Arte revolucionario

Hacía bien poco que me comí aquella fruta a la que llaman nueces del diablo, un nombre que desde luego no inspiraba confianza. Mi navegante, un miembro de la Armada Revolucionaria, contaba con un libro de Akumas. Entre ambos, conseguimos averiguar, gracias a los efectos y al aspecto de la fruta, el cual le describí lo más detalladamente posible, que aquel fruto se le conocía como la Jetto Jetto no Mi.

-Jetto Jetto, sí parece que es esta – exlamó mi compañero - ¡Vaya, es una especie de paramecia de aire, al parecer eres capaz de expulsarlo por todo tu cuerpo!, uhm, un buen poder si señor, has tenido suerte, teniendo en cuenta lo que te podría haber tocado, creo que has arriesgado demasiado, pero al final as adquirido un poder de lo más efectivo, esto te podría llevar muy lejos si te entrenas -. “Jetto Jetto….bueno, supongo que con el tiempo iré descubriendo los efectos de esta cosa, pero por ahora mola bastante, ¿pero hasta donde podría llegar?”

Estuve manteniendo con Scott (así se llamaba) una conversación acerca de las akuma. Me estuvo explicando todo: desde las diferentes clases que hay hasta efectos de diferentes frutas.

A la mañana siguiente, Scott me entregó un papel con un dibujo, realizado a mano alzada, del rostro de una persona: - Muy chulo Scott, dibujas bastante bien, y yo que ni siquiera soy capaz de dibujar una simple cara esquematizada ¡jajaja!-.- Si no está mal, pero solo te lo he entregado, órdenes del líder Revolucionario. Ese hombre de ahí es un joven pintor de Yerom, que se dedica a plasmar las barbaridades de este gobierno corrupto en su país. Tu objetivo es encontrarlo y ponerle a salvo. Me han informado de que esta misión es muy importante, pues este hombre es un símbolo de la revolución, tanto él como su arte han de ser preservados. Al parecer, vas cayendo bien a los altos mandos de la Armada, yo diría que el nombre de Lleid Leteo “El Sheriff” es ya conocido en nuestra organización, enhorabuena chico-

Mantuvimos una agradable conversación el resto de la travesía, al parecer a la Armada le gustaba eso de que fuese conocido en el West Blue, pues aparte de que me convertí en el Sheriff de una de sus islas, mis padres habían sido grandes Revolucionarios. El caso es que era una especie de líder Revolucionario del mar del Oeste.

Llegamos por fin a la isla de Yerom, donde ya estuve anteriormente en otra misión para la Armada. Tras bajarme del barco, me puse manos a la obra en la búsqueda de nuestro pintor.

Me gustaba aquella isla, y apenas había cambiado el ambienten desde la última vez, aunque si que se notaba una ligera tensión, como agitación general. Al parecer este pintor ya había sido advertido por el gobierno, pues oí conversaciones de distintas personas hablando de que estaban buscando al artista al que apodaban “Revolucionario”, pues sus pinturas eran una denuncia al gobierno mundial. Estuve investigando discretamente por el centro de la ciudad, preguntando en alguna que otra taberna. Las respuestas eran generalmente las mismas –Ese pintor recibió varias llamadas de atención, y ahora van tras él, aunque supuestamente solamente lo buscan para hablar, pero yo en su lugar también habría huido, aunque nadie sabe a dónde lo ha hecho. Casi todas sus obras también han desaparecido, y las que no han sido incautadas por el gobierno-

“Esto es muy raro, ¿cómo un hombre desaparece repentinamente cargado de cuadros y que nadie sepa de su paradero?" Lo único útil que averigüé, es que casi con total seguridad seguiría en la isla, pues las pocas embarcaciones que salían eran supervisadas por la Marina.

No pude ver ningún famoso cuadro del pintor, pues el museo de Yerom estaba cerrado. La primera idea que se me ocurrió es que podría haber sido ya capturado por la Marina, por lo que decidí ir al cuartel de aquella isla. Ya había estado antes allí, para robar ciertos documentos para la Revolución. Pronto descubrí que el gobierno se pone muy serio con los asuntos concernientes a su reputación, y cuando la situación es delicada el ver a un hombre armado cerca de una de sus bases levanta sospechas. “Podría meterme en problemas serios si alguno de estos marineritos me reconoce. Tengo que encontrar una forma de camuflarme en esta isla lo antes posible” No me faltaba razón, pues aquella isla parecía un cuartel militar, pues a pesar de que las personas hacían su vida normal, había soldados y pequeñas patrullas en todas partes.

Me fui a una parte algo más apartada de la isla, donde había pequeños grupos de marines patrullando la zona. Esperé a que uno de ellos se separase de los demás y entonces me acerqué hacia él sigilosamente por la espalda y le di un golpe en la cabeza, simplemente para desmayarlo. Dejé el cuerpo de aquel marine apoyado contra una roca mirando hacia el mar, para que desde la ciudad no fuese visible y le quité los pantalones, la chaqueta y la gorra, y me lo puse encimas de ropa.

En ese momento otro marine gritó - ¡Alto, deténgase!- vi entonces a un hombre siendo perseguido por varios marines. Me fijé bien, aquel hombre parecía el famoso pintor.

Uno de los perseguidores me espetó por no seguir a ese hombre, en un principio me extrañó, pero solo al principio, pues me acordé de que recién me había puesto el uniforme de la Marina. Me puse pues a perseguir a ese hombre junto con los demás marines, y en esto que le pude ver la cara claramente, cuando pasó delante de mí, era en efecto, mi objetivo.

El pintor era un chico joven con además una buena forma, pues corría bastante rápido. Decidí que sería buena idea emplear mis poderes, para poder aplicarlos a un caso práctico y así entrenarme un poquito, pues si algún día pretendía que resultasen de utilidad para la Armada y para mí, debía de empezar a utilizarlos con frecuencia. Expulsé una potente ráfaga de aire desde mi espalda, no fue excesivamente fuerte, pero si bastó para darme un enorme impulso, fue como si hubiese dado un potente saldo que me propulsó unos cuantos metros por el aire a gran velocidad. Con esta potencia, derrumbé al perseguido y lo atrapé. Había dejado a los marines un poco por detrás, y se me ocurrió agarrar sus manos a su espalda con las mías propias, para ocultar que no le hubiese puesto esposas, y antes de que llegaran los otros susurré: - Tranquilo, vengo a ayudarte, sígueme la corriente, ¿ves, no te he puesto esposas?- Fue sobre todo esta última frase la que pareció tener un mayor impacto en el joven, que pareció tranquilizarse ligeramente aunque continuaba revolviéndose, lo cual no resultaba de extrañar , pues yo había tenido que atraparlo vestido de uniforme de la Marina. Nos incorporamos antes de que llegaran el resto de marines, él con las manos a la espalda y yo sujetándoselas. “Espero que no sospechen de momento, ¡si hasta llevo la gorra!….que uniforme tan ridículo”

-¡Excelente trabajo recluta, vaya nunca había visto un salto como ese, parecías como impulsado por el propio viento! Vamos a llevarnos a este individuo al cuartel!- exclamó el que parecía el sargento. Pusimos pues rumbo a la base de Yerom, por suerte el jefe de patrulla decidió que no era conveniente pasearse con el pintor en plena ciudad, por lo que el trayecto iba a ser más largo y menos transitado, lo que seguramente reduciría la escolta que acompañase al prisionero, y me haría más fácil liberarlo, pero aunque no sabía por qué, algo en el sargento me daba muy mala espina.

Íbamos dos marines, el sargento, el pintor y yo. Intenté mantenerme a cierta distancia del resto, y aproveché para hablar con el capturado a susurros –Oye, sé que aún no me crees, pero quiero ayudarte, así que escucha, soy miembro de la Armada Revolucionaria, si ahora nos quitamos a estos de encima, ¿podrías recuperar tus cuadros rápidamente y huir conmigo de este país?- El pintor me hizo un gesto de asentimiento: también le pregunté si sabía pelear, y una burlona sonrisa apareció en su cara. “Vale, recuperaré las obras y salvaré al artista, pero lo primero será librarme de estos soldados. No hay nadie en esta zona, ¡je!, no saben que su secretismo va a ser la causa de su fracaso".

Aminoré la marcha repentinamente, por lo que los tres marines que iban justo tras nosotros nos alcanzaron. Antes de que dijeran nada, empujé al pintor hacia adelante, me di la vuelta y - Ashi o kaiten- esta técnica alcanzó a los dos reclutas, mas el sargento consiguió evitarlo y desenvainó su espada. Yo me quité la chaqueta de la marina y agarré mi jutte, que lo llevaba en la espalda. Cruzamos nuestras armas, con gran ímpetu y empezó el duelo, ciertamente aquel sargento poseía buenas habilidades de esgrima, pero aquello no sería bastante para detenerme.

El combate entre el marine y yo estaba siendo de lo más vistoso, y resultaba realmente peligroso para ambos, un descuido y podría cortarme. Pese a todo, parecía que yo llevaba la ventaja. –Ya decía que me sonaba tu cara- dijo el sargento en una pausa - eres aquel al que llaman “el Sheriff”, un tal Lleid si no me equivoco. Hijo, no se que te ha dado por hacerte revolucionario y desafiar al gobierno, pero no pienso permitir que continúes, ríndete ahora que estás a tiempo, ¡quedas arrestado!-. -¡Ja, ja! Inténtalo si quieres-. Hubo un potente choque de armas, tras eso, decidí probar un ataque que esperaba resultase eficaz: -Appākatto-. El golpe funcionó, dando al marine de lleno, lo había dejado K.O con mi jutte.

Me di la vuelta y observé que uno de los reclutas se estaba incorporando, pero entonces el pintor, como saliendo de la nada, atacó al marine dejándolo inconsciente en el suelo. -¡Ojo con el pintor! – exclamé mientras enfundaba mi jutte -. – Mi nombre es Nahidd- dijo el joven – no esperaba ayuda por parte de la Armada Revolucionaria, la creía muerta. Escucha, justo antes de ser capturado llevé casi todas mis obras a casa de mi primo, dijo que las llevaría a un barco situado en una bahía oculta situada a pocos kilómetros de aquí, donde nos encontraríamos, si llegara hasta allí, podríamos escapar-.

Al parecer, el camino que teníamos que seguir atravesaba una parte de la ciudad, llena de civiles y soldados. Decidí que lo mejor sería que nos pusiésemos uniformes de la Marina, él de uno de los reclutas y yo me puse nuevamente el que ya tenía: -la gorra es importante para ocultar nuestros rostros, póntela baja-. Tras estar listos, nos pusimos rumbo hacia la bahía, no sin antes aclarar que, en caso de duda, correr era la mejor idea.

El pintor y yo caminamos a través de la ciudad, camuflados como marines. De vez en cuando nos encontrábamos con patrullas de soldados, y les dábamos el saludo, evitando una posible conversación que pudiese delatarnos. Pero finalmente, y encima casi al final de la ciudad, una especie de marine de un rango algo mayor que el resto, por mis conocimientos de rangos en la marina, aquel parecía un teniente. No es que fuese un rango muy alto, pero sí el mayor al que nunca me había enfrentado.

Le dimos el saludo, como con los demás, pero aquel hombre se paró y nos dijo – muchachos, creo que han capturado ya a ese dichoso pintor, maldito traidor – tipos como ese me hacían hervir la sangre, conocía a los marines como él, creían en lo que llamaban la “justicia absoluta”, una idiotez para justificar todo tipo de crímenes y la corrupción de aquellos que se declaraban como el gobierno y la autoridad. Yo sabía que no todos los marines eran así, pero sí que formaban parte de una organización tan deleznable como era el actual gobierno mundial sin hacer nada, por eso es que me hice revolucionario, que en mi opinión es lo que deberían de hacer todos los miembros de la marina que estuviesen en desacuerdo con los métodos del gobierno, pero en fin, yo hacía lo que podía.

Repentinamente, una niña, de trece o catorce años se encaró al teniente, y empezó a gritarle cosas relacionadas con que no podían hacer lo que les diese la gana, que el pintor al que buscaban únicamente retrataba una realidad, y que era vergonzoso que se dedicaran a perseguir a un hombre inocente en vez de intentar ayudar al país que gobernaban.

Toda esa escena hizo que sonriera, pero entonces todo ocurrió muy deprisa. Al teniente, se le había encendido la mirada de pura rabia, se le veía furioso, todo el mundo estaba mirando, y fue entonces cuando asestó un puñetazo a esa pequeña niña. Mi reacción fue inmediata, antes casi incluso de que la pequeña cayese, golpeé con todas mis fuerzas a aquel marine, de hecho utilicé mis poderes de Belcebú para aumentar la fuerza de aquel golpe, y el teniente cayó con estrépito.

Todas las miradas se posaron en aquella escena, y entonces recordé lo que algo que Nahidd: “No esperaba ayuda por parte de la Armada Revolucionaria, la creía muerta…” me deshice de las ropas de marine y grité: - no pienso tolerar que se le pegue a una mujer en mi presencia sin razón alguna, y encima siendo una niña que solo le ha dicho lo que todos pensamos – desde el suelo, el teniente me miraba extrañado y furioso a la vez - ¿yo un marine? Eso jamás, mi nombre es Lleid Leteo, conocido en este mar como “El Sheriff”, por proteger a las gentes que lo habitan, cumpliendo la verdadera justicia, aquella que está al servicio de las gentes y de sus vidas, y no al revés. Informa a tus superiores que la Revolución está más viva que nunca, y no se detendrá hasta conseguir un mudo justo y libre de personas como usted-

Toda aquella escena provocó que se formase un gran tumulto en la ciudad, dentro de poco llegarían más, marines. El teniente empezó a incorporarse, mientras rugía de puro enojo: -la Armada Revolucionaria no es más que un grupo de criminales, ¡peores que los piratas!- En esto, que se llevó la mano adentro de su chaqueta de marine. Antes de que pudiera hacer nada, y también para evitar que aquella situación se alargara o que ese hombre nos causar más problemas, le disparé. Al estar muy cerca de él, el tiro fue preciso, y aunque no letal, dejó muy malherido al teniente, que se desplomó hacia atrás. – ¡Si alguien pregunta, decid que hemos ido por allí! – grité señalando otra dirección, no esperaba que todo el mundo me pudiese apoyar, pero esperaba que eso me aportara algo de ayuda.

El pintor y yo salimos corriendo de allí, en dirección a la bahía, mientras él me comentaba a gritos lo estúpido de mi acción, mientras le decía que teníamos que darnos más prisa, que pronto empezarían a perseguirnos.

Poco más de diez minutos de carrera, bastaron para llegar a la bahía, por el camino nos encontramos con un par de marines que sin embargo no entorpecieron nuestra marcha, pues me desembaracé de ellos con un par de golpes de mi jutte. Tan pronto llegamos al barco, zarpamos, el primo de mi nuevo amigo se extrañó de que yo también estuviera allí, pero no había tiempo de explicaciones.

Tras avanzar un poco con el barco, vimos a lo lejos una embarcación, próxima a la isla que me resultaba familiar. Tras fijarme un poco, no había duda, era la embarcación de Scott, mi barco. Tenía bastante sentido, pues Scott habría preferido no acercarse a un puerto bajo estricto control y buques de la Marina, sin embargo el que hubiese confiado en mí hasta el punto de esperar que fuese capaz de llegar hasta él sin estar en el puerto, me hacía sentir orgulloso de mí mismo.

Me acercaron hasta mi embarcación, y antes de la despedida le dije al pintor: -Tienes verdadero talento, he visto algunas de las obras que llevas en el barco, solo espero que no te arrepientas de seguir el camino que has iniciado. Pero ahora huid ambos, y no dudéis que ambos contáis con el apoyo de la Armada Revolucionaria-.

Unas palabras de despedida y ambos barcos tomamos rumbos distintos: - Scott, creo que desde ahora todo me va a resultar muuucho más difícil-. – Puede, pero también estoy seguro de que eres más fuerte-. - ¡Ja, ja, ja!, eso también es cierto-.