Promesas inconclusas

Hacía rato que observaba, sentada sobre un tejado, el Cuartel General de la Marina, mordiéndose la uña como una niña inquieta y por primera vez, sin saber que hacer.
Tenía que ver a su hermana, ella podría ayudarla, pero hacía más de un mes que no hablaba con ella, enviaría una de sus aguilas para que le dijeran donde se encontraba, sí, eso haría.
Después de hablar con su hermana se marchó se Shelltown, y no pensaba volver, pero su padre estaba enterrado allí, y alí era el mejor sitio por dónde podía cumplir sus planes. Y como una idiota se cobró favores para poder volver a pisar esa tierra governada por la marina.

Frunció el ceño y chasqueó la lengua.

Estaba extrañamente nerviosa, nunca había estado tan cerca de un foco marine como lo era ese por voluntad propia e involuntariamente eso la inquietaba, debía hacerlo, por su padre, y sola, no podía involucrar a su hermana ni decirle nada hasta que le saliera bien la jugada o, por el contrario, la arrestasen.

-Mierda. - maldijo, estirándose y mirando el cielo del medio día.

Todos felices en un día tan bonito y ella hecha un manojo de nervios y confusión.

Scott Anderson estaba de vacaciones, se las había ganado currando como nadie las últimas semanas. Había llevado a cabo seis arrestos de piratas como mínimo cada día, y es que era increíble ver la cantidad de bucaneros de poca monta que decidían pasar unos días en Loguetown. El joven marine ya no sabía si eran demasiado valientes, o demasiado retrasados. A estas alturas ya deberían haber aprendido que con el cuerpo de marines de la "Isla del alfa y del omega" no son ninguna broma, pero en todo caso, gracias a la estupidez de los piratas el peliazul podía gozar de varios días de asueto en Shelltown. Era una de las ínsulas del East Blue donde nunca había puesto un pie, y en fin, quería conocer el mar donde trabajaría hasta su jubilación.

El equipaje de Scott consistía en una mochila de viaje (azul), una maleta enorme (azul) con todas y cada una de sus pertenencias, un maletín de cuero (también azul) dónde guardaba tres de sus dokuso y sus bisturíes de combate. La ropa con la que iba ataviado consistía en un traje totalmente blanco y con camisa de vestir del mismo color (milagro XD), pero con una corbata de lujo de color azul que resaltaba en toda su persona.

Anderson pretendía alojarse en la famosa Base Marina del lugar, principalmente porque le salía gratis, siempre y cuando realizase un par de patrullas nocturnas en los diez días de vacaciones que tenía.

Asomó la cabeza por uno de los bordes el tejado con desdén, ausente y sin saber que hacer, y allí lo vio, al hombre que había intentado matarla hacía meses y que por poco lo consigue, vestido -por primera vez, estaba segura- de blanco.
Andando como si nada con un montón e equipaje y hacía el cuartel.
Debía estar de vacaciones, pensó. Pero madre mia, llevaba más equipaje que una mujer

-El que faltaba... - masculló rodando los ojos.

Con ese rondando por ahí ahora tenía dos cosas en las que pensar, y una era que si ese pitufo que en mal momento salvó de morir ahogado la veía no iban a tener una conversación pacífica.
Pero aún así tenía cierta gracia que siempre se lo enontrara metido en su camino, listo para molestar o intentar quemarla.

Suspiró, valla día le esperaba.

Scott no vio los dos ojos que le observaban desde lo alto de un tejado, así que se limitó a dirigirse con naturalidad hacia la base. Los habitantes le miraban con cara de "quién demonios es este loco con tanto equipaje". El motivo de por qué Anderson llevaba todas sus pertenencias consigo era simple, no tenía suficiente "pasta" como para permitirse la compra de un piso en Loguetown, así que se tenía que conformar con una de las estrechas habitaciones de su base. Y no le apetecía dejar sus cosas en su "hogar", pues no era la primera vez que algún objeto de valor suyo desaparecía "misteriosamente" en su ausencia. Los marines no siempre son santos que no han cometido delitos en su vida, eso estaba claro. Pero en fin, eso no viene a cuento.

El joven marine llegó por fin a la base, en cuya entrada lo tuvieron esperando un buen tiempo mientras registraban su maleta, su mochila y su maletín. Le confiscaron sus armas temporalmente hasta nuevo aviso a pesar de las numerosas y fundamentadas protestas del peliazul. Al parecer, a alguien de su rango solo le permitían tener como arma una espada o un fusil.

Malhumorado, dejó el resto de su equipaje en su habitación temporal en la base de Shelltown y salió a dar un "garbeo" por la ciudad, a ver qué se cocía por la zona...

Los "garbeos" de Scott, ahora que había aprendido a usar el "Soru", consistían en usar la variante "Ghost" e ir por ahí saltando y corriendo por los edificios a altas velocidades como un poseso...

Lo vio entrar a la base y suspiró aliviada, no quería que tener que soportar sus gritos y sus costumbers barbáricas.
No supo cuando tiempo pasó estirada en la azotea, quedándose progresivamente adormilada mirándo el cielo y los pájaros volar... volar, sí, volar le relajaba, seguramente despues de volar un rato se le ocurriría que hacer, y quizá porque no estaba en su mejor momento no advirtió con el suficiente margen de tiempo como un borrón balnco y azul se le venía encima a una velocidad desproporcionada.

Atropello a las tres en punto, predijo.

Y asi, con una simple movimiento de manos se deslizó los centímetros suficientes como para quedar fuera de alcanze, con la exepción de hacerle la zancadilla al pobre idiota que había intentado arrollarla.
Y mira tu por donde, el pobre idiota que se dejó los dientes era Scott.

-¿Me hechabas de menos? - saludó levantando la mano y moviendo los dedos, con una sonrisa victoriosa por no haber muerto cuando él quiso y por saber que al caer, el muy manco se había roto el labio por todas las partes fisícamente posibles.

Algo hizo que Scott tropezara y se diera de morros contra el suelo, rompiéndose el labio.

-¿Me hechabas de menos? - Dijo una voz conocida.

Eso hizo que Anderson se pusiese serio, cosa que ocurría muy pocas veces. Tras treinta incómodos segundos sin reaccionar, se incorporó lentamente del suelo, sabiendo que estaba totalmente desarmado, bueno, totalmente no, Scarlet no tenía ni idea de que era usuario de una Akuma no mi.
El peliazul, ya erguido, dio la espalda a la pelirroja y se dispuso a ver el hermoso panorama de Shelltown, con sus calles bulliciosas y llenas de vida...

-La verdad es que sí, te echaba de menos.- El joven marine siempre tuvo la impresión de que Erza había salido ilesa de su vano intento de incineración meses atrás. -Pocas veces se encuentra a un rival digno en este pequeño mar. ¿Has venido a matarme?-

Scott no tenía ningún atisbo de miedo o ira en su mirada, era totalmente consciente de la fuerza de la pirata, sabía que no tenía ninguna posibilidad contra alguien de tanto nivel, pero al fin y al cabo, él representaba la ley, estaba mentalizado para darlo todo por la justicia.

-Ahora estoy de vacaciones, pero Erza Scarlet, quedas arrestada en nombre de la Marina por cometer piratería. Si te resistes me obligarás a usar la fuerza bruta. Es mi primer y último aviso, entrégate, y no te haré daño.-

-Deja de hacerme la pelota. - movió la mano verticalmente varias veces y con desdén, restándole importacia.

¿Intentar matarlo?... No... todavía.

-Bueno. - se levantó, sacudiéndose el kimono. -Tenía pensado inmolarte junto a un vieja y enana cabaña en medio de ninguna parte empapelada con fotos y documentos sacados de la mente de un niño pirado. - dijo con absoluta certeza, apoyando el dedo índice en la barbilla como si se estuviera imaginando la escena... espera, no tenía que imaginársela.

Su labio no paraba de sangrar, pronto parecería sacado de una película de SAW

-Sí, se que quieres pasar más tiempo conmigo y todo eso, pero te estás embadurnando tu precioso traje blanco de sangre, princesa. - señaló a las enormes manchas de sangre sobre el traje, riendo.

Llamarlo princesa por la cantidad de equipaje que llevaba había sido un puntazo.

-El traje no importa, solo importas tú, estando entre rejas, bruja.- Dijo con voz tranquila, y era cierto, poco a poco había ido dejando su obsesión absurda por tener el traje bien planchado y limpio.

Scott sabía que Erza estaba jugando con él, lo estaba provocando, pero no era momento de razonar.

-Has quedado avisada...- Anderson estaba ya harto de tanta palabrería. ¿De dónde sacaba esa osadía? Era una pirata, una vulgar y sucia pirata, aquellos que se saltan la ley a la torera e imponen su voluntad sobre la de los demás no son dignos de ser llamados personas. Cuando era pirata, el peliazul sentía más vergüenza que orgullo, y era incapaz de entender cómo alguien podía disfrutar cometiendo delitos sin remordimiento alguno.

-Double Pistol.- Las dos manos de Scott se transformaron en pistolas orgánicas que apuntaron en menos de un segundo el rostro de la pelirroja...

¡¡¡BANG...!!!

Negó con la cabeza falsamente decepcionada ante la hostil actitud del chico.
Estaba comenzando a artarse de su actitud de ''Estoy enfadado con el mundo. La Marina es lo primero'' Alguien tenía que enseñarle que no solo habían ''buenos y malos''

-Pues lamento comunicarte que eso no va a ser posible. - y así era, nunca la habían arrestado y no iba a empezar ahora, no le convenía y que un niño trastornado con el azul le pusiera las esposas era humillante.

Y lo vio ¿Es que era idiota? ¿No sabía hacer nada sin sacar sus pistolitas?
Double Pistol... ese haki suyo era realmente útil.

Pero no podía apartarse, la bala perdida podría darle a alguien, y tampoco podría protegerse con su ala, el estruendo sería enorme, la dectarían y eso hecharía a perder su plan... pues no haría nada de eso.
Dio un paso al frente a una velocidad que parecía que más que caminar se deslizaba, alguien del nivel del niño no podría reaccionar a tiempo. Lo cogió por las muñecas y usó sus propias armas para encañonarlo, así no dispararía, de hacerlo se volaría sus propios sesos.
Siempre había sido una mujer con una fuerza física mayor de la normal, y a eso sumándole su condición como espadachín y la fuerza que le otorgaba su akuma zoan... bueno, pocas persona podían superarla en fuerza bruta y él no era una de ellas.

-Yo no lo haría. - advirtió, sin borrar su sonrisa.

Pero lo cierto era que había caído bajo sus provocaciones más rápido de lo que pensaba.

Estaba perdido, sin armas, Scott se sentía totalmente desnudo, su Akuma no mi ayudaba en ocasiones como aquella. No obstante, en esos mismos momentos se encontraba más vulnerable que nunca, Erza lo había cogido por las muñecas, y ahora si disparaba sus armas sería su fin.

Volvió a convertir sus manos en lo que eran en realidad, soltó una carcajada y dijo:

-Sí, en qué estaría yo pensando. Adelante, mátame, es tu oportunidad. Total, un asesinato más no ensuciará más tu repugnante alma de lo que ya está.-

Anderson no temía la muerte, es más, la aceptaba. Nunca tuvo una autoestima alta. Había fracasado esa noche como marine, pero había intentado durante una importante parte de su vida purgar el mundo de criminales como Scarlet.

"No, hoy no me toca morir." Se dijo así mismo de repente el marine apretando sus puños. Por poco había perdido las esperanzas, pero ahora comprendía, la pelirroja no iba a matarle, solo estaba jugando con él, burlándose de él, pero en fin, Scott no podía perder su orgullo porque nunca lo tuvo.

-Hum... ¿Podrías soltarme si no es molestia, por favor?- Dijo repentinamente y con un tono de voz tranquilo.

Bufó, molesta por fu actitud derrotista.

-¿Tan poca cosa eres que te rindes a la mínima que la cosa se pone fea? - le reprochó, podría enseñarle un par de cosilla a ese niño, pero no estaba dispuesta a cavar su propia tumba. -No voy a matarte, no tengo pensado hacerlo, si quisiera ya estarías muerto... - le aguantó la mirada y pudo verlo, parecía ausente, no temía a la muerte porque no tenía nada que perder, ni siquiera el orgullo que todo guerrero debía tener.

Y le extrañaba que con la cantidad de cosas que había canturreado en Loguetown no hubiera mencionado porqué estaba tan triste.
Lo soltó incluso antes de que lo pidiera, estaba comenzando a sentir lástima por él.

-Repugnante alma ¿Eh? - nada más lejos de la realidad, no se sentía orgullosa de muchas cosas que había hecho a lo largo de su vida, pero no se arrepentía de ser lo que era, ella si que tenía orgullo. -No soy pirata porque quiera, niño, yo no pude escojer. - no estaba enfadada, ni irritada, ni triste ni nada relacionado con ello.

Solo estaba comentando algo de lo que ya no le dolía hablar, lo que no sabía porqué se lo decía a él.

-...- Scott bajó la mirada. -Idiota, siempre se puede escoger el camino que uno quiere seguir. ¡Yo lo sé mejor que nadie! ¿O es que aún no recuerdas que yo fue también un estúpido pirata que trataba de huir de su pasado? Si no te gusta ser lo que eres, ¿por qué lo eres? Solo estás adaptándote a la vida que te ha tocado por culpa del destino. ¡¡¡PERO EL DESTINO SE PUEDE CAMBIAR!!! Pero déjame que te diga que con una actitud pasiva no lograrás nada, para lograr algo hay que arriesgarse, si no corres riesgos solo vas a fracasar.¿Quieres ser el títere de un destino que nunca has querido tener?

En joven marine ignoraba por qué había gritado todo eso tan de repente, quizás le molestaba que la gente dijese "Yo no pude escoger". Eso es lo que dice la gente vaga, sin fuerza de voluntad. "Caminante no hay camino, se hace el camino al andar:"

-Si no te gusta tu destino, haz el esfuerzo de forjar uno propio... Esa es la clave... para estar satisfecha contigo misma...- Dijo en voz baja. -Ahora respóndeme, ¿eres lo que siempre has querido ser?-

Eso era el colmo, la sermoneaba sobre el destino cuando ni siquera sabía lo que esa palabra significaba.

-Prefiero que me persigas por todo el mundo chillando como un poseso ''Estás arrestada'', a que me des discursitos filosóficos, niño. - imitó su voz lo mejor que pudo.

Había pensado distraerlo diciendo cualquier chorrada con la que se enrrollaría y así poder salir ella por patas, pero al escucharlo le había entrado un coraje indescriptible, el destino decía... chorradas.

-Si te digo que no pude escojer es porque es cierto. No sabes cuantas veces intenté camiar las cosas, que todo fuera diferente, pero todas las bofetadas que reciví por respuesta me dejaron ver que no hay nada que un simple ser humano pueda hacer para cambiar el dichoso destino. - quizá si ella se tiraba el rollo, el pitufo se largaría. -Soy lo que soy porque no tengo más remedio. - no pensaba decir más, por fin podía haber conseguido dejar el pasado donde debía estar; en el pasado, y no tenia pensado que ese niño hiciera que volviera a mirar atrás. -Eres un niño mimado que siempre lo ha tenido todo. - lo habia sabido nada más verlo, traje caro, buenos modales y esa irritante inocencia con la que hablaba, un niño de casa buena.

Inocencia que ella nunca debió haber perdido, y quizá odiaba tanto a ese hombre porque era todo lo que ella no era.

-Quizá tu no has tenido la necesidad de adaptarte y cambiar para sobrevivir, pero la gran mayoría sí, incluida yo. Siempre has vivido en tu búrbuja de cristal, con tus trajes y tu vajilla fina, pero no te permito que me des lecciones sobre el destino o los riesgos cuando ni tu mismo sabes que significan esas palabras. Pon los pies en la tierra y despierta niño, el mundo no es del color de rosa que tu crees.- no había alzado la voz, no lo necesitaba para intimidar. -Y no, no soy nada de lo que en su momento quise ser, pero no te confundas, tu sabes nada de mi, niño... - escupió.

-Tu no sabes nada, Scott Anderson.

-De acuerdo, si tan segura estás de que no se nada, ¿por qué me estás contando esto?-

A Scott no le intimidaban las palabras de una joven como aquella. Le dolió cuando Erza le dijo que solo era un niño mimado que lo había tenido todo, menuda mentira, no se lo creía ni ella. Su vida no había sido precisamente una "vida fácil". Siempre solo, siempre solo... Nunca recibió apoyo ni de sus propios padres. Cuando se convirtió en fugitivo, sus propios padres le dieron la espalda, fue ahí cuando aprendió de verdad, que éste mundo era una broma, una broma de muy mal gusto, pero una broma. Uno no se debe conformar con lo que hay, siempre adelante, siempre a por más. Le daba lástima Scarlet, a pesar de que todavía quedaba "algo" en ella que merecía ser salvado, estaría siempre condenada de esa manera. Cruel destino.

-De acuerdo, tienes razón, no sé nada, soy un imbécil bien vestido que vive en una falsa realidad, en un mundo rosa, como bien tu dices. Pienso que todo puede tener un final feliz, a sabiendas que esa no es la realidad. Soy un ignorante, un completo ignorante... Pero ése soy yo, el imbécil de Scott Anderson, el imbécil que ha intentado darte un consejo "filosófico". Pero, ¿qué sabes tú? ¿Has conocido algo más que no sea soledad y dolor? Personalmente, prefiero vivir en un mundo rosa, que en un mundo negro. Me considero afortunado, de no haber acabado como tú. Si de verdad crees, que tu realidad, tu enfoque o como quieras interpretarlo, es correcto... Sigue tu camino, no volveré a interponerme en él.-

Desvió la mirada, fue entonces cuando vio una pequeña brújula de madera en el suelo de la azotea. Tal vez se le había caído a la pirata cuando se dispuso a bloquear su ataque. Esa brújula... La había visto antes, ¿pero dónde?

Y fue entonces cuando por fin recordó... Sonrió levemente.

-... Se me olvidó devolverte tu collar en Loguetown. Una promesa es una promesa.- Levantó nuevamente para mirar a la pelirroja. -Algún día deberíamos pasarnos juntos de nuevo, por el Baratie. ¿no crees?-

Seguro que Scarlet no comprendería en un principio sus palabras, si tuviera las manos libres, se quitaría el collar que llevaba siempre bien oculto consigo, del cuello.

Sintió la sangre hervir al ver como la miraba, lástima, verdadera lástima, no veía esa mirada desde que escapó del campamento esclavista. El niño no había hecho que mirara atrás otra vez, le había tirado un balde de agua fría y de una patada la había hecho volver atás en el tiempo.
Se le infló el pecho de rabia, coraje, odio y frustración... y sí, quizá miedo también. Frunció el labio y adoptó una expresión que no recordaba haber hecho nunca, ni en sus peores berriches infantiles, nunca se había sentido así de indignada, de pisoteada... de humillada, ni siquiera en sus peores días como esclava.
Y las palabras del chico no ayudaron, la hirieron, no sabía porque le dolía tanto lo que le decía, no sabía porqué le importaba lo que le decía, nunca le habían importado lo que pensaran de ella y tampoco sabía porqué había perdido el control.

-¡Cállate! - le cruzó la cara de una bofetada.

Sacó toda la fuerza que pudo en ese momento -que no era ni un cuarto de su fuerza total, cabe anotar- y le golpeó, en la más dolorosa bofetada que había ejecutado jamás, hasta pudo jurar escuchar crujir su mandibula, estaba segura que a una persona normal la habría sacado volando varios metros.
No se había dado cuenta hasta ese instante que violentas y salvajes lágrimas bajaban por sus mejillas.

Oh no, eso sí que no.

Se giró para que no la viera llorar, secándose infructuosamente esas estúpidas lágrimas, ni siquiera había rparado en que su preciada brújula estaba desparramada en el suelo como un objeto cualquiera y que el niño sostenía el collar que había hecho ella misma hacía más de diez años.

La bofetada fue realmente brutal, Scott quedó un buen rato desorientado, y luego vino el dolor. Pero por fin le había soltado, tenía las manos libres, así que se quitó la chaqueta del traje, se arrancó la corbata, se desabrochó unos botones de su camisa y se quitó el collar que Erza le había regalado tiempo atrás, y mientras la pelirroja intentaba ocultar las lágrimas, se dedicó a mirarlo mientras pendía de su mano derecha, ahora recordaba porque tenía un valor tan especial para él. Recogió la brújula del suelo, y la sostuvo en la otra mano.

El dolor ocasionado por la bofetada le duraría un par de días, y con un poco de suerte, no se le habría roto nada. Permaneció inmóvil, sin saber qué decir o qué hacer, en parte porque no podía sentir ninguna parte de su boca. El dolor iba y venía por cada segundo que transcurría. eso lo odiaba.

Por fin decidió qué hacer, Scarlet necesitaba estar sola, y más aún él, así que le lanzó la brújula y el collar esperando que los atrapase al vuelo con sus sobrehumanos reflejos, y regresó a la base de la marina. La brújula, era un regalo.

"Mañana será otro día... Con dolor de mandíbula...".

Si llegaba a golpearlo con toda su fuerza lo desnuca.
Cogió como pudo los objetos que le lanzó, ella estaba casi tan desorientada como él, aunque era más humillante porque no había recivido ninguna bofetada.
Y más confusa estuvo cuando vio que tenía en sus manos, su brújula y el collar que hizo cuando era una niña.

Comenzó a recordar. Ese collar lo había hecho cuando tenía siete años y se lo había regalado a un niño... en el Baratie, no podía estar segura, le resultaba todo muy lejano, pero en cualquier caso ¿Qué hacia él con eso?

Cuando quiso darse cuenta, lo vio alejándose hacia el cuartel. No señor, de allí no se iba hasta que le diera respuestas... si podía hablar.
Saltó del tejado hasta llega a donde él estaba, interponiéndose en su camino en un impresionante salto digno del oro olímpico, y nada más poner los pies sobre el suelo, le puso una mano en el pecho y lo estampó contra la pared más cercana, que para su suerte, estaba a medio metro, aunque la brusca acción parecía una caricia en comparación a su último golpe.

-¿Cómo has conseguido esto? - le preguntó frustrada, con los ojos rojos, las mejillas húmedas y la nariz enrojecida.

No retiró la mano derecha de su pecho pero ya no hacía presión, solo se había quedado allí, posada. Alzó la izquierda, donde sosteía la brújula y el collar... en ese momento era incapaz de pensar con claridad, y por lo tanto no pudo relacionar el exceso de información que le atravesaba la cabeza.

-...- Ahora le dolía la espalda y más aún la mandíbula. Temía que se le hubiese desencajado, aún así, todavía podía hablar, a cambio de un dolor infernal.

-... Si eres Erza Scarlet, deberías saberlo... Tú me lo prestaste, en el Baratie...- Dijo lentamente Scott, cogiendo un poco de aire antes de decir cada frase y tocándose la mandíbula continuamente. Sonrió tímidamente. -Perdóname.-

Scott había reconocido a Erza, pero ella no le había reconocido a él, y no le culpaba, su aspecto físico había cambiado considerablemente... al azul.
En todo caso se sentía más escoria que nunca, había tratado de asesinar a su primera y única amiga en dos ocasiones, eso sin contar de que la había olvidado por completo. Anderson quería irse a que le revisaran la dichosa mandíbula, pero sabía que la pelirroja no le iba a dejar escapar hasta obtener todas las respuestas que quería.

Pero la Erza que se hallaba ante él no era la misma Erza de antes, tenía algo en sus ojos, dolor, sí, era dolor. Había sufrido, mucho la verdad. No era ninguna broma, la vida le había apaleado demasiado. De ahí su brutal fuerza y seriedad, pues era una manera de autoprotegerse y de superar sus propias debilidades.

"¿Qué demonios te han hecho, Scarlet?"

-...Es curioso...-

Esa la había pillado desprevenida, tanto que consiguió que retrocediera un paso, confusa. Lomiró un instante y su cabeza comenzó a trabajr por fin, consiguiendo como conclusión una respuesta inesperada.

-Eras tu... - susurró incrédula, bajando la mirada hasta la brújula.

Demasiados sentimientos enferntados, por una vez no quería pensar más. Él era el niño de su infancia, su amigo, y aunque hubieran pasado más de diez años seguía siendo el mismo niño soñador. Ya pensaría dónde la dejaba eso a ella después.

-¿Qué es curioso? - pero no estaba dispus a dejar la brújula, era de las pocas que conservaba de cuando era niña.

-¿Que qué es curioso? Todo esto.- Scott por fin volvía a poder hablar con claridad. -Yo... Mira, quiero irme, necesito estar solo ¿vale?.- Era cierto, la situación era tremendamente embarazosa, y encima no sabía qué decir. Pedir un "disculpa por haberte intentado matar dos veces" era ciertamente ridículo, tampoco quedaba nada bien decirle "Cuánto tiempo, cuéntame que has hecho estos últimos años". No había que decir más, lo mejor que podría hacer Anderson es irse al bar más cercano a tomarse algún refresco para asimilar el inmenso torrente de datos que acababa de recibir aquel día.

-¿Puedo hacerte una última pregunta?, ¿por qué eres una pirata?-

Scott ya temía moverse de su sitio, no fuese a ser que Erza le volviese a golpear y acabase ya, en el quirófano. Le asombraba la cantidad de fuerza que tenía. Definitivamente, no era una persona normal.

Se sentía culpable por haberle pegado de aquella manera, y se sentía estúpida porque a pesar de no querer pensar, su cerebro estaba trabajando a pleno rendimiento.
Hasta hacía poco más de un mes creía que todos los cabos sueltos de su pasado estabn por fin atados y ahora llegaba él, a desmontar el puzzle que creía por fin completo.
Había pasado demasiado tiempo, ella ya no era la niña que fue antes, y como le había dicho antes, no era nada de lo que quería ser.

-No quiero que te vayas. - su voz había perdido todo matiz imperativo, conviertiéndose en un ferviente deseo.

Temía que como su padre o su hermano, si se marchaba, lo perdería a él tambien, y no estaba dispuesta a correr ese riesgo.
Era el único que quedaba que la había visto sonreír verdaderamente feliz alguna vez.

-Te lo contaré, pero por favor, no te vayas.

-No me iré.- Dijo firmemente Scott. Era extraño, hace unos instantes Erza tenía unos aires de dominio sobre la situación, pero ahora había adoptado un aire más... distinto... Anderson se dijo a si mismo que su mandíbula podría esperar. Tenía especial curiosidad acerca de la historia de Scarlet, tal vez podría echarle una mano o algo.

Pero entonces un pensamiento negativo invadió su cabeza: Un marine como él no podía entablar amistad con ningún pirata, podrían acusarlo de traición, y colgarlo en la horca con todo el derecho del mundo, pues él fue una vez un criminal buscado, el hecho de que ignorasen sus acciones delictivas no implicaba que las hubiesen olvidado. Pero entonces recordó, que Erza no era precisamente una pirata buscada. Así que técnicamente no corría ningún peligro si alguien lo pillaba charlando con la joven.

Scott se sentó en el suelo, se estiró un poco, pues sentía sus músculos entumecidos y dijo:

-¿Qué pasó Erza, qué pasó?-

Sonrió levemente, de manera casi imperceptible, al escuchar su satisfacoria respuesta. Ahora que lo pensaba si que era curioso, ella suplicando por compañía, cuando antes la rehusaba -y seguía haciéndolo, pero esta vez era diferente-, eso hacía que se siniera rídiculamente sumisa.

Lo vio sentarse en el suelo y lo imitó, de toda formas su kimono no podía estar más destrozado, tendría que pensar que comprarse otro.

-Es una historia larga. - no creía que le suponiera problemas a Scott hablar con ella, era un pirata desconocida, y no pensaba seguir siéndolo mucho tiempo más.

Respiró profundamente antes de comenzar a hablar, aquello no se lo había contado a nadie, lo había guardado como su gran y pesado secreto, quizá de esta forma conseguiría desparecer ese peso que todavía recaía sobre sus hombros.

-Después de conocerte las cosas no mejoraron. Mi padre enfermó, mi hermano se volvió más frío... tenía una niña que criar él solo y no se veía capaz. - recostó la cabeza contra la pared, sonriedo con melancolía. -Asaltaron el pueblo, mataron a mi padre y me separaron de mi hermano... no lo he vuelto a ver. A mi me vendieron como esclava, no pasé por mi mejor momento, era solo una niña. - omitiría los abusos a los que se vio sometida, ya estaba dando sufiente lástima. -Después de unos años conseguí escapar a costa de las vidas de muchos que me importaban. Llegué a una isla y conocí un chico que me cuidó. Me volví a sentir querida después de mucho tiempo, me gustó volver a sentir algo que creí haber olvidado, aunque no duró mucho. - se sonrojó levemente al recordar esos tiempos... que bochornoso. -Me fui sin decirle nada, lo avandoné, entiéndelo, por muy feliz que fuera no podía vivir sabiendo que mi hermano y mi padre, todo mi vida como esclava y el paradero de mi madre era un gran agujero negro en mi vida, no era algo que pudiera olvidar por mucho que quisiese. De todas forma fue inútil, perdí lo mucho por lo poco. No averigüé nada sobre el paradero de mi hermano, ni del de mi madre, ni porqué habían matado a mi padre o porqué habían atacado la aldea, solo conseguí mi espada. - llevó una mano a su ciento, donde ella descansaba. -Me forjé como cazarrecompensas, me fue bien. Después me enteré que la isla del chico que amaba fue arrasada, lo di por muerto, pensaba que estaba sola, mi padre muerto, mi hermano muerto, él muerto... todas las personas que me importaba muertas. Después conocí a mi hermana, fue un gran alivio. Volví a reencontrarme con el chico que amaba yendo tras la cabeza de una pirata peligrosa, pensaba que estaba muerto, mejor me salto la escena la escena lacrimosa. - intentó sonreír, ya no le dolía hablar de ello, pero eso no quitaba que fuera desagradable. -Pero él ya no era el hombre del que me enamoré, estaba perdido en una mar de sombras, como yo lo había estado antes de conocer a mi hermana, quise enmendar mis errores y me uní a la tripulación pirata a la que él pertenecía para salvarlo, él me había salvado a mi y yo le había dado la espalda, se lo debía. - se llevó la mano a la cara en un perfecto facepalm. -Fui tan estúpida, intentando hacerlo todo bien no conseguí dar palo al agua. Después de eso sentí que había traicionado a mi padre, él había sido Almirante de la Marina y yo ahora estaba del bando de los que él combatía... y lo peor es que no me importó, siempre pensé que mi padre no me quería, como ya te he dicho no doy palo al agua, soy mas corta que un enano cagando agachado y sin gorro. - rió sientiéndose terriblemente estúpida, su vida había sido un desastre. -Después él desapareció, y murió, esta vez de verdad, y me vi atada a un sitio al que no pertenecía. Poco despues tuve una charla con mi hermana, descubrimos la verdad sobre nuestra madre, descubrí que mi padre me amaba y descucbrí, otra vez, que era una traidora.

¿Como un corazón podía soportar tanto dolor? No lo sabía, no sabía como no había acabado desruyéndose a sí misma.

-Todas las muertes, toda la sangre, no es algo que se pueda superar, solo puedes despertar un día y darte cuenta que ya no te importa vivir con ello, ese día, frente a mi hermana, me di cuenta de eso, ya no me importaba vivir sabiendo que todo lo que amaba estaba muerto. Aunque ahora me sienta en paz, tengo que vivir el resto de mis días sabiendo que no he causado más que dolor, que soy una traidora y que no he hecho nada bien, no es una carga que se pueda aliviar - intentó quitar tensión al ambiente desperezandose. -En cualquier caso, no pienso seguir como pirata mucho más.., pienso entrar en la Marina, honrar a mi padre, visitar su tumba por primera vez, decirle que le quiero, que, aunque nunca se lo dije, siempre lo quise y que su hija es lo que siempre él quiso.

Se le estaban comenzando a entumecer las piernas de estar sentada en suelo tan duro.

-Ahora entiendes porqué te dije que el destino no se puede cambiar, y que soy pirata porque no tuve más remedio.

Scott había permanecido todo el tiempo en absoluto silencio, cuando Erza terminó de contar su historia, se restregó sus manos en la cara y cerró los ojos unos segundos, cavilando.

-Intentaste hacer borrón y cuenta nueva ¿verdad?- Dijo, mientras sonreía cálidamente y volvía a abrir los ojos. -Bien, cierto, la has fastidiado en numerosas ocasiones, especialmente, te has jorobado la vida a ti misma, qué quieres que te diga.-

Se incorporó y le tendió la mano a Scarlet para ayudarla a levantarse (aunque ayuda no necesitaba seguro).

-¿Pero sabes qué? Al menos has tenido buenas intenciones, has arriesgado para intentar ganar, aunque no te han salido las cosas como hubieses querido. No eres una inútil que no da palo al agua, tan solo eres una gafe de cuidado.- Se rió al decir esto.

-Yo no habría tenido tanto valor en tu lugar, de hecho, ahora mismo estaría muerto, bien muerto. A decir verdad, no tengo ni idea de donde has sacado tantas fuerzas como para hacerle frente a todo eso que me has contado. Pero apoyo tu decisión, y si está en mi mano, te ayudaré a cumplir tu deseo de ingresar en la Marina.-

Aceptó su mano para levantarse.

-Se te da muy bien dar ánimos, niño. - bromeó con una sonrisa. -Y una cosa más... - le dijo acercándose peligrosamente a él, cogiéndolo de la camisa y ensombreciendo intimidatoriamente la voz. -Si le cuentas lo que he dicho a alguien... te mataré. - su tono de voz habría hecho temblar al más valiente.

Pero se alejó repentinamente con una sinrisa grabada en una cómica expresión.

-¡Es broma! - le dio un par de golpecitos en el hombro.

Rídiculo se quedaba corto para lo que sentía, desde luego bromear o hacer relaciones sociales no era su punto fuerte.

-Y dime ¿Cómo es que tu fuiste pirata? - lo mejor era cambiar de tema rápido.