Huidiza princesa

Seis días después de recoger a los mercantes de alta mar y remolcarlos comenzó a perfilarse en el horizonte la silueta de una isla. Era la isla de Dawn, la silueta de la ciudad con sus inmensas murallas, altos edificios y el inconfundible palacio real situado en el centro dominando toda la ciudad, en seguida le trajo recuerdos de su niñez y no todos eran buenos. Había huido de una vida de miseria para vivir aventuras años atrás pero seguía teniendo algo que le hacía sonreír mientras se aproximaban al puerto, tenía muchos recuerdos de aquel lugar.
Lentamente fueron atracando y ayudó a acercar los maltrechos barcos mercantes a las proximidades del muelle para observar como descendían los hombres con las pocas mercancías que habían logrado conservar tras el ataque pirata, verdaderamente les costaría mucho recuperarse de él, les robaron la mayoría de los objetos de valor que transportaban, habían perdido 3 barcos dos de ellos cargados de fardos y los dos que acababan de llegar al puerto estaban en unas condiciones penosas, prácticamente habría que reconstruirlos enteros. Y habían muerto diez de sus compañeros a manos de la misteriosa banda de piratas.

Rebo ayudó cuanto pudo a descargar los barcos y amontonar las cajas en uno de los muelles, no tardaron ni una hora en descargar los barcos. Cuando termino se despidió de las gentes que habían sido sus compañeros durante la última semana y se dirigió rápidamente hacia el barco de la Marina donde estaría el Teniente William Francesco seguramente preparado para la sesión matutina de entrenamiento. Llevaba más de dos semanas a las ordenes de aquel oficial siguiendo a rajatabla sus durísimas pautas de ejercicios diarias y notaba como todo su cuerpo se había endurecido, todavía no lograba mantener el ritmo de sus compañeros marines, pero había progresado enormemente en cuanto a su resistencia y estado de forma.
Cuando se acercó al buque, como había sospechado, allí estaban todos los Marines frente al barco realizando el calentamiento bajo la supervisión del Teniente que le miro fijamente, movió la cabeza a modo de disculpa y formo junto a sus compañeros para comenzar a ejercitarse.
Tras acabar, se les informo que todos los que habían estado sirviendo en los barcos mercantes durante esta semana tenían el resto del día libre y que no tendrían que formar hasta el amanecer.

Rebo decidió salir a investigar la ciudad que le vio nacer, a primera vista había cambiado muy poco desde la última vez que la vio, el puerto seguía estando tal y como lo vio al partir. Deambulo sin rumbo fijo durante horas hasta que sus pasos lo llevaron a la casa donde vivió de niño, seguía tal y como la recordaba de aquel día que entró por última vez para hacerse con su inseparable pistola.
Permaneció varios minutos mirando fijamente a la casa y recordando los tiempos felices que allí paso mientras vivía casi como un niño noble con su madre. Cuando de repente la puerta comenzó a abrirse y vio salir unas caras que identificó de inmediato, era el señor de la casa, Julius Munchausen, se le veía envejecido y débil. Junto a él pude ver a su hijo Maximilian que había sido su compañero de juegos hasta los diez años y el culpable de muchos de los problemas que tuvo a partir de entonces. Los miro distraídamente desde el otro lado de la calle mientras que se subían a su carruaje. Por un momento pudo ver como Maximilian le miraba fijamente con cara curiosa, parecía que le sonaba su cara, pero al percatarse de ello, Rebo se bajo la visera de su gorra de marine y se dio la vuelta alejándose calle abajo.

Continuo caminando hasta llegar a la casa donde había vivido durante sus últimos años en la ciudad real, una casa alta situada en la parte baja de la ciudad, pero no vivió en ella, sino sobre ella, tenía dos chimeneas donde coloco un pequeño tejado. Trepo por los tejados corriendo como había hecho mil veces de niño y llego hasta el lugar que había considerado su hogar. Todavía había trozos de madera que habían usado de tejado, pero nada más.
Decidió visitar la Terminal Gray, parecía que incluso aquel lugar continuaba igual, pese al incendio que la devastó. Tras ver aquello había visitado casi toda la ciudad, excepto un lugar. Con cierta angustia decidió ir al lugar que había intentado evitar durante toda la tarde, aunque sabía que tarde o temprano tendría que visitar, la tumba de su madre.
Llegó cuando el sol se estaba poniendo y allí estaba la austera cruz de la tumba de Irina D. Argapel. Hacía años que no veía su verdadero apellido. Deposito un gran ramo de flores que había comprado y permaneció en silencio hasta que fue noche cerrada y una fina luna se mantuvo en lo alto del cielo. En ese momento regreso con lagrimas en los ojos hacia el muelle.

Al llegar al buque de la marina estaba despuntando el nuevo día, decidió ir a la cocina del barco para comer algo y esperar a que salieran de aquella isla.
Tras el desayuno, salió a cubierta y vio al Teniente que se dirigía hacia él.
-Rebo, ¿Dónde ha estado metido? Estaba buscándole por todos lados, tengo una misión para usted.
-¿De qué se trata? Señor.
-Sígame a mi camarote y le explicare los detalles, es algo delicado.
Una vez en el despacho del oficial, ambos tomaron asiento. Con un semblante serio, procedió a contarle los pormenores de la misión que iba a encomendarle.
-Esta mañana ha llegado un comunicado real, la princesa Claire, segunda hija del rey ha desaparecido. Creemos que puede estar oculta todavía en la ciudad, puesto que no ha partido ningún barco desde ayer. Hemos cerrado el puerto y las puertas de la ciudad. Sé que se crio en esta ciudad, así que conocerá todos sus rincones. Su misión será encontrarla y traerla. No sabemos si ha sido secuestrada o se ha fugado. Recuerde, deberá entregarla en palacio sana y salva. Ah, será mejor que vista de civil, le será más sencillo indagar si pasa desapercibido. Recuerde que no se ha alertado de esto a nadie más que a los oficiales de mayor rango de la isla, sea discreto.
-Sí señor.

Vestido con querida gabardina roja se dirigió a la parte alta de la ciudad, decidió ir a mirar los alrededores del castillo para investigar por donde podría haberse escapado.
Desde lo alto de los muros del palacio no pudo ver ningún lugar por donde alguien pudiese acceder a la habitación de la princesa si no tenía alas ya que se encontraba situada en la torre más alta del palacio y dentro de su habitación no habían señales de violencia y los grandes ventanales no se podían abrir. Así que solo quedaba una opción, la princesa había huido de allí, así que tocaría buscar por toda la ciudad. Solo quedaba saber por dónde empezar, era una ciudad enorme. Así que empezó por la parte baja, era la zona con más casas y donde mejor se podría ocultar alguien que desease pasar desapercibido.
Durante horas recorrió todas las calles de la zona más humilde de la ciudad sin ningún resultado, estaba bastante desanimado, hasta que algo llamó su atención. En una casa que se veía abandonada desde hacía tiempo y medio derrumbada, había alguien moviéndose dentro y la habitación tenia las ventanas abiertas y cortinas, lo que no era habitual en una casa donde no hay nadie, así que decidió trepar para investigar.

Al trepar y asomarse al interior por la rendija que había dejado la tela usada como cortina, la vio, era la princesa. La reconoció por los cuadros que había visto en el castillo, aunque el pelo lo tenía de distinto color e iba vestida de forma muy sencilla para pasar desapercibida, pero reconoció los inmensos ojos verdes y su blanca cara, la había visto hacía años en un desfile anual, pero no era más que una niña ahora era toda una mujer y junto a ella, la que supuso que era una de sus ayudantes de cámara. Se retiró de la ventana y pensó la mejor manera de abordar el tema, pues no podía entrar a las bravas en la habitación y llevársela. Al amanecer, la sirvienta salió del escondite y en ese momento Rebo decidió que sería más fácil si solamente tenía que lidiar con una de ellas y se dispuso a entrar por la puerta, ni tan siquiera estaba cerrada, así que la empujo y entro dentro de la habitación hasta toparse frente a frente con la princesa.
-Hola, buenos días.
-¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?
-Hola princesa, mi nombre es Rebo, pertenezco a la marina y estoy aquí para llevarla de vuelta a palacio.
-No, no pienso ir. Estoy harta de estar allí encerrada, quiero vivir aventuras y conocer el mundo.

Tras este arranque, salió corriendo por la puerta, con lo que a Rebo le toco seguirla por media ciudad, prefirió no detenerla por la fuerza, puesto que seguramente sería peor, así que camino detrás de ella a pocos pasos para que supiera que por mucho que corriese, no la dejaría sola. Tras quince minutos de andar sin rumbo por la ciudad, parecía que la princesa comenzaba a cansarse de la situación.
-¿Quieres dejar de seguirme de una vez? No voy a volver por mucho que estés pegado a mí.
-No puedo dejarte sola por aquí, sería peligroso. Y te repito que tengo órdenes de llevarte a palacio, así que por favor acompáñame.
En esos momentos hizo algo que le cogió por sorpresa.
-¡¡SOCORRO, AUXILIO, INTENTA SECUESTRARME!!
Al ponerse a gritar, Rebo se despisto y la princesa aprovecho para escabullirse entre la gente.
No tardó en dar con ella de nuevo, se encontraba cerca de la muralla del perímetro de la ciudad, próxima a la puerta que daba directamente a la Terminal Gray. Volvió a probar suerte a ver si esta vez hacia entrar en razón a la princesa y que le siguiese, si no, tendría que tomar medidas menos delicadas.

-Parece que te desenvuelves bien fuera de tu mansión princesa, me ha sorprendido ver lo fácil que te has escapado.
-¿Otra vez tu? Déjame en paz de una vez, no quiero volver.
-¿A qué se debe todo esto de escaparse y no querer regresar?
-No quiero vivir en el castillo, estoy cansada de tener que asistir a estúpidas recepciones. Quiero vivir como la gente normal, poder pasear tranquilamente por las calles, viajar y vivir aventuras como el resto de las personas.
-Las personas normales no tienen aventuras y las que las tienen, no viven tranquilamente como la gente normal y en muchas ocasiones tampoco lo hacen mucho tiempo.
-Me da igual, quiero hacer las cosas por mí misma, ser libre, sin estar encerrada entre cuatro paredes y con sirvientes que no te dejan ni vestirte sola.
-¿Y dime, de que vivirías? ¿Qué sabes hacer?
-Pues realmente no había pensado en eso. Nunca he tenido que hacer nada en mi vida, pero no creo que me resultase muy difícil prosperar.
En ese momento Rebo decidió darle una lección de lo que sería vivir en la calle. La agarro por la cintura y se la llevo por la puerta de la ciudad hacia Terminal Gray entre gritos, sollozos y pataleos de la princesa. Cuando se encontraban en el centro del gran basurero, donde la gente estaba removiendo la basura, la tiro al suelo y se quedo frente a ella.

-¿Dónde estamos?
-Esto es Terminal Gray, tú futuro si ahora mismo te escapas sin saber dónde vas. Aquí es donde acaban los desheredados. Vienen aquí a buscar algo que se útil para poder vivir un día más. No creas que vivir en la calle es agradable, aquí pase yo varios años de mi vida.
-¿T-Tu viviste aquí?
Rebo le relato la historia de sus años como vagabundo en las calles de la ciudad real, sin endulzar la historia ni un poco, con todo el sufrimiento que acarreo. Cuando termino la princesa tenía los ojos llorosos.
-No sabía que todo estaba tan mal en verdad, nadie me había hablado de que la gente pasaba hambre. Creía que todo el mundo es feliz. Yo me fui de casa porque oí que mi padre estaba hablando con un noble para casarme con su hijo, yo quiero a otro hombre, pero mi padre no sabe nada de él, y tomaron esa decisión por mí, sin consultarme y ya no pude soportarlo.
-¿Y en lugar de hablar con tu padre y decirle que prefieres casarte con otro hombre, decides escaparte? Muy maduro por tu parte.
-S-si, tienes razón, lo mejor sería hablar con mi padre y explicárselo todo. Además ahora que conozco la situación de la ciudad, quizá pueda hacer algo por convertirla en un lugar mejor... pero no pienso ir arrastrándome, que venga primero mi padre y me pida perdón.
-Pe-pero si acabas de decir que...
-No pienso volver sin no se disculpa conmigo y es mi última respuesta.
Harto de tratar con aquella niña mimada, decidió pasar al plan B. Y entró en la ciudad igual que había salido de ella, con una princesa gritando y pataleando al hombro. Así recorrió toda la ciudad hasta la escalinata de la entrada del palacio donde la dejó en el suelo.
-Ya estás en casa, ahora puedes entrar como la princesa que eres, disculparte y hablar con tu padre o entrar pataleando y gritando mientras te cargo a hombros, has dicho que no te dejaban elegir, aquí tienes tu primera oportunidad.
-Entrare andando.
Rebo la acompaño hasta la puerta del palacio que se abrió para dejarles entrar. Pero él se paro en el quicio de la puerta viendo como la princesa avanzaba hacia su padre que la estaba esperando con los brazos abiertos, ella se giro y le dijo un discreto “gracias” mientras avanzaba hacia el trono. El dio media vuelta y se dirigió al buque de la Marina a la espera de ir a algún otro puerto con una sensación agridulce de su visita a su ciudad natal.