Demuestra tu lealtad

"Y yo que creía que en este mar no había nada que hacer" pensé mientras caminaba con paso firme por las calles de Yerom. El jovencísimo Revolucionario, el "Sheriff", posiblemente fuera el miembro más reciente de la Armada, pues hacía bien poco que se alistó en ella. Eran varias las razones que le habían impulsado a hacerlo, pero él bien sabía que su pasado era tristemente una de las más poderosas.

Noté que aquel ambiente era muy, como decirlo, agradable, pues las gentes de aquel lugar se dedicaban principalmente o bien a charlar plácidamente con algún conocido, o simplemente a reírse a carcajadas. Era pues, un contexto festivo y alegre “No parece que tengan preocupación alguna.Que raro, hace ya mucho tiempo que no logro encontrar este tipo de sensaciones, mas no soy capaz de asimilarlas ahora mismo”. En efecto, aunque resultara extraña esta actitud en Lleid, tenía sus buenas razones, pues se encontraba en el lugar de su primera misión como Revolucionario.

Bien, supongo que lo primero es encontrar mi objetivo, pues sin eso no puedo empezar a planear mi estrategia. Empecé pues a buscar por todos lados de la isla, con una especie de tranquilidad bastante mal disimulada, mas no carecía de motivos, pues por todo el lugar se podía ver a marines deambulando de aquí para allá, ya sea solos o en la compañía de sus amigos o incluso la de sus familiares. Este hecho me provocó un sentimiento de presteza, por lo que aceleré notoriamente mi marcha.

Tras veinte largos minutos de búsqueda, me encontraba ya aburrido, de sentir que no era capaz de hacer nada a la hora de la verdad, pero no era un hombre tranquilo de oficina que se pudiera sentar a relajarse plácidamente mientras los demás trabajaban por mí, no, yo nací para actuar.

Súbitamente, me detuve por completo, pues había reparé en un hecho importante “Pero, ¿qué problema hay en que le pregunte a cualquiera de estos transeúntes?” este pensamiento provocó en mi diversos sentimientos, entre los que destacaba el de sentirme algo estúpido, lo que conllevó únicamente a que me entrara la risa. Decidí preguntar a alguien cuando no hubiera marines cerca, pues si eran estos los que me indicaban donde se encontraba el almacén, luego sospecharían de mí tras el robo de sus documentos.

Detuve pues a una mujer de unos 50 años y le pregunté -Disculpe señora, ¿podría decirme si se encuentran por aquí unos almacenes de la Marina?-. Tras haberme indicado la dirección, le di las gracias y me puse en marcha. Al poco me di cuenta de que prácticamente estaba volviendo sobre mis pasos.

“ ¡Por fin!, este es sin ninguna duda el famoso lugar “ En efecto, transcurridos unos diez minutos desde que recibí las indicaciones del trayecto, me hallé allí, ante una gran construcción de color verde y con el símbolo del Gobierno Mundial pintado. Tal y como sospechaba, había un par de guardias apostillados ante lo que parecía ser la entrada, que no era sino una enorme puerta que ocupaba casi todo un lado del edificio.

Tuve bastante suerte, pues al poco de observar se dio el cambio de guardias a la vez que las puertas se estaban cerrando tras haber dejado paso a un hombre que transportaba un par de paquetes de aspecto pesado.

Salí desde detrás de una de las esquinas fugazmente y conseguí infiltrarme. Lo que mis ojos veían, ya en el interior, eran montones de cajas apiladas de tal forma que construían bloques enormes de material pero dejando pasillos para la circulación de los encargados.

Empecé pues, a analizar de igual manera el lugar y la situación donde me encontraba. Era un lugar bastante oscuro, pues las pocas ventanas de que disponía estaban situadas en lo más alto de las paredes y eran realmente estrechas “Claro, no quieren que nadie se cuele por ellas. Y sin embargo, de poco les sirve esta medida, pues ha sido coser y cantar colarse aquí por nada más y nada menos que la entrada principal”

Escuché entonces un ruido, era el hombre por el cual habían abierto las puertas, el señor de las cajas. La tenue luz del sitio era compensada por el hecho de encontrarme en una mejor perspectiva con respecto a él, pude vislumbrar su aspecto: Un hombre de unos 35 años, pelo rubio y vestía, a decir verdad, muy bien para ser un simple transportista. Pero había algo más que visualizar en él, y es que de entre las cajas sacó como un sobre grande de color amarillo y lo colocó en uno de los cajones de la única mesa que había allí dentro.

Esperé a que dejara las cajas, y cuando iba camino de la salida, saqué mi jutte y le ataqué por la espalda. Fue un golpe rápido a la par que certero; justo en la cabeza. No obstante, lo calculé para que no resultase mortal.

Pudiera parecer que mis actos no eran del todo acordes con los de una persona que pretende pasar inadvertida, pero estaba planificando mi huída de aquel sitio.

Mis sospechas se confirmaron al ver que el contenido de aquel sobre era ni más ni menos aquello que los revolucionarios me habían encargado “No sé como diablos pueden enterarse de estas cosas tan a tiempo. Además, hay que añadir que los del gobierno se han inventado un sistema de entrega de documentos bastante discreto”

“Bueno, creo que es hora de largarse de aquí”. Agarré al marine inconsciente del cuello de la chaqueta y me dirigí, con el sobre bajo la camiseta, hacia uno de esos bloques de cajas situado lo más al fondo posible de la habitación. Coloqué al “repartidor” bajo un lado del montón, me situé al contrario y:

Burijji no ichi. ¡Panchchi-kyō!

Prácticamente el bloque entero cayó sobre el agente, produciendo un gran estruendo y dejando a este enterrado bajo montones y montones de paquetes. Rápidamente, los vigilantes de afuera se apresuraron a entrar mientras que yo, ya situado tras otro montón más cercano a la entrada, aproveché la ocasión para salir de allí, tan velozmente como lo hice para entrar.

“Vaya, que emocionante ha sido. Sin embargo, espero que aquel hombre no haya tenido que morir, no quisiera ser como aquellos estúpidos a los que no les importa poner fin a una larga vida en unos pocos segundos”.
Caminando por Yorem, aunque notoriamente más tranquilo que en la llegada, me dirigía a entregar el documento en el lugar acordado.

“La Revolución siempre triunfa”