Nombre: Zholtan
Apodo: Filo imbatible
Edad: 24 años
Clase: Humano
Especialización: Espadachín de 2 armas.
Banda: Se debate constantemente entre los cazarrecompensas y los piratas.
Cargo: Cazarrecompensas.
Descripción física: La mayoría de su físico lo heredó de su padre. Zholtan es un hombre de complexión fuerte, endurecido en los entrenamientos diarios a los que se somete. Su pelo es azul oscuro con ciertos brillos azul cielo que le confieren un aspecto apacible. Sus ojos, ocultos siempre tras unas lentes negras, al ser expuestos al sol adquieren una tonalidad violácea apenas perceptible debido a que siempre tiene los tiene entornados. Su nariz es ciertamente normal, no obstante de su boca pueden deducirse muchas más cosas. Siempre tiene una sonrisa pícara y torcida hacia la derecha, que deja entrever muchos de sus rasgos de personalidad. De su oreja izquierda penden 3 aros pequeños de color plata, que debido a su proximidad tintinean con el movimiento.
Su torso es el de un hombre curtido en ya algunas batallas. Sobre su pectoral izquierdo yace una cicatriz diagonal que llega hasta el costado. En su brazo izquierdo está la marca que le hace reconocible a distancia: Una zeta serpenteante color verdinegro cruzada en su centro por dos filos de katanas. Sus manos son dos piedras, rugosas, insensibles pero con la agilidad del viento.
Suele ir ataviado con ropajes de combate según la situación, normalmente ropas de camuflaje según el entorno en el que esté, aunque prefiere el negro como símbolo de mimetismo nocturno. De su cuello además penden dos chapas de identificación.
Armas: 2 ninjatos (espadas cortas y rectas) https://2img.net/r/ihimizer/img151/1324/ninjatok.png
2 kamas de doble pico unidos por una cadena no muy larga (1,5 metros aproximadamente) https://2img.net/r/ihimizer/img441/8274/kamab.jpg
Descripción psicológica: Traumatizado por las masacres que su padres hicieron en cientos de aldeas Zholtan desarrolló una personalidad meticulosa y en ciertos modos insensible. Tras pasar un tiempo con su tutor, un maestro del bushido, su odio por sus padres se incrementó, sin embargo se volvió algo más abierto y extrovertido. Aprendió a sonreír ante la vida a ser afable con aquellos que lo merecieran y despiadado con aquellos que se opusieran a su ideología (radicalmente hablando). Ansía por encima de todo la venganza contra sus padres por los crímenes cometidos y no dudara en utilizar todos los medios a su alcance para llevar a cabo su propósito. No es ambicioso, ni avaro, pero tiene cierta tendencia a rellenar el hueco que dejaron sus padres con una chica que le cuide. Sus principales manías son: pasarse la mano por el pelo cuando tiene intención de demostrar a alguien lo guay que puede ser. En cualquier situación fuera del ámbito social, al oír un ruido no identificado, rueda instantáneamente hacia la derecha, con todas sus consecuencias. Sus principales defectos son: Sus ronquidos y su cabezonería a la hora de enfrentarse a un oponente, siempre y cuando haya una remota posibilidad de ganar, Zholtan no se rendirá.
Sueños o metas: Enmendar todo el daño que sus padres causaron en el mundo de One piece y honrar la memoria de su maestro convirtiéndose en el mejor maestro bushido del mundo, pudiendo legar los conocimientos de su maestro a aprendices más jóvenes.
Historia:
Mi historia es cuanto menos una serie de sucesos trágicos en continuidad, cada cual aún más trágico. El primero fue la circunstancia que me rodeó. Mis padres eran los líderes de una inmensa banda de piratas, sanguinarios, despiadados e inhumanos piratas. Desde que tengo uso de conciencia recuerdo sangre salpicando sobre mi rostro, sangre corriendo de forma casi torrencial por las calles de la isla en que me crié, Tempestad. Recuerdo constantes masacres amparadas por la oscuridad que brindaban las nubes que cubrían cada día la Isla. Me sentía solo en el mundo, yo no era como ellos, yo no quería ser un asesino, un segador de almas sin escrúpulos. Tan solo quería ser como los otros niños que habitaban en la isla, quería saber lo que era reírse. Pero un día conocí a Nahiko. Ella era la hija de uno de los comandantes de la banda de mis padres, la banda Zhemal. Era una niña dulce, triste porque se sentía como yo, sola, abandonada. Muchos días aparecía incluso con magulladuras por que se negaba a cometer actos crueles.
Estuvimos juntos casi un año entero, y ambos nos protegíamos el uno al otro. Éramos como hermanos de distinto origen, de corazón unido. Creí que con ella mi vida sería más soportable, algo más normal. La sonrisa que cruzaba mi cara cada mañana al verla, desapareció por completo el día en que mis padres me anunciaron que iba a ser ejecutada. Según entendí, Nahiko ayudo a escapar a tres presos encerrados en el refugio de la banda y fue mi padre quien vio ese acto. Cuando estaba situada en el centro de la plaza del pueblo, el jefe de la banda, se acercó a mí y mirándome con fiereza me dijo: “Es tu turno hijo, demuestra que no eres como ella, que la sangre negra corre por tus venas…Asesina a tu amiga”. Sin duda esas palabras se grabaron en mi alma para siempre. Alcé mi katana entre sollozos mientras por mi rostro caían lágrimas hechas de pura tristeza y… Y salí corriendo. Corrí todo cuanto pude, corrí durante horas, corrí por sitios por los que nunca había estado, corrí por Nahiko y por huir del destino que me esperaba por este acto de traición. Conseguí despistar a los piratas por el bosque y al llegar al puerto me metí sin pensar en una caja que estaba a punto de ser sellada. Allí lloré en silencio, grité en mi mente mi juramento de venganza, lo escribí con sangre en mi corazón…Algún día seria alguien muy fuerte y asesinaría a mis padres.
Pasé aproximadamente tres días en esa caja mientras pensaba donde aparecería. Sabía que había sido cargado en un barco cuyo rumbo desconocía. Al oír ajetreo en la cubierta del barco de una patada abrí la caja y me escondí hasta que viera la oportunidad de salir de allí. Sin que nadie me viera salí del barco evitando de cualquier forma que alguien se fijara en mí, y me dirigí a las afueras de la ciudad, hacia el bosque, en único lugar donde recibiría amparo. Allí sobreviví como pude, cazando animales de la forma más rudimentaria, alimentándome de cualquier cosa con tal de saciar mi hambre, bebiendo del rocío de las hojas por la mañana. Hasta que otro suceso se cruzó en mi vida. Iba persiguiendo un cervatillo por el bosque, cuando algo me recorrió la espalda. Se oían más ruidos de animales de lo normal y las ramas crujían demasiado para que tan solo fuera el viento. Pensé que sería mi imaginación jugándome malas pasadas por la falta de alimentos… Hasta que algo salto sobre mí. Sentí un gran golpe en la espalda que me derribó por completo. Cuando me di la vuelta en el suelo vi ante mí un señor mayor, de unos 65 años aproximadamente vestido completamente de negro y vestido con un kimono y unas sandalias japonesas. Sostenía en sus manos dos Kamas unidos por una cadena negra y estaba en una posición ciertamente extraña. Se quedó inmóvil hasta que me levante y entonces se lanzó al ataque de una sola zancada. Debido a mis exiguos entrenamientos con sables de pirata apenas pude tenerme en pie. El seguía girando en torno a mí mientras seguía lanzando cortes. Pensé entonces en la ira que sentí cuando oí en la lejanía los gritos de Nahiko… Eso me energizó de tal manera, que sin pensarlo dos veces me lancé al ataque. No permitiría mi muerte hasta que hubiera matado a mis padres y hubiera vengado la muerte de aquella niña. Estocada tras estocada hice retroceder al anciano, hasta que comprendí que había perdido. Este cambio su cara a una completamente inexpresiva y con un simple gesto, me desarmó y con su otra arma me abrió un profundo corte en el pectoral izquierdo. Entonces me desmayé.
Lo siguiente que recuerdo es un rayo de sol molestándome en los ojos. No sin cierto esfuerzo conseguí abrirlos. Me encontraba en una habitación de madera sobre una cama de paja y sin camiseta, con el torso vendado y con un leve dolor en el pecho. Estaba profundamente desorientado. Repentinamente la puerta de la habitación se abrió y volví a ver a ese anciano que me había derrotado en el bosque pero esta vez portaba no un arma, si no una bandeja con unas rodajas de pan y pequeños filetes cocinados. El anciano portaba una confortable sonrisa que sin duda me dejó desconcertado. Una vez terminé de comer, se me quedó mirando y me dijo: “Hijo, tengo dos preguntas y espero que me las respondas en orden; primera: ¿Qué hacías en mis territorios? Y segunda: ¿Qué te motivó en ese preciso instante a luchar con tamaña fiereza?”. Yo, anonadado al principio no supe que responder, pero tras un breve silencio le relate mi historia, desde el principio hasta como llegué a este lugar. El anciano debió ver en mi algo, aun no se qué, pero desde ese mismo día, comenzó a darme raras lecciones sobre el bosque, sobre los elementos, sobre cómo se hacia una espada, sombre mil cosas que yo no entendía, pero que por algún motivo seguía escuchando. Poco a poco hice del bosque mi hogar, de la noche mi refugio y de mi mismo un arma. Mi maestro me confesó que pretendía enseñarme a defenderme, a no ser un pez indefenso en este vastísimo mar. Me enseñaría el arte del Bushido. Los siguientes 12 años los pasé perfeccionando mi arte, mi modo de vida y sobre todo aprendí algo fundamental: A sonreír. Era algo que había olvidado desde el incidente de Nahiko.
Cuando creí que mi vida había tomado un camino alejado de la ira y la venganza, el tercer incidente, el que me llevó a convertirme en lo que hoy soy fue el repentino ataque una subcomandancia de mis padres a la isla en la que habitaba. Todo sucedió demasiado rápido. Al alba el sonido de un cañón nos despertó a mi sensei y a mí. El fragor de la batalla en el puerto nos incitó a darnos prisa; Los chillidos de niños y mujeres cayendo bajo la espada de un pirata nos helaba la sangre. Descendimos rápidamente hacia el puerto y entre los árboles, en lo alto de la eslora del barco atacante se alzaba una figura oscura y misteriosa. Parecía triste y apática y ni siquiera se movía. Daba la impresión de que estaba allí pero no por propia voluntad. En su espalda, un objeto de lo más curioso resaltaba iluminado por tenues rayos del sol matutino. Parecía ser un carcaj aunque debido a su forma, y a sus colores nada parecía despejar esa duda. Al llegar al puerto, recuerdos desoladores invadieron cada rincón de mi mente sin piedad. Regueros de sangre llegaban hasta el mar tiñendo sus aguas de rojo. Los muros ahora estaban cubiertos por las muertes de guardias y aldeanos. Toda mi irá salió a flote en decimas de segundo. Aproveche las sombras que ofrecían las casas de los aldeanos y me lancé al combate. Vengaría todo el daño que habían causado estos piratas. Con movimientos rápidos y precisos, con estocadas mortales y con la fuerza de un hombre lleno de rabia conseguí abatir a 10 piratas. Cuando el décimo recibió mi corte, se derrumbó y me permitió ver la gracilidad de mi maestro. El luchaba con fiereza y naturalidad, tumbando a unos y a otros como si hojas de arboles se tratase. El sonido de una pistola disparando rompió mis pensamientos y por desgracia la bala le alcanzó en el pecho y le dejo tumbado en el suelo. Alcé la cabeza y miré hacia donde provenía la bala. Un fantoche con un tricornio rojo sobre la cabeza, ataviado con una gabardina roja una camisa blanca y unos pantalones marrones se alzaba en lo alto de un tejado sosteniendo una pistola ahora humeante y alardeando de su poder con sonoras carcajadas.
Sin pensarlo dos veces me intenté dirigir hacia él, pero algo me agarró el tobillo. Era la mano de mi sensei, que en su último aliento de vida me dijo las más sabias palabras que jamás alguien me dijo: “Zholtan, huye ahora, no desperdicies tu vida. Desde que te conocí supe que llegarías a ser alguien importante. Si te quedas a luchar ahora seguramente morirás y aun tienes que librar a este mundo de tus infames padres. Hazlo por mí, hazlo por Nohiko. Utiliza mis enseñanzas para vencer a este enemigo y, por encima de todo, sonríe cuando te sea posible…”. Con lágrimas en los ojos cogí a mi maestro y lo puse tras mi cabeza apoyado en mis hombros y corrí mientras esquivaba toda batalla hacia el bosque. Allí cave la tumba de mi maestro, en la cual cada día que pase preparando mi venganza hacia un nuevo juramento.
3 días después del suceso, cuando ya acepté que no le volvería a ver comencé a prepararme para mi gran batalla. Sobre las ramas de los arboles más altos prepare pequeños miradores a los que podría acceder fácilmente y que me servirían para preparar emboscadas a los piratas que se adentraran él en bosque. Preparé también algunas trampas repartidas por las cercanías de la mansión en que se albergaban los piratas, así como rutas de escape, siempre con la palabra venganza en mis labios. Según se sucedían los días, iban quedando menos asesinos en la isla. Los iba eliminando de 1 en 1, alguna vez incluso acabe con 2 a la vez, por que cayeron en alguna trampa. Pero un día el cazador fue cazado. Estaba subido en lo alto de uno de los miradores cuando algo salto sobre mi espalda y me golpeo con extremada fuerza. Estuve a punto de caer, pero en el último instante me agarre al final de la rama del árbol. Un momento después tras recobrarme del golpe salte al otro árbol y vi a mi atacante. Era un ser que no había visto nunca y del que solo había oído hablar en leyendas. El era un tritón. Era alto, de piel azulada, manos palmeadas y complexión fuerte. Me miraba con cara de odio y en ese momento supe que era otro de los piratas que había estado asesinando. Tras examinar mis opciones me lancé de lleno a por él con mis kamas listos para saciarse de venganza. No obstante el no era como los otros piratas. Mi primer ataque lo esquivo con facilidad y me respondió con un contragolpe que casi me alcanzó en la boca del estomago. La batalla continuó, estaba equilibrada y ambos empezábamos a flaquear. Repentinamente un disparo cesó nuestro combate. En lo alto de una rama se alzaba el asesino de mi maestro, con una sonrisa en el rostro. Saltamos sobre él y aprovechó nuestra debilidad para derrotarnos con facilidad. Tuvimos que huir con el fin de salvar nuestras vidas. Cuando nos hayamos refugiados, tras recuperar el aliento le pregunte su nombre y el motivo por el que me había atacado. “Te confundí con uno de los piratas que secuestraron a mis padres. Seguramente estén aun en esta isla, por eso quería interrogarte.”- Me dijo Wataru, que así se llamaba. Tras eso, me contó cómo había llegado a esta isla, y el porqué de su odio hacia los piratas. Era un tipo raro, y mientras hablábamos parecía que ninguno se fiaba del otro. Aun no sé el motivo por el que me decidí a contarle mi historia, pero creo que fue una de las mejores decisiones que he tomado hasta el momento. En vista de que ambos teníamos el mismo objetivo, decidimos formar una alianza momentánea que tendría como fin el exilio de los invasores de la isla y la muerte de aquel pirata.
Planeamos una estrategia para alejar al mayor número de piratas de la mansión donde residían, para que cuando asaltáramos la cámara principal hubiera menos enemigos. El plan era complejo, y además no supondría ningún tipo de riesgo para mí. El tritón sacaría a los piratas de su residencia haciendo de cebo y les llevaría hasta el bosque.
Desde lo alto del edificio de enfrente vi como Wataru derribaba la puerta de una patada mientras gritaba cual descosido. Se oyeron ruidos de golpes y desenvaines de espadas. El plan había comenzado. Medio minuto después salía corriendo de la mansión rumbo al centro de la ciudad para despistar a los piratas. Yo le seguí desde los tejados abalanzándome sobre los piratas que quedaban rezagados. Así cayeron 2 de los 10 que le perseguían. Al llegar al bosque el plan fue a la perfección. Wataru Guió a los estúpidos piratas a caer en todas las trampas preparadas. 3 murieron ensartados por estacas puntiagudas. 2 quedaron inmóviles por las redes preparadas. Y los 3 que siguieron vivos sintieron el terror de verse frente a un tritón enfadado. Sucumbieron rápidamente ante los puñales de este, cargados de rabia e ira.
El plan siguió adelante. Nos dirigimos prestos hacia la mansión e irrumpimos bruscamente por las ventanas del segundo piso. A mitad del pasillo estaba la puerta roja y dorada que daba paso a la sala del capitán. La abrimos a trompicones y tal como esperamos allí estaban. Había 5 piratas custodiando al pirata al que tanto odio teníamos y al capitán de su navío, a aquel que yo había visto días atrás. Miré con rabia a subcapitan, y Wataru y yo gritamos al unísono “¡MALDITO BASTARDO! ¡TU ERES EL ASESINO DE MI MAESTRO/ EL RAPTOR DE MIS PADRES! Este será el último día de tu vida.”
Ambos nos abalanzamos frenéticamente hacia el subcapitan. Como buenos súbditos los otros 5 piratas se pusieron en medio de nuestro camino. Wataru parecía descontrolado y sin siquiera pensarlo golpeó de manera brutal a 2 piratas en la mandíbula durante su arremetida, dejándoles fuera de combate. Yo ataque desde abajo, dejando sorprendidos a los piratas. Un corte en la garganta hecho con mis ninjatos dejó dos cadáveres más. El quinto pirata murió atravesado por uno de mis kamas. Sin apenas darme cuenta, Wataru cayó derribado frente al subcapitan. Con un ágil salto me puse entre ellos dos y arremetí contra el pirata. Apliqué todas las técnicas que mi maestro me enseñó, en sucesión continua. Hice fintas, arremetidas en ángulos imposibles, pero el paraba todas mis jugadas. Tras esquivar con una voltereta un golpe suyo, un sudor frío empezó a recorrerme la espalda. Era mejor que yo, no podría vencerle. En su próxima arremetida acabaría con mi vida y con la posibilidad de que cumpliera mi venganza. Aparté esos pensamientos de mi cabeza y aguardé con las armas prestas para dar lo mejor de mí y vencer o morir en el intento. Saltó sobre mí demasiado rápido para que pudiera hacer nada. Sentí clavarse su espada en mi hombro, pero algo impidió que me atravesara por completo. Una figura enorme y azul apartó al pirata de su trayectoria con un fiero golpe. Tal fue su fuerza que éste acabo estampado contra la pared de la habitación. Me sujete la herida y recupere el arma que había dejado caer por el dolor. Ambos nos pusimos frete a él. Adopté una posición de combate que mi maestro me enseñó y con la que pretendía terminar este combate. Puse ambos ninjatos enfrente de mí, simulando una estaca. Wataru se lanzó al ataque antes que yo y no pude reaccionar. Oí decir “sayonara” al tritón e instantes después, el cuerpo del pirata se dirigía hacia mí. Mantuve mi posición y los hechos sucedieron tal y como él lo previo: acabo empalado por mis armas.
Inmediatamente después, solté mis armas y caí de rodillas por el cansancio y por el cumulo de emociones que me embargaba. Me vino a la mente el recuerdo de mi maestro, y las palabras que me dijo. Seguro que ahora, estuviese donde estuviese estaría orgulloso de mí. Cuando me recobré por el shock, sin decir palabra, me dirigía hacia los piratas que quedaron atrapados en las redes allá en el bosque. “¡Espera Zholtan!” Escuche decir a Wataru. Me volví y de nuevo entre en aquella sala bañada con sangre de pirata. Vi que estaba en una esquina y me dijo que me acercara. Allí había un cofre que no había visto cuando entre en la sala. Cuando lo abrió pude ver en su interior una extraña fruta. No había visto ninguna así hasta que recordé el día en que mi maestro me hablo de las nueces de Belcebú. Vi como Wataru cogió la fruta. “Tu las has encontrado, tu eres su poseedor. Utilízala bien, con ella puedes llegar a ser muy poderoso.”- Le dije. “Como sabes, mi estirpe es una raza acuática. Por ningún poder sobrenatural renunciaría a mi legado. Prefiero mantenerme en mi elemento natural” Tras eso, me tendió la fruta, y pensando en mi venganza futura, me tragué la fruta sin pensar en sus consecuencias. Instantes después comencé a marearme y todo me daba vueltas. Me apoyé en la pared. Cuando todo volvió a la normalidad, mire a Wataru que tenía cara de sorpresa. Cuando me mire el cuerpo, este había adoptado la tonalidad de la madera. Apenas podía distinguir mis pies del suelo. Estaba completamente mimetizado con la sala en la que estaba. Aquel era mi poder. Podía mimetizarme como un camaleón. Por desgracia para mí no sabía cómo salir de aquel estado.
Tras eso salimos al bosque por la parte menos poblada para no llamar la atención y nos dirigimos al bosque. Allí estaban todavía aquellos piratas ensartados y uno atrapado en mi trampa. Le así por la pechera y le puse el ninjato en el cuello. Suplicaba clemencia. Llegue con él a un trato. El me acompañaría en mi viaje y me diría todo cuanto supiese de su banda, empezando por donde podría encontrar al siguiente capitán de otra tripulación de la banda de mis padres y a cambió yo no le mataría. De paso el nos daría también información de donde podría encontrarse Mariejoa, el lugar donde supuestamente se llevaron a los padres de Wataru.
Días más tarde, habiéndonos provisionado para el viaje y habiendo obtenido algún dinero conseguimos un barco, no muy grande y nos lanzamos a la mar. La aventura nos esperaba y nada podría pararnos…
Tema: Ficha de Zholtan (Con historia modo libro gordisimo!) (Modo cooperativo con Wataru) 
