El gran botín

-Esta noche, en el barco... diez y media ¿entendido?
-Entendido, allí estaremos.
Tras esto, ambos hombres se dieron la vuelta y se marcharon lentamente. Karlev había escuchado toda aquella conversación desde su escondite entre las cuerdas. Sonaba interesante, una fruta del diablo... Dicen que todo aquel que lo toma es odiado por siempre por los mares y pierde la capacidad de nadar y flotar... Pero también dicen que te confiere unos poderes sobrehumanos... Era una oferta tentadora... Sin duda alguna, más que tentadora, pero no iba a ser en absoluto fácil robársela a esa panda de musculitos entrenados, y menos en un barco protegido hasta los dientes, a esa hora de la noche, en un sitio tan transitado.
Sin dudarlo, cogió su morral y se fué en dirección a la playa para fabricar un pequeño petardo, ¿para que? bueno, eso ya se verá con el tiempo.

De camino a la playa se le ocurrieron mil y una ideas para asaltar aquel gran buque, tenía tres horas para prepararse para aquella dificil misión. Pero a lo que iba, se sentó en una piedra y coenzó a fabricar cuidadosamente aquel petardo. No se trataba de un arma homicida, de hecho, era inofensivo, podría producir alguna herida leve en caso de explotar demasiado cerca
de alguien, pero su función principal era armar escandalo. No tardó mucho en envolver un poco de pólvora y una mecha en un trozo de papel.
-Bien, esto ya está... Ahora idearé el resto del plan... -Murmuró Karlev con la mmirada perdida en el mar sosteniendo el petardo entre sus manos.
Sacó un papel en blanco, y dibujó un barco en el muelle, con los dos guardias que había escuchado que habría en el puerto para que nadie se colase. Había sido un acierto aquel paseo al atardecer por aquel bosque tan lejano en un principio inutil, pero al final fué productivo... Muy productivo si conseguía el botín.

El tiempo pasaba rápidamente mientras Karlev hacía los últimos preparativos para el gran golpe, estaba bastante nervioso, sabía que le podía costar la vida de no salirle bien la jugada, pero confiaba plenamente en el meticuloso plan que había ideado. Sabía perfectamente a que tipo de defensa se enfrentaba, si la información que había recabado era cierta, solo necesitaba concentración y lo demás saldría todo solo. No sabía que clase de poderes le aguardaban en aquella fruta del diablo, las consecuencias eran grandes pero no podía resistirse a aquella morbosa tentación de ser superior a un humano corriente.
Los preparativos estaban listos, metió todos los utensilios en el morral y se encaminó hacia el poblado, ya quedaba poco para el inicio de la reunión y quedaba un largo trecho por recorrer de camino hacia el puerto. Las farolas ya estaban encendidas, el sol había caido, la reunión había empezado...

El puerto estaba silencioso, no había ni un alma por allí, todos estaban ya en sus casas o en las tabernas. Iba a ser mas complicado de lo que esperaba... el cielo estaba cubierto de nubes que tapaban la luna, el puerto se sumía en una oscuridad siniestra que no alumbraban las farolas, ese era un punto a favor a tener en cuenta. Los guardias, inmóviles, permanecían frente a la rampa de entrada al barco, montados en el barco, había otros dos guardias como torres, de brazos cruzados los cuatro, con ojo avizor a cualquier anomalía en el ambiente que pudiera estropear la reunión entre aquellos clanes de mafiosos. Dos de ellos lucían una insignia colorada en el brazo derecho, los otros dos, por el contrario, no lucían insignia alguna. Intimidaban, realmente intimidaban mucho, pero Karlev no tenía en absoluto miedo, sabía que si todo iba bien no iba a tener que enfrentarse contra ninguno de ellos, ni siquiera iba a tener que enfrentarse a nadie.

Una leve brisa acarició la piel de Karlev, tenía frío, pero ahora no había tiempo para eso, tenía que actuar antes de que terminase la reunión, de alguna manera, necesitaba entrar allí, así que decidió seguir meticulosamente el concienzudo plan que había ideado aquella tarde en la playa. La información obtenida acerca de las fortificaciones del barco era verdadera al cien por cien. Estaba todo, los vigías, la rampa preparada, la puerta con cerradura fortificada, todo... sin más dilación, Karlev hechó mano al morral y sacó el petardo que había fabricado aquella tarde en la playa mientras ideaba el plan, lo encendió con paciencia, una ven encendido, buscó con la vista rápidamente la popa del barco, le quedaba cerca y estaba en la otra punta del barco de la que estaba el camarote donde se estaba celebrando la reunión. El petardo explotó con un estruendo mortífero.
-¿Que ha sido eso? -Dijo asustado uno de los mafiosos que estaban reunidos

Los guardias que vigilaban la entrada marcharon corriendo para ver que era lo que había ocurrido, parte de los guardias presentes en la reunión salieron hacia la popa con la misma intención que los anteriores. Tal y como Karlev había planeado, la entrada quedó libre, tenía que actuar rápido si no quería ser descubierto. Como un haz de luz subió por la rampa sin hacer ningún ruido. Se acercaba rápidamente a la puerta del camarote donde se celebraba la reunión. A cada paso que daba el corazón se le aceleraba más y más, parecía que iva a explotar, una gota de sudor frío recorrió su frente, su mejilla y finalmente cayó al suelo por su barbilla, la situación era tensa, los guardias ya se habían dado cuenta de que no había sido anda y comenzaban a ocupar sus posiciones de nuevo como si nada hubiera pasado. Solo tenía un segundo, la bomba de humo ya estaba en su mano, preparada para ser lanzada en medio de la estancia...

Dudó unas décimas de segundo, que parecieron horas completas, pero sabía que ya era demasiado tarde para rectificar, ya de estar en ello, había que acabarlo, vivo o muerto, había que acabar con aquello de una vez y conseguir aquellos extrahordinarios poderes, o morir, si todo salía mal... Karlev encendió la bomba, cuya mecha se consumía rápidamente mientras volaba hacia la estancia por el hueco entreabierto de la puerta que los guardias habían dejado al marchar corriendo. ¡¡¡¡¡¡¡¡BOOOOOOOOOOM!!!!!!! La bomba explotó con gran estruendo y la sala se llenó de un humo negro muy oscuro. Karlev sabía perfectamente dónde estaba la fruta, sobre una mesa de madera, en el centro de la estancia. Corrió con todas sus fuerzas, abrió la puerta de golpe, como un haz se acercó a la mesa, durante unas décimas de segundo buscó la fruta del diablo en aquella repisa entre el estruendo y los gritos de los presentes que se acercaban a la puerta.

Con todas las fuerzas que le quedaban en sus piernas corrió hacia la puerta, algunos ya habían salido fuera, con la fruta bajo el brazo y sin mirar a los lados, saltó por la borda y buceó lo más profundo que le permitieron sus pulmones, nadie se había percatado de lo ocurrido, todos estaban aturdidos por lo ocurrido y no habían reparado en la presencia de Karlev, en su salto, los que no se frotaban los ojos tosían de espaldas,la suerte le sonrió una vez más, y esta vez de manera más productiva, y vaya que si fué productiva. Pero había un pequeño problema... Los guardias que venían corriendo si que lo habían visto y le perseguían... no eran más de tres, pero tenía claro que tal y como estaba con los nervios ahora mismo no sería capaz ni siquiera de empuñar el cuchillo. Necesitaba tomar tierra y comerse la fruta rápido antes de que se la arrebatasen.

Solo quedaban unos metros para llegar a tierra, el aire de sus pulmones se había acabado hacía unos instantes, asfixiado, Karlev sacó la cabeza a la superficie y comenzó a mordisquear la fruta mientras corría hacia la playa con todas las fuerzas que le quedaban. Los guardias le seguían de cerca, pero la fruta ya estaba en su estómago... No le había dado tiempo a pensarlo con claridad, pero a partir de ahora no podía meterse en el agua, los mares le odiarían por siempre a partir de aquel instante en el que le dió un pequeño mordisco a los que algunas personas llamaban "las nueces de Bencebú".
Desenvainando sus katanas, los tres guardias amenazantes se acercaban corriendo hacia el payaso, que ya había ingerido la ansiada fruta, ninguno de los clanes tendrían el privilegio de tomar aquella delicia, ni aquel poder que a partir de este momento le pertenecería a Karlev para siempre.
-¡Maldita sea, van a matarnos por tu culpa, jodido payaso! -Bramó uno de los guardias encolerizado.

-¿Y que sentido tiene ahora que pagueis conmigo? Ya no hay manera de conseguir la fruta que vuestros amos ansiaban, ahora sus poderes me pertenecen a mi... Jijijijiji -Dijo Karlev un tanto nervioso.
-¿Y encima de atreves a reirte de nosotros? Ahora si que la has liado chavalín... Vamos a hacerte picadillo, Si ese poder no es de mi amo, no será de nadie.. ¡¡Acabemos con el chicos!! -Gritó de nuevo el último de los guardias.
-Sí, ¡¡hagámosle picadillo!! -Contestó otro guardia muy enfadado también.
Los tres guardias se acercaban encolerizados al payaso con sus katanas empuñadas, dispuestos a acabar con la vida de aquel desgraciado ladrón.
Karlev estaba cada vez más tenso, desearía desaparecer en aquel momento...
-Un momento, ha desaparecido -Dijo uno de los guardias asustado.
-Si... ya no está... ¡Maldita sea! -Dijo otro guardia tremendamente asustado.
Karlev se miró a sí mismo y se vió invisible, había descubierto cual era el poder de aquella maravillosa fruta del diablo... la invisibilidad... Ahora ya no habría por que esconderse...
Hechó a correr hacia el camino dejándo atrás a los guardias, iba a tener que esconderse algunos días de aquellos mafiosos, pero como había dicho al principio...
-Si soy invisible, no me verán... Jijijijijijiji