Demuestra lo que en realidad vales II

Cuando me puse delante del Teniente, este parecía absorto rellenando una carta y apenas me prestó atención, tras la pelea del día anterior y casi haber completado el entrenamiento, me dolía todo el cuerpo y estaba terriblemente cansado, el simple hecho de permanecer en pie en posición de firmes, me estaba costando un gran trabajo. Transcurridos unos quince minutos que se me antojaron como horas, el Teniente alzó la vista y me miro fijamente a los ojos.
-Veo que es usted un cabezota y por mucho que le diga que no le vamos a aceptar en la Marina, no se va a dar por vencido, ¿verdad?
-Estoy decidido a alistarme y no aceptaré un “no” por respuesta, señor.
-Me gusta su actitud, pero hay algo que me dice que me acabara trayendo problemas si se alista, quizá con el tiempo podría llegar a haber un lugar para usted en la Marina.

Este cambio de actitud por parte del Teniente, me llenó de nuevo de fuerza promovidas por la esperanza que tenía en ser admitido, pero aun sabiendo que mi situación pendía de un hilo y que el oficial desconfía de mí, tenía que tentar a la suerte y preguntarle acerca de mis armas que habían confiscado.
-Señor, con respecto a los objetos que me confiscaron ayer...
-¿Qué les ocurre? Eran armas ilegales.
-Verá son recuerdos de familia, me gustaría recuperarlos también.
-Jajaja, todavía no te he dado ni el permiso para hacer la instancia de admisión y ya estas pidiendo más favores. Mira, haremos una cosa. Te voy a imponer dos trabajos y dependiendo de cómo los hagas, te devolveré tus pistolitas y quizá hasta te conviertas en marine.
Oír estas palabras me sentó como si me dieran la vida de nuevo y me sentía muy agradecido.
-Muchas gracias, Teniente. ¿Cuáles son las misiones?

-Como ya te he dicho, serán 2, las deberás terminar ambas antes de mañana al despuntar el alba que será cuando el barco parta. La primera será llevar una carta al correo de gaviotas, está dirigida a los Cuarteles Generales de la Marina, es alto secreto y nadie debe saber que la transportas. La segunda misión se te asignara cuando cumplas esta.
Tras esto, firmó el documento que había estado redactando mientras yo esperaba, lo dobló para introducirlo en un sobre en el que ya había escrita una dirección. Después de cerrarlo lo sello con unas gotas de cera y puso su sello sobre él. Y me lo tendio. Lo cogi con ambas manos y me lo guarde en el bolsillo. Y corrí con todas mis fuerzas. Mientras corria a toda velocidad hacia el pueblo, un pensamiento asalto mi cabeza, no tenía ni idea de donde se encontraba la oficina del correo en esta isla. Como no tenía tiempo de volver a pregutnarle a un marine, realmente tampoco me apetecía quedar como un idiota delante de ellos, decidí preguntarle a la primera persona del pueblo que viese.

Corría por el pueblo buscando a alguien cuando vi una pequeña figura, me lance rápidamente hacia ella. Era el niño al que había llamado la atención el día anterior, el cual al verme puso una cara de autentico terror. Que se acentuo cuando lo cogi por ambos hombros y lo levante del suelo.
-Perdona chico, ¿por donde se va al correo de gaviotas?
No se por que, solamente sollozaba y no me contesto, se limito a levantar temblorosamente la mano y señalar la montaña más alta de la isla mientras intentaba contener las lagrimas.
-¿Esta encima de esa montaña?
-Ssss- Si, e-e-en la pa-parte más alta.
-Gracias chico.
Lo deje en el suelo y emprendí de nuevo la carrera en línea recta hacia esa montaña espoleándome a mí mismo para llegar rápido ya que se estaba empezando a ocultar el sol, y aunque esa noche habría luna, no es buena idea escalar una montaña que no conoces con poca luz.

Mientras cruzaba los campos y los sembrados, parecía que la base de la montaña no se acercaba nunca, vista desde el pueblo, se veía más pequeña, pero era porque estaba realmente lejos y se veía verdaderamente alta y amenazante.
Diez minutos después, llegue a la base y comencé a escalar, el terreno era abrupto e intercalaba zonas con una gran pendiente, pero en las que se podía correr bien con vegetación y otras muy escarpadas en las que había que escalar. Mis músculos trabajabas a toda velocidad, pero el cansancio acumulado se hacía patente y de vez en cuando, me caía o perdía agarre en la escalada, lo que se traducía en nuevas heridas y magulladuras en mi ya castigado cuerpo.
Tras una subida que se hizo eterna, llegue a la cima cuando el sol se había puesto ya por el horizonte y un cielo anaranjado me dio la bienvenida, la satisfacción de la escalada no duró mucho, pues vi al funcionario del puesto que estaba disponiéndose a cerrar la oficina.

-Espere, por favor, no cierre, tengo un envío urgente que hacer.
-Hola chico, has llegado por los pelos. Un minuto más y habría cerrado.
-Es que el acceso no es precisamente un camino de rosas.
-No habrás venido escalando la montaña, ¿verdad?
-Por supuesto.
-Jajajaja bien chico, dame esa carta que la envíe, seguro que tendrás prisa. Ah, para bajar, prueba la otra cara de la montaña, está ligeramente menos escarpada, como esta anocheciendo te será más leve.
Entre carcajadas lo deje en la pequeña cabaña de lo alto de la montaña, cuando la rodee para ir hacia donde me había dicho que era mejor el descenso, pude comprobar que por esa ladera, discurría un camino empedrado serpenteante hasta la parte baja de la montaña. Una vez más me sentí como un idiota por no darme cuenta de que si la gente necesitaba enviar cartas, no podría subir por el mismo lugar que yo había venido. Había bajado con pasos pesados aproximadamente un cuarto de la montaña cuando vi la gaviota con el mensaje partir rumbo al este. El camino era llano en su mayoría, pero tenia de vez en cuando algunas piedras sueltas y las continuas curvas me obligaban a avanzar despacio en la oscuridad.

Cuando había pasado el ecuador de la montaña, salió la luna, era una luna grande y luminosa, casi llena que inundó la noche de una luz plateada. Ahora que podía ver de nuevo por donde andaba, regresaron las prisas por volver a ver al Teniente para que me diese mi segunda misión y me lance por el serpenteante camino de nuevo con toda la velocidad que me permitían mis piernas. No tarde en dejar atrás la montaña y continuando el camino que la bordeaba vi que llegaba al pueblo. Si me hubiese parado durante cinco minutos a tomar unas indicaciones en condiciones, seguramente ya habría terminado las dos misiones, pero en mis prisas me había conformado con una seña temblorosa de un niño asustado. Cuando cruce por delante de la taberna me percate de que estaba llena de marines, por lo visto al haber detenido al anterior dueño, decidieron ir a celebrarlo a su costa. Cuando llegue al acuartelamiento únicamente el Teniente William Francesco y dos hombres permanecían allí.
-La carta está enviada señor, yo mismo vi como partía la gaviota.
-Muy bien chico, veo que te lo has tomado en serio y parece que te has revolcado por el suelo también... Pero vayamos al asunto puesto que ha pasado la media noche y no tienes mucho tiempo hasta que amanezca. Lo siguiente que quiero que hagas, es que dejes las instalaciones de la Marina de esta isla, limpias como una patena, quiero verme reflejado en el suelo.
Atonito frente a esta petición me quede de pie mirando al Teniente durante un instante, después desvie la mirada hacia el cuartel. Verdaderamente era muy pequeño, apenas tenia un despacho, con tres mesas, una celda con el traficante, un baño y un cuarto con literas. No me llevaría mucho tiempo limpiar aquello, aunque no había limpiado en mi vida.

Cogí la fregona inexpertamente y me puse a limpiar lo más deprisa que pude. No tarde ni una hora en terminar y estar delante del Teniente que me miraba con desden.
-Eso estaría bien si le hubiera pedido que quitase el polvo, pero lo que yo quiero, es que reluzca y por lo visto con esa vieja fregona no lo va a poder hacer, pruebe con esto, un cepillo de dientes, no deja un rincón sin limpiar. O si lo prefiere, puede dejarlo. Como ha cumplido la primera misión tan prontamente, me comprometo a devolverle sus armas y no presentar cargos contra usted.[/color]
Sabía que era otra prueba, así que cogí el diminuto cepillo y comencé a limpiar el cuartel. Me costó cerca de dos horas dejarlo reluciente y me volví a colocar cansadamente frente al Teniente a la espera de su veredicto.
-Muy bien, un trabajo minucioso, sin embargo, todavía le falta una de las instalaciones de la Marina en esta isla.
Le segui la mirada y vi el enorme barco de la marina frente a mi tardaría horas en limpiar a fondo ese monstruo de madera y metal.
-Todavía puede retirarse
Sin llegar ni a plantearme esa opción, cogí otro cepillo de dientes y me apresure hacia el inmenso buque, tremendamente desanimado porque sabía que sería complicado terminar antes del alba, pero muy resuelto. Frote y frote hasta que me dolieron todas las atriculaciones del cuerpo y después de eso, continue frotando.
Cuando terminé de limpiar el mástil de la vela mayor, me encontró la primera luz del alba, lo había logrado, había completado las dos misiones antes del tiempo acordado. Felizmente baje y me encontré frente al Teniente.
-Veo que has llegado a tiempo, por los pelos. Y un trato es un trato, aquí tienes tus armas.
-¿Y sobre entrar en la Marina?
-¿Te aseguraste de que ayer salió la gaviota en dirección al Cuartel General?
-Por supuesto señor, la vi volando poco después de dejar el puesto del correo.
-Pues era la documentación avisando de tu incorporación a la Marina. Ahora habrá que esperar a que te den un destino, pero mientras, vendrás conmigo en mi barco como uno más de mi tripulación. Bienvenido a la Marina.
Poco después el barco abandono el puerto de Villa Orange, yo me había subido de nuevo a lo más alto del mástil para observar el mundo desde allí muy cansado por dos días de esfuerzo extremo pero demasiado excitado para poder dormir. Comenzaba mi aventura como marine.