Yacía muerto, allí tendido sin siquiera la más leve señal de vida, sus labios habían tomado una tonalidad morácea, y su piel había adquirido una tonalidad tan nívea como una nube. No había forma de controlar el pulso, pues no había nadie en los al rededores, dejando aquel cuerpo tendido contra el frío suelo de piedra. ¿Qué habría sucedido? ¿qué pudo haber dejado a un muchacho en un estado comatoso, sin siquiera alterar su aspecto físico?
Estaba empapado, de su cabello cobrizo aun escurría aquel líquido salado, al igual que en sus prendas, desde las cuales ya había emergido un charco el cual rodeaba el cuerpo del muchacho, parecía producto de la lluvia, más era imposible de creer debido a que fuera del radio dibujado alrededor del muchacho nada más se encontraba humedecido, solamente aquel muchacho, el cual parecía haber sido víctima del ahogamiento.
Un sonido casi inaudible se hizo sentir, y acompañando a este un movimiento desde la caja torácica del muchacho, una vez tras otra se repetía el mismo movimiento, y el sonido parecía cobrar más y más fuerza, era tos. El muchacho recobraba el color con lentitud, y su boca emanaba lo que parecía ser agua, en un fugaz movimiento, el cuerpo del muchacho pasó de una postura horizontal a formar un ángulo de noventa grados, manteniendo sus piernas inertes, pero con su torso ahora a una mayor altura.
Rápidamente un ardor se hizo sentir en el pecho del muchacho, llevando sus manos de manera débil hacia aquella dirección, más no había cortada alguna, ni tampoco señal de algún golpe, solo sus prendas empapadas las cuales le recubrían su cuerpo. Quizás su rápido actuar le había provocado el dolor repentino, ergo no podía comprender el porqué su pecho ardía con tanta fuerza, ni el porqué su cabeza poseía tal dolor, era como una puntada tras otra por dentro de su cráneo, el cual se intensificaba en el momento aquel en el cual el muchacho intentaba rememorar algo de lo ocurrido con anterioridad, dejando como único dato su actual condición, al mantenerse totalmente mojado.
Una bocanada de aire provocó al muchacho el olvidar de manera efímera aquella presión ocasionada por su pecho y cabeza, intentando a continuación el divisar a su alrededor, por lo menos para poder percibir algún tipo de aspecto ya conocido por él, algo que le permitiera saber en donde se encontraba. Su visión se encontraba algo distinta, no percibía el color, ni tampoco acaparaba la luz del entorno en su totalidad, se encontraba todo bañado en un manto de anaranjada coloración. Un constante parpadeo permitió al muchacho comprender que no era debido a su reciente despertar, sino más bien a un artefacto que yacía en frente a sus ojos.
Deslizando sus manos desde su pecho hasta su cabeza, el chico pudo tomar lo que parecía ser un visor, el cual elevó para poder divisar a la perfección el ambiente, notando una vasta diferencia con el vistazo anterior, aunque tampoco había detalle alguno que permitiera hallar al joven, después de todo solo podía ver lo que parecía ser un risco. No había punto de referencia alguno, solo sabía que el suelo estaba elaborado meramente en piedra, que a la distancia hallaría unos árboles, por la coloración verdosa que lograba distinguir, y que no parecía haber hogar alguno en aquel paraje.
Girándose sobre si mismo pudo percibir lo cercano que se hallaba de un doloroso final, al descubrir que lo único que le separaba de la caída al agua y las rocas eran unos pocos pasos, de hecho era posible contarlos con los dedos de las manos. Como movimiento automático, el chico se apartó a rastras de aquel territorio, adentrándose más en el suelo firme, aquel susto había hecho reaccionar a su cuerpo casi por completo, pues sentía su respiración y pulso acelerados.
-Eso estuvo cerca – el comentario del muchacho parecía ser el primero en años, ya casi sentía el haber perdido su voz, pues cierta sorpresa se hizo notar en su rostro al escucharse decir aquel comentario sin pensarlo con anterioridad. Un suspiro abandonó los finos labios del muchacho, no tenía tiempo que perder con aquel miedo, ya que debía al menos hallar su camino a casa ¿quién sabe que podría rondar por aquel sitio? Tanto partir como permanecer resultaban ideas peligrosas, sobre todo para un chico que no era muy experimentado en el combate, pero ante ambas ideas, era mucho más factible hallar algo de ayuda al movilizarse que esperar allí mismo.
Tras un constante replanteamiento del panorama el chico optó por no retenerse allí, por lo que débil y dubitativamente comenzó a posarse en pie, notando una extraña sensación, ya que no solo el peso extra en sus prendas, debido al agua, le dificultaban su acción, sino que también padecía un raro sentimiento, como si acabara de despertar sus piernas con aquel movimiento, un hormigueo le recorría desde su cintura hacia abajo, y de hecho se sentía al borde de caer, sin mencionar que sus pasos se habían vuelto torpes, ocasionando que en cuestión de segundos su cuerpo volviera a yacer recostado en el suelo. El dolor de la caída no era tan fuerte como para hacer olvidar la opresión en su pecho, pero si lo suficiente como para otorgar una nueva mueca de dolor en el rostro del joven, si bien se especializaba en pensar de forma lógica, toda coherencia se había marchado desde el punto aquel que había sido abducido a un territorio desconocido, plenamente vacío, y sin rastro alteración aparente, a parte del dolor que él percibía, conjuntándose todo aquello en una extraña sensación que se apoderaba del joven, una voz que le decía que saliera pero no buscando algo, sino que corriera, que se apartara de aquel sitio, y no necesariamente para avanzar, sino para huir, por si lo que le había llevado allí, volvía por él.
Era miedo, aquella sensación que podía paralizar un cuerpo y mantenerlo en estasis o hacerlo entrar en una descarga de adrenalina para arremeter de un sitio, en este caso, había una mezcla en los sentimientos del muchacho pues su mente le decía que corra, pero internamente se hallaba mareado, sus piernas no respondían correctamente, y eso podía bien deberse al miedo, o al tiempo que había pasado él en aquella postura, pues era desconocido desde cuando se hallaba en ese sitio. La respiración del chico volvió a acelerarse una vez más, la incertidumbre solamente le hacía pensar una y otra vez en las posibilidades, su mente se tornaba nebulosa ya de tanto pensar, y el dolor se amplificaba con cada cálculo que intentaba formular en cuanto a un plan de escape.
Sus pies se movilizaron con suavidad, dando una plataforma estable para que sus piernas y el resto de su cuerpo se alzaran, no caería presa del miedo mismo, tenía que calmarse y andar con suavidad o acabaría tropezando y cayendo otra vez, pero eso resultaba mucho más sencillo de decir que de hacer, ya que aun se mantenía la idea de correr, introducirse en aquel terreno verdoso desconocido y solo avanzar, era la razón contra el temor. Entre la constante respiración un suspiro nuevo emanó, finalmente se había rendido, dando un primer paso calmo, esta vez su pie no jugó una mala broma, se mantuvo estable sobre aquel suelo inerte, llevando así al segundo, seguidamente del tercero y así, dejando tras cada paso que daba un pequeño charco debido a las gotas de agua que aun se deslizaban desde sus prendas y cabello directamente al suelo.
Era una caminata acelerada ergo no se había lanzado a correr, había intentado contenerse, no quería hacer nada estúpido y terminar cayendo en la trampa de algún depredador, pero tampoco podía confiarse solo en la cautela o no saldría jamás de allí. Es por esto que optó por ser precavido, presionando sus dedos contra las palmas de ambas manos, formando puños y luego volviendo a dejar sus manos libres, era un acto que repetía una y otra vez a medida que caminaba, aunque más que un alistamiento parecía alguna clase de costumbre nerviosa o símil.
Unos pasos fueron llevados a cabo, y el panorama se dibujaba de igual manera impredecible y desalentador. Ni una señal , ni una persona, y tarde había percibido también la carencia de animales, esto solamente fortalecía sus ganas de salir de allí, pues por alguna razón aquel sector yacía deshabitado. Fue entonces que lo notó, algo había sido pisado por él, era un objeto duro, pues no había oído crujir ni tampoco había sentido el deshacer de aquel objeto por el peso de su pie. Quizás una piedra, pensó el chico, pero algo le hizo interesarse en lo que yacía bajo su bota, sentía algo en él que le hacía detener su andar y fijarse por debajo de sí.
Haciendo caso a sus instintos, apartó su bota, y pudo ver aquel objeto hexagonal cuyo brillo parecía haberse perdido en el tiempo, su centro se encontraba vacío, y cada punta mostraba cierto desgaste, asemejando la silueta a una rueda imperfecta o un anillo de picos. Sin saber porqué, el chico se inclinó y tomó dicho objeto entre los dedos de aquellos guantes oscuros los cuales recubrían sus manos.
El objeto le resultaba llamativo, más no solo por su forma sino por alguna razón desconocida, era cierta familiaridad o mejor dicho nostalgia, una sensación que le hacía sentir curioso y hasta otorgaba a su mente un pantallazo de imágenes constantes, musicalizadas meramente por la risa de un pequeño niño, junto con frases que parecían provenir de una voz adulta. “Todo objeto precisa ser ajustado para mantener una ruta firme...” las imágenes mostraban una y otra vez, un niño haciendo rodar aquel hexágono en el suelo, mientras su padre le observaba sonriente, ajustando uno igual en lo que resultaba un curioso aparejo.
Casi al unísono, el chico mencionó titubeante la palabra que el hombre enunciaría en aquel recuerdo. -“Una tuerca” - “Las tuercas pueden mantener todo sujeto, incluso en las situaciones más duras...” Sin comprender del todo, el porqué sabía lo que estaría por oír, ni el porqué aquella voz otorgaba una opresión mayor a su pecho, el chico se mantuvo callado, sintiendo algo cálido recorrerle la mejilla, mientras recordaba aquellas secuencias, ese niño, esa voz, ese momento, era él, se trataba de su infancia. Recordaba como jugaba con aquel objeto de metal al sentirse solo, como lo dicho por su padre resultaba cierto, pues aquel objeto se había encargado de mantener los recuerdos del chico.
No obstante, aquel momento no permitió al chico indagar más en su mente, pues el resto se encontraba bajo una nebulosa, sin comprender del todo lo que había ocurrido con él desde aquel entonces, más al menos sabía que había alguien que aguardaba por él, pues no había estado solo todo el tiempo, sino que había vivido con su padre, el cual sospechaba no viviría muy lejos de donde él se encontraba.
Las lagrimas habían cesado su caída, pero el rostro del chico aun mostraba el trayecto que habían tomado al caer, más esto no duró un gran período de tiempo, pues con lentitud tomó uno de los guantes, quitándoselo con su mano opuesta, liberando unos dedos delgados y pálidos, los cuales se encargaban de limpiar el rostro del muchacho, aclarando su visión con un suave restregar del dorso de su mano. -Papá... – murmuró el muchacho, mientras ajustaba una vez más su guante de trabajo en su mano diestra, y acto seguido proseguía su caminata, procurando llevar aquella tuerca consigo, pues la apretujaba con todas sus fuerzas en su puño zurdo.
”Este sitio da escalofríos, no comprendo cómo pude venir a este lugar” el chico mencionó para sí mismo, mientras llegaba finalmente a lo que resultaría un bosque, su espesura se podía percibir ya desde las afueras del mismo, debido a la imponente cantidad de formaciones de madera allí dispuestas, las ramas de las mismas, se encargaban de sobre poblar la vista al cielo, impidiendo una vez dentro el percibir si era de día o de noche, perdiéndose así todo contacto con la realidad, debido a que no poder tomar como referencia cada momento en el día, haría al chico finalmente perderse temporalmente.
La duda se cernió en él, en cuanto comprendió en lo que se metería, pero ya era tarde, había dado marcha por entre los arbustos que recubrían el lugar, manteniéndose en el interior del bosque. En un comienzo no había sonido alguno, pues la excitación del momento no permitía al muchacho percibirlo, pero con el correr del tiempo un pequeño zumbido comenzaba a hacerse notorio, cada vez más y más, percibiendo que quizás ese bosque no se encontraba del todo deshabitado, quizás si había animales o mejor aún, gente.
A pesar del sonido, que se mantenía allí estable y reverberando, el joven hizo oídos sordos. Ese sitio podía jugarle una mala pasada, pues por la distribución de los árboles, y la nula visibilidad era imposible detectar el origen del ruido, ya que solo veía árbol tras árbol, y girara hacia donde girara su rostro ya no podía distinguir ni la salida, debido a la incontable cantidad de pasos que había realizado desde que en el bosque se adentró.
Los pasos se reanudaron, y con lentitud el joven avanzó hacia el interior de aquel campo oscuro verdoso, más y más inmerso en ese sector, con la duda en su mente ampliándose, consumiéndole por completo la curiosidad, las ganas de querer cambiar de plan, de buscar algo más, de rendirse y comenzar a correr. El bosque se había convertido en una especie de cámara de torturas, cuyos muros estaban diseñados por ramas y raíces, estas últimas a penas asomándose por entre aquel suelo de formación lodosa, la cual ya había abandonado hacía kilómetros lo que era la solida piedra.
Una onda se creó en la mente del joven entre zumbido y zumbido, fue como si una gota de agua cayera en el interior de su mente, una reacción curiosa surgió, pues se movilizó en seguida, como si quisiera eludir algo que fuera a caerle por encima, más no había nada amenazante en el cielo, o mejor dicho en el grupo de ramas y hojas que le cubrían. Fue un extraño sentimiento un aviso o percepción, pero lo que resultaba curioso era que no había sido realizada variante alguna en el sitio, ya que el chico continuaba perdido en el bosque, este representaba el mismo panorama y lo único que podía oír era un zumbido.
Tal vez el miedo estaba comenzando a hacer que imaginara cosas, o quizás algo estaba espiándole, ya que desde aquella sensación, un curioso padecer se había plantado en él, comenzando a sentir alguna presencia detrás de sí, encargándose de que girara cada dos pasos realizados, solo para notar los mismos árboles que había cruzado, era una sensación muy convincente, no algo que pudiera atribuir a la imaginación, a simples ideas, al simple miedo, era como un llamado, algo que le estaba esperando, que enmarcaba que debía seguir aquel camino, algo que, finalmente le había llamado la atención, que había logrado deshacer los pasos que el chico había realizado, solo para voltearse y caminar en aquella dirección, marcando sus huellas nuevamente por sobre las realizadas previamente.
El agua había dejado de escurrir ya por sus ropajes, aunque aún seguían húmedas sus prendas, de todas formas ya se había acostumbrado a su peso, dejando la caminata con pesadez, para mantener sus pasos tranquilos, un andar común, a pesar de que se encontrara intrigado, por alguna razón sentía como si su curiosidad no se encontrara centrada en “¿encontraré algo?” sino en “¿qué es lo que encontraré?” estaba convencido, tan seguro de que algo aguardaba por él, tan adentro en su mente, que de hecho había ignorado el hecho de que el zumbido se fortalecía más y más a medida que retomaba sus pasos.
Sus oídos podían engañarle, sus ojos de igual manera, pero había algo que le estaba guiando más allá de cualquier sentido, su instinto, no recurría muy seguido a él, pero esta vez estaba seguro, él mismo se decía donde ir, que hacer, no había planteamiento lógico, no había plan ni tampoco una estrategia por si se mantenía perdido, era como si jugara su última carta, una carta en la cual confiaba sin siquiera haberla visto con anterioridad.
Los últimos pasos parecieron aproximarse, ya que en ese entonces el chico aceleró su andar como si fuera un niño descubriendo un nuevo regalo, sus corazón había calmado sus pulsaciones, pero aun así sentía que recibiría una gran recompensa, una buena señal se lo continuaba repitiendo, más cuando finalmente arribó al sitio que su cuerpo le había indicado solo pudo encontrar un tope, un golpe, su pie había dado con otro objeto, el cual había resultado golpeado por la prisa del muchacho, el impacto con su bota le había despertado de aquel ensimismamiento realizado solamente por su fe a sí mismo, si bien era un muchacho calmo, esta vez había mostrado un lado mucho más confiado, era esa seguridad de saber que podría salir de allí, pero no. Solo un objeto pateado, el cual parecía haber enmudecido los zumbidos emitidos desde la entrada del chico al bosque.
Su mente se calmó, su desilusión le había provocado caer de rodillas al lodo, pero fue gracias a aquella oscura sensación que pudo percibir aquel objeto, esa piedra que había creído patear, esa rama que no imaginaba estaría allí, ese objeto que había detenido los zumbidos, era solo una pequeña caja, la cual se había abierto por el golpe. En un primer vistazo el chico notificó que era curioso encontrarse con una cajita de madera en pleno bosque inhabitado, pero lo que aumentó la duda del joven fue el ver uno de los dispositivos que ponía la cajita en mantenimiento.
Una rueda de picos pequeñita, aun más pequeña que la tuerca que aun yacía en el puño del muchacho. Un objeto más oscuro que la misma, pero que aun así compartía algo con dicho artefacto, pues el chico lo observó como si entrara en trance, nuevamente una cálida sensación se apoderaba de su pecho, una sonrisa se dibujaba en su rostro de forma independiente, no controlaba sus músculos y como por acción involuntaria comenzó a escarbar en dicha caja, para mantener únicamente consigo ese pequeño engrane, si bien no parecía fuera de lo normal, la sonrisa del chico se amplió aun más al tenerlo con él, pues fue así como pudo percibir nuevamente aquellos pantallazos.
Esta vez el niño de sus recuerdos era mayor, era un joven que ya no observaba a su padre mientras jugaba, sino que estaba a su lado, trabajando codo a codo, armando una especie de artefacto, un diseño que podía comprender debido a las pocas piezas que poseía, un brazo se cruzó para tomar el engranaje mismo de la mesa, para luego colocarlo con fichas hermanas a este, mientras recordaba una frase más, nuevamente decorando como fondo al conjunto de imágenes que transcurrían. “Si no reúnes los suficientes no podrá caminar” al parecer tras disponer ese objeto, una cadena se desató, marcando un movimiento que llevaba a rotar todas las pequeñas piezas ahí dispuestas, a su vez que el muchacho del recuerdo sonreía, pero una voz se entrometía en el recuerdo, tal y como en la última vez, estaba enunciando algo a la vez que la voz de aquel hombre.
-“Un engrane” – esta vez no habían lágrimas recorriendo el rostro del joven, solo una sonrisa y un goce por recobrar esos recuerdos. “Los engranes son aquellos que recorren el camino que tu designas, sin ellos no habrá movilidad, ni tampoco una ruta” La frase parecía finalizar el transcurso de las imágenes, pero esta vez no fue así, tras una pausa, la mente del chico comenzó a doler más, ya no era un dolor punzante, ahora sentía calor, como si hubiera estado sobrecalentándose al intentar recordar, como si se hubiera esforzado por demás, llevando a un conjunto de imágenes sueltas, sin sonido acompañándolas, y sin ese sentimiento de júbilo que los anteriores recuerdos otorgaban.
Una tras otra las imágenes aparecían, los fallos del joven, su rostro al abstraerse del mundo para formular diseños, la frialdad de su padre al no resolver los problemas que poseía, una despedida, unas nubes que no parecían pertenecer al cielo, el llanto de una mujer se escuchó en ese entonces, pero fue efímero, el silencio se hizo una vez más, dejando al chico un último y vano recuerdo, una carta, recordó haberla leído, recordó la soledad, el enfado pero también tristeza la cual no parecía conectada al hecho de hallarse solo, había impotencia, no se sentía útil, no había podido mantenerse junto a alguien, no había sido lo suficientemente bueno como para mantenerse junto a él en el viaje, ya no tenía a nadie, nadie le esperaba, era una despedida, pero ¿quién le estaba dejando?.
La voz del muchacho se quebró, sintió un nudo en la garganta, pero involuntariamente sus labios se separaron, las lágrimas que parecían ausentes no tardaron en emanar -Papá... – Ya no le esperaba, hacía tiempo se habían separado, él no era su engrane, su camino se había dividido, no había ayudado a su padre con sus problemas, él no podía cumplir sus sueños por culpa del chico. Aun no comprendía del todo como se habían desempeñado las cosas, lo que si sabía era que estaba solo, que todo lo que él había recordado como una infancia alegre y divertida, no era más que una fachada, que lo único que él tenía eran esas piezas de metal, las cuales le otorgaban recuerdos agridulces.
Sus únicos amigos, los únicos que habían estado junto a él durante su infancia, quienes le entretenían, quienes le distraían el dolor de hallarse solo, no era su padre, no eran otros niños, solo unas piezas inertes de metal. Era triste, y en verdad culpaba a su padre por eso, pero también comprendía lo que pasaba, entendía las constantes mudanzas, pero aun así se sentía mal, era triste pensar que lo único que le hacía sentirse humano, no lo era.
Al igual que la ultima vez, tomó su guante y se lo quitó, para con su mano limpiar las lágrimas que yacían reposando al borde de sus ojos, y aquellas que aun se deslizaban por sus mejillas, no sentía la felicidad de recobrar sus recuerdos, solo una intensa tristeza, sentía un hueco en su corazón, y aun aquella curiosidad de saber ¿qué hacía ahí? Recordaba haber quedado apartado de su padre, recordaba que en su independencia había comenzado a trabajar, recordaba haberse establecido en un pueblo, recordaba todo lo que había aprendido, más no lograba recordar ¿cómo es que había llegado ahí?
La pregunta se repetía una y otra vez, sentía que si la repetía lograría dar con la respuesta, pero nada sucedía, el ardor en su cabeza le hacía sentir febril, era como si su cabeza estuviera por estallar, era una extraña sensación, eran las ganas de querer dejar todo y tumbarse allí en el lodo, no tenía nada, y no era nadie tampoco, solo un chico con piezas de metal, esas piezas que le habían otorgado felicidad en su vida, que le habían otorgado una forma de vivir, y aquellas que habían realizado un mundo solo para que él pudiera sentirse vivo.
Una sutil risa comenzó a salir de los labios del muchacho, no era una carcajada ni tampoco parecía estar fingiendo, solamente había percibido una respuesta, se había percatado de algo, pues si bien no tenía a nadie, aun tenía su ambición, aun tenía sus sueños, aun quería conocer más, quizás así no solo podría perfeccionar sus instrumentos, sino también descubrir como conocer más gente, gente inteligente, como aquellos mentores que había logrado conocer esas personas que habían ampliado su conocimiento, nuevos diseños, nuevas herramientas, era cierto, si bien no era una persona normal, conocía bien en que era bueno, tenía una afición, seguramente si triunfaba lograría llamar la atención de su padre, seguramente todo volvería a funcionar si lograba convertirse en el engrane central, para así generar una maquina útil.
Su ambición crecía, no solo era un sueño, ya lo veía real, ya se sentía trabajando, su risa cesó, pero su sonrisa se mantuvo, era como si se convenciera a sí mismo, su vida no era perfecta, pero él podía hacerlo no había nada que no pudiera reparar, incluso su propia vida, el se encargaría de hacerla funcionar, solo precisaba las herramientas y las piezas correctas.
Fue en ese momento que decidió llevar el engrane y la tuerca a su bolsillo, comenzaría con ellos, ya les daría uso, serían sus piezas centrales, la base de su nueva creación, pero entonces algo le despertó, espabiló sus sentidos y aquella locura en la que parecía haber caído, su bolsillo yacía ocupado, no era algo robusto, no ocupaba en su totalidad el mismo, tampoco era pesado, pues el chico no se había percatado de aquel objeto, pero era lo suficientemente grande como para sentirse al ingresar la mano.
Curioso por saber qué era lo que yacía en su bolsillo, el joven depositó el guante, junto a las piezas en el suelo junto a él, y tomó lo que parecía ser un sobre con suavidad, deslizándolo lentamente fuera de su bolsillo, el sobre parecía ser una bolsa de plástico, difícil de percibir aun por la mano enguantada del joven, según podía ver en el interior del mismo yacía lo que era una nota de papel arrugada y doblada, no podía leerla sin sacarla previamente de dicho sobre.
Con lentitud se deshizo del mismo, y tomó la nota desdoblándola, su ansiedad crecía, y ya ignoraba el hecho de haberse encontrado con una curiosa caja, incluso ignoraba porque tal objeto estaba en su bolsillo ¿por qué ese sobre? Solo se encontraba sumido en sus pensamientos, leyendo una letra malformada, denotaba la falta de práctica a la hora de escribir o un bajo nivel educativo, pues habían letras que no parecían terminadas, habían tachones, era una carta paupérrima en estilo, pero aun así el chico con dificultad intentó comprender que decía allí, comprendiendo una palabra clave; “Hijo” ¿esa era la letra de su padre? ¿Era la nota que había leído en aquel recuerdo? No, estaba seguro de haberse deshecho de ella, esta no era la misma, podía sentirlo.
“Hijo:
No te he visto crecer, no he visto hasta que punto has logrado llevar tus conocimientos, pero sé que mantienes mi legado, se que aun estas interesado en el circuito perfecto, lo reconozco, aun tienes esas piezas ¿verdad? Esas que te hacían sonreír. Si, lo recuerdo. Es extraño que ahora esté escribiendo esto, ya sabes no soy de escribir mucho Seguramente ya no quieras saber nada de mí, no he sido un buen padre, te he dejado por tu cuenta. yo Mi ambición me cegó, no pude ver más allá de ese artefacto, el artefacto perfecto.
Solo fue un sueño, y ahora me he dado cuenta, mi tiempo para buscar se ha agotado, ya no puedo continuar mi investigación, y aunque no haya logrado obtener un aparato útil, me siento feliz. Feliz de poder dar entregarle mi legado a mi hijo. Quiero que continúes No tienes porqué terminar como yo, mi camino no fue el mejor, pero sé que si hay algo más allá, hay un lugar que señalan en todos los mares, se que la respuesta está ahí, lo sé bien. Ahí encontré mi mayor tesoro. Allí también lo perdí Aun te tengo a ti, fuiste fruto de mi viaje, fuiste aquella bendición que me hizo seguir con mis inventos, y ahora serás el portador de mi último descubrimiento.
Sé que suena egoísta Mi investigación me ha llevado a un objeto, algo que yo ya no podre usar, je. Qué ironía, mi egoísmo me apartó de todo, pero cuando encuentro algo así, no puedo usarlo en mi. De todas formas, se que serás mejor portador que yo. No sé cuánto tiempo me quede, pero quiero verte crecer, quiero saber que puede hacer mi mayor creación.
Seguramente cuando leas esto, ya habrás obtenido mi regalo, no te preocupes, se que eres fuerte He realizado algunas pruebas, tenía que confirmar si podrías sobrevivir con ella, si era real. Si de verdad era el potencial que quería para ti. Pero lo he confirmado, es real, encontré la verdadera fuente que te permitirá completar mi sueño todo lo que te propongas. Te he bendecido con el poder de una fruta, la conocida Akuma no Mi, su poder es algo que descubrirás si te encargas de mantener los engranes girando en la dirección que apuntabas desde pequeño. Jisei Jisei no Mi es su nombre, se encargará de reunirte con todos los materiales necesarios, será tu guía, y mi último regalo para ti.
Si quieres saber más de mí, de mi investigación, y de las Akuma no Mi, tu pista será Grand Line, no puedo estar junto a ti ahora, por el bien de tu crecimiento, se que elegirás lo correcto. Por cierto, no te acerques al agua, mi regalo puede resultarte valioso, pero acabas de perder la habilidad para nadar. No podré salvarte una segunda vez, así que no te tires al agua.
Adiós Te estaré esperando”
Tras leer aquella carta en voz alta, el chico sintió un gran peso en sus hombros, una fuerte sensación golpeando su cabeza nuevamente, conjunto a eso, una avasallante sensación se apoderaba de él, cada golpe que su mente recibía le daba un nuevo recuerdo, ya comprendía, había sido citado allí, una persona ¿su padre? Su mente resultaba borrosa, había un encapuchado, le había ido a buscar, quería alguien para reparar un aparejo, el muchacho fue, finalmente lo recordaba, ciertamente había estado en el bosque antes. Recordaba la silueta allí, esperándole, recuerda el ver un objeto, esa caja. Recordó la caja, ese objeto que había encontrado junto a su pie, el cual había pateado, recordó como lo reparaba, como sonreía al hacerlo, la silueta solo le vigilaba, recordó algo más. Esa silueta, le dio un regalo por reparar esa pequeña cajita, era una especie de fruta, un tipo de manzana, pero no como él recordaba, no era como ninguna fruta que él hubiera visto antes, lo más llamativo era aquel color, era plateada, parecía estar hecha de metal, lo que fascinó los ojos del muchacho, esos espirales a su alrededor, era un diseño increíble, parecía una fruta única, como conformada por diversos resortes debido a los dibujos que rodeaban la silueta de la misma, era encantadora, parecía ideal para un trofeo, pero entonces recordó, que aquel extraño le dijo que podía comerla.
Un nuevo recuerdo apareció, un sabor metálico, no estaba comiendo metal realmente, pero era un sabor curioso, aun así la fruta era suave, parecía un manjar exótico, a excepción por su sabor, más el disfrute de devorar dicha fruta no duró mucho, la insistencia del hombre le había hecho olvidar la cercanía al risco, del cual sintió que caía, un empujón probablemente se había encargado de eso.
La última pieza parecía caer en el rompecabezas, recuerda esa sensación, el forcejeo, una pelea que sabía que no podría ganar, por más que intentaba patalear, que forcejeaba bajo el agua, no podía salir, sentía el agua apoderarse de él, hundirle más y más, sintiendo como sus fuerzas se marchaban lentamente, una nueva sensación surgió desde el fondo del oscuro mar, sus ojos se habían cerrado y se había dejado ir, pero algo le movilizaba, algo parecía sacarle de ese lugar.
El flashback culminó, la respiración del chico parecía jadeante, sus ojos abiertos cuan platos, no podía creerlo, no. No podía creerlo ¿su padre había experimentado con él? ¿Él fue el encargado de aquella caída? Era demasiado para él, se sentía sobreseído sobre las ideas que había tenido con anterior respecto a su padre, la carta parecía dar un punto de vista factible pero. ¿Podía considerar eso un regalo? No sabía qué hacer, las emociones se agolpaban en él, no había resultado comprensible, podría tomarse como una bendición, ser elegido como portador de Akuma no Mi, pero Kotaro desconocía lo que era eso, más solo sabía que él era uno de ellos, desconocía que era eso que había comido y maldecía la decisión de haberlo hecho, no sabía qué era lo que pasaba, no comprendía a su padre, si se despedía, no. No era una despedida tampoco, estaba obligando al chico a proseguir esa estúpida búsqueda.
Él podía cambiarlo, podía evitar seguir ese rumbo trazado por su padre, seguramente también podría reparar esto, esta maldición que se le había otorgado, seguramente podría superarlo todo ¿pero cómo? El enfado parecía superar el resto de sus emociones, el no poder comprender lo que ocurría le daba un mal genio, ganas de patear todo, de levantarse solo para salir de allí y mandar al diablo a su propio padre.
Esas estupideces, estas tonterías, los ojos del chico se enfocaron en las piezas de metal a sus pies, ya no contenía alegría alguna, no había nostalgia, no había tristeza solo estaba enfadado, el momento le había superado por completo, su inexperiencia, su carencia de información. ”Solo quiero que esto se acabe, que sea mentira. Él no haría esto”
¿Regalo? No había sido más que un conejillo de indias, una pieza más para su padre, sin importar como él lo intentara ocultar, sin importar que era lo que él dijera, era el culpable, su padre. No, ya no era eso, no lo sentía así, solo se sentía una marioneta. Los puños del muchacho se cerraron con fuerza, pero un par de balas plateadas se dispararon en ese momento, no hubo estruendo, no hubo sonido, más si el fugaz vuelo de aquellos objetos, esas piezas, aquellas que habían yacido en el suelo se habían alzado, ahora se encontraban pegadas a la mano del chico, aquella que aun se mantenía despojada del guante de goma.
La emoción le abordó junto a la intriga ¿qué acababa de pasar? Sintió aquellos objetos apegarse a él, pero no sintió daño alguno, más si cayó al suelo nuevamente, por mera sorpresa ante lo ocurrido, era su respuesta ante lo ocurrido. ¿por qué? Las piezas parecían haber cobrado vida propia, aprovechando su pequeño tamaño para abrazarse contra los dedos del muchacho. Estaba delirando, seguramente era eso, el bosque se había apoderado de él, le había devorado el haberse perdido, el haber encontrado la carta, tantas emociones juntas habían acabado con su salud mental, estaba seguro de que moriría allí por eso, de que no podría hallar la salida, seguramente se había encerrado en una especie de laberinto.
Pero entonces se puso de pie una vez más, sin poder alejar aquellos metales de su mano, su respiración se aceleró aun más, su estrés parecía aumentar, su cansancio igual, y pese a que el dolor le hubiera abandonado, se sentía afiebrado, seguramente el llevar esas prendas húmedas le habían ayudado a sentirse así. No sabía qué hacer, no sabía si reír ante su locura, no sabía si rendirse y dormirse allí por siempre, o salir de ese bizarro lugar. Intentó calmar su respiración, de alentar un poco su pulso, de volver a la tranquilidad, cosa que le tomó unos minutos.
Sintió el engrane y la tuerca desprenderse de él en cuanto halló la calma, sintió que volvía a ser él, aunque sabía que no era así. Sintió que todo tendría una explicación, que alguien como él no podría caer en eso, que seguramente estaría bien si lograba pensar las cosas con claridad, trató de priorizar ciertas cosas, como salir de aquel lugar en primer lugar, y luego intentaría racionalizar lo ocurrido.
Se inclinó para tomar su guante, el cual se pondría a continuación, pero en cuanto extendió su mano ante el mismo, sintió vibrar las piezas de metal, danzaban como si estuvieran a punto de apegarse a él nuevamente, sentía como si estuvieran siendo controladas por su piel, por su cuerpo, como si pudiera llevarlas consigo sin siquiera tomarlas, se vio maravillado ante la idea, pero no dejaba de creer que era ridículo.
Tomó el guante con lentitud y se lo colocó en su mano mientras trataba de recobrar la compostura. Seguidamente optó por llevar consigo esas piezas, y la nota también, seguramente al leerla nuevamente lograría comprender bien lo ocurrido, lograría averiguar qué pasaba por la mente de su padre, pero cuando su mano se aproximó una vez más a las piezas, estas reaccionaron, apegándose a él en otro fuerte abrazo.
Era como si aquellos seres inanimados cobraran vida y optaran por mantenerse con él, pero esto resultaba mucho más ilógico. Era una idea tras otra que no parecían cuerdas, pero recordó lo grabado en la nota de su padre, “se encargará de reunirte con todos los materiales necesarios” Quizás a eso se refería, quizás ahora podría tener una conexión aun más allegada con dichos objetos, tal vez, su padre no le había usado como un objeto de prueba, sino que le había perfeccionado, había reparado al joven para que este pudiera crecer, comenzaba a comprender un poco más, comenzaba a hacerse un vago plano de lo que había pensado su padre, eso no le disculpaba, sus planes no siempre iban de acuerdo a lo que el joven imaginaba, pero si realmente podía mantener aquellos materiales con él, entonces seguramente podría perfeccionarse aun más, si él lograba dominar sus nuevas habilidades.
Quizás así pudo sentirlo, así pudo percibirlo y ver por primera vez aquello que había ocurrido como una verdadera bendición, ya no eran piezas inertes, ya no eran solo juguetes de metal, ahora podrían cobrar vida gracias a él, podrían seguirle, podrían generar una mayor afición al joven, quien volvía a mostrar esa extraña sonrisa en su rostro. -Ustedes me guiaron aquí, me estaban ayudando – murmuró el muchacho, divisando aquellas piezas de metal aun aferradas a él.
No había ya forma de sentirse solo, ni de preocuparse por permanecer en ese bosque, ahora había hallado respuestas finalmente, ya podía comprender que le había ocurrido, que era todo lo que había planeado su padre, entendía sus intenciones, y compartía ese nivel de locura, esa admiración por las piezas, por recrear objetos, por repararlos, finalmente entendía como su engrane giraba una vez más, y esta vez debería dirigirlo, prioritariamente para partir del bosque, para hallar la salida de ese sitio, y regresar a Loguetown, en donde podría mantener su vida, conjunto al entrenar de sus nuevos poderes, pues si algún día habría de viajar, querría al menos demostrar lo que habría logrado con dicho “regalo”.