar.

Hidra, necesito tu ayuda. le dije.

¿Por qué deberíamosss ayudarte? replicó ella.

Tú solo hazlo. Además, creo que ya encontré una buena razón.

¿En ssserio?

Si, pero necesito salir vivo de esto para poder decírtela.

Muy bien. Adelante, entoncesss.

De nuevo, pude ver que mis manos se convertían en las zarpas de lagarto y pude ver las dos cabezas de la Hidra que salían de mi espalda. Salté sujetándome de una de las vigas, y le dí una potente patada a otra viga, la que sostenía las tablas que había acomodado. La viga se astilló, pero no cedió. Así pues, empecé a patearla varias veces, hasta que se rompió. Antes de que la viga cayera junto con las tablas, moví las cabezas de la Hidra para que la sujetarán con las mandíbulas.

Aguanta así. le dije a la Hidra, que se limitó a responderme con un gruñido.

Esperé un poco, observando por el agujero que había hecho hasta que escuché que los hombres entraban a la casa.

-Examínenla toda. -les dijo el jefe. Los hombres empezaron a buscarme por la casa, hasta que vi que uno de los hombres entraba al cuarto.

-¡Señor! ¡Aquí hay algo! -dijo. Había encontrado mi bolsa. De inmediato todos los hombres entraron para ver.

-¿Qué hayaste?

-Esta bolsa.

-Bien. Entonces está por aquí.

Suéltala. le dije a la Hidra, con lo que las cabezas se alejaron de la viga. Con un crujido, el suelo sucumbió arrastrando con él a todos los hombres. Varios quedaron inconscientes con la caída, pero otros lograron levantarse. Rápidamente, empecé a atacarlos a todos, golpeando, pateando, rasguñando y mordiendo con las cabezas. Rápidamente, todos se fueron.
O casi todos. Escuché a alguien gemir y arrastrarse por el suelo. Era el jefe.

Cada vez que me había encontrado con "el Jefe" (extrañamente seguía sin saber su nombre) uno de nosotros dos había corrido un grave riesgo, últimamente yo. Estaba seguro que mientras permaneciera en Shelltown iba a tratar de matarme si tenía la ocasión. Pero podía evitarlo. Casi había podido matarlo en nuestro primer encuentro, así que no tendría dificultades esta vez. Lo sujeté del cuello y lo alcé del suelo.

-Gah... Si vas a matarme hazlo rápido. -me dijo.

-Después de los problemas que me has dado, te aseguro que será todo menos rápido. -le dije.

Hazzzlo. escuché a la Hidra.

Acerqué la zarpa que tenía libre en dirección a su estómago, pero en ese justo momento dudé. Matar es fácil. Lo sabía. Pero cada vez que mataba, era como si una parte de mi persona moría junto con la víctima. Si debía hacerlo, sería contra alguien superior o de mi mismo nivel. No como "el Jefe". Decidido esto, le dije:

-Te dejaré ir esta vez. Vuélvete a meter conmigo y no seré tan piadoso. -le dije. El hombre no esperó más: se fue corriendo de inmediato.

Eresss muy blando. reprochó la Hidra mientras lo veía marcharse.

Buena idea hoy, mala idea mañana. le respondí.

Entoncesss, ¿cuál es tu razzzón? preguntó.

Bueno. Tú no me agradas y yo no te agrado.

Ccciertamente.

Sé que preferirías tener otro usuario. Pero debido a que no tengo planeado morir antes de tiempo, vamos a tener que cooperar hasta que muera (o me maten, lo que ocurra primero).

Hum... Tiene sssentido. Muy bien, si nos necccesitas, solo concccentrate. Sin embargo, sería conveniente que nos pidas nuessstra opinión para cosas realmente importantesss.

Perfecto. ¿Tenemos un trato?

Tenemosss un trato.