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| Comentarios: 10 |
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| Isla Dagas | |
| | Autor | Mensaje |
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Invitado Invitado
| Tema: Isla Dagas Miér Nov 30, 2011 6:35 am | |
| Namida miró, apoyada en la barra, por la borda del barco en el que viajaba. Tras haber ayudado a las gentes de la isla había esperado un mes entero por un barco que la llevara sin tener que esconderse. Un viejo buque de mercancías había pasado por allí y la había recogido para llevarla. El tiempo que había pasado en la isla le había servido para indagar un poco sobre la fruta que había ingerido y sobre algo más de medicina, gracias a la gran biblioteca particular del gobernador.
Lo que los libros contaban sobre la fruta no era mucho, solo que otorgaba a su dueño unas habilidades sobrehumanas. Había leído el contenido de todos los libros en más de una ocasión pero no había encontrado nada. Había aprendido nuevas cosas sobre medicina y eso la ayudaría algún día. Su memoria retenía aquello muchas cosas por lo que para ella era sencillo. Recordó que desde pequeña había estudiado, a escondidas, medicina había pedido ayuda al médico de su pueblo y él la había instruido con gusto. Miró sobre su hombro y vio que uno de los hombres que la habían recogido la miraba desde la lejanía algo cohibido.
–Hola –musitó él. Namida miró a aquel que le había hablado y se dio cuenta de que era casi de su misma edad, tal vez un par de años mayor que ella– me di cuenta, antes de salir, que te gustan los libros de medicina. Si quieres leer algo, sígueme.
El chico empezó a caminar sin esperar la respuesta de Nami. La chica lo miró atónita mientras se levantaba corriendo de su posición y lo seguía. Lo miró un par de veces y le lanzó una sonrisa. Caminaron en silencio, cada uno dentro de sus pensamientos, hasta que llegaron ante una puerta cerrada con llave.
Última edición por Namida el Lun Feb 13, 2012 10:59 am, editado 2 veces |
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| Tema: Re: Isla Dagas Miér Nov 30, 2011 8:52 am | |
| El joven sacó una llave de su bolsillo y la metió en la cerradura al darle la vuelta se escuchó un crujido y la puerta se abrió dejando paso a un pequeño consultorio médico. Nami se adentró en él y miró todas las cosas que había. En la esquina, a la derecha de la puerta, había una gran vitrina que llegaba casi al techo. Allí había, guardados en la primera leja de cristal, un set de bisturís de menor tamaño a mayor. En la segunda había un montón de tubos de ensayo desde una medida de 14.1cmx9.8cm hasta 31.8cmx22.0cm. En la siguiente había juegos de difusión sanguínea con alas (aguja de mariposa). En esa misma leja había un montón de botes con pastillas de diferentes tipos, colores y formas.
La joven lanzó una sonrisa orgullosa al ver que sabía tantas cosas sobre la profesión que más había amado desde pequeña y en la que se había estrenado junto al doctor de su pueblo curando leves heridas a aquellos que así lo precisaran.
Al otro lado de la puerta donde se hallaban parados había un escritorio viejo de madera junto con una silla del mismo material. Una lámpara de aceite sobre el escritorio era todo lo que iluminaba la estancia en las noches ya que no había más luz que esa. Al fondo, en la esquina izquierda, había una cama, tal vez utilizada de camilla. Justo unos pasos antes de llegar a la cama había una puerta que llevaba a un destino desconocido por Namida. Al otro lado, en el mismo lugar había otra puerta y ahí fue donde se dirigió el muchacho. Con la misma llave abrió la puerta y le cedió el paso a Namida, a la espera de que ella pasara.
Cuando la joven entró en la habitación se llevó la mayor sorpresa de su vida. Era una biblioteca más grande que la del gobernador de la última isla en la que había estado.
–Los hemos ido recogiendo conforme pasábamos por distintos lugares –dijo mientras abarcaba todos los libros con sus brazos– podrás leerlos mientras no salgan de aquí. Alguno de los descerebrados de mis compañeros no tienen ni idea de lo valioso que es un libro y podría destrozarlo.
Ambos rieron ante la brutalidad de algunos sujetos. Como bien había dicho siempre su hermano “Más vale un poco de maña que mucho de fuerza” así el chico salió dejándola sola mientras ella tomaba un par de libros y los sacaba a la enfermería. Se sentó en el escritorio y comenzó a leer.
Última edición por Namida el Lun Feb 13, 2012 11:00 am, editado 1 vez |
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| Tema: Re: Isla Dagas Miér Nov 30, 2011 8:56 am | |
| Pasó la mayor parte de la tarde y el día siguiente leyendo esos libros y haciendo anotaciones para medicinas y otras cosas. Sintió como alguien tocaba su hombro y segundos después aquel que había osado tocarla se hallaba en el suelo con su daga, amenazante, en el cuello. Nami no había tardado ni un solo segundo en desenfundar su arma, la cual se hallaba bajo su falda amarrada en su muslo, y amenazarlo.
–Veo que te molesto –dijo con sorna el médico de abordo.
–Lo siento, no sabía que eras tú –musitó mientras se levantaba y ayudaba al chico a ponerse en pie. Se sacudió la ropa mientras miraba como él también lo hacía. Se dio cuenta, por primera vez, que el muchacho tenía una mirada azul cielo.
–Mientras no me mates y estas bestias no se queden sin un médico... no pasará nada –dijo con guasa el chico– por lo que veo estabas muy metida en el libro que estabas leyendo y te he interrumpido, ¿Qué leías?
–La verdad es que no hay mucho donde elegir –dijo la joven mientras le mostraba el libro que había escogido.
–Has escogido un buen libro –dijo el médico mientras asentía.
–Tengo una duda –dijo la joven mientras volvía a perder sus ojos en las palabras del libro– no tienes más que un par de años más que yo ¿Cómo puedes saber tanto de medicina?
–Mi padre era médico y me inculcó el amor por esto desde muy pequeño –informó el joven mientras perdía la mirada por la pequeña y redonda ventana– él mismo fue mi instructor a la hora de aprender sobre la medicina.
El chico le informó que estaban próximos a la isla en la que tenía que desembarcar. El buque cuando descargara un par de cosas allí volvería a su base. Allí ella no les podía acompañar y esa era la última isla antes de llegar.
Llegaron a la isla en la que tendría abandonar su medio de transporte durante los últimos días. Al llegar a tierra firme los trabajadores se encargaron de bajar todo lo que llevaban. Al descender del barco la joven se despidió de aquellos que la habían recogido y tras descargarlo todo zarparon dejándola allí.
Última edición por Namida el Lun Feb 13, 2012 11:02 am, editado 1 vez |
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| Tema: Re: Isla Dagas Miér Nov 30, 2011 11:28 am | |
| Se dio un par de vueltas por el lugar y descubrió que se trataba de una isla que acogía, en su mayoría, herreros encargados de fabricar dagas, espadas, y otras armas filosas. A Nami le brillaron los ojos al descubrir que ya había oído hablar de esa isla. Parecía un sueño hecho realidad.
La joven sintió como algo la lanzaba al suelo y al alzar la mirada se encontró con un hombre que llevaba entre sus manos una gran bolsa con algo dentro. El hombre la miró con rencor y le lanzó una patada que Nami encajó por estar desprevenida. Algo cayó de la gran bolsa sin que el hombre se diera cuenta. Él caminó alejándose de Namida mientras se burlaba de ella. La joven lo miró con una ceja alzada sin entender porqué la había pateado.
Un hombre mayor que el anterior llegó hasta donde la joven se hallaba tirada en el suelo y la miró por un momento y lanzó un suspiro cansado. El hombre le tendió su fuerte mano para ayudarla a levantar y la muchacha agradecida se puso en pie con dolor en el estómago, lugar donde le había golpeado. Al estar de pie el hombre tomó lo que se le había caído al otro y lo guardó.
–Era un vendedor de dagas –musitó con voz cansina cuando llegaron a su casa. Se trataba de una herrería con una cocina, un pequeño baño y una cama– nos roban todas las dagas que pueden llevarse para luego venderlas ellos. Antes podía echar a la mayoría de los que venían por aquí, pero ya estoy demasiado viejo para hacerlo.
–¿Viejo? –preguntó incrédula la joven mientras miraba a su interlocutor. Era un hombre fornido de espalda ancha y fuertes brazos. Pelo espeso y una barba de un par de días– la verdad es que yo no encuentro muy mayor.
–¿Qué edad me echas, jovencita? –preguntó él haciendo poses muy graciosas.
–Sobre los cuarenta y pocos –dijo ella, como respuesta, un poco dubitativa.
–Pues tengo casi ochenta y seis... –dijo con una enorme sonrisa. Nami le dio la vuelta incrédula y muy sorprendida pensaba "Imposible"– ¿Qué me cuentas de ti?
–Pues me llamo Namida y he llegado aquí en un barco de mercancía –dijo con una sonrisa. El anciano colocó un trozo de pan y algo de leche delante de la joven. Nami agradeció el gesto y comenzó a comer acompañando al herrero.
–¿Y qué haces tan lejos de tu casa? –volvió a preguntar antes de morder un poco el pan.
–Pues tuve un pequeño problema con un par de marines y tuve que huir de mi hogar... pero la verdad es que nunca lo consideré así –musitó mientras miraba el vaso, que contenía la leche, pensativa.
Última edición por Namida el Lun Feb 13, 2012 11:05 am, editado 1 vez |
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| Tema: Re: Isla Dagas Dom Ene 01, 2012 2:52 pm | |
| –¿Nunca lo consideraste cómo? –preguntó él sin entender. Levantó su vaso y tomó todo lo que había en su interior. miró, tras tomar todo su contenido, a la joven con una ceja alzada que indicaba que no la entendía.
–Nunca lo consideré como un hogar –dijo Nami. Miró hacia otro lado y suspiró mientras se restregaba el rostro con una de sus manos. cerró los ojos y volvió a suspirar sonoramente. "Nunca me ha gustado eso"
Namida se quedó pensando en lo que había dicho, la verdad era esa. Era cierto que su madre y sus hermanos la querían como si fuese hermana de sangre, pero cuando su padre vivía siempre le dedicaba miradas de desprecio y eso la hacía sentirse fuera de lugar.
La puerta de entrada a la herrería se escuchó y el anciano se levantó con precipitada velocidad. Su rostro mostraba su estado anímico, y no era muy bueno. Estaba aterrado y eso hizo que Nami elevara una ceja confusa.
–¿Qué ocurre, viejo? –preguntó la morena mientras se levantaba de su lugar. Una fuerte patada hizo que se silenciara. Habían aporreado la puerta fuertemente.
–No me llames viejo, me llamo Totosai –dijo el forjador de armas. Su voz se hizo un mísero susurro mientras esperaba que la puerta se viniera abajo.
–¡Hola viejo! –exclamó alguien, con una voz maliciosa, al otro lado de la puerta. Namida se acercó lentamente al anciano y rozó su hombro – ¿Tienes mi pedido diario?
–Márchate –susurró el anciano mientras retrocedía un par de pasos. La puerta calló debido a un nuevo golpe proporcionado por aquel que estaba al otro lado.
–¿De verdad quieres que me marche, viejo? –preguntó suspirando por una tristeza fingida. Cerró los ojos y lanzó una sonrisa perversa– pues dame lo que me pertenece.
–De aquí no hay nada que te pertenezca –dijo Namida, entrando en la conversación. Frunció el ceño al ver como el vendedor la ignoraba– Totosai no se preocupe, yo me encargaré de él.
–¿Estás loca, muchacha? –preguntó el hombre mientras lazaba una sonrisa siniestra. De su cintura desenfundó una espada y se puso en posición de ataque.
–Totalmente –suspiró, con una enorme sonrisa arrogante, mientras desenfundaba la daga. El viejo Totosai miró la daga con el ceño fruncido.
El vendedor de armas se lanzó al ataque pero Nami logró frenar el primer golpe con la daga. La espada se coló entre ambas serpientes y, torciendo un poco su arma logró desarmar al otro. Todas aquellas veces que había sido desarmada por Tai habían servido para algo, por un momento su alegre rostro pasó por su mente. “No te voy a defraudar, amigo”, pensó mientras lanzaba la espada lejos de aquel que la había amenazado.
Última edición por Namida el Lun Feb 13, 2012 11:08 am, editado 1 vez |
| | | Invitado Invitado
| Tema: Re: Isla Dagas Dom Ene 01, 2012 3:42 pm | |
| Con una fuerte patada en las costillas hizo que el traficante cayera al suelo. Se colocó de rodillas a su lado y dirigió la daga a su cuello pero un brillo metálico chocó débilmente contra su arma. Totosai negó con la cabeza mientras apartaba, con la espada del traficante, la daga de su cuello.
–Las manos de un herrero son lo más importante –dijo con una voz monótona, el trabajador– si vuelves por aquí no tendré piedad, ni contigo ni con ninguno de los tuyos. La próxima vez te sacaré los ojos.
El hombre salió corriendo y desapareció en la lejanía. Totosai miró a Namida y le lanzó una pequeña sonrisa. Sus ojos se fijaron en la daga y frunció el ceño, de nuevo. Ese acto no pasó desapercibido para la joven morena. Nami enarcó una ceja y le hizo una pregunta muda.
–Simplemente... es muy posible que me esté equivocando –musitó mientras se acercaba lentamente a la muchacha– ¿Podrías prestarme un segundo esa arma que te acompaña?
Namida miró su arma y alargó su mano con ella. Totosai la tomó y la examinó detalladamente mientras asentía con la cabeza un par de veces. Una marcada sonrisa apareció en sus labios.
–Esta arma ha sido forjada por mí –dijo el viejo tras un profundo examen. La dejó sobre la mesa y esperó a que Nami lo acompañara, sentándose a su lado– la reconocería en cualquier parte.
–¿La forjó usted? –preguntó asombrada. Recordó que su madre le había dicho que esa arma había llegado con ella, en la misma canastilla.
–Así es –suspiró el anciano mientras lanzaba una sonrisa a la joven– esta daga fue hecha hace muchos años. Veamos, recuerdo que era un día lluvioso y un joven cubierto por completo con una capa llegó a mi casa. Cuando le abrí lo encontré todo mojado y lo invité a entrar. Dejé que sus ropajes se secaran y mientras esperábamos le pregunté cual era su deseo. Para que había venido.
«Él me mostró el dibujo de un arma. Tras examinarla de distintas maneras supe que no iba a resultar demasiado fácil realizarla. Cuando le dije el precio se arrodilló frente a mí y me dijo que no tenía nada de dinero para pagarme, me preguntó si podía hacer otra cosa y yo le contesté que sí. Si él lograba vencerme en un combate con un arma blanca yo le haría la daga sin que tuviera que pagarme nada.
–¿Y él lo venció? –preguntó Namida interesada totalmente en la historia y el hombre asintió como respuesta. Nami pensó que aquel que había vencido al viejo Totosai había podido ser su padre.
–Ahora que te veo bien... te pareces mucho a él –dijo con una enorme sonrisa mientras se acercaba a la puerta. Salió fuera de la casa para intentar poner en pie la puerta– desde ese momento él y yo nos hicimos buenos amigos... de vez en cuando volvía y me pedía algún arma a cambio de una buena pelea.
–¿Cómo se llamaba? –preguntó ilusionada Nami. Por fin podría conocer el nombre de su padre. Una de las cosas que más había deseado en todo el tiempo que sabía de su adopción.
–Él se llamaba Ly... –un grito de dolor escapó de su boca antes de poder terminar de hablar. El filo de una espada había atravesado el pecho del herrero.
Última edición por Namida el Mar Feb 14, 2012 8:25 am, editado 2 veces |
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| Tema: Re: Isla Dagas Dom Ene 01, 2012 4:00 pm | |
| – Totosai, ¡No! –chilló Nami corriendo hacia el viejo moribundo. Una furia ciega la recorrió al reconocer al vendedor. Totosai le había perdonado la vida a esa escoria y ahora él había perecido por su causa. El hombre la miró asustado y dio un par de pasos hacia detrás mientras Nami tomaba su arma firmemente. El vendedor la miró a los ojos y pudo apreciar el brillo sobrenatural de una pantera en sus verdes orbes. Algo impedía que el vendedor se pudiera mover de su lugar y eso lo asustaba en demasía. Nami lanzó una sonrisa siniestra y muy fría. Toda la furia que sintió al ver como Totosai caía ante sus ojos se acumuló en su corazón, cegando sus sentidos por completo. – Nunca mires a los ojos de una pantera furiosa –esas simples palabras fueron dichas una vez Namida recuperó la consciencia. La joven miró a su alrededor desorientada. A sus pies se hallaba el vendedor con un montón de arañazos y heridas provocadas por unas garras y dientes animales. La chica se pasó uno de sus brazos por la boca, limpiando algo que sentía cayendo. Al fijar su mirada en su brazo vio que lo que había limpiado era sangre. Y su mano también se hallaba perdida de ese líquido vital. Dio un paso hacia detrás al darse cuenta de que había sido ella la causante de la muerte de aquel hombre. De pronto recordó a Totosai y fue a su lado. Sorprendida vio que no se encontraba donde lo había dejado. Lo buscó por todas partes temiendo lo peor, pero suspiró al verlo en el interior de la casa. Al mirarlo se dio cuenta de que todavía seguía con vida y eso hizo que lanzara una sonrisa. – Namida, el último encargo de tu padre fue este. Él estará de acuerdo con que te quedes con ella –dijo mientras suspiraba por última vez. Se había agarrado a la mesa para intentar ponerse en pie, por lo que al dejar de vivir se resbaló hacia el suelo quedando ahí tirado. Namida tomó lo que el viejo había dejado sobre la mesa. Una daga envuelta en un paño azul. La acompañaba con una nota que rezaba: "Esta daga es capaz de resistir altas temperaturas. Espero que la utilices bien y no me la traigas como las demás. Cuídala bien, amigo." La muchacha cavó un agujero y enterró el cuerpo muerto del anciano. Con unas tablas talló, bastamente, el nombre del viejo. Arrodillada clavó en el suelo una de sus obras. Y así se alejó un poco de la casa. – Todo aquel que vuelva a atacar a alguno de estos herreros morirá de la misma manera cruel que esta escoria –gritó a todo pulmón la muchacha mientras mostraba la cabeza cortada del vendedor. |
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