Recuerdos difuminados por una mente ambígua

Como un tifón extinguiéndose, quedándose sin fuerza y totalmente derrotado, el joven y penoso chico marcado con los dos símbolos de propiedad de los nobles mundiales seguía corriendo con sus pies descalzos totalmente endurecidos como los de un animal, manchado de tierra del suelo pro el que incluso se había tenido que arrastrar y de sangre que brotaba de su cuerpo y se deslizaba por su mugrienta y herida piel. Sin siquiera poder erguir su espalda, teniéndola tumbada en un absurdo equilibrio que apneas podía mantener, con sus dos brazos vendados tan ensuciado como sus piernas, totalmente caídos e inmóviles hasta el punto de casi tocar el suelo mientras lo único que hacían era moverse al apresurado compás de los movimientos de su dueño mientras este solo podía guiarse por esa cabeza que luchaba por mirar al horizonte. Usando un solo ojo puesto que su ojo derecho estaba vendado también el criminal más buscado de todos los blues en ese momento tenía los ojos apagados, totalmente perdidos, apenas se movían, era clara su mirada... la mirada de un cadáver que seguía en movimiento incluso más allá de lo que el limite humano, de lo que cualquier límite habría podido soportar.

Hacía tres días que había llegado a esa isla, tres días desde que resulto ganador del macabro carnaval de cadáveres y había matado a esos tres nobles mundiales, desde aquel día había remado sin descanso hasta desencallar en esa extraña isla, sin comida ni bebida, sin haber reparado en todas las heridas que tenía y en todas las antiguas heridas infectadas, su piernas temblaban en cuanto paraba de correr, porque lo sabían si el chico de la larga melena anaranjada paraba volvería a las más profundas entrañas del infierno y ya no volvería a tener otra oportunidad.

Con su pensamiento casi subconsciente y con el primario instinto de escapar salió de entre las ramas, agresivo, sin moral ni ningún rostro de humanidad a parte de ese gran temor que expresaba todo su ser, mientras jadeaba con su lengua sacada como si de un perro se tratase, y aunque sus pies notaran rápidamente el asfalto mojado que pasaba al haber salido del bosque es como si el tiempo se hubiera detenido, y este no pudiera evitar caer lentamente al suelo, frente a la mirada de-de UNA MUJER.

Una mujer estaba posando con su cuerpo desnudo bajo un artilugio bastante rudimentario y casero que utilizaba en forma de ducha, mientras esta agarraba su cabello mojado y lo posaba ante su espalda, el primer cuerpo natural que Geo había visto en su vida. El primer cuerpo que había visto en una naturaleza pacífica, se podría decir que en ese momento el pistolero comprendió la belleza de la vida libre que había luchado. Se podría haber enamorado de la primera mujer que vio como realmente era en un acto tan hermoso y limpio quitado de preocupaciones... pero todas esas cosas no pasaron. Simplemente demostrando el comportamiento de un animal este se dejo caer de frente contra el asfalto mientras se hería su frente, la cual ayudaba junto a sus demás heridas de teñir el asfalto encharcado de rojo, mientras con sus brazos todavía inmóviles arrastraba sus pies contra el asfalto hiriéndolos una y otra vez para poder levantarse incluso contra la poca fricción del agua mientras agachaba su cabeza para separar su torso del suelo, pero en cuanto se levanto este volvió a caer, esta vez de manera más vertical dando casi mediavuelta y cayendo de cabeza sin conseguir alejarse ni tres metros de la preciosa mujer de los cabellos zafiro.

Finalmente había sucumbido en ese momento ante todos los males que le asolaban, algunos lo habrían llamado lógica, otros lo habrían llamado encuentro problemático, casualidad, probabilidades... pero puede que ese solo momento hubiera sido simplemente un destino esperado desde hace mucho.