Una buena comida

Jacqueline navegaba por las aguas del East Blue, con su viejo bote de vela, cuando lo divisó.

Al principio, sólo vio un barco más y decidió esquivarlo. Sin embargo, apenas iba acercándose de fue dando cuenta de que algo ocurría con él. Iba a la deriva, la vela ondeaba sin orden ni destino, y no se vislumbraba a nadie manejándolo. La cubierta estaba vacía, o eso creyó observar Jacqueline.

En cualquier caso, una bandera (no pirata, pues no había ninguna calavera en ella), ondeaba en el mástil. Antes de acercarse a curiosear, Jacqueline tuvo que pensárselo muy bien. ¿Y si sí que había alguien en el interior? ¿Y si, peor aún, eran tipos peligrosos? No era lo suficiente estúpida como para arriesgar así su vida.

Aunque lo cierto era que se conocían de muchas historias sobre piratas caídos que abandonaban sus barcos a tiempo para salvar los tesoros que en ellos había…

Pensar en que pudiese haber dinero abordo sin vigilancia fue suficiente para Jacqueline. Volvió a cambiar el rumbo de su bote y se dirigió hacia el barco. En cuanto llegó, lo amarró con una cuerda desprendida que encontró y subió a la cubierta. Allí, encontró el cuerpo de un joven algo mayor que ella, muy gravemente herido.

Jacqueline, que no poseía conocimientos médicos, lo primero que hizo fue darle una patada en la espinilla, para ver si reaccionaba, pero el chico estaba inconsciente. La pirata suspiró y se agachó para tomarle las pulsaciones. Eran lentas, sí, pero aún estaba vivo. Volvió a suspirar.

—¿Y qué se supone que tengo que hacer contigo? —preguntó en voz alta, como si esperase que el muchacho la respondiera.

Finalmente, decidió cargárselo en el hombro y llevarlo dentro. Lo tumbó en una de las hamacas que encontró y le ató ambas manos, por si acaso despertaba. Luego, inspeccionó el barco en busca de los tesoros, aunque no halló nada. Por suerte, no se le ocurrió registrar al chico, pues sino quizá sí hubiese encontrado algo de valor.

Cuando no tuvo nada más que hacer, llenó un bol de agua de mar y lo derramó sobre la cara del chico.

—Despierta, cabrón. No me obligues a tener que deshacerme de tu cadáver —decía, mientras volvía al mar para llenar el bol y seguir con el método brusco para despertarlo.

Jacqueline dejó el cubo de agua a un lado y se acercó nuevamente al chico.

—Si aún tienes fuerza para gritar así, es que no estás tan débil como pareces —le reprochó, ignorando la pregunta del joven.

En cuanto comprobó que estaba consciente, Jacqueline fue a uno de los muebles que había registrado antes y sacó una pequeña caja que contenía un botiquín de primeros auxilios. Sabía desinfectar heridas y vendar, debido a que Uriel le había enseñado algunas aplicaciones básicas, pero nada más. Si estaba enfermo o más grave, el muchacho moriría irremediablemente.

Volvió a su lado y comenzó a aplicarle la dolorosa medicina y a vendarle las heridas. Jacqueline ni siquiera sabía porqué lo hacía. Quizá porque, al igual que ella, estaba perdido en medio del mar, sin ninguna otra compañía.

—¿Qué clase de idiota navega sin rumbo y con semejante estado…? —preguntó en voz alta, aunque parecía una pregunta más dirigida a responderse por ella misma.

Mientras aun me acomodaba, vi a la chica detenidamente, a decir verdad, era pequeña, yo diria enana, tenia cabellos azules y unos guantes, ademas de una ballesta en su espalda, movi mi cabeza hacia la derecha haciendo que los musculos se descontracturen, a lo cual se añadio un sonido ((Crack)), y repeti el movimiento a la derecha, luego mire a la chica, la cual inspeccionaba el botiquin, sabia que dolia que alguien te cure, asi que pense *¿El dolor o la muerte? Dolor definitivamente.* Espere a ver si haria lo que pense, y comenzo a curarme, dolia bastante pero debia aguantarmelas, como hombre que era, entonces no aguante mas y abri la boca

-Oye, duele, ¿sabias?, Bueno, ya que estas aqui.. ¿Tu nombre marinera?

Pense unos momentos, *¿Porque me ayuda?, solo soy un pirata inutil.* Entonces escuche sus palabras, *¿Qué clase de idiota navega sin rumbo y con semejante estado…?* Entonces rei un momento mientras ella vendaba mis heridas, al terminar de reir dije

-Bueno, pues... Te contare lo que sucedio, si te parece..., Veniamos con mi amigo Belphegor, hacia el Baratie, unos piratas lo estaban atacando e intentamos cazar al capitan, una bala revento a mi compañero, venge su muerte asesinando a todos los piratas pero... digamos que ellos no se quedaron parados...

Luego de decir esto una lagrima salio del ojo donde yo tenia el tatuaje, al notar que la lagrima salio cerre mis ojos para que no salga ninguna mas.

Jacqueline frunció el ceño al escucharle de nuevo preguntar quién era, más concretamente, su nombre. Aún meditaba el hecho de porqué seguía allí. Es más, ¿por qué no lo había lanzado al mar y se había quedado con el barco? Jacqueline se sintió por un momento estúpida, hasta que comprendió que de nada le servía un barco tan grande que no sabía manejar. Puede que, a fin de cuentas, aquel chico la sirviera para algo.

La pirata escuchó su historia en silencio, mientras continuaba con su labor. Entre el comentario de “marinera” y la disputa con los asesinos de su amigo, Jacqueline no supo deducir de qué lado estaba. ¿Sería un marine? ¿O un pirata? O peor aún, ¿un cazarrecompensas? La chica tenía muy claro que no se trataba de ningún humano normal.

Descartó la última opción al recordar su cartel de recompensas. Si fuese un cazador, ya la habría reconocido, y tan débil no habría sabido fingir adecuadamente. Y si de verdad estaba mintiendo, entonces Jacqueline ya podía correr, porque eso significaba que estaba a un nivel muy diferente al suyo.

Le lanzó la última venda a la cara, más concretamente a los ojos, tapándolos por completo. Luego, desató las manos del chico.

—Tal y como te encuentras, no serás muy peligroso —decretó—. Sécate las lágrimas y descansa, porque no me apetece cargar con ningún muerto en medio de ninguna parte, ¿estamos?

Jacqueline se cruzó de brazos, sin saber muy bien cómo abordar el siguiente tema.

—Mira, voy a ser muy directa. Quiero llegar a Loguetown, una de las islas del East Blue, porque… Bueno, no importa el porqué. Mi bote es bastante inseguro para tal viaje, así que necesito transporte. ¿Qué te parece si hacemos un trato? Tú me llevas y yo te sigo aplicando tratamiento básico.

La pirata contempló la opción de que se negase. Si eso sucedía, sólo le quedaría la opción de tomar el barco por la fuerza y cruzar los dedos para saber manejarlo medianamente bien.

—Por cierto, llámame Jac. O como te plazca.

Jacqueline contempló asombrada por un momento la pierna robótica del muchacho, hasta que pudo reponerse a tiempo para no parecer boba. Nunca había visto a un Cyborg, pero desde luego, no los imaginaba tan… normales.

—Tsk, la mayoría de los Artilleros no estamos acostumbrados a reparar piezas de Cyborg, sólo armas —musitó.

Recuperado, el joven se levantó y comenzó a actuar de manera natural. La apodó Blu. A Jacqueline no le molestó el nuevo mote, ya que al fin y al cabo, era sólo un nombre y a ella no le importaba. Sólo esperaba que tampoco comenzaran a llamarla así en todas partes.

—¿Unirme? —lo meditó un segundo—. Eso dependerá de si compartimos los mismos intereses o no. Por ahora, sólo quiero llegar a Loguetown para entrar a Grand Line, así que me serviré de este barco para hacerlo, en compensación por haberte curado, “capitán”.

La idea de disponer de un barco en condiciones y no vagar durante más tiempo sola era tentadora. Sin embargo, Jacqueline sabía que debía ser precavida. No podía unirse a cualquiera que se lo pidiese sin más.

Se cruzó de brazos al oír su propuesta. Jacqueline nunca se había parado a pensar mucho en los peligros de Grand Line: únicamente tenía su objetivo en mente. Pero si la mitad de las historias que contaban eran ciertas, los dos solos no llegarían muy lejos. Por otro lado, no le gustaba la idea de confiar tampoco en demasiada gente. Ya era suficiente con arriesgarse a hacer un trato con ese tipo desconocido.

—Me parece que no me queda más remedio, así que aceptaré por el momento —dijo finalmente—. Puedes esperar de mí cierta lealtad si cerramos el trato, a menos de que encuentre motivos suficientes para marcharme sin más. En cambio, si eres tú quien me traicionas… Bueno, los traidores siempre saben cuál es su destino.

Aún así, terminó la amenaza con un gesto sobre el cuello bastante explicativo. Nunca había amenazado a nadie de aquella forma, pero Jacqueline esperaba que fuera suficiente.

—Quiero ir a Grand Line por un buen motivo, pero no me hace falta atravesarlo del todo. Es posible que te abandone en algún punto del camino. A pesar de esas advertencias, ¿aceptas el trato?

Jacqueline le tendió la mano, dándole la opción de echarse atrás.

—Por cierto, tampoco esperes que sea tu marioneta. Ni siquiera sé si es una buena jugada confiar en alguien que acabo de conocer, pero mientras no demuestres ser un completo inútil, te seguiré. Mi respeto tendrás que ganártelo por tus propios medios, “señor capitán”.

La pirata reparó en que el joven aún no le había dicho su nombre. Aún así, no era importante. Seguiría llamándole con los motes que se le ocurrieran hasta que se dignara a presentarse.

—¿Adónde ir…? —lo pensó un momento—. Me han llegado rumores de que la Marina se está movilizando. Quizá debamos alejarnos de Loguetown durante un tiempo. ¿Qué tal al South Blue? Dicen que hay un sitio seguro que…

La idea de alejarse de su destino la carcomía por dentro. Pero hizo el esfuerzo. Aún no estaba preparada para Grand Line, y lo sabía.