Al fin se mueven

Soñaba. Pero era un sueño bonito, no muy típico de una pirata, ni de Jacqueline, la cría de la boca malhablada y con modales muy poco corteses. Aunque no por aquel entonces, claro, cuando vivía con su madre en una cabaña perdida del Archipiélago Sabaody y no levantaba ni tres palmos del suelo. Habían sido sus días más felices y ahora, los que más recordaba con añoranza, aunque habían durado poco. Como todo lo bueno en la vida de la pirata.

Al despertar, se sintió extraña. Como si el sueño le hubiese vuelto a arrebatar todo aquello. Pero, ¡bah! Jacqueline no era ninguna cría que fuera a lamentarlo profundamente de nuevo. Lo pasado, pasado está. No es que el presente fuese muy bonito, pero algo era algo. Al menos no estaba contando ratas en alguna de las carceluchas de la Marina, como tantos otros piratas.

Eso hizo que recordara que no estaba en condiciones de quedarse todo el día divagando sobre sueños y hechos pasados. Se bajó del tejado donde había estado oculta para dormir en paz, y volvió al ajetreo de la ciudad.