¿Quién mandó a Norland mentir?

Toda la gente que ha nacido en el North Blue conoce la leyenda de Norland "El mentiroso", que fue recogida en forma de libro en "Norland el Rey de los Mentirosos" y fue transmitida de padres a hijos de generación en generación. La historia es la siguiente:
Se dice que hace 400 años en cierto país de los mares del norte existió un hombre llamado Montblac Norland, un explorador que contaba grandes aventuras de sus viajes alrededor del mundo, pero estas eran tan increíbles que la poblacion nunca podía determinar si eran ciertas o no.
En una ocasión Norland se fue de expedición y cuando volvio le informo al rey que había visto una montaña de oro en una en una isla. Así que el valiente rey tomó 2,000 guerreros y cruzo los grandes mares, lucho contra poderosas tormentas y enormes monstros marinos, todo por ver el tesoro.
Finalmente el rey, Norland y 100 soldados desembarcaron en la isla pero no había nada mas que una gran selva. El mentiroso fue condenado a muerte por sus mentiras y sus últimas palabras fueron que la montaña de oro se había hundido en el océano.

Scott tenía unas cuantas agujetas en los brazos por estar remando tanto en el Medical Boat, todavía tenía puestas las vendas que le habían colocado en Firedars. "Así que ahora jamás podré volver a nadar, con lo que me gustaba. Lo peor es que no he sentido la presencia de un nuevo poder en mí, ¿podría ser que mi Akuma no mi no atribuyese nada al usuario?" pensaba el pirata fijando la atención en el mar azul que tenía alrededor. Solo había agua, agua, agua, agua, agua, agua, agua, agua, agua, agua, agua, isla, agua, agua...
"Un segundo, ¿una isla?. ¡¡¡Viva!!! estoy a salvo." y es que a Scott ya se le había agotado el agua y la comida. Como consecuencia estaba más flaco que un espagueti.

Horas después Scott había llegado a la isla. La ínsula tenía varias colinas verdes de distinta altura donde se hallaban plantados preciosos bosques de pinos. En alguna que otra colina se podía divisar algún castillo o mansión. La zona baja del islote estaba repleta de casas construidas con un estilo arquitectónico similar al medieval.

-¿Dónde se puede comer bien por poco precio?- Preguntó el pirata al primer habitante con el que se topó.

-Ehh..., la taberna Magna tiene bajos precios creo yo. Ahí podría comer bien usted.- Contestó el hombre mirando a Scott de forma rara, pues alguien desorientado con vendas colocadas de arriba a bajo no es algo que se vea todos los días.

-Grac... Por cierto, ¿qué isla es esta?- Volvió a preguntar Anderson que no entendía cómo podía tener más preferencia por la comida que por su situación. Al fin y al cabo, a el no es que le apasionase el comer. En ocasiones se saltaba las comidas por pura vagancia.

-Esto es el Reino de Lvneel, forastero.-

Scott Anderson recordó enseguida el cuento de Norlan el Rey de los Mentirosos, leyenda que sus padres le relataban casi todas las noches antes de acostarse (era el libro preferido del médico cuando era niño).


"Esto va a ser interesante"

Scott Anderson "El Asesino Médico" entró en la taberna Magna y pidió lo más barato que había y comenzó a comer desesperadamente hasta encontrarse enfermo de comer tanto y tan mal. Cuando le dieron la factura, el médico cayó en la cuenta de que algo iba mal. ¡Se había dejado su saco de dinero en el bote!
Intentó convencer al camarero de que le dejase ir a buscar sus berris pero aún así terminó el pirata fregando sucios platos para pagar la deuda.

Mientras que Scott se encontraba "pagando", escuchó una interesante conversación entre dos habitantes (Uno gordo y el otro muy alto) de Lvneel:

-... y mi padre me contó que una vez un pariente lejano nuestro oyó que en una de sus historias, Norland dijo que uno de sus tripulantes había escondido un cofre con un valioso tesoro en su interior en el bosque.- Dijo el alto.

-Pero si nadie sabe si Norland existió, es tan solo una leyenda y un cuento para niños- Dijo el gordo.

-No, no, no. Norland existió de verdad que bien lo sé yo. Te contaré un secreto, tú habrás oído seguro que Norland en su última expedición reclutó a varios tripulantes ¿no?.-

-Es un rumor, en el libro "Norland el Rey de los Mentirosos" no recuerdo que hablasen de ninguna tripulación.-

-Bien, entonces ¿Crees que pudo navegar sólo por estos mares?-

-Pero es que...-

-Escúchame.- Dijo interrumpiendo el hombre alto -Yo y mi familia somos descendientes de uno de los tripulantes de Norland, y tenemos encima un diario de él. Está un poco gastado pero explica que en realidad no encontró Norland una montaña de oro, si no una ciudad prácticamente hecha de oro. Pero que desapareció misteriosamente tras abandonar la isla el explorador. La única teoría creíble es la que aparece en el cuento como la mentira final de Norland, que una parte de la ínsula se hundiese llevándose consigo la ciudad dorada. Pero ya se han hecho muchas inmersiones y no hay nada en la zona. Mi teoría es que si no está abajo, está arriba: En el cielo.-

-Estás loco.-

-Mis teorías dan lo mismo, el caso es que en el diario que posee mi familia, dice que uno de los tripulantes había conseguido llevarse un cofre con un tesoro dentro, un cofre de la ciudad de oro. Y que lo escondió en el bosque de pinos y abetos de esta isla antes de la ejecución de Norland. Pero ya sabes que ese bosque está plagado de monstruos.-

Ni bien terminó Scott su trabajo en la taberna, sus piernas le llevaron al bosque que había sido mencionado en la conversación entre el hombre gordo y el alto. Al adentrarse en el bosque, los pinos y abetos eran de tamaño pequeño, la claridad era absoluta, se escuchaban los gorgojeos de millones de aves que se hallaban ocultas pero presentes y uno se sentía como en casa. Era un bosque tan hermoso en apariencia que Anderson se quedó una hora entera sentado sobre un tronco admirando la belleza del mismo.

Cuando por fin se deshipnotizó y cayó en la cuenta de que debía levantarse a buscar el tesoro ya era de noche. A pesar de haber oscurecido, Scott se puso en marcha. Cuanto más se internaba en el bosque los árboles eran más grandes y obviamente todo era estaba más oscuro. El mismo médico se chocó contra seis o siete troncos sin querer.

Serían ya las cinco de la mañana cuando el pirata desesperanzado, decidió volver a su barca y volver al mar para continuar su viaje. Al darse la vuelta oyó un sonido extraño, similar al de varias patas pesadas aproximándose a él. Los tipos de la caverna habían comentado que habían monstruos en el bosque. Aunque esa idea le parecía improbable, ya se había topado antes con los arisleños y éstos no es que fueran humanos normales y corrientes. Así que optó por sacar sus armas: Los dos bisturíes de gran tamaño que escondía en unas fundas secretas que a su vez estaban escondidas en sus pantalones.

Ya se estaba acercando la criatura poco a poco, en unos segundos ya estaría a la vista, y tocaría reaccionar.

De entre la maleza surgió un milpiés, pero no era un milpiés como cualquier otro que uno se puede encontrar fácilmente en su jardín, era un milpiés enorme, aparentaba ser cinco veces su tamaño normal. Realmente tampoco era tan grande como para haber realizado aquellos pasos que habían alertado a Scott.

De hecho, aún se oían y en poco tiempo un armadillo gigante (también cinco veces más grande que un armadillo gigante normal) irrumpió en el claro del bosque y aplastó al repugnante invertebrado antes de fijar su mirada llena de curiosidad en el paralizado rostro del pirata.

Parecía inofensivo, pero Anderson no quería quedarse a comprobarlo así que procedió a huir (su pasatiempo preferido). El gran animal no quiso perder de vista al médico así que decidió perseguirlo. El “bicho” era rápido y en poco tiempo dio alcance a (Scott que ahora su cara presentaba tres o cuatro chichones por los nuevos golpes que se había dado contra los árboles durante su huida desesperada.

El pirata no tenía otra alternativa que atacar al armadillo para evitar al menos que le cortara el paso. Empuñó nuevamente sus armas y pegando un enorme salto realizó varios cortes precisos y profundos. Pero algo no andaba nada pero que nada bien, pues las hojas de los bisturíes se habían roto al primer golpe contra la piel del animal. El caso es que el tejido epitelial de aquel armadillo gigante parecía ser tan duro como el acero, y la desventaja de las armas de Scott es que son excelentes armas ofensivas, pero cuando se trata de bloquear el ataque de, por ejemplo, una espada, son totalmente ineficaces.

-Ahora sí que tengo que correr- Dijo el médico antes de pegar un “sprint” y de volver a huir nuevamente.

Spoiler:

Aquella noche fue la más larga para Scott, pues estuvo corriendo de aquí para allá con un incansable armadillo gigante detrás tanto tiempo que ya se había recorrido el bosque entero de pe a pa (No hablando literalmente, claro. El bosque era inmenso). Cuando por fin empezó a amanecer, el pirata vislumbró un cascada que parecía muy segura y no dudó en saltar al vacío para librarse por fin del dichoso animal de las narices.

-¡Antes de estar un solo segundo más siendo perseguido por ti prefiero incluso morir!- Gritó Anderson al armadillo mientras caía.

La caída fue limpia, el agua era suficientemente profunda para no fallecer al tirarse desde el lugar de donde se lanzó el pirata. “¡Qué gusto dejar de correr al fin!” dijo el jadeante médico que no paraba de chorrear sudor disimulado por el agua del río. “Mira, ya estoy harto de tanta aventura, me vuelvo a mi bote y a mi mar, me da lo mismo no haber encontrado el maldito tesoro. Buscaré provisiones y me iré de aquí mismo” pensó para sus adentros Anderson tras haber reflexionado durante un tiempo.

Así que volvió al poblado de la isla, dispuesto a comprar comida. Su paz no duró bastante, pues nueve hombres vestidos con una armadura medieval, armados con espadas, puñales, escudos y lanzas y montados sobre impecables caballos se pusieron en frente del sorprendido pirata y le soltaron:

-¿Es usted Scott Anderson?-

-No, debe de haberse equivocado, señor- mintió.

-Sabe que no es cierto, tengo aquí mismo su cartel de recompensa y usted corresponde al 100% con el tipo de la imagen. Somos los caballeros del rey y estamos aquí para arrestarle. Le ha denunciado el dueño de la taberna Magna al ver su cartel de Wanted. Tiene suerte, pues no le vamos a enviar a la horca, si no a la marina, así nos ganaremos dinerito.-

“Estoy siempre metiéndome en líos”

Ya todo el mundo se imagina que es lo que haría Scott a continuación. Pues sí, realizó su habilidad favorita: Pies en Polvorosa. Así que comenzó a mirar con una extrañeza fingida la maleza que se encontraba tras aquella patrulla medieval del Reino Lvneel. Tras transcurrir unos cuantos segundos, tornó su expresión en temor, ahora sí que sí, todos los caballeros miraron detrás suyo, y cuando volvieron a fijar la mirada en el pirata al ver que no había nada a sus espaldas, éste ya había desparecido.

Anderson corría por su vida, si le pillaban, le entregarían a la marina, y la marina le mataría, o peor aún, podría mandarle a Impel Down. (había oído en su época como científico de la marina que esta era la cárcel de mayor seguridad del mundo, y que estaba a cargo del Gobierno Mundial. Ciertos rumores decían que ser prisionero de dicho centro penitenciario era la peor tortura y que era mejor morir que ingresar dentro.)

Desde que se convirtió en un pirata, Scott echaba de menos el no poder colaborar en la justicia, el no ser un marine. Pero recientemente descubrió que las nuevas experiencias y la libertad de poder navegar como un pirata eran algo que desde luego le atraía. El médico estaba confuso, de qué lado estar, del de la Justicia o del de la libertad. Lo único que podía hacer ahora era correr, correr para no saber lo que se le iba a echar encima si no se movía.

Al fin divisó su bote, se embarcó en él y comenzó a remar como alma que lleva el diablo "Y todo por creerme que de verdad podía haber un tesoro en el bosque, menuda trola". Cuando ya estaba totalmente lejos de Lvneel. Reparó en que había un polizón en su embarcación. Era un hombre musculoso y alto, de pelo rubio y ojos verdes. Vestía con unos pantalones rojos apretados pero cómodos, con una camisa negra y con una funda marrón en la que guardaba una gran Katana.

-¿Quién eres?- Preguntó Scott. -No te había visto.-

-Soy Jean.- Contestó el hombre misterioso -Y soy un cazarrecompensas.-