Un Recuerdo y las Pistas del Futuro

El viento impulsaba aquella blanca y pequeña vela, y esto daba energía cinética a aquel bote sin remos, en que solo una persona podía permanecer en pies. Aquel joven de encrespados pelos que detrás de ellos sostenían una especia de cola de mapache y unas plumas que hacían de adorno tribal, se cruzaba de brazos así haciendo ondular sus ropajes, su camisa blanca andaba desabrochada por lo que su cuerpo podía verse, y doblada de las mangas hasta los codos. Sus ojos rojos se posicionaban con intensidad y rudeza en la costa de aquella isla desconocida, no parecía ser muy habitada pues había un pueblo no muy prominente o extenso luego de seguir un camino que pasa a través del bosque. Luego de unos minutos, el pequeño bote atravesó arena y se quedo fijo en aquel lugar, Madarame sin intentar soltarlo, tomo una soga y lo ató en un árbol no muy lejano, solo por si la marea se elevara, para un usuario de Akuma no Mi el océano es fatal, debía tener las mayores precauciones posibles. Y entonces sin siquiera mirar hacia atrás, tomo el camino remarcado en sus extremos por piedras que formaban lineas, como haciendo un contorno, y atravesando el bosque se dirigía hacia el pueblo.

Caminaba aquel joven, con las manos bien guardadas en los bolsillos de sus elegantes pantalones, sus zapatos parecían deslizarse en la espesura de la tierra que el camino tenia, y en ciertos momento una que otra piedra parecía hacer un ruido de resquebrajamiento cuando Madarame la pisaba, pero era solo que atravesaba la superficie de la tierra. Mirando a su alrededor, podía ver aquellas rusticas pero bellas casas de las que las personas saliendo y rondaban los pintorescos caminos del lugar. En un pequeño banco, una niña de rubios tirabuzones en su pelo, se encontraba acariciando algo que brillaba con el reflejo del sol, algo sombrío de color carmesí... pero un poco mas oscuro, y parecía tener unos detalles en negro, un crucifijo que era incluso mas grande que la mano de la joven, parecía ser un detalle bastante tétrico, y justo en el extremo superior, se disponía una cadena de negros colores, con lo cual se podría ser sostenido con el cuello. Madarame pareció ignorarla por unos momentos, y comenzó a caminar en dirección al banco, para pasar junto a el.

-Oye niña ¿Que haces tu con un crucifijo asi? ¿Eres muy creyente?- Dijo Kiricco posicionándose junto a la joven, y mirándola con un aires sombrío pero bastante amable para no asustarle. La joven alzo su mirada y la posiciono en Kiricco, y casi sonriendo asintio, pero enseguida aclaro...-Creo en el hombre que me lo dio- Aquellas palabras sorprendieron un poco a Madarame, que alguien pudiera dar algo así a una joven e indefensa persona, era quizá algo irresponsable, o quizá bueno, quien era Kiricco para juzgar por acciones con sentido Divino. El pelinegro de cicatrices tenia que averiguar quien había sido la persona que le brindo el crucifijo a la joven, quizá era un pirata, o quizá un marines, pero era irreal que cualquiera de los dos tuviera creencia en algo superior.-¿Quien fue esa persona niñita?... Claro si me permites saber esa informacion- Dijo Kiricco ahora sonriendole un poco a la joven para que no creyera que era una mala persona, quiza lo era despues de todo, pero el no se consideraba asi. La joven dudo en responder esa pregunta unos cuantos segundos, pero luego de ver que Madarame quiza era de confiar, no tuvo ningun problema en soltar la informacion.

-Su nombre era Efestos... vino aquí y nos defendió de unos bandidos que andaban acechando la aldea todo el tiempo... le estamos muy agradecido... hace poco nos enteramos de que se había convertido en un Gran Pirata- ¿Efestos? Por alguna razón a Madarame aquel nombre le resultaba demasiado conocido, parecía que después de todo si era cierto que había sido un gran pirata pero... ¿Quien era? Quizá en las tabernas pudo escuchar ese nombre, quizá en las aldeas, pero de algún lado a el pelinegro le resultaba conocido aquel nombre. De repente, un grito se escucho, era propio de las personas que sentían terror, una joven había sido lanzada al suelo por un grupo de personas quienes reían maliciosamente y comenzaban a mirar a su alrededor mientras que a su paso destruían todo lo que se cruzaban. ¿Quienes eran aquellas personas? Algo era seguro, la joven junto a Kiricco había quedado plasmada, y sus ojos se habían abierto cuales platos, seguramente conocía a ese grupito, y no eran del mejor sin duda alguna.E-esos... son los bandidos que el señor Efestos destruyo hace unos meses ¿Por que volvieron?- Ahí estaba la respuesta de por que la joven tenia cara de sufrimiento en aquel momento... Bandidos... nunca se rendían.

Madarame se torno serio y frió, y parándose velozmente sobre sus dos pies y le hizo señas a la pobre niñata que era incapaz de moverse siquiera, para que se tranquilizara, Kiricco tenia confianza en sus poderes, dos hombres de metralletas prominentes, eso no supondría un problema para el joven Capitán, pero... aquellas espadas podrían cortar con fiereza su caucho, por lo que tendría que tener precaución. Un plan era ideado con velocidad y casi al instante en el cerebro de Madarame, tenia que librarse de los espadachines primero, pero... ¿Como lo haría? Debía siempre estar vigilando los movimientos de los demás, pero no tenia mas que solo dos ojos, cuando de repente, una flash cruzo por su mente, los hombres de metralletas, seguro serian los primeros en atacar, y eso sería su perdición. Caminando hacia los hombres, comenzaba a hacer que las uniones entre los huesos de sus dedos comenzara a sonar, a la vez que miraba con fiereza y sentenciaba a muerte a aquellos bandidos, que encontrarían su fina aquel fatídico día.

Con velocidad y firmeza, Madarame comenzó a caminar hacia el grupo que destrozaba el lugar, sus ojos parecían juzgar y condenar a aquellas personas a muerte, y sucedería en su interior a eso Kiricco lo juraba y lo perjuraba, no los dejaría vivir por molestar a un pueblo indefenso. Sus pies parecieron estamparse contra el suelo, a diez metros frente a aquellas cinco personas, quienes al verle comenzaron a soltar risas molestas y abundantes, las cuales hicieron enojar a Madarame, pero este disimulando su ira, hizo seña con el dedo, como si estuviera retándoles y burlándose al mismo tiempo. Dos personas se adelantaron, aquellas metralletas que portaban en sus manos, generaban miedo, capaces de acribillar a una persona normal, eran fieros enemigos a la hora del ataque a distancia, pero... ¿ Podrían asesinar a Kiricco? Seguro que si podían, y sin dudarlo un segundo, apuntaron hacia el joven, y comenzaron a dispararle, mientras el permaneció inmóvil, parecía que ese era su fin. Las balas rasgaban sus ropajes y lo atravesaban con firmeza, pero extrañamente, ni una gota de sangre salia despedida de las supuestas "heridas".

Las balas parecían atravesar aquel corpulento ser, que ni siquiera mosqueaba al sentir todos los impactos ¿Realmente los estaba sintiendo? Eso era ya una duda, sus vista se bajo momentáneamente y sus ojos se quedaron tapados por sombras, ahora no se sabía hacia donde estaban fijados. En la espalda de Madarame se podían denotar largas protuberancias que aumentaban conforme mas disparos se soltaban, mínimo cincuenta balas de ametralladora habían impactado en el cuerpo de Madarame. De repente, cuatro cuerpos caían al suelo, muertos, cada uno acribillado por mínimo diez balas que anteriormente habían estado en el cuerpo de Kiricco ¿Que había sucedido? Pues, las propiedades de Goma del joven, hicieron aquellas balas inservibles antes su cuerpo, por lo que rebotaron, y se dispersaron, acabando con la vida de mas de la mitad de aquella banda, solo un hombre permanecía firme, sin inmutarse, sus espadas desenvainadas, parecía que había podido sacarlas justo a tiempo, para poder desviar las balas que rebotaron en el cuerpo de Madarame, así evitando una veloz muerte.

Aquel estilizado y veloz ser, parecía ser diestro en el arte de la espada, seguramente de los mejores de aquel lugar, uno de sus ojos, parecía haber sido arrancado con un corte, una cicatriz bastante prominente, se dipodia en donde anteriormente estuvo el globo ocular, y atravesaba de arriba hacia abajo, aquella pestaña que estaba constantemente cerrada. Aquel momento no ameritaba que ninguno de los dos hablara, sus cuerpos lo harían, en una lucha que desdiría quien saldría vivo y quien no. Kiricco sonrió maliciosamente mientras que se ponía en posición, por si a su enemigo se le ocurría atacarle. Aquellas espadas comenzaron a girar cuales ventiladores cada una en su respectiva mano, a la vez que el hombre parecía acercarse lentamente a la posición en que Madarame se encontraba ¿Intentaría atacar al joven con esa velocidad y potencia? El joven capitán no se debía confiar, después de todo a quien se enfrentaba era a un hombre con experiencia, seguramente mucho mas que la de Kiricco.

Corte de aquí a allá, muchos habían rozado el estomago de Kiricco, pero el joven los había esquivado con velocidad y reacciones mas que buenas, pero aun no había podido acertar un solo golpe al cuerpo del enemigo. Ni siquiera su nombre sabia ¿Por que? No se habían dado tiempo para las introducciones, todo aquello era a muerte, y una de las peores deshonras es no saber el nombre de quien te mato, pero viniendo del lado de Kiricco, solo no dijo su nombre para no atrasar el combate. A dos emtros de distancia, ambos hombres se tomaron un descanso, la agitada respiracion de uno, causaba la risa del otro, Madarame, se sentia confiado, pero seguramente no lo subestimaria, pues aun no sacaba su vista de el. Sin previo aviso, hacia la boca de Madarame fue una estocada veloz y mortifera, que fue esquivada con un solo movimiento de cabeza, era aquel momento el de actuar, el hombre habia dejado un hueco para un ataque en su movimiento, y eso le costaria el combate en aquel momento.

Esquivado aquel mortífero ataque, todo estaba preparado, aquella veloz y fiera diestra se movió a una velocidad impresionante a la vez que se cerraba el puño de la misma, y con una fuerza capaz de destruir muros, aquel rostro sorprendido, se vio hundido de un fuerte puñetazo, así quebrando le muchos dientes y el tabique de la nariz. Su cuerpo fue impulsado hacia atrás con tal potencia, que dejo de tocar el suelo, y elevándose un poco en el aire, chocó contra una pared, la cual quedo agrietada debido a la colisión. Seguramente dentro de aquel cráneo, había gran cantidad de fisuras, y en su cerebro comenzaba a cocerse una embolia, aquel ataque faltal había hecho estragos en el ahora maltrecho cuerpo del espadachín, y seguro, no podría volver a levantarse después de eso, quizá imposible vivir, todo dependiendo de cuantos golpes tenia su cabeza. Las espadas, permanecían estáticas, cada una en un lado de Madarame, no volverían a ser usadas, y reposaban en la tranquilidad de la tarde.

Los cuerpos destrozados y acribillados, permanecían en el suelo, inmóviles como si de una película de terror se tratase, las gente del pueblo, admiraba aquel espectáculo sin poder soltar ni siquiera una palabra. Aquel hombre de erizados cabellos, daba media vuelta y comenzaba a caminar con las manos en el bolsillo, sin darle importancia de que horas luego, un pútrido y molesto olor cubriría las calles de la ciudad, claro si no se recogían los cuerpos pronto. ¿Estaban agradecidas las personas? Seguramente, había librado de una vez por todas al pueblo de aquellos imbéciles bandidos, según la niña que había visto antes, un tal Efestos les había defendido tiempo atrás, pues quizá no hizo un buen trabajo si les dejó con vida, o quizá era una persona misericordiosa, pero Madarame no podía serlo pensando en que quizá muchos niños de allí podrían salir lastimados, era primordial la defensa del pueblo antes que la vida de los mal vivientes aquellos, eso era lo que pasaba en la mente de Madarame, cuando de repente su caminata se vio interrumpida por la niña anteriormente nombrada.

Los ojos de la pequeña, brillaban con una intensidad impresionante, entre una y otra lagrima, se soltaba una irregular sonrisa, y seguramente pronto se soltaría un fuerte llanto, pero no era momento para debilidades o eso pensaba la pequeña, intentaba ser lo mas fuerte posible, pues creía que si no lo era, Madarame se enojaría. Por otro lado, aquel alto y fornido personaje, le sonrió, solo para que la joven se tranquilizara, y ella al ver el temple cálido y amigable que Kiricco presentaba, tomo su crucifijo, aquel rojo carmesí con detalles en negro y lo puso en la mano del joven Madarame, para luego salir corriendo, sin decir una sola palabra, parecia de verdad estar agradecida con el pirata ¿Era posible que un solo joven velara por las vidas de los inocentes cuando ni siquiera la ley mundial lo hacia? Pues, asi eran esos dias, los "malvados" hacían el papel de buenos, mientras que el gobierno mundial, se quedaban sentados sin hacer nada, podridos en oro y riquezas, solo eso les importaba. Sin volver atras, Kiricco comenzo a caminar, y luego se fue de esa isla, para quiza no volver.