Realizando unas compras

Hacía bien poco que Lleid se había convertido en un joven revolucionario. Este hecho, le llevó entre otras cosas a pensar si estaría a la altura del resto de sus compañeros. "Aquí son todos muy fuertes, y yo..." se acordó entonces de sus experiencias como "Sheriff", lo que le hizo caer en la cuenta de que cualquier idiota con una katana o una pistola ya suponía un problema para él "Yo solo tengo mi jutte, que si bien no es poco, no me vendría nada mal algún que otro artilugio más….. ¡Ya está, solo tengo que hacer unas compras!".

Deambuló largo y tendido tiempo por aquella isla llamada “Ohara”, hasta que encontró una tienda de armas. Nada más entrar, encontró a una señora de unos treinta años tras el mostrador-¿Hola joven, que hace alguien como tú aquí?- preguntó ella –¿Supongo que lo que todo el mundo vendrá a hacer no?- respondió en tono jocoso. Se encontró con un interior completamente lleno de todo tipo de armas: desde sables de gran tamaño, hasta mazas de madera, pasando por pistolas, munición y explosivos varios. Esto no era del todo de extrañar, pues como le dijo la señora, se encontraban en la única tienda de armas de toda la isla, por lo que debía de estar surtida con tanta variedad de armamento como le fuese posible. –Perdone, necesitaría, hum vamos a ver, una granada normal, otra de gas y una pistola…¡No!, mejor un revolver sí. También munición, claro está-.

Estuvieron charlando unos cuatro minutos, pues la dependienta estaba realmente interesada en saber por qué un chico tan joven se veía en la necesidad, si es que lo era, de comprar tales armas y de por qué ya portaba un jutte, pues creía que solo ciertos agentes de la ley los llevaban. Sin embargo, esta actitud podría considerarse normal, pues no olvidemos que el castaño no era una persona especialmente musculosa, lo que le llevó a la señora a retarlo a un pulso allí mismo ofreciéndole como recompensa por su victoria una pequeña rebaja en el precio. Al principio, Lleid quedó sorprendido de comprobar la fuerza de esa mujer, pero el joven no había estado entrenándose toda su vida para perder de aquella manera. Tras seis largos segundos, la mano de la dependienta golpeó contra el mostrador –vaya, eres muy fuerte sí señor- dijo estallando de pronto en carcajadas –oiga, se lo dije ¿no?- respondió acompañándola en la risotada. Justo antes de salir de la tienda, el chico reparó en un cuchillo que había nada más entrar en el local.-Disculpe, pero cóbreme también uno de estos, nunca viene mal un seguro, ¿no cree?-.

Ahora sí, el castaño se encontraba mucho más seguro y capaz de sí mismo, eran tiempos muy difíciles para la Armada Revolucionaria, pues en aquellos momentos no contaba con un gran número de seguidores (aunque sí de simpatizantes), sin embargo en la Revolución se encontraban algunas de las personas más poderosas de todo el mundo, y eso le preocupaba, pues no sabía si él podría llegar algún día a ser como ellos, mas no le faltaba ni un ápice de voluntad y confianza. Sí, le esperaban una gran cantidad de desafíos, pues aunque él no lo buscara, de alguna forma su condición de revolucionario lo enfrentaba al resto del mundo. “Bueno, lo que tenga que ser, será”, y de manera despreocupada, miró al cielo y sonrió.