El Ultimo Conocimiento

Le tomaría un par de horas afinarlo, sería lo de menos teniendo en cuenta el hecho de que construir las brújulas tridimensionales en los cañones no era pan de cada día, pero claro, Jacobo de lo último que se dejaría sería de la intimidación científica… O cualquier otra, si la ciencia lo puede todo, no hay una nada capaz de hacerle retroceder.

Los mecanismos eran complejos, y sencillos en parte, tenían detrás de unos enormes compases giratorios que calculaban y ajustaban los cañones a ángulos precisos de posición, inclinación, vista, empuje, e incluso un pequeño “péndulo”, una herramienta muy extraña que estaba graduada en la base y tenía una piececilla de cristal suspendida unos centímetros por un fino cordel de seda, balanceándose con perfecta armonía al ritmo del barco. Una pesa debajo del enorme disparador, había sido instalado para poder pedir la presión con la que estaba siendo sometido el cañón, la cual no variaba con intensidad, pero su cálculo sería primordial entre más lejos fueran los disparos.

Acompañado de una serie de modificaciones únicas que solo un hombre como Nicolao podría hacerles, los cañones estaban listos: equipados y modificamos con la mejor tecnología que las ciencias que Cabelleiro dominaba a nivel doctoral.

Cabía destacar estas modificaciones, aparte del péndulo que indicaba la posición del barco, de la pesa que calculaba la presión ejercida hacía el suelo, el “compas” que dejaba girar libremente y apuntar con precisión. Tenía unas cuantas mejoras extras, muy notables que bien algunas pocas ya existían en el mundo como tal, pero que ese tipo de trabajos armamentísticos, solo se les encontraba en bóvedas reservados a las empresas más ricas de todas, que se podían dar el lujo de pagar cientos de veces más el precio que los Varia apenas habían invertido. Claro, no era esto necesario si un maestro herrero y titulado en su autodidáctico aprendizaje, que nada tenía que envidiar a nadie, muy al contrario, podía hacer gala de sus técnicas y lucirse como nunca tan solo, como él decía, “Con el escaso tiempo, las inútiles herramientas y el estorbo que me son ustedes, deberían estar más que satisfechos de que haya logrado esto”. Arrogante, ¿Verdad? Solo algunos podían permitírselo, ¿Y qué otras personas a parte de Nicolao? Quien sabe, y además, seguramente: no eran de interés.

Entre las demás modificaciones y mejoras creadas a los cañones del barco, se podía ver como se modificó el cañón interno, por donde la bala salía disparada, se aprovechó de un sistema básico pero calculado y ejecutado con eficacia: creo muescas internas al cañón, sin hacerle perder estabilidad, en forma de espirales, ¿Para que servían estos? Era muy simple el sistema, la idea de las espirales era el disminuir la resistencia del aire en cuanto la bala fuera despedida por la boca del cañón: no había más ciencia que eso. Además un maravilloso sistema de miras como nunca se había visto en el mundo, una serie de espejillos trabajando de tal manera que eran capaces de reflejar sobre una superficie un haz de luz que marcaba con exactitud la cantidad de kilómetros a la que estaba el objetivo, ¿Demasiado bueno para ser cierto? Nicolao no lo diría así, si no un “Hay veces en que no entiendo cómo se sorprenden de cosas tan inútiles como esa”. Una pequeña cámara dentro del cañón, que tenía un grosor casi inexistente, por tanto no impedía la salida de las balas, era el sistema que Jacobo implemento para el bien uso de la distancia del muro de aire de la bala a la bala: un elemento importante ya que esto le permitiría hacer tiros en curvas más exactos, seguramente perfectos. Todas esas muchas modificaciones y otras tantas más creadas por la ingeniería de un hombre como pocos no solo era de precisión y significancia como no podía ser igualada en todos los mares: el diseño era lo suficientemente simple y versátil como para que cualquier hombre pudiera operarlos con tanta eficiencia como el mismo Jacobo… “Claro, ellos no entenderían que están haciendo, pero es mejor así; perdería el 90% de mi vida útil intentando explicárselos”.

Los recuerdos de Jacobo sobre su sesión de “mantenimiento” fueron pausados por una orden del capitán, pidiéndole que tomara la navegación y los dirigiera por un camino adecuado. Jacobo, sin exaltarse siquiera, lo miro un instante, cruzo su mirada con la suya, y queriendo volver a sus recuerdos y esperar por ver a sus maravillosos trabajos en acción, fue lo único que necesito para despejar su mente mientras conducía al Varia hacia un punto que recordaba claramente, tanto por que lo había visitado muchas veces cuando pequeño y los mapas lo detallaban muy bien: el sitio era ideal, ofrecía cobertura para el navío, tenía una buena vista; no perfecta, pero compensaba, además de la posición era ideal para que todos los cañones trabajaran al cien por ciento, pues las rocas cubrían las entradas de viento contra el barco, y con el muro de piedra delante suyo era suficiente para ocultar sus disparos y hacerlos lo más sorpresivo posibles, y a eso, sumarle el hecho de que conocía las dimensiones de aquel enorme árbol, calculando la distancia y ajustando “los relojes” de los cañones, sería un primer ataque demoledor, devastador: si algo podría lamentarse es que hubiera muchos niños y mujeres, ya que podrían morir, y rayos, ¿De qué sirve un cuerpo muerto para una investigación? Cosas como esa, no dejaban a Cabelleiro dormir tranquilo los primeros minutos de la noche.

— Una verdadera lástima—

La navegación llevaba un rumbo sin imprevistos, los vientos estaban calmados y Jacobo se volvía en sus pensamientos para recordar aquellas tantas modificaciones a los cañones, mientras su mente volaba, el barco continuaba su camino, tranquilo y a la espera de poder hacer frente al gran árbol.

A la mente de Jacobo, en esta ocasión, le venía una burbuja de agua que había instalado en un anillo en cada cañón, esto le permitía saber en qué posición estaba dispuesta la espiral dentro del cañón, ¿Para qué? Otro tanto más de los experimentos de Nicolao, su intención no era otra que poder conocer y ajustar la mecha sobre el punto más efectivo para lanzar los torpedos, que tuvieran la máxima eficacia posible: esto era, la máxima velocidad, ángulo, disminución de la resistencia al aire, giro exacto, inclinación de la curva de su trayectoria… Era una sola pieza, bastante sencilla, pero hacía juego a todo lo demás, incluyendo el anillo, que estaba hecho de dos roscas… Vamos de nuevo, ¿Por qué Cabelleiro quisiera algo así? Una rosca era evidente, la necesitaba para el anillo que giraba la burbuja del agua, pero la segunda rosca: giraba el final de la mecha, dentro del cañón.

El hombre de ciencias, Nicolao, salto de sus pensamientos de nuevo, cuando algunos de esos piraras que iban dirigiendo el ataque, se aproximaban. El Doctor in honoris causa no le dio mucha importancia, pero prefirió dejar sus pensamientos para otro momento. Ajusto la curva de movimiento del barco y coloco apenas suficiente atención al capitán en cuanto lo que tenía que decir.

El otro chico, Yamamoto, había sido ordenado de algo; un ataque interesante hacia la punta del edificio. Jacobo de inmediato vislumbro que no era una buena idea ese ataque, no esa forma. Una estructurada dada tenía muchas más posibilidades de ser destruida desde la base, porque solo tendría que destruir esta y se colapsaría el resto. Pero al menos una razón había, y a ojos de Jacobo una era bastante tonta, cuando escuchara de ese hombre las palabras de evitar daños a cierto tipo de persona.

Seguramente Nicolao no lo notaba, o el resto de la gente exageraba… Como fuera, Jacobo no era un hombre que distinguiera de razas, sexo, edad, religión o economía… Porque para él, esos eran detalles casi insignificantes en sus experimentos, pues no importaba su descendencia, normalmente un cuerpo se diluía tan bien en acido ya fuera un hombre del sur o una mujer del norte, ¿Qué rayos más importaba?

— Al menos la otra razón es expiable— Dijo Jacobo casi para sus adentros, antes siquiera de proponerse a responder a la pregunta del capitán, pensaba en un viejo diagrama que había visto sobre el gran árbol, el cual poseía un sistema interesante en su estructura.

Aquel plano, aunque simple a los ojos de Nicolao, tenia el ingenio suficiente y digno de admirarse de un buen trabajo arquitectónico. El diseño era bastante para recordar, no porque no pudiera, sino porque no le importaba recordarlo todo. ¿El qué? Simple: el diseño arañado del árbol. Así venia en los planos, el edificio tenía una red tipo telaraña que lo protegía y así que la técnica de destruir la planta baja pudiera colapsar todo, pues la estructura más interesante era la de la araña que poseía singular fuerza y con ello capacidad de soportar todo por su propia cuenta… Así que posiblemente sería una mala idea. ¿Qué otro plan podría a ver? A Jacobo se le venían cientos a la mente, y quizá por falta de deseo o porque simplemente no le veía un pero malo, la táctica de Kiricco era plausible, ya que el modelo de Araña del edificio no anulaba el sistema de canalillos de grietas que se generaban en la destrucción de los edificios, hacer múltiples ataques en varios sitios era buen idea, al final todo colapsaría por la presión… todo, a su debido tiempo.

— Seguro — Respondió Jacobo, a aquella pregunta sobre si poseía algún tipo de poder en especial que le ayudara así como estos chicos—. Me fue bastante útil en su momento, aunque ahora pienso que es más un estorbo… Jisei Jiser No Mi, es un poder basado en una fuerza fundamental… Pues… Magnetismo— Dijo sin mucho afán, pues recordaba al menos dos enciclopedias del tema y no era de su gusto emplear tiempo en explicaciones.

La pólvora quemada enrarecía el viento, el polvillo de los cañones y el retumbar de sus disparos continuos producían un leve movimiento sobre el suelo, una vibración apenas existente en los pocos metros más cercanos a las bases de peso que Jacobo instalo, las cuales por supuesto no sufrieron ningún daño con respecto a las intensas fuerzas que estaba soportando, claro que el sistema de Nicolao era eficiente y completo: nada que menospreciar.

Sería cuando miro los proyectiles girar en espiral contra el aire, basados en su sistema de disparo, que grácilmente se prolongaban con tanta exactitud que los más simplones no podían hacer otra cosa que levantar la boca y ver como cada proyectil daba con total seguridad a su blanco, por más específico que fuera el punto en cuestión. Los tiros seguidos en los pocos minutos, le hacían recordar en ese tiempo a Nicolao otra de las mejoras al sistema de armamento, en esta ocasión recordaba un pequeño truco aplicado a las capas de las enormes balas.

Aplicando una fórmula que había practicado en sus cientos de libros que leyó alguna vez, tanto así que fue capaz de recitarla de memoria cuando estaba marcando los proyectiles con un papel muy especial. Casi imperceptible, un delgadísimo pliegue traslucido formado a partir de cloratita, un compuesto muy conocido en la época, pero que pocos podían generar con tal talento. Jacobo hizo un trabajo esplendido, comprimiendo y aplicando los papeles traslucidos a los proyectiles, todo con efecto de que no interrumpieran en mayor medida… Que fueran traslucidos era un simple plus. El material usado para los pliegues en las balas era tan común que cualquier chavalín podía ir de viaje por la ciudad y encontrarse suficiente material para fabricar el doble de lo que Nicolao considere pertinente invertir en todas las balas.

Dos rondas de disparos habían dejado mal parados, y Nicolao, aburrido por el pobre espectáculo que recibía y por el hecho de que los cuerpos quemados le serian poco útiles en su investigación, no tomo mucha parte al ajustar los ángulos de los cañones. Efectivamente movió los cañones antes de la tercer ronda, realizo cálculos rápidos pero exactos en su mente y guiado por los artefactos de los cañones para ajustarlos en la posición correcta, su intención simple pero tendría que participar: destruiría los puntos más debilitados del enorme árbol para que empezara a colapsar, y sumado a las explosiones que se producían tras los impactos, los ataques gozaban de una enorme efectividad, como ningún otro hombre podría mejorarlo.

— Una verdadera lástima, espero que algunos cuerpos aun sigan con vida, de otra forma no me sirven para experimentar— Resoplo Jacobo con tristeza, ¿De qué? Pues de que otra cosa sino de que la gente moría, y ya no le eran de interés los cadáveres.

Una vieja tubería ya muy oxidada, goteaba sin parar entre diez y quince gotas por minuto, golpeando continuamente la tapa de una antigua cazuela que quizá, en algún momento había sido usaba para cocinar. Nicolao, por otro lado, estaba concentrado en sus cosas, pues no le era de interés los tontos sentimientos de algunos camaradas, aunque estaba triste: sus lágrimas no serían derramadas por la ausencia de vida, si no de candidatos a experimento.

Apenas había podido recatar pobres muestras, muchas ya chamuscadas de entre los escombros del gran edificio. Se tomó su tiempo, armado con sus botas, una mascarilla y unos gruesos guantes de uso industrial, se hizo a la tarea de recolectar algunas muestras vivas para hacer unos pocos experimentos que tenía en mente.

Con su bata de laboratorio, su mano izquierda frotándose la barbilla y su brazo derecho sosteniendo uno de sus mejores tomos de física, y su favorito: La Gravedad. Un extenso libro enciclopédico, de gruesa pasta y que, aunque viejo y muy usado, se mantenía en las mejores condiciones.

Mientras que sobre su escritorio, reposando algunos de sus otros materiales de lectura, había un viejo frasco de un experimento que traía buenos recuerdos a Jacobo. Ah, ¿Cómo olvidar aquellos días en que empezó su camino a la ciencia? ¿Cómo olvidarse del pequeño niño, de seis meses de nacido, que secuestro y mutilo dejando sus restos cercenados descansar en un frasco con vinagre? Tenía un significado para Nicolao igual o mayor que el de un estudiante tener notas altas y un pescador conseguir el salmón ganador de la competencia. Dos bracitos, desgarrados y abiertos para que sus huesos fueran extraídos aun con el pequeño en vida, y sus ojos flotando en el líquido amarillento…. Ya habían sido muchos años, y el cuerpo se conservaba decentemente, y aunque no significaba un gran logro general, lo fue para Nicolao: fue la primera vez que conoció como estaban conectados los huesos en un cuerpo humano.

No tenía mucha idea de que se aproximaba, ni tenía intención de averiguarlo, solo había en su mente la ciencia y el deseo por encontrar nuevos especímenes, y si algunos de ellos eran mujeres: mucho mejor. ¿Por qué el interés? Solo recordar los viejos pensamientos del hombre de la bata roja sería suficiente para saber por qué ese interés en experimentar sobre cuerpos femeninos… Solo estaba, ansiándolo, cada vez más y más en su cabeza, junto a los dibujos que hacía de sus cuerpos mutilados. ¿Delicioso? Mucho más que eso.

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