Rumores

¿Cómo había llegado allí? Bueno, no lo sabía precisamente. La tragedia que había provocado que ese hombre abandonara su hogar, detonó la repentina decisión de escapar ¿Por qué? Pues porque desde entonces su dolor se convirtió en su nuevo y terrible hogar, el nido a donde necesariamente debía volver, para sufrir lo irresoluble: la muerte.
Un barco pesquero -repleto de personas que él no pudo menos de calificar imbéciles- lo arrastró hasta una famosa isla comercial por unos pocos berries; nadie se hubiera prestado a llevarlo gratis, así es el mundo. Allí, Sebald -el curioso hombre de nuestra historia- se reencontró con la muchedumbre, con la inmensa y amorfa multitud isleña ¿Qué hacía exactamente allí? ¿Cuál era el sentido? Pues en realidad, pese a sus conocimientos y a la propia consciencia que ejercía sobre los mecanismos de su psicología, no podía responder a esa pregunta. Simplemente había huido de su casa, para enfrentarse a un mundo desconocido, obscuro, pero que de alguna manera lo acogía, pues negaba su pasado y construía una nueva vida a partir de la misma ausencia.

-Vaya, esta isla está repleta... No sé si habrá mucho que hacer aquí; lejos está el Doctor Vegapunk de aparecer en el remoto North Blue, y él es al único que busco. De todas formas, para sobrevivir como un forajido -si es que así se podía considerar nuestro personaje- no podré conformarme con mis conocimientos. Me hará falta más que eso -pensó, y no sin razón, Sebald, quien era consciente de sus limitaciones en el arte de la lucha.

De pronto, mientras caminaba abriéndose paso entre el gentío, vislumbró entre el constante fluir de los paseantes, una taberna y decidió refugiarse allí, para aposentarse y quizá enterarse algo acerca de la isla.

En la taberna moraba todo tipo de individuos de baja calaña: piratas, ladrones, borrachos y demás escorias discriminadas por la sociedad. Sebald se sentó entre ellos, indiferente ante su presencia; hacía tiempo ya que no se preocupaba por las malas compañías, porque reconocía que una compañía física no era necesariamente una verdadera compañía moral.
Atenta y convenientemente, intentó escuchar las conversaciones de los otros, con el objetivo de tomar consciencia real de dónde se encontraba y, en especial, qué era lo que podía hacer allí. Debía perfeccionarse en la lucha, el mundo de los mares era peligroso y no podía merodear por cualquier lado sin poder hacerle frente a los peligros; sabía eso...
Pronto se enteró que el nombre de la isla donde se encontraba era Nestrade, un sitio conocido particularmente por la cantidad variada y múltiple de raras mercancías que allí se comerciaban. Escuchó a algunos hombres conversando un tanto en secreto que también se rumoreaba acerca de la existencia de un mercado negro que involucraba objetos tan preciados y extraños como frutas del diablo, entre otros tesoros altamente valuados. De pronto, el nombre Vegapunk llegó a sus oídos, como por una extraña magia, revelándole que el Gobierno Mundial estaba involucrado en las tranzas del mercado ilícito... Sebald, quien no solía emocionarse, porque su naturaleza se lo prohibía, no pudo evitar sentir en lo profundo un atisbo, un rayo de esperanza. El hecho de que allí, en esa misma isla, pudiese encontrar alguna información acerca del misterioso doctor lo animó y lo llenó, para su descontento, de un entusiasmo sobrehumano. No obstante, otra idea cruzó repentinamente su mente: había hallado la respuesta al conflicto que lo acuciaba. Pese a que sus capacidades de lucha no estaban aun en las mejores condiciones, lograría prontamente perfeccionarlas... ¡Se haría dueño de una fruta del diablo y, mientras tanto, obtendría los datos que tanto añoraba acerca del famoso doctor y su influencia en la isla!