Una visita inesperada

Vi los ojos en blanco de la pelirroja, la vena que le salía de la frente y otra vez... Todo en cámara lenta observe sin poder hacer nada como si me acercaba y comenzaba estirar mis mejillas con una brutal y extrema fuerza que me hacía parecer tener un rostro de goma por lo tirantes que quedaron.

-Ññoo!!! Ñaada!! Yio no digue mada!!- Entre la manera de tirar de mis cachetes y lo hinchada que estaba mi cara adolorido casi no podía articular palabra -Pof favorr shuetame!!-

Sonrió con falsa maldad y le soltó las mejillas -ahora enrojecidas- después de que suplicara un poquito.
Nunca nadie había sido tan osado con respecto a ella y todvía conservaba la capacidad de articular palabra, pero por alguna razón se veía in capaz de hacerle mayores males al hombre frente a ella.

-Eres igual de impulsivo que antes. - se inclinó frente a él en una posición demasiado sujerente.

Aunque si algo era la pelirroja que nunca reconocería era inocente y también algo patosa, aunque eso no venía a cuento.

Me froto generosamente los rojos cachetes adoloridos, eso me ganaba por molestar una un dama.

-Si lo soy es lo que me caracteriza y por lo cual la gente me quiere o me odia tanto- Digo algo consternado todavía por la sacudida.
En ese momento la pelirroja se inclino dejando ver su el excesivo escote que le dejaba ver el kimono verde con el que había llegado y que le daba una figura esbelta y estilizada mucho mejor que la anterior vez que se había encontrado, para mi mala suerte mis ojos no pudieron mas que dejar de verla a los ojos para clavarese en sus pechos, que al estar yo sentado tenía en primera plana frente a mi rostro.
-Yo.. Ehhh.. Esto.... Mmm... Adiós...- Un gran hilo de sangre cayo desde mi nariz, mis ojos quedaron en blanco y caí hacia atrás en una cómica posición con los pies colgado por un lado de la cama, la espalda recostada y la cabeza colgado por el otro extremo, si algo no tenía la chica era vergüenza para ir mostrando sus regalos de Dios por el mundo.

Demasiado... inocente.

Y el hombre voló por un chorro de sangre propulsado. La pelirroja alzó una ceja siendo -extrañamente- incapaz de comprender la reacción del hombre.
Se acercó a la parte de la camilla por donde colgaba su cabeza, mirándolo desde arriba, no tenía muy buen aspecto.

-¿Estás bien? - pregunta estupida, porque era obvio que no.

Lo cierto era que le resultaba atactivo y extrañamente atrayente, pero ya no tenía ojos para otro hombre que no fuese cierto peliazul.
Miró su pecho al descucbierto y aunque antes no se había fijado, pudo ver muchas cicatrizes, algunas más cortas y otras que le iban desde os abdominales hasta los pectorales.
No pudo evita inclinarse sobre él para verlas más de cerca, era extraño porque no todas tenían el mismo grado de curación, algunas se sabían antiguas y ya sandas pero otras no.
Delineó con las yemas de los dedos y particular suavidad una que le atravesaba el pecho de forma ascendente, era la más larga y la que se vevía más profunda.

-¿Qué te ha pasado? - estaba desconcertada y no se molestaba en ocultaro.

Era un hermoso sueño que tenia, corría entre grandes y suaves colinas, rodeado de flores, pequeños, adorables animalitos como conejos de algodón, pequeñas aves cantando armoniosamente y... algo me interrumpió, todavía mas agradable, una suave caricia atravesaba mi pecho dulcemente mientras lentamente me despertaba y veía la imagen de un ángel sobre mi.

-¿Eing? ¿ Morí y fui al cielo?- parpadeo un par de veces para recobrar mejor el conocimiento escuchando las palabras del ángel que resulto ser Erza y no estaba muerto para mi suerte, podría seguir viéndola un tiempo mas.
-Pues... Recuerda que soy un pirata, es normal que tenga tantas heridas, algunas mas leves...- Apoyo suavemente mis bandadas manos sobre las suyas que recorrían una larga cicatriz en mi pecho bastante antigua- Otras no tanto, tampoco es algo para preocuparse tanto pero gracias por preguntar-

-El cielo no existe. - espetó con quizá demasiada rudeza. Tampoco existían dioses o una vida más allá de la muerte, el destino y su cruel sentido del humor de lo había hecho ver.

Observó las cicatrices unos segundos antes de reincorporarse y suspirar. No sabía nada de medicina más allá de limpiar y vendar un herida, pero algo le decía que aquellas cicatrices no eran del todo normales y aunque no tenía nada que ver con ella estaba husmeando cuando normalmente se hubiera mantenido al margen.

Miró a la puerta.

Y tampoco pasaría mucho tiempo hasta que esos marines se dieran cuenta que no era quién decía ser.
Debía pensar en marcharse.

-Que ruda... No tomas muy bien lo halagos ¿Verdad?- Digo algo tocado sentándome de nuevo en la cama y limpiar la sangre de mi rostro con la bata que tenia atada en la cintura.
Observo como mi amada se levanta pensativa justo antes de mirar hacia la puerta, solo en ese momento me doy cuenta de todo el tiempo que había pasado y que en cualquier momento podría aparecer el capitán o algún otro marine para descubrirla, me daba mucha tristeza pero debía irse antes de que la tacharan de pirata a ella también.

-Linda deberías de irte, el truco no funcionara para siempre y de un momento a otro podría aparecer algún molesto a interrumpirnos y tratar de arrestarte, lo mejor es que te vayas-

-Que ruda... No tomas muy bien lo halagos ¿Verdad? - dijo.

No era así porque quisiera, tan solo que si dejaba de comportarse como lo hacía sentía no sería capaz de caminar hacía adelante y no volver a perderse en pasado.
Parecía que Yotta se había dado cuenta también, dado el tiempo que ya había pasado allí no tardarían en descubrirla.

Le sonrió dulcemente al hombre y le guiñó un ojo.

-Bien. - se acercó a la puerta. -Nos volveremos a ver. - y con un movimiento de mano como despedida abrió la puerta y salió.

Una vez fuer miró de manera despectiva a uno de los guardias, y con voz firme y ptente llamó su atención.

-No dejéis entrar a nadie. - comenzó a andar por el pasillo. -Y mucho menos entréis vosotros.

Y así se fue, escuchando como decía con inseguridad el centinela un ''Sí señora''