Mírame a los ojos y te bañare en sangre

No era la primera vez que era perseguida por piratas rencorosos a los que había entregado en su momento a la Marina y habían conseguido escaparse, siguiendola por todos los mares gritando y agitando sus espadas como unos posesos en busca de venganza, pero aquello era nuevo hasta para ella.
Esparcidas por todos los comercios de Berelia -aprovechando la nula presencia Marine- habían notas donde ponía en letra bien clara que cualquiera que pudiese atrapar y entregar a ''Erza Scarlet, la traidora criminal'' a la banda Blood mark sería recompensado generosamente.

Releyó la dichosa notita que le había dado el camarero del bar donde se encontraba al preguntar si tenían trabajo que ofrecerle, y no es que fuera la señorita caridad, pero necesitaba el dinero.

''A todos los hombres y mujeres fisícamente aptos de Berelia:

Se informa que cualquiera que sea capaz de capturar con vida a Erza Scarlet, una traidora y peligrosa criminal, y la entregue a la banda de libertadores Blood Mark será recompensado generosamente.

Atentamente, John el Rojo, capitán de los Blood mark''

No pudo evitar soltar una carcajada.

¿Libertadores? ¿No se le había ocurrido nada mejor a ese intento de pirata?

Y sin darse cuenta había encontrado algo mucho mejor que el dinero; poder zurrrar a una pandilla de piratas inútiles.

Pero aunque para ella aquello fuera un paseo, toda la carta era una gran mentira; Blood Mark era un banda pirata que quedó disuelta cuando ella misma había entregado a su capitán, Jonh el Rojo, a la marina en sus días como cazarrecompensas. No había recompensa para nadie que puediese atraparla, matarían a cualquiera que se acercase, lo de ''generosamente'' sería darle al pobre desgraciado una muerte rápida.
Y aprovechando que ya no estaba ''protegida'' por la ley, intentan capturarla para vengarse.

Tomó otro sorbo de su bebida.

Pero aunque ahora era una criminal seguía teniendo conscienia, era un pleigro que esas notas rondaran por la ciudad, llevando a la muerte a pobres idiotas que iban tras falsas promesas de riquezas.

Se levantó y se acercó a la barra, captando la atención del dueño del local.

-¿Qué quieres? - era un hombre un tanto arisco... no le gustaba nada su tono.

Le enseñó el papel.

-Tiene que sacar estas notas de circulación. - esperaba que le hiciese caso sin hacer preguntas.

-¿Y por qué debería hacer eso?

Frunció el ceño frustada ¿Porqué siempre le tacaban a ella los idiotas inconscientes?

-¿Algo más o te largas ya? - ese tio necesitaba un buen revés de mano.

Calmó su sed de sangre y comenzó a leerle la carta en voz alta, cabreada y estresada, nunca había sido mujer de mucha paciencia.

-No son libertadores, no habrá recompensa generosa. - le tiró la nota en la cara. -Es todo un gran entramado de mentiras, son tan solo un banda común de piratas de metodos poco... - buscó la palabra a sus conocidas costumbres bárbaricas. -... ortodoxos.

Vio como el hombre tragaba grueso.

-¿Cómo sé que no me estás mintiendo? - susiró.

Era bastante simple ¿Qué ganaba ella mintiéndole? Nada. Pero para su desgracia hay demasiada gente que no atiende a razones.

Metió la mano en el obi de su querido kimono verde, buscando cierto cartel de wanted, y cuando lo encontró lo pusó sobre la barra acompañado de un sonoro manotazo.
De hecho, ese era uno de los pocos carteles que aun conservaba.

En el cartel se veía las conocidas palabras de ''Vivo o muerto'', una suma no muy grande por su cabeza, el nombre de Jonh El Rojo y la foto de ese hombre.

-¿Esto te parece una mentira? - su voz no dejaba lugar a réplicas.

El hombre miró el cartel unos segundos, para después alzar la vista.

-Veré que puedo hacer. - por fin decía algo con sentido.

-Bien.

Y sin más se marchó del bar y nada más cruzar la puerta esbozó una sonrisa y se marchó hacía el puerto tarareando una canción, otra vez se había ido sin pagar la cuenta y nadie le había dicho nada.

Ahora solo le tocaba enontrar a esos payasos y clavarles la espada en el culo.

Aunque encontrar algo si iba ella sola era bastante más díficil de lo normal. Y allí parada, en medio de la calle, mirando a todos lados, con el ceño fruncido y asustando a todas las personas que pasaban por su lado se preguntaba cómo demonios de había podio perder andando en línea recta.

-Esto es una mierda.

Y sumando a la cantidad de calles que tenía esa isla infernal, que construian el peor de los laberintos para los desiorentados como ella, su estrés subía como la espuma. Ya recordaba porqué nunca iba allí.
Y para sumarlo a su lista de problemas, esa pandilla de payasos nunca estaban por el centro de la ciudad, así que no se podía ahorrar el trabajo de buscarlos.

-Mamá ¿Dónde está papá? - un niño que rondaba los cinco años habló a su espalda.

-En el puerto, cariño, vamos a verlo. - y como un brillo de espranza, madre e hijo iban hasta el embarcadero.

Solo tendría que seguirlos y llegaría hasta el puerto.

Y tal como supuso, llegó hasta el puerto. Y ella se preguntaba, si solo había que caminar calle abajo y girar a la derecha en el último cruce ¿Cómo podía haberse perdido?
Y en mitad de su delirio vio el barco del intento de pirata que estaba buscando, que era más grande de lo que recordaba, aunque eso la beneficiaría; no tendría que montar un baño de sangre en cubierta, solo en los camarotes.

Se acercó con su conocida discreción al barco, comprovando que había varios de ellos en cubierta.
Tenía entendido que eran cinco, y si tres estaban en cubierta, Jonh el Rojo y su segundo de abordo estabán dentro.

-Que empieze en espectaculo.

Subió por la cadena del ancla, hasta llegar a cubierta, escabulléndose hasta los camarotes sin ser detectada por los tres novatos que vigilaban el barco, entrarían atraídos por el ruido hacía dentro, y ahí empezaría el baile.

Escuchó dos voces detrás de una puerta, que debía ser el camarote principal del barco, dado lo bien posicionado que estaba.
Para su suerte, nunca se perdía cuando buscaba a alguien a quien patear el culo.

-Capitán, me temo que no pica el anzuelo. - parecía lgo preocupado. -Nadie ve nada, ni nadie colabora, ni siquiera sabemos si Titania está en esta isla, su idea ha sido...

-''Completamente esúpida'' - completó ella mentalmente.

Un manotazo y el sonido de algo caer y romperse.

-¡Calláte! - ese tio nunca había sido muy inteligente.

Lo mejor sería pasar a la acción.

Se lenvantó, abrió la puerta dónde esos dos discutían, entró y cerró la puerta tras de sí con total naturalidad, no quería interrupciones inoportunas.
Los saludó como si de su mejor amiga se tratase.

-Cuánto tiempo. - levantó la mano a modo de saludo, y parecía que tal había sido la impresión de encontrarsela allí que no sabían como actuar.

-¡Tu!

Parecía que el segundo de abordo era el más espabilado, pero no tenía interés en él, No del todo, solo había ido ahí para divertirse y eso haría.
No duró más de un sengundo, y tranformando el plumaje de su mano izquierda envió una de sus plumas directo al cuello del hombre, que le seccionó la vena aorta y siguió su trayectoría, haciendole un corte en la mejila a Jhon y clavándose con un sonido sordo en la madera que formaba la pared del camarote.
La sangre del hombre salpicó un su rostro, su cuerpo cayó al suelo, y la madera comenzó a teñirse de rojo.

-Tenía entendido que me buscabas. - sus ojos centellearon en amarillo y su voz sonó falsamente inocente, su parte animal estaba ganando terreno.

-Oh... - y allí estaba esa parte de ella misma, falsamente entristecida. -Otra vez has desperdiciado mucha diversión.

No podía decir que se llevara mal con su otra parte, pero no le gustaba sus metódos; era l clásica bestia que disfrutaba matando a las personas casi tanto como haciéndolas sufrir.

-¡Me has ahorrado el trabajo de buscarte! - curiosa bienvenida.

Jhon se avalanzó sobre ella con los ojos inyectados en furia, esgrimiendo un pobre puñetazo. Rodó los ojos, que se tornaron amarillos, con la palma de su mano atrapó su puño, y ayudandose de su otra mano, en un seco y rápido giro le rompió la muñeca en una dolorosa fractura abierta. El hueso rasgó la carné y asomó en su muñeca acompañado por los gritos del capitán.

-Aprendes rápido, Erza-chan... - estaba extasiada, disfrutaba con la melodía que suponían sus gritos, como lo odiaba.

-Cállate. - le escupió.

Jhon se mordió la lengua para no seguir gritando, lo de callarse no era para él, pero se agradecía, sus berridos le taladraban los oídos.

-Si ya te capturé una vez ¿Qué te hace pensar que ahora podrás conmigo? - simple curiosidad.

Sonrió empapado en un sudor, desde el suelo.

-Esta vez será diferente. - solo le había roto la muñeca y ya le costaba hablar ¿Se podía ser más patético?

Lo miró desde arriba, seria, dejándole ver con tan solo una mirada lo diminuto que era y que sería siempre, dejándole ver el gusano que era.

-Claro que lo será. - puso la mano sobre su pecho, sintiendo los acelerados latidos del corazón del hombre, que ya no se defendía, quizá por miedo, quizá por dolor o por otros motivos que ella no sería capaz de comprender.
La única mano que el hombre podía se posó sobre su muñeca, apretándola con toda la fuerza que tenía.

-No eres diferente de mi, matas por placer, ocultándote tras un falsa máscara de justicia y diciendote cada vez que te miras en un espejo que lo que has hecho lo has hecho porque debías, eres una asesina, igual que yo.

Lo miró a los ojos, sonreía satisfecho, pensando que aquellas palabras tendrían algún significado para ella. No eran más que estupideces salidas de la boca de un muerto, palabras vacías.
Era un pobre idiota que no la conocía e intentaba darle lecciones.

No movió su mano, de la que sus uñas crecieron y en un silencioso movimiento, perforaron su corazón, arrebatándole la vida en pocos segundos.
La sangre teñía todo el entablado de madera que era el suelo en una tétrica escena, que por suspuesto, su parte animal calificó de preciosa.

Los estruendosos pasos de otras tres personas que se acercaban llegaron a sus oídos, tal y como había supuesto, esos tres hombres de cubierta habían corrido a ver que pasaba en cuanto oyeron todo el estuendro.

-Dejáme salir a jugar. - paercía un suplica demasiado alegre.

Cerró los ojos y suspiró, no debía dejarla salir, pero aún así se lo permitió.

-Se amable. - se limitó a decirle extrañamente, sintiendo como perdía el dominio sobre su cuerpo, una sensación que hacía mucho no sentía.

-Eso es... - un desquiciada sonrisa se esbozó en sus labios y sus ojos brillaron excitados. -Imposible.

Lo que llegó despues fue un vals de sangre y gritos, mezclados con el olor a miedo.
Se tomó su tiempo, dejó que cada uno viera que le pasaría y tras jugar como un niño vilento juega con su muñeco de trapo, el barcó acabó inundado en el aroma de la muerte.
Recobró el domio sobre su cuerpo, se dio la vuelta y se marchó, no miró hacía atrás, no quiso ver lo que había quedado de aquellos hombres, que a fin de cuenta, solo cumplían ordenes.
Rompió un cristal que daba a la mar y saltó, sobrevolando el agua. No sabía como se quitaría ahora toda esa sangre de la ropa, las manos y la cara.