Hermanas de nuevo, la sangre nos busca.

Tenía el papel arrugado que su hermana le había dado en tempestad, protegido por su puño firmemente cerrado.
Llevaba horas buscando el bar Black Poker, corriendo como una desquiciada por las calles y dando vueltas en circulos, que estaban estresándol de sobremaner. Hacía poco más de un mes que no la veía, y lo cierto era que no había podido ir antes. De hecho, se había marchado del barco de Norcissa cuando ella no estaba, no quería decirle a dónde iba, ni con quién ni mucho menos porqué. Tampoco quería quedarse en ese barco en el que ahora su presencia ya no significaba nada.
Sus ojos centellearon en odio y dolor, pero se calmó y pensó en los ojos escarlata de su hermana, ahora solo quería verla a ella, tendría demasiado tiempo para culparse y sufrir.

El tener un lugar al que volver era algo extraño para ella, no solía pasar dos veces por la misma isla y tampoco solía quedarse demasiado, pero no por ser extraño le era desagradable, al contrario, no podía evitar sonreír como una estúpida mientras corria, le recordaba cuando su hermano volvía y ella salía de casa corriendo para recivirlo, era como si todo volviera a ser como antes... se permitía pensar por pequeños momentos que todo había vuelto a ser como antes, aunque luego volviera a la realidad y todo quedara aplastado bajo el implacabale peso se la verdad.
Quería verla, contarle todo por lo que había pasado... Su repentino cambio de profesión, el reencuentro con cierto hombre y el doloroso abandono de después, su charla con Allen y todo lo demás.

Y como hacía tiempo que corría sin pensar a dónde ir, absorvida por sus pensamientos, llegó justo al bar que buscaba.
Miró la fachada exterior sin demasiadaas atenciones y abrió la puerta, causando el tinineo de una campana al hacerlo y atrayendo todas las miradas hacía ella, la mayoría de lo que debían ser hombres con pensamientos poco agradables con ella como objeto.
Busco a la única persona que le interesaba, y esbozó una sonrisa al verla sentada en la barra, de espaldas a ella, hablando con el camarero.
Se acercó en silencio, algo que no le costó mucho dado el ambiente bullicioso del lugar, y al estar tras ella, rodeó su cuello con los brazos en un abrazo.

-¿Me hechabas de menos, hermana? - sonrió como pocas veces lo hacía; verdaderamente feliz.

Amplió la sonrisa al ver la de su hermana, y correspondió a su abrazo, igual de cálido y protector como recordaba.

-Lo siento, no he podido venir antes. - le giñó un ojos y sacó la lengua en un adorable y cómica pose de culpabilidad. -Pero ya sabes, prometimos no dejarnos ir, y aquí estoy.

Estaba contenta de poder ver a su hermana, provablemente ya la única persona a la que le confiaría la propia vida si fuese necesario, porque ya estaba cansada de promesas vacías y sueños rotos, de falsas esperanzas y de sentimientos inútiles que no hacían más que estorbar. Solo confiaría en Aria porque era la única en la que podía confiar.

Devolvió el saludo a Crash -que daba la casualidad que era el camarero- con la mirada ausente incluso, el hombre del que le había hablado su hermana.

-Encantada. - se limitó a decir dedicándole un pequeña sonrisa. -¿Me puedes poner algo que tenga alcohol? Da igual lo que sea.

Hacía tiempo que no veía a su hermana, y no quería que para empezar la viera abatida y frustrada, así que le sonrió con dulzura, sentándose e invitádola a que la imitara.

-¿Cómo te ha ido, hermana?

Rio ante la conversación de su hermana y Crash, estaba completamente desconectada de luchas sin sentido, persecuciones, traiciones y abandonos, por primera vez en lo que habían sido larguísimos años rio sin mayores preocupaciones.
Era un ambiente en familia que creía haber olvidado.

Dio un sorbó del wisky, que debía admitir, era el mejor que había provado, mientras escuchaba a su hermana.

-No... - respondió, algo entristecida, sin molestarse en ocultarlo. -Ahora podremos patear culos juntas. - le dedicó una sonrisa tranquilizadora a su hermana, no queriendo precuparla.

Dio una largo trago a su vaso, y sin previo aviso miró a su hermana con una sonrisa y mirada suspicaz.

-Quizá te interese que hace poco me encontré con cierto marine pelinegro y de ojos violetas.

No pudo evitar reír ante la reación de su hermana, le recordaba tanto a ella misma hacía varios años.

Dio otro trago.

-Te envidio. - le dedicó una cautivadora mirada. -El muy terco no reconoció hasta el final conocerte, solo para protegerte y que nadie pudiera usar lo vuestro en tu contra.

Lo mejor era omitir que el chaval no le caía demasiado bien.

Su hermana se sonrojaba muy facilmente... era muy gracioso.

-Te quiere, es indudable y apuesto a que pronto lo volverás a ver

Rio ante la vehemecia con la que lo describía, la había clavado.

-No podría haberlo dicho mejor, pero aun así tienes buen gusto, es muy guapo. - arrastó la última palabra. intentando molestar a su hermana y hacerla sonreír.

Parecía extrañamente preocupada, y eso hacía que ella se preocupara, no quería verla así.

-Sabes que te ayudaré en todo.

No pudo decir nada porque sin más, un pirata común entró al bar, dirijiéndose a Aria y comunicándole una inopotuna presencia marine fuera, que amenazaban con destruir todo si no salía.
Pobres estúpidos, lo único que conseguirían destruír sería sus vidas.

Se paró, al lado su su hermana, devolviéndole la sonrisa.

-¿De verdad lo preguntas? - llevó la mno derecha a la empuñadura de Hana, su preciada katana. -Vamos a jugar un rato.

-Hermana, tienes muchos admiradores. - bromeó.

Pero lo que no era una broma era la cantidad de marines que habían ahí, ni tampoco como de deshizo de ellos su hermana, su poder era muy... curioso, y bonito a la par.
El suelo quedó formado por estrechas y profundas grietas, una marine de cabello plateado quedó frente a Aria, y otras dos, armadas con una katana y una lanza la rodearon a ella.

-Será mejor que me ponga seria, no quiero quedarme atrás

Entró en su modo completo, sus alas se extendieron con violencia provocando, una fuerte rafaga de aire, que levantó el polvo, se llevó los objetos y cuerpos de los marines inconscientes.
Sus ojos se tornaron amarillos, su piel se escureció y sus garras crecieron en mortíferos cuchillos de diez centímetros.

-¿Allen? - no pudo evitar sorprenderse.

¿Era cierto? ¿Allen había mandado a una legión de marines a por Aria? No lo conocía lo suficiente, pero podía asegurar que la queríá. ¿Hasta que punto aquello era cierto?

Vio como su hermana recivía un certero puñetazo en la boca del estómago, pero aunque quería ir a yudarla, no podía mientras esquivaba los ataques de esas dos raritas, saltando en el escarpado suelo que su hermana había creado.

-¡Deja de huir! - bramó furiosa la que blandía una katana, mientras daba un salto queríendo abatirla.

Parecía que su hermana no necesitaba ayuda, había petado la cabeza de aquella mujer como a un melón.

-Cállate. - en un desenvaine imperceptible para un ojo poco entrenado, enterró hasta la empuñadura la hoja de hana en el abdomen de la mujer, había tenido la primera abertura en toda su seríe de ataques y ella lo había aprovechado.

Le escupió sangre en la cara, antes de caer al suelo y acabar de desangrarse.

De un salto llegó hasta su hermana, ignorando a la otra mujer, que se había quedado junto al cuerpo de la que había acabado de ensartar.

-¿Estás bien?

Era la primera vez en mucho tiempo que la hoja de su katana estaba bañada en sangre.

-No te preocupes. - le sonrió. -Cuida tu espalda hermana.

Dio la espalda, y saltó, quedado frente a la mujer que blandía la lanza, acabaría con ella y ayudaría a su hermana.
Podía sentirlo, no necesitaba verla para saber que quería las cabezas de todos que vestían de blanco aquella tarde, quería sus gritos, su sangre y su vida. Sabía como se sentía, sabía por lo que estaba pasando, una traición por pate de la persona que amaba, tal y como ella, sabía lo que sentía y lo que quería porque era lo que ella misma sentía y quería.

-¡La has matado! - esgrimió un ataque contra ella a una velocidad problemática.

Pero para su mala suerte, no estaba de humor para bailar con ella. Cogió su lanza, esquivó con movimiento de cabeza la hoja y sin mayores problemas la partió, lanzando los restos a una de las grietas del suelo, y pivotando sobre ella misma, le golpeó en el cuello con un patada que poco habrían podido esquivar, lanzadola contra la pared.
Se acercó a ella, y alzándola por el cuello, enterró la mano en su abdomen, y valiendose de su fuerza sobre humana y sus larguisimas garras llegó hasta su corazón, parte que decidió quedarse, y así lo hizo, de un tirón, el cuerpo de la mujer cayó al suelo bañado en sangre y en su mano estaba tan preciado órgano.
Lo miró con repulsión y lo dejó caer con indiferencia sobre el cuerpo de la chica.

Miró a su hermana, que segaba vidas en una danza de sangre y muerte. Se quedó allí, mirándola, dejándo que desahogase toda su furia, su frstración y su dolor.

-No hace falta que la cuide demasiado, se que estas ahí cuidándola por mi, querida hermana

Aria no sabía que hacer ni que sentir en aquel momento, mataba por puro gusto, por sentir la cálida sangre entre sus dedos y sus uñas mientras que descargaba su ira y su inocencia por volver a creer en un hombre, cuando nunca debió de hacerlo, se sentía usada, como si todo hubiera sido un juego, como si cada caricia, cada beso, hubiera sido solo una trampa para llevarla aquel momento, se sentía...de tantas formas y maneras diferentes que no quería pensar en aquello, solo quería descargar mas y mas su furia contra la marina, que le había quitado todo, desde su familia, hasta las esperanzas de poder seguir con su vida, de rehacerla y seguir hacía delante.

//No quiero creerlo, no puede ser verdad, seguro , seguro Allen vendrá pronto y lo aclarara todo, si, no puedes dejarte llevar Aria pero , y si...¿fuera verdad? , no, no, no podrías soportarlo , volvería a ser aquel demonio y no quiero, no quiero dañar de nuevo a los que me importan//

Pero el caso era...¿a quien le importaba lo que a ella pasara? , incluso su hermana, si, su hermana podría cambiar de opinión si se enteraba de lo que ponía en aquella carta, la desesperación se apodero de la joven cuyo cuerpo era ya todo diamante, apenas quedaban ya marines, y apenas quedaba ya suelo que pisar que estuviera liso , demasiados golpes, demasiada sangre, demasiado cansancio, Aria cayó de rodillas con la mirada perdida en el suelo su cuerpo ya normal bañado en sangre.

-No se...en quien creer

La vio caer agotada, de rodillas sobre el suelo, con las manos, la ropa y la cara ensangrentadas.
Sabía como se sentía, lo sabía mejor que nadie, nadie exepto ella podría entenderlo.

El único marine que quedaba en pie, huyó con el rabo entre las piernas, sudando como un pollo y tirando su espada. Era patético.
Se acercó a ella de un salto y la abrazó, intentando infundirle la tranquilidad y calidez que sentía ella misma cuando la abrazaba su hermana.

-¿Le quieres? él a ti sí, deben haberte tendido una emboscada, se que él nunca te haría esto.

-Entonces confía en él.

No soprtaba verla así, llorando en su hombro, le destrozaba el corazón. De no ser porque sabía que Allen no había sido en causante de aquella emboscada, cumpliría con sus amenazas, lo buscaría, lo encontraría y lo mataría.
La abrazó más fuerte, dejándo que llorase todo lo que quisiese, diciendole que siempre estaría allí para ella.

Le costaba no llorar a ella tambien.