Honrando la sangre.

Inevitablemente se sentía aliviada, por fin volvía a ser libre, como todo pájaro debía ser.
Hacía más de un mes que no veía a su hermana, le había llegado la noticia de que Norcissa había sido capturada y por lo tanto ya no tenía obligaciones para con Demonsfire, no sentía nada por sus tripulantes, solo había entrado allí por interés y cuando su motivo por haber avandonado su vida como cazarrecompensas se fue, ella ya no tenía presencia allí, el que Norcissa hubiera sido tan estúpida como para dejarse capturar, era, como ella misma había dicho a Namida, culpa de su debilidad, y esa debilidad había sido la via de escape que tanto tiempo había estado esperando.

Solo lamentaba que otro la hubiera atrapado, Norcissa siempre había sido, era y sería su presa.

Y también estaba el tema con Scott, después de su encuentro con él había acabado enfermando y se había pasado dos días durmiendo, lo que le supuso un desperdicio de tiemo garrafal. Había limipiado sus ropas de sangre después de dejarse los dedos en el proceso y para colmo se las había olvidado en la posada, todavía estaba olvidadiza y débil.

Miró las murallas del cuertel general de Shelltown y después la foto de su padre. Había tardado, pero ya estaba allí para hacer lo que siempre debió haber hecho; alistarse en la marina tal como lo había hecho su padre, eso era lo que él hubiera querido. Su pasado como cazarrecompensas quizá ayudara, y no había actuado durante tanto tiempo como pirata como para que su cara fuese conocida por esos lares.
Quería enmendar sus errores y disculparse frente a la tumba de su progenitor, que allí estaba. Antes no se había sentido capaz, pero ahora que se sentía en paz, se lo debía.
Respiró varias veces antes de comenzar a caminar hacía allí, pero sabía que no la aceptarían por las buenas, necesitaría a alguien que la metiera dentro. Frunció en ceño, el problema era que no tenía contactos dentro de la marina, desde siempre todo lo relacionado con las fuerzas de la ley le había dado pavor por el mero hecho de le recordaba que había traicionado la memoria de su padre.

Pero aun así no pudo evitar reír, pronto su hermana tendría una aliada en las filas de la ley.

Le extrañaba todo lo que estaba sucediéndole. En teoria debería haber vuelto a Loguetown hacía semanas, ya que el barco estaba anclado allí, pero tras la satisfactoria charla con su hermana y las buenas noticias de la captura de Norcissa allí no le esperaba nadie, en cambio, en Shelltown tenía un comentido imporante.
Estaba más cerca de los cuarteles de lo que había estado nunca, y no pudo evitar sentirse alterada... y observada.
Oteó los alrededores con discreción, los tejados de las casas e inluso se giró ya sin el más mínimo disimulo -quizá por estar extrañamente nerviosa- pero aun así no pudo identificar a nadie que pudiera observarla, le extrañaba, sus sentidos nunca le fallaban, siempre había tenido una buena percepción, podía sentir presencias cercanas y ver lo que muchos otros pasaban por alto.

Bufó y volvió a caminar hacia los cuarteles, quizá estaba más asustada de lo que creía y ya se le estaba yendo la olla.

Entró, y no pudo evitar sentirse abrumada, tantos marines de aquí para allá, con sus cosas, sus risas, sin reparar en ella, se frotó inconscientemente la palas de las manos contra las piernas. Se sentía estúpida, era una mujer fuerte y parecía una niña de prescolar nerviosa por su primer día de clase.

-Disculpe. - le habló muy diligentemente un marine de rango inferior. -¿Necesita algo?

Ella se limitó a mirarlo, normalmente hubiera sonreido pero en ese momento no pudo.

-Quiero hablar con el que esté al mando. - no una era petición, era una orden, y aunque no estuviera en condiciones de exigir nada, su voz sonó fuerte e irrebatible.

Compensaba su estúpido nerviosismo con másrudeza de lo normal, ladeó la cabeza, y se sintió culpable de la forma en la que le había hablado al pobre chico.

-Disculpe. - ella nunca se disculpaba. -¿Podría hablar con el que esté al mando? - rectificó con una sonrisa y voz dulce, parecía una persona diferente a la que antes había exigido una audiencia.

El chico abrió los labios, pero antes de que pudiera decir nada, miró por encima del hombro de la pelirroja, abrió los ojos desmesudaramente y después bajó la cabeza en señal de respeto.
Genial, había alguien importante detrás de ella, se cruzó de brazos, que realzaron más su boluptuoso pecho y se giró, encontrándose con dos hombres que la miraban con atención.

-Mmm... que sucede acá jovencita, veo que anda en busca mía pero no entiendo el porque, ¿Qué deseas del Capitán de este cuartel? - así que ese era el Capitán, lo escaneó de arriba abajo sin el más mínimo pudor, no parecía demasiada cosa.

Pero en el que pretó especial atención era el hombre que lo acompañaba unos pasos más atrás. Lo miró a los ojos y sintió lo mismo que a la a entrada del cuartel, era él el que la observaba... y lo había pasado por alto al mirar, si hubiera sido un enemigo ya estaría muerta. Frunció en ceño frustrada, no le gustaba que la vista le fallara, lo odiaba. Lo que no entendía como ese hombre de altura impresionante y porte imponente iba caminando detrás del Capitán de la base, si estaba segura de que era mucho más poderoso que él, y que ella misma tambien, podía sentirlo, su aura e incluso su propio poder.
No tuvo miedo ni se sintió intimidada, solo le infundió un profundo respeto, no solía encontrar personas más poderosas que ella... no con tal diferencia de habilidades.

Tras varios segundos de silencio por su parte, devolvió la vista al capitán.

-Quiero entrar en la marina. - le dijo sin cambiar su expresión seria y decidida.

Estaba segura de poder derrotar en combate ese capitán, pero en cambio con ese otro hombre.... estaba segura de que de solo un golpe podría abatirla.

No pudo evitar fruncier el ceño indignada ante las palabras de ese idiota vestido de blanco. ¿No le habían enseñado a nunca juzgar a una persona por como parece ser? ¿Dónde se había sacado su cargo como Capitán? ¿En una caja de cereales? Muchas veces la habían subestimado, y normalmente a esos les daba una paliza hasta que tuvieran que beber sopa durante mucho tiempo, en cambio, a ese hombre no podía ponerle una mano encima.
Y antes de que pudiera abrir la boca para reprochar nada el hombre, que ahora sabía de un alto cargo, se le adelantó.

-Hágale caso al... Almirante. - le dedicó una mirada suspicaz. Estaba clarisímo que era un alto cargo, ya no solo por su poder, sino por el respeto de todos en aquel lugar al verlo pasar, y no solo respeto, admiración, miedo incluso, solo podía ser un Almirante.

-Lo mejor sería una breve pelea contra reclutas pero no solo uno, creo que mínimo ella debería luchar contra 5 de los más capacitados -

No pudo evitar sonreír como una niña al que le ofrecen un caramelo, ese hombre le encantaba.

-Será un placer. - le dijo a los dos hombres, siguiendolos sin para a mirar siquiera contra quienes les tocaría luchar.
Aquello sería rápido.

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Llegaron al campo de entrenamiento, los cinco hombres se posicionaron fernte a ella y el Capitán y el Almirante se hicieron a un lado, mirando desde una distancia prudencial.
Eran altos y de complexión fuerte, algunos mas musculados que otros.

-Muy bien. - arqueó la espalda, estirándose y tomándoselo como un juego. -Será cuerpo a cuerpo. - no quería mostrar sus capacidades con la espada, pues no quería cortar a ninguno de aquellos reclutas, prefería dejar ver algo de su Akuma, como una pequeña muestra de ssu habilidades.

-Cuando queráis. - sonrió.

Sonrió, no podía creer que de verdad usaran esa formación tan simple, si que era más dificil esquivar y contratacar siendo rodeada, pero no para ella.
Numeró a los marines a medida que la atacaban, así le seía más fácil.
El número uno se lanzó a por ella, alzando el puño, se extrañó, ¿Por se exponía tanto? Se había convertido en un blanco fácil.
¿Quién demonios había entrenado a esos chavales?

Puñetazo marrullero a la barbilla camuflado en uno al abdomen.

El marine número dos se abalanzó sobre ella por la espalda esgrimiendo una... patada a las espinillas.
Se extrañó de haber podido leer sus movimientos antes de que los ejecutaran, cuando estaban a punto de impactar y quizá esta sorpresa retrasó su tiempo de reacción y alteró la forma en la que iba a defenderse.

Simplemente cogió de la muñeca al número uno, aprovechando su propio impulso y con un simple giro de pies lo lanzó con brutal fuerza hacia su otro compañero que se disponía a atacarla, deteniendo al numero dos y consiguiendo que ambos impactaran violentamente contra la pared que tenían tras de sí, en un doloroso golpe, valiéndose de su fierza como espadachin y la que le proporcionaba su akuma.
La técinica siquiera podía llamarse como tal, era un simple y basto movimiento -aunque efectivo- llevado por el instinto y basado en la fuerza bruta, nada hermoso de ver.
Ni siquiera se había dado cuenta que la velocidad de los reclutas estaba muy por encima de la normal.

-¿Ya está? - dijo falsamente decepcionada, intentando motivar a los demás marines para qeue dieran lo mejor de sí, no quería que fuera tan asquerosamente fácil.

Frunció el ceño, enfada consigo misma, cualquiera bien entrenado hubiera podido aprovechar la obertura que tuvo cuando se sorprendió estupidamente de sus propias habilidades.

Cruzó los brazos bajo los pechos, realzándolos más si era posible... era una mala costumbre. Se había emocionado, pero adminitía que no le apetecía luchar, y parecía que ese capitán había notado que ninguno de aqullos reclutas hubiera tenido la más mínima posibilidad contra ella.
Sonrió, satisfecha por sus deducciones.

-Sabía que eras Almirante. - dijo mirando al susodicho, lejos de estar sorprendida por su altisímo cargo.

Y también suponía que él era quién había propuesto aquella prueba, dudaba que a todas las mujeres que quiren entrar en la marina las pongan a luchar contra cinco de los mejores ruclutas.
Pero aquello tampoco importaba.

-Erza Scarlet. - dijo con su conocida determinación, solo esperaba qeu no la reconocieran por el apellido y la relacioran con su padre o su madre, odiaba que sintieran lástima por ella, y si lo supieran solo la verían como la pobre huerfanita que no tiene a dónde ir, lo podría soportarlo.

-...y porque deseas pertenecer a la marina... --hizo una mueca de disgusto, pequeña, casi imperceptible, sabía que le preguntarían eso pero aun así le era desagradable.

Sus asuntos familiares no le importaban a nadie.

-Porque es lo que etngo a decir. - pensó que era una buena respuesta.

No estaba allí por placer, ni porque quisiera dedicar hasta su último aliento luchando por preservar el orden, tampoco por proteger a las mismas personas que en su día la odiaron, solo estaba allí porqeu su padre así lo hubiera querido.