Shan Wei Pirata
Profesión : Artista / Músico
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1.000.000 Mensajes : 17 Fecha de inscripción : 29/09/2011 Edad : 31
Datos de Personaje Armas/Items:
| Tema: Re: El Mundo Sin Color Lun Oct 03, 2011 9:50 am | |
| -De tal forma que, los beneficios superan los esperados para el primer trimestre, por lo tanto ¿el cálculo total quedaría en?....Señorita Shizuka ¿Me estaba escuchando?-¿Uh?-la joven despertó de su ensoñación-Esto….¿Un veinte por ciento?- No había prestado atención a las explicaciones, esa mañana estaba siendo muy aburrida para variar, pues todos y cada uno de los minutos que pasaba en esa sala tan ricamente adornada se le hacían eternos.
Shizuka era una chica joven, apenas aparentaba los 18 años que había cumplido hacía un par de meses, alta y delgada, resaltaba a cada paso que daba. Pero, lo que más llamaba la atención de su figura, era el tono rosáceo de sus cabellos, un tono luminoso que resplandecía con la luz del sol. Su pelo le llegaba a algo más debajo de la cintura. Aunque de pequeña su pelo fuese extremadamente liso, con el tiempo adquirió un rizado definido. Sus ojos de un apagado color miel hacían de ella un conjunto estrambótico y aun así agradable a la vista.
Normalmente y por obligaciones familiares, vestía un pomposo atuendo que parecía sacado de una época medieval y que aborrecía con todo su ser. Casi prefería aquel vestido que le había dado su madre, aunque tuviera una extraña forma abombada por lo menos no quedaba tan ceñido y dejaba respirar.
Ella era la pequeña de siete hermanos, todos ellos varones y de cabellos dorados, lo que la hacía acaparar toda la atención de sus padres, aunque no fuese ésta la que precisamente ansiaba la joven, pues las normas le eran impuestas sin posibilidad de escaparse de ella y con más fuerza que a sus hermanos.
Su padre, noble por excelencia, nació en el seno de una poderosa familia con influencias y tradiciones muy arraigadas. Kobayashi, ese era el apellido familiar y el que habían heredado todos los hijos, incluso su madre también había tomado ese apellido al casarse. Si mal no recordaba el apellido de soltera de su madre era Saint, pero Shizuka no le prestaba demasiada atención a su familia por parte de madre. En realidad, odiaba a su tío, demasiado mujeriego a sus años. Incluso agradecía que no fuera norma en la familia de su padre llevar esas estúpidas burbujas, ya tenía suficiente con que su madre le obligara a llevarla cuando salían de palacio, como para llevarla durante todo el día.
Su mente vagaba de nuevo por fantasías y mundos idílicos, la mirada de la chica estaba perdida en el horizonte, mirando a través de la ventana veía el naranjo que habían plantado al lado de su habitación. Le servía tanto como fuente de inspiración como un lugar donde distraerse a menudo. Su cabeza estaba apoyada en un puño, pero poco duró esa tranquilidad, de nuevo la clase irrumpía sus pensamientos.-¡Señorita Shizuka! ¿Ya esta de nuevo pensando en lo que no debería?- el instructor suspiró. No había manera con esa joven, sin duda parecía no pertenecer a una familia como los Kobayashi. Se llevó ambas manos a las sienes y cerró los ojos con el ceño fruncido. -Esta bien, haremos un trato, la clase termina por hoy pero usted me debe un trabajo sobre el flujo de la renta aplicado a las economías de mediana producción. ¿Comprendido? -¡Gracias Takashi…Eisaburou-sama!- Shizuka se levantó de un golpe, arrastrando tras de sí la alfombra. Con los ojos brillantes asentía a las condiciones de su tutor.-Sí, señor, entendido señor. -…- Takashi volvió a suspirar, a pesar de ser una joven extremadamente despistada, debía admitir que Shizuka desprendía un aura de alegría contagiosa. -Esta bien, esta bien, cálmese señorita. Entonces mi trabajo a terminado aquí. El trabajo en mi despacho el martes que viene. -Sí, si Eisaburou-sama.- la pelirroja empujaba con una amable sonrisa al profesor hacía la puerta de su habitación. -Lo he comprendido, lo tendrá sin falta, ¡no se preocupe!- gritó a la vez que cerró con un portazo. Se apoyó de espaldas en la puerta y se dejo caer, suspirando. Segundos después salió disparada hacia su armario no sin antes estar asegurada de tenerla puerta cerrada.
Una enorme puerta daba paso a su extenso ropero, una habitación entera llena de vestidos, zapatos, joyas y otros enseres que en el fondo consideraba innecesarios. Se dirigió decidida al centro de la habitación. Golpeó suavemente el suelo con el tacón y al instante una trampilla se abrió. Era un pequeño hueco de madera en el que había tan solo una caja de madera sin ningún adorno u ornamentación, una sencilla caja.
La joven abrió con rapidez y emoción la caja, dentro de ella, un vestido de lino, de un color verde muy pálido y bastante usado. Shizuka lo agarró con fuerza y dio un par de vueltas con él. Por fin, podía alejarse de ese entorno por unos instantes. Se quitó el traje tan apretado que llevaba. Suponía un gran alivio tener el pecho sin oprimir, ese corpiño era como si veinte mil elefantes se apoyaran encima, insoportable y asfixiante. Una vez respiraba con normalidad se puso con rapidez el sencillo vestido. Se volvió a por la caja y sacó de ella esta vez unas sandalias marrones, unas gafas y unas pinzas para el pelo. Con rapidez se recogió el pelo y se arregló con todos y cada uno de los objetos.
Apoyó una mano sobre su cintura y observó su aspecto en el espejo, parecía una pobre cualquiera, una del montón, aunque su pelo todavía resaltaba. Rebuscó de nuevo en la caja hasta dar con un pañuelo de seda azul que se ató al pelo con cuidado de no dejar ni uno al azar. Ahora si que tenía un aspecto corriente, y estaba lista para salir. Salió del ropero y guardo su anterior vestido en la caja, dentro del hueco. Cerró del todo las puertas del armario y se acercó a su cama. Sobre ella residía un cuadro que hacía pocos días que lo había terminado. Le dio la vuelta y extrajo de su interior un par de berrys-Creo que con esto tendré suficiente.- se dijo a si misma mientras guardaba el dinero en un pequeño bolso atado a la pantorrilla, le era muy útil para ciertas ocasiones en las que tenía que esconder objetos. Entonces se oyó el sonido de un bastón golpeando a la puerta. -¿Shizuka-sama?.- con prisas la joven se colocó el albornoz y se deshizo de su peinado, pañuelo y gafas. -¡¿Sí?!- gritó mientras acudía con pasos rápidos a la puerta. -Señorita, me envía su madre para saber cómo se encuentra.- dijo la voz del guardia. -Estoy bien, estoy bien, ahora precisamente iba a tomar un descanso.- abrió con cuidado la puerta, lo justo y necesario para mostrar que estaba en albornoz por que, como decía, se iba a descansar. El guardia estudió a la chica de arriba abajo con una inquisidora mirada hasta que decidió que estaba bien, asintió levemente con la cabeza y se marcho por donde había venido.
Shizuka cerró de nuevo la puerta con llave y se volvió a vestir cómo antes. Abrió un poco el ventanal que daba a una pequeña terraza, la misma desde donde se podía tocar el naranjo. Esta vez, dejó incrustado entre la cerradura y la pared un lapicero para poder volver a abrir la terraza desde fuera. Se agarró con fuerza a la rama principal y fue bajando con extremado cuidado por el tronco del árbol. Cuando por fin rozó el suelo salió corriendo con celeridad y no paró hasta estar segura de haber dejado las instalaciones del castillo. Finalmente, se dirigía al pueblo de compras, a escondidas y sin las exigencias de sus padres. ----------- - Hace dos meses…:
El sol subía la temperatura de aquella mañana, hacía un calor asfixiante y eso unido al ceñido vestido y la incomoda burbuja no dejaban respirar con tranquilidad a la chica. Shizuka había salido junto con sus padres para buscar una nueva esclava de cocina para Taichi, el más mayor de sus hermanos, y como todos ellos estaban ocupados, sólo quedaba la pequeña de la familia.
Shizuka se había sentido últimamente extraña, notaba algo en el pecho que la oprimia, y esta vez no era ningún vestido, era una sensación extraña y que la impedía pensar con claridad, estaba todo el día distraída, melancólica. Todos se detuvieron al llegar al final del trayecto, por las calles, todos se reclinaban ante su presencia, algo bastante normal para la joven, pues había estado enseñada desde pequeña que su estatus era mucho mayor que el de los demás y por ello podía exigir todo lo que quisiera.
Pero, por alguna razón tener todo al alcance de su mano no la llenaba lo suficiente. Sin casi darse cuenta habían entrado a la casa de subastas y ya había empezado la venta. Aburrido, eso era lo único que veía Shizuka, en ese lugar no había nada artístico. Quizás solo estuviera más ociosa que otros días, ya le diría al mayordomo que buscara algún esclavo con habilidades malabares.
…
El tiempo pasaba lento, muy lento, y Shizuka estaba soñolienta. Bostezó una vez y miró hacia el escenario. En ese momento vendían un pez tritón, nada del otro mundo y ni siquiera era agradable. Suspiró y se volvió hacía su madre.
-Okaasama, me siento un poco entumecida, saldré un segundo afuera a estirarme.- informó la chica
-Bien, pero no debes tardar, la venta de sirenas empezará en veinte minutos.
Shizuka se despidió con una reverencia y salió a la calle. Se giró hacia su guardia particular y miró con suficiencia al capitán de ésta.
-Avise a todos que pueden continuar con sus actividades normales, entraré a una tienda. Síganme.- se dio la vuelta y entró al establecimiento más cercano.
Un espacio lujoso, lleno de cantidades ingentes de ropa colocada sobre estanterías y perchas de color dorado. La gran diferencia era simple, allí ya no quedaba nadie. Los guardias habían desalojado la tienda, a excepción del dependiente, por petición de la joven. Shizuka miró infinidad de vestidos, pero ninguno de ellos le parecía interesante y mucho menos estético. Las joyas tampoco tenían gran interés para la muchacha. Ya todo le parecía insuficiente, en su vida había un vacío que no podía llenar con joyas, vestidos y zapatos, era algo mucho más que eso. No estaba feliz.
Al girarse se encontró con una imagen que había visto otras tantas veces. Un niño corriendo detrás de su padre. Shizuka miró con atención la escena. El pequeño revoloteaba alrededor del hombre, en la mano tenía un avión de juguete, y a juzgar por su estado y calidad era de segunda mano o recién sacado del cubo de la basura. A pesar de ello, el niño sonreía felizmente.
-¡Fiiiiiuuuuun, fiiiiiun, mira papá, mira!-gritaba con entusiasmo.
El padre también sonreía al ver a su hijo y con un giro se lo colocó sobre los hombros. El niño se detuvo un segundo y puso sus brazos sobre la cabeza de su padre.
-¡Papá, te quiero, gracias por el cumpleaños! ¡Ha sido estupendo!.- dijo con alegría. El hombre rió con estrépito y revolvió los cabellos del chico. Siguieron su camino por la avenida y Shizuka los perdió de vista.
Se quedó embelesada, mirando hacia la calle, mientras millones de imágenes fluían por su cabeza. Ella misma, cuando apenas tenía la misma edad que ese pequeño, seguía a una institutriz hacia el salón para poder hablar con sus padres, tan sólo para informarles de que saldría al jardín. Su propio padre sentado en una gran silla y mirándola con neutralidad. Ni una sola muestra de afecto, ni una sonrisa, nunca las había recibido, eso le hacía sentirse muy vacía por dentro.
Y aquellos dos, padre e hijo, no tenían el dinero para comprarse todos los vestidos y joyas de la tienda, no podían tampoco, costearse una mansión de lujo, ni tan siquiera un simple juguete en condiciones pero, aún así ellos eran mucho más felices que ella, ella que podía tenerlo todo. No sabía cómo sentirse en ese momento, toda su vida le habían dicho que los pobres no merecían nada, que no eran más que escoria, esclavos que debían someterse a su voluntad, pero cada vez que veía escenas como esa, su corazón iba menguando poco a poco hasta dejar un enorme vacío ahí dentro.
Estaba muy confusa, necesitaba descansar, se dirigió hacia la puerta haciendo un gesto a los guardias para que la siguieran. Volvió de nuevo a la casa de subastas y llegó justo a tiempo para ver como terminaba. Mucho mejor, así podía volver ya a casa.
-¡Ocho millones a la de una, a la de dos, a la de tres! Adjudicado al señor del sombrero de copa. Con esto queda finalizada la subasta, mañana nuevos especímenes del mar del Norte, no lo olviden, quedan sirenas todavía….
Shizuka avanzó hasta sus padres y se quedó esperando su respuesta.
-Bien Shizuka, ya hemos terminado, ¿No querrás una esclava de tareas? Ahora están bastante baratas…-insistió su madre.
-No madre, desearía volver ya a casa.- contestó con sequedad.
-Por supuesto, es agobiante tanta basura junta, sí será mejor que nos vayamos. Bien Shizuka.-respondió con esa voz chirriante que tenía. Shizuka no se movió, esperó a que comenzaran la marcha y salió tras ellos.
Al llegar a casa no se molestó en quitarse el vestido, el corpiño ya le daba igual, tan solo se tumbó en la cama y dejó que su mente escapará durante unos momentos. De sus ojos una cristalina lágrima se deslizaba por sus mejillas.
----------- Semanas después de ese incidente encontró el vestido que ahora llevaba puesto y fue recopilando poco a poco todos los objetos necesarios para su primera salida, aunque en esta no tuviera más remedio que salir sin pañuelo. Ese día fue el primero en el que realmente comenzó a vivir su vida, sólo había salido a comprar vestidos sencillos, sin nada de adornos extremadamente pesados y tampoco de los que oprimen el pecho hasta asfixiar, era un día de relajación de olvidarse de todo. Y no estuvo del todo completa hasta que encontró el hueco que le faltaba en su interior.----------- - Flashback:
En el escaparate se observaba el reflejo de su pelo rosado, no había podido encontrar nada con que taparlo, pero de momento y gracias al maquillaje no la habían reconocido. Miraba un precioso y sencillo vestido de playa y pensaba en cómo sería dibujar la playa sin guardias a su alrededor. Un llanto interrumpió sus pensamientos, a su derecha una pequeña lloraba desconsoladamente, se le había caído al suelo su helado. Shizuka sonrió y se colocó a su altura.
-Venga pequeña, no llores…
-P-pero… se me ha caído el helado…
-Venga, tranquila, toma.- sacó un par de billetes. -ve a comprarte uno bien grande.- La niña sonrió de una manera especial, por dentro Shizuka se sentía en cierto modo satisfecha consigo misma. Si ella no podía ser feliz, haría a los demás felices en tanto en cuanto estuviera en su mano. Al rato notó una presión en el vestido. La niña volvía a llamarla, esta vez con un helado nuevo y unas monedas en la mano.
-Señorita, señorita, esto es lo que ha sobrado.- Shizuka estaba atónita y no respondió a la primera- ¿Quiere un poco de helado?- le ofreció la pequeña con una gran sonrisa. Nunca había sido tratada de esa manera y no sabía que decir, no le salían las palabras de la boca. Otros pequeños niños llamaban a la pelinegra.
-No gracias, anda, ve y cómprales a tus amigos unos helados con lo que ha sobrado.- le respondió mientras la empujaba hacia ellos. La niña pelinegra se abrazó un segundo a Shizuka y salió corriendo con una enorme sonrisa.
Shizuka se quedó plantada allí, absorta, nunca le había ocurrido nada parecido. No sabía que sentir ni mucho menos que hacer, que decir. Durante unos minutos permaneció quieta mientras se dibujaba en su rostro una sonrisa de satisfacción. Quizás, ella también podría conseguir un poco de felicidad.
----------- Respiró hondo y se armó de valor, comenzaba su largo paseo por las calles del pueblo. A medida que caminaba la gente no se paraba a mirarla ni tampoco a arrodillarse, esa sensación de no sentirse observada la hacía ampliar un poco más su libertad personal. Desde esa perspectiva podía observar el mundo tal y como era, sin libros de texto y absurdos y complicados párrafos que adornaban lo real convirtiéndolo en una bonita pero irreal utopía. No había nada de eso, ni mentiras, ni engaños, ni encubrimientos, todo era tal cual.
Lo que no sabía la joven era que, a pesar de su intento por pasar desapercibida, unos ojos azules la observaban con interés, el interés que puede otorgar el brillo del filo de un arma. Tras hacer un par de compras, parar en una pastelería y salir de una tienda de juguetes Shizuka se escapó de la multitud y se dirigió hacia una de las calles menos transitadas. El suelo era apenas, unas cuantas losas de piedras irregulares y mal alineadas de manera que el agua muchas veces quedaba acumulada encharcando la calle. No era un buen lugar para vivir, e irónicamente allí vivía casi la mitad de la población. En sus libros de texto no aparecía nada de eso. La chica dudaba que hubiera sido un simple error de omisión, simplemente no les interesaba enseñar esa parte del mundo. Agradecía haber salido de la inopia y tener al fin una verdadera visión de su entorno.
Con cuidado avanzó hasta una callejuela que se escondía de la principal, llevaba varias bolsas y un pastel en la mano diestra para no aplastarlo. Se quitó las gafas y observó a su alrededor, todavía no habían llegado. Colocó las cosas sobre unas cajas que había en la esquina y se sentó sobre otra a esperar. Pronto llegaron las caras conocidas que esperaba.
Un chico de al menos dos años menos que Shizuka, de pelo corto, rubio y ojos color esmeralda llevaba a su espalda un pequeño bulto también rubio, la niña que llevaba encima se asemejaba en cantidad al joven, no se podía negar su parentesco. Kyouya saludó a Shizuka y depositó a su hermana Chieko en el suelo. La niña corrió descalza hacia Shizuka y se sentó a su lado con una sonrisa.-Hola Shi-chan, qué pronto has venido hoy ¿te quedarás más tiempo entonces?.-Shizuka negó con la cabeza.-No Chieko, me temo que solo podré estar un par de horas como siempre.- La pequeña pelirrubia soltó un bufido de desaprobación e infló sus mejillas, a Shizuka se le escapó una débil risilla por el aspecto que tenía Chieko.
Kyouya saludó simplemente con la mano y se llevó ambas a los bolsillos del pantalón, ya algo sucio. Detrás de él llegaban Ai, una joven sólo un año menor que Shizuka y con un precioso cabello azabache, y dos pequeños niños pelirrojos que corrían alrededor de estas, de unos diez años.
Yamato y Takeru se peleaban por ver quien podía dar más vueltas sin marearse y Ai había sido elegida como prueba. Shizuka se levantó de la caja y comenzó a repartir las ropas que había comprado, abrió la bolsa de los juguetes y entregó una muñeca a Chieko y a los gemelos un par de coches y aviones de tamaño miniatura. -Gracias Shi.- dijo amablemente Ai. Ellos no sabían su verdadera identidad puesto que se había presentado como Shi y les había hecho prometer que no dirían nada a nadie sobre ella. Por el momento todo había salido a pedir de boca. -¿No tendrás algo de comer por ahí? Me muero de hambre…- Shizuka asintió y abrió el pastel.-Servíos vosotros mismos.- En apenas unos minutos sólo quedaban unas migajas de lo que había sido el pastel. Ai y Kyouya se sentaron junto a Shizuka mientras los pequeños correteaban y disfrutaban de su nuevo entretenimiento.-Bueno, ¿y cómo están las cosas por aquí? ¿Habéis tenido noticia del cargamento que se suponía venía ayer? -Oh sí, pero al parecer el barco de la marina fue raptado por unos piratas…Sabes, a mi esos siempre me han dado mucho miedo Shi-chan, dicen cosas muy malas de ellos por ahí. -Ai, no exageres, nunca has conocido a un pirata como para juzgarles a todos.-sentenció Kyouya.-¿Ah si? ¿Y tú sí don sabiondo?.... Shizuka rió para sus adentros, le encantaban estas conversaciones absurdas sobre ningún tema en concreto que desembocaban siempre en una pueril pelea por ver quien llevaba la razón. El tiempo pasaba muy deprisa cuando se sentía a gusto entre ellos. Había conocido a Ai y compañía la segunda de sus salidas, y su encuentro no fue muy pacífico. Tardaron un par de semanas en volverse a encontrar y esta vez sin incidentes. Desde entonces y todas sus escapadas se dirigían a visitarles. Ellos eran todos huérfanos que vivían en la calle ya sea por abandono o por ciertas adversidades que les habían llevado a esa situación. La mayoría de ellos ya no tenía familia, unos por culpa de piratas, otros por los marines y el resto simplemente por la pobreza. Shizuka no le daba importancia a todo eso y menos después de lo bien que se portaban con ella.
El reloj anunciaba el momento de retirarse y se despidió de todos con una sonrisa, volvería mañana si las clases no se lo impedían. Se puso de nuevo las gafas y salió corriendo en dirección a las afueras, donde había un pequeño bosquecillo antes de llegar a su mansión. El viento azotaba tan fuerte que, estando a las afueras del pueblo, mientras corría, el pañuelo voló de la cabeza de la joven. Shizuka no se percató y siguió corriendo hasta volver a su habitación. Con rapidez escaló hasta su terraza y se preparó para la cena.
El pañuelo estaría perdido de no ser porque en las sombras se escondían entre los árboles esos mismos ojos azules que antes habían visto cómo la noble se mezclaba con plebeyos y no lo podían creer. Se agachó y recogió el pañuelo, lo observó detenidamente pero no llegó concluir nada, tan solo era un simple pañuelo, sin embargo el viento le llevaba el olor directamente a su nariz, un suave olor a cerezas. El muchacho apretó con fuerza el puño arrugando el pañuelo. Al suelo cayó la navaja que tenía en su izquierda. No había podido hacerlo, pero ¿Por qué? ¿Por qué se paraba ahora? Por mucho que fuera amable, ella seguía siendo una noble, una indeseable y apestosa noble.
Jiao había estado observando con detenimiento las salidas de la chica, la había reconocido a la perfección en la primera de estas, cuando no llevó el pañuelo. Su cabello rosa era inconfundible. La había visto en la casa de subastas de esclavos acompañada de sus padres, el mismo día que vendieron a su hermana. Bei apenas había cumplido los 12 años, era demasiado joven. Y cada vez que paraba a pensar lo que podían hacerle se cabreaba consigo mismo y con todo a su alrededor. Tenía que haber sido él el que hubiera estado en esa venta no su hermana. Todo por culpa de esos nobles, esos prepotentes que se creían con derecho a comprar vidas humanas, a menguar la libertad de los demás, a controlar el mundo sentados desde sus sillones de oro y perlas preciosas.
Jiao tenía 12 años cuando comenzó a navegar con su padre en una tripulación pirata. Su padre quería cumplir el sueño de visitar todos los lugares del mundo y conseguir la mayor recopilación posible de plantas y animales. Y él el de encontrarse con el mejor espadachín de todos los mares y aprender todo lo que pudiera para poder enfrentarse a la marina y salvar a personas indefensas como su hermana. Su madre murió en la marina, era tan solo una secretaria y llevaba los papeles y la burocracia del lugar pero cayó en el fuego entre piratas y marines y ellos eran lo único que le quedaba.
Cuando Bei contrajo una enfermedad bastante grave tuvieron que apartarse de recorrer el mundo y volvieron al pueblo donde habían crecido. Bei mejoró bastante y consiguió recuperarse al completo en solo seis meses. Pero permanecer allí había sido su gran error, la marina se enteró de donde se encontraban y les capturaron a los tres. Su padre pagó la libertad de Bei y de él con la suya propia y fue encarcelado por la marina. Jiao y Bei, al ser menores de 17 y 10 años fueron trasladados a un pueblo cerca de Marejioa en el que comenzaron a trabajar como mozos de unos comerciantes que ostentaban una taberna.
En total ya llevaban 2 años en esa ciudad, pero por lo menos se tenían el uno al otro hasta que días después del cumpleaños de Bei, los marines se la llevaron para venderla como esclava y él no había podido hacer absolutamente nada. Semanas después de cumplir los 19, Jiao encontró a la noble y se preparó durante meses para asesinarla y cobrar su venganza. A pesar de ello, no había podido terminarlo. Las manos todavía le temblaban y en su soledad golpeó con fuerza el árbol donde se había escondido. La mano le dolía horrores pero al menos ahora si tenía un motivo para llorar. Observó el horizonte y cómo se alzaba majestuosa la enorme mansión. Con fiereza volvió a arremeter contra el árbol y, un poco más calmado se volvió a la taberna, le estarían esperando.
----------- Al fin, clases de pintura, a Shizuka era la única clase que le llamaba la atención. En su habitación se había despejado toda la entrada para poder colocar los caballetes con los lienzos y todas las pinturas y colores esparcidos junto a los pinceles y brochas. Sentada sobre un taburete una niña pequeña de ojos azules observaba a la pelirrosa dibujar ayudada por su maestro. -Entonces, ¿ya ha decidido el punto de luz más intenso en el cuadro?.- preguntó el tutor acercándose con cuidado al cuadro.-Mmmm….-Shizuka pensó unos segundos antes de señalar sobre un lugar blanco como reflejo de la naranja.-Este, sí creo que este. -Bien, lo digo por que debes tener en cuenta que lo que hagas con blanco no debe ser mayor que ese punto sino ya estas cambiando al completo el contenido…- explicó.
Shizuka asentía mientras continuaba con el pincel dibujando a trazos cortos y finos las demás uvas del racimo.-Perfecto, esto ya está por hoy señorita Shizuka, la clase a terminado. -Muchas gracias Kaito-sama, de todas formas, seguiré dibujando un rato más.- El profesor asintió complacido, Shizuka era una excelente alumna y aún más pintora. No sabía de dónde había sacado ese talento pero el caso es que lo tenía.
Se dirigió hacia la puerta acompañado de Shizuka y al pasar cerca de la niña se preguntó qué era lo que pintaba esa plebeya en la clase. Alrededor de su cuello tenía un collar de hierro por lo que se entendía que se trataba de la esclava de Shizuka. Esa niña había estado presente en sus clases desde que la compraron, pero no preguntó el porqué puesto que de todos era sabido que la joven noble tenía unos gustos peculiares. Se despidió con una reverencia y Shizuka cerró con pestillo su puerta. Se volvió y sonrió a la niña.-Vamos Bei, es hora de pintar.- dijo alegremente mientras acercaba su muñeca al collar de la niña. El hierro que mantenía la pequeña se abrió al roce de una pulsera y Shizuka se lo quitó con cuidado para colocarlo sobre una mesita.-¿Has estado atenta a la clase?- preguntó. Bei asintió con entusiasmo.-Pues manos a la obra, ¿Qué toca esta vez? ¿Un concurso para ver quien dibuja antes un gato? -No, no es justo, Shi-chan sabe dibujar muy bien a los gatos, mejor un perro.-Está bien, está bien, a sus pinceles, listas….¡Ya! Las dos comenzaron a dibujar cada una a su manera sobre el lienzo, de vez en cuando cotilleaban el cuadro de la otra o hacían lo imposible para que no lo terminara. Shizuka sentía como si Bei fuese la familia que nunca tuvo. El tiempo se pasó volando y ya había caído la noche cuando las dos seguían todavía dibujando. Inesperadamente llamaron a la puerta.-¡¿Quién es?!.- preguntó Shizuka desde adentro.-Hermana, soy Katashi, es hora de la cena.- respondió la voz de fuera. Shizuka recogió sus cosas con rapidez y se volvió hacia donde estaba Bei, pero había desaparecido de su sitio. Se giró unos grados más y comprobó como Bei se colocaba ella misma el collar. -No te preocupes, ya voy yo…-le dijo en voz baja la pequeña a Shizuka. Ésta se quedó sorprendida durante un rato hasta que escuchó abrirse la puerta. En ese momento se colocó el vestido y adoptó una pose totalmente distinta. Con la barbilla alta avanzó hacia su hermano y le saludó con una leve inclinación.-Podemos irnos. Estaba pintando y no me había dado cuenta de la hora. -Pues no hay que despistarse Shizuka-contestó secamente Katashi.-Sí hermano…-se volvió hacia la pequeña y habló con un tono serio. - Es hora de la comida, puedes salir a la sala…-se le atragantaba la palabra. -a vuestra sala. -¡Ah! Y manda recoger todo lo de pintura del cuarto.- ordenó Katashi. Bei inclinó la cabeza y esperó a que Shizuka y Katashi se perdieran de vista para cerrar la puerta y marchar hacia el comedor de esclavos.
Jiao se había colado por el mismo hueco que había visto salir a la chica. Vaya clase de mansión si la seguridad podía ser burlada de esa manera. No podían ser más patéticos, incluso uno de los suyos se escapaba casi todos los días y no se daban ni cuenta. Escaló hasta la copa del naranjo por el que veía subirse a la chica y se escondió entre las hojas.
Jiao había estado observando toda la escena desde allí y todavía no podía creérselo. Había querido saltar a por su hermana y rescatarla cuando no tenía el collar pero el peligro que correría sería mucho mayor que si simplemente lo dejaba estar. No quería admitirlo pero probablemente estuviera mejor con esa tenryubito que siendo camarera en una sosa taberna. Se agarró con más fuerza a la rama cuando vio aparecer a otro de esos nobles, la manera en la que trataban a su hermana, era insoportable. Desearía poder estrangular sus delicados cuellos y hacérselo pagar pero se arriesgaba demasiado si lo hacía.
Respiró profundamente para no gritar y lanzarse a por ellos y por fin cuando les perdió de vista saltó del árbol y corrió de vuelta al pueblo con la ira corriendo todavía por sus sienes.
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Se había enterado nada más despertarse que las clases de ese día estaban suspendidas puesto que el profesor no se encontraba en un buen estado y permanecía enfermo en cama. Shizuka no se molestó demasiado pero pidió que le llevaran recuerdos a su tutor. Por mucho que no le gustara su clase, era una buena persona.
Era una buena oportunidad para ir a visitar un momento a sus amigos en el pueblo. Rápidamente se cambió para salir con un pañuelo nuevo, no se acordaba de donde había dejado el anterior, seguramente entre algún cajón o vestido. Bei esperaba sonriente a la puerta de la terraza. -Bei, saldré una media hora, no tardaré, voy a comprar algunas cosas. Te quedas aquí y dices que estoy durmiendo ¿vale?- Bei asintió con la cabeza y Shizuka sonrió, Bei era como su hermana, no dudaba en confiar en ella.-Ya sabes donde están, el cuarto cajón de la derecha. Puedes vestirlas tanto como quieras. Hay vestidos nuevos en el armario del fondo. Diviértete. -Gracias Shi-chan y vuelve pronto, tenemos que jugar.-se despidió la pequeña mientras Shizuka cerraba la terraza con el lapicero.
Volvió al pueblo y antes de llegar a la calle mal pavimentada una mano detuvo su hombro. Intentó controlar la respiración y se dio lentamente la vuelta, ante ella estaba un chico, encapuchado, de varios centímetros más alto que ella que la miraba con unos ojos azules como el hielo.-Bonito pañuelo. Me preguntó dónde estará el viejo…-Shizuka se sorprendió pero evitó mostrar sorpresa alguna, no quería delatarse y a saber que estaba diciendo. Que la hubiera visto con otro pañuelo no significaba nada, o al menos eso creía. -Me parece que a la princesita se le cayó de camino a casa, te parecerá bonito escap…-Eso a ti no te importa, déjame en paz, no tengo nada que hablar contigo.- contestó al instante con frialdad. -Bueno, siempre pueden recibir un chivatazo de que alguien se escapa todos los días por el naranjo.-Con los ojos como platos, Shizuka recibió la noticia como un golpe de agua fría. No podía saberlo nadie, o si no pondrían vigilancia y ya no podría salir más. Se movió hacia una esquina para hablar en un tono bajo.-¿Cómo sabes eso? ¿Quién?... ¿Qué?...- las preguntas se agolpaban en su mente pero las palabras no fluían por su boca.-Tranquila, tranquila, no diré nada a nadie.-Jiao no lo haría, por el bien de su hermana esa joven debía continuar con su libertad. -Sólo quiero que por mi silencio, busques en el último sótano de todos. Sabrás lo que tienes que buscar cuando estés allí. No te olvides que te estaré vigilando-Había dicho eso porque en la taberna se podían escuchar todo tipo de cosas y una de ellas era la de los prisioneros que tenían esos nobles bajo sus pies. No continuó más y se fue perdiéndose entre el gentío.
Shizuka no reaccionó al momento, dubitativa decidió volver a la mansión, en su cabeza le rondaban un sinfín de preguntas sin respuesta. Pero lo que más le intrigaba era saber si ese encapuchado había dicho la verdad, si estaría segura ahora que alguien más a parte de Bei sabía su secreto.
Entró de nuevo a su habitación y comprobó con alivio como Bei seguía allí, jugando con las muñecas que tenía de cuando era pequeña. Se cambió con lentitud mientras pensaba en lo ocurrido. Bei se levantó y se acercó hasta ella.-Shi-chan no ha tardado nada ¿Ha pasado algo?.-Shizuka sonrió tímidamente y se dirigió hacia la puerta.-No Bei, no ha pasado nada, tan solo voy un momento a… comprobar una cosa. Tú quédate aquí y cierra la puerta si vas a jugar con las muñecas. No abras a nadie, ¿entendido? A nadie.- le advirtió preocupada. Si se encontraba alguien con Bei jugando con las muñecas lo primero que pensaría al no estar el ama allí es que las había robado, eso conllevaría un castigo y a Shizuka no le agradaba la idea de ver a Bei con moratones y llorando. Ahora mismo quería evitar esos pensamientos. Sabía que la causa con la que se justificaban estaba obsoleta, ella misma lo había comprobado, pero, en el fondo necesitaba creer que no era así, que ese seguía siendo un mundo idílico y perfecto. Y sabía dónde encontrar sus respuestas.
Salió disparada hacia las plantas inferiores, corriendo como podía con aquel incomodo vestido y bajó las escaleras todo lo rápido que pudo. Al llegar a la puerta del sótano se encontró con un par de guardias que custodiaban la entrada a las mazmorras. Con la frente alta se dispuso a pasar pero le fue interrumpido el paso.-Tengo que ajustar cuentas con un preso, os exijo que me dejéis pasar. Es una orden.- anunció seriamente, no podían impedirla pasar con una excusa como esa.
Recorrió pasillos y pasillos de celdas vacías, en ese nivel no había nada…Aquel encapuchado la había mentido. Lo maldijo cien mil y una veces, hasta que escuchó un sonido proveniente de una de las celdas, una lenta respiración.
Shizuka se acercó hasta ella y su corazón se paró durante unos segundos al ver lo que había dentro, o mejor, quién estaba dentro. Takashi Eisaburou, el tutor de económicas, tenía un aspecto tan demacrado que parecía que le habían pasado por encima cien apisonadoras. Y Shizuka sabía en el fondo por qué estaba allí, por su culpa. Se llevó una mano a la boca para evitar gritar y salió corriendo al borde de la histeria. Subió con rapidez las escaleras hacia su habitación, las manos le temblaban con furia y cuando menos lo necesitaba, una voz reconocida la detuvo en medio del pasillo.-Shizuka, debes ir a la sala de audienciad Okaasama y Otousama te esperan en el salón-dijo Taichi. Era necesario que se serenara, debía mantener la compostura, cerró los ojos y respiró profundamente. Se volvió hacia su hermano y asintió levemente con la cabeza, si hablaba en esos momentos solo podría que gritar.
La joven no estaba preparada para lo que a continuación oiría. En la gigantesca sala una alfombra roja se extendía hasta un podio de unos veinte centímetros sobre los que se encontraban una enorme mesa rectangular y varias sillas. Las únicas que estaban ocupadas eran dos y sobre ellas estaban sus padres. Shizuka tragó saliva y esperó a que hablaran para levantarse de su reverencia.-Shizuka, levantate.-No se lo pensó dos veces y accedió de inmediato. Miraba a su padre a los ojos y como siempre no podía intuir lo que se proponía. Nunca había mostrado ni una sola muestra de afecto por ninguno de sus hijos y mucho menos por ella, algo a lo que ya estaba acostumbrada, pero siempre se le hacía extraño volverlo a ver. -Hemos decidido que deberás encontrar un esclavo, solo tienes una a tu cargo. Se te volverá a llamar cuando se considere necesario. Piensa tu elección, tienes una semana antes de ir a la subasta. Si no te decides tomaré personalmente una decisión. ¿Entendido?Hubo un momento de silencio, Shizuka no daba crédito a todo lo que le acababa de suceder, primero su profesor, una prueba clara con la que no podía luchar, y ahora el esclavo que debía tener. Quería pensar que no era verdad, pero estaba claro, su familia estaba podrida por dentro. Por mucho que quisiera Shizuka no podía compartir el mismo punto de vista, no entendía el porqué de su superioridad, pero ¿qué podía hacer?-------------------------------------------
[url=]Shizuka (18 años)[/url]
[url=]Jiao (19 años)[/url]Tudavia faltan muchas imágenes pero ya las iré colgandu >3< | |
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