¿En qué me he metido?

Degusto alegremente las uvas, pero algo arruina mi dicha. Sí, me lo estoy pasando excelente hasta que aquel individuo montado en su mascota llega y me ofende . –Qué vocabulario…- Naturalmente no le hago demasiado caso, ya que el odio es un sentimiento, y yo no puedo sentir nada por nadie.

Pero claro, mientras a mí ni siquiera me mueve un poco esa afrenta, ya que estoy tan entretenido siendo adorado que ni le veo la cara a quien me hizo la pregunta, sólo llego a ver al animal sobre el que se trasporta, el cual hace un movimiento con su cabeza como en forma de despedida hacia mí mientras toma rumbo hacia el bar.

Me acomodo en mi asiento, bajando al infante que está en mi regazo y miro al cielo. Noto algo extraño en las personas, ya que de pronto todo a mí alrededor se queda silencioso como cementerio. -¿Va a permitir que esos sujetos le hablen así? ¿Quiere que hagamos algo al respecto?- Dicen en coro unas chicas detrás mío. Podía ver que están furiosas, no les agrada la idea de que alguien ignore mi divina presencia.

Para evitar una calamidad acepto ir donde aquellos malandrines.-No necesito que nadie pelee mis batallas. Esperen aquí, debo resolver esto en privado.- Les digo, sólo para quitármelos de encima por un rato.

Entro al lugar, al principio no identifico a nadie pero escucho la misma voz que me ha ofendido. Aparentemente es una mujer, acompañada por otras personas. Me les acerco, sin saber muy bien lo que voy a decir. “Esto es tonto, ¿voy a comenzar a reclamar sólo por haberme ignorado de esa manera después de usar un lenguaje inapropiado?…”. –Siento interrumpir pero, creo que me debes una disculpa, ya que me trataste de una forma grosera ahí afuera.- Digo, bastante seguro y con mi característica sonrisa de chico que no ha roto un plato. Iluminaba aquel antro oscuro con mi presencia.

La disculpa no es lo que espero, sin embargo la acepto sin realizar mayor lio. Después de todo lo único que busco es alejarme de la manada que me acedía y me trata como a su líder. Pero a mí no me gusta ser el líder, me gusta ser quien mueve al líder. No por nada tengo fama de manipulador.

Me siento y cruzo las piernas. Me parece agradable que no se la pasen mirándome. Disfruto de los hágalos por mi apariencia, ser adorado, como cualquier otro ser humano pero, no a toda hora ni en todo lugar.

-¿Yo? Sólo soy un cantante, un muy carismático, talentoso, increíble y sobre todo humilde cantante. Y también soy un arqueólogo pero, no hablo mucho de eso porque a las personas no suele interesarles, sólo se fijan en el rostro que ven aquí, pero nunca profundizan en lo que hay más allá.- Les digo con una sonrisa, mientras me cruzo de brazos.

¿Yo unirme a su banda? ¿Quién se ha creído que es para decir tal cosa? A mí, a Arsenio Markov. Respiro profundamente y cierro mis ojos por un segundo, aclaro mis ideas, pero no pude evitar responder.-No me hagas reír. ¿Por qué me les voy a unir? Debes estar muy ebria para decir eso.- Le pregunto, curioso por saber lo que respondería.

Es que en serio, ¿en qué estaba pensando? Yo, divino, perfecto, carismático, autosuficiente, ser parte de una banda de ebrios. Casi suelto una estruendosa carcajada pero me la aguanto. Yo no necesito de camaradas, pero sí de sirvientes. Todo dictador los necesita supongo.

Por un momento llego a considerar el unirme a su banda. Yo puedo trabajar con lo que sea, mientras sean dóciles y los pueda manejar sin que se den cuenta es perfecto para mí. No requiero estar al mando ya que eso es mucho trabajo y me desespera, juré nunca volver a tomar las riendas de nada desde el declive de mi reino. Desde entonces prefiero estar en la sombra, moviendo las piezas.

-Haz una oferta. Dame un buen motivo y podría formar parte de tu grupo.- Digo entrecerrando mis ojos, ladeando un poco mi cabeza hacia la derecha.

Debo aceptarlo, no esperaba esa contestación. De cualquier modo no es un mal punto, sí puedo llegar a necesitar protección. Quizá no es tan aburrido como parece el formar parte de un grupo, ya que después de todo, por más hábil y perfectamente capaz que soy para hacer las cosas, como Richard quiere que sea, no está demás tener planes de respaldo por si las cosas no salen como las espero.

Odio cuando los escenarios en mi cabeza no son como los pinto, no me gustan las sorpresas, a menos de que sean buenas o beneficiosas de alguna manera para mí. –De acuerdo, no hagamos más rodeo.-Digo con una tenue sonrisa en el rostro y dejo escapar una risilla.

Algunas cosas que dijo me parecieron extrañas pero era tarde para decir que no. Arsenio Markov no deja las cosas que empieza sin terminar. Escucho el resto de la explicación que se me da, atento pero sin manifestar emociones. Así soy, un momento puedo sonreir del modo más afable y al siguiente mi rostro sólo expresa frialdad, idnferencia pura.

No terminaba de entender lo que ocurre, pero mantengo mi postura. Acepto la bienvenida y paso una de mis manos entre mis cabellos.-Agradezco la bienvenida a su peculiar... grupo. Ya hemos terminado con las formalidades, ¿o no?- Respondo, observando a la encapuchada, la cual me recuerda a una bruja de cuento por su apariencia y forma de hablar. Una bruja, y yo soy el príncipe encantador, curioso en verdad.