La aldea de las naranjas

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Tema: La aldea de las naranjas Sáb Sep 10, 2011 7:19 pm

Caminando por los alrededores de la isla se encontraba Natsumi, una muchacha de largos cabellos azulados y brillantes orbes carmesí que en ese instante vestía un conjunto de color blanco conformado por: unos ajustados pantalones que eran sujetos por una negra correa de cuero y un amplio abrigo bajo el cual sólo utilizaba unas cuantas vendas que tenían como objetivo cubrir sus diminutos atributos femeninos, dejando al descubierto su trabajado abdomen, y en cuyos bolsillos almacenaba dos puños americanos que empleaba al momento de combatir. Con cada nuevo paso que daba, a través de ese largo camino protegido por altos y frondosos árboles que se mecían al compás de la brisa marina, se acercaba más a su tan anhelado destino conocido como villa Kokoyashi. Un sitio reconocido en todo el East Blue debido a la excelente calidad y al exquisito sabor de las mandarinas que cosechaban. Ese era el principal motivo por el que la peliazul se encontraba cruzando la isla luego de haber descendido del barco en que, durante varios días, había viajado como polizón.

Luego de largas horas de caminata, en las que aprovechó de conocer mejor la isla, finalmente se encontraba recorriendo las transitadas calles del centro de la villa; un sitio repleto de pequeños negocios y casas de dos pisos, cuyas fachadas de madera les otorgaban un aspecto antiguo. Sin perder el tiempo la joven luchadora se dirigió hasta uno de los negocios especializados en la venta de mandarinas o, mejor dicho, hasta uno de los sencillos puestos de madera ubicados a los costados de la calle principal, y, apenas se encontró frente a él, se tomó unos cuantos minutos para inspeccionar cuidadosamente los productos ahí comercializados; desconociendo totalmente sobre el problema que se armaría tras la aparición de un grupo de diez jóvenes de, aproximadamente, veinte años que en ese preciso momento avanzaban con paso firme hasta donde ella se encontraba.

Tema: Re: La aldea de las naranjas Lun Sep 12, 2011 9:04 pm

Tan centrada se encontraba estudiando la mercancía del puesto que ni siquiera se percató del instante en que los aldeanos, asustados ante la presencia de los jóvenes, se adentraron apresuradamente en sus locales y hogares en un intento por evitar conflictos con aquel grupo de pandilleros que, por los alrededores de la isla, ya eran reconocidos por su impresionante habilidad para ocasionar problemas a donde sea que fueran. Sin lugar a dudas una habilidad que compartían con la peliazul quien, a donde quiera que iba, siempre terminaba encontrando problemas; incluso en aquellas ocasiones en que ni siquiera deseaba tenerlos.

Se...se...será mejor que...que se largue de aquí si no...no desea terminar herida - le advirtió el vendedor del puesto frente al que se encontraba. Se notaba a simple vista que estaba realmente asustado. Sudaba a montones, su voz sonaba entrecortada y su cuerpo no paraba de temblar.

¡Acaso eso fue una amenaza! - le contestó desafiante, observándolo fijamente con una mirada que era capaz de infundirle temor a cualquiera.

¡Glup! - tragó sonoramente al percatarse de que le había advertido a la persona equivocada - No...no me mal entienda, señorita. Lo único que deseo es evitar que tenga problemas con esos pandilleros... - señaló al grupo de jóvenes que acababa de hacer aparición en el lugar, los cuales habían aprovechado la huida de los ciudadanos para robar el dinero y la mercancía de los puestos abandonados - pues siempre se aprovechan de aquellos que consideran débiles, los atacan sin piedad y les roban todo lo que tienen - el rostro del hombre reflejaba una profunda impotencia al no poder ser capaz de detener a aquel grupo, que tantos problemas ocasionaba en la isla, con sus propias manos.

¡Ya veo!. - una enorme sonrisa adornó el rostro de la muchacha en el momento en que sus orbes carmesí se posaron sobre los pandilleros. Definitivamente parecían ser un grupo lo suficientemente fuertes como para brindarle una buena batalla - Esos sujetos les ocasionan problemas y, como no cuentan con guerreros fuertes en la aldea, se les hace imposible detenerlos... - observó al vendedor, quien asintió inmediatamente ante sus palabras. Ante tal respuesta su sonrisa se ensanchó aún más - ¿entonces, si me encargo de ellos, me darían cualquier cosa que se me ocurriera pedirles? - le preguntó sin escrúpulos al hombre que sólo era capas de observarla, reflejando gran sorpresa en su rostro.

Su...supongo que si. Después de todo, el mismísimo alcalde se encuentra desesperado por hacer entrar en razón a esos mocosos - contestó manteniendo un tono de duda en su voz, pues dudaba que la muchacha pudiese ser capaz de vencer al violento grupo de jóvenes que tantos problemas le había causado a la villa y a la isla en sí.

¡Bien!... - hizo chocar violentamente su puño derecho contra su palma izquierda - Más les vale que tengan lista una buena suma de dinero y una bolsa con sus mejores mandarinas - le dijo girando su rostro mientras se dirigía con una sonrisa hasta los pandilleros que, en ese instante, se encontraban destruyendo todos los puestos que se encontraban en su camino.

Tema: Re: La aldea de las naranjas Mar Sep 13, 2011 4:43 pm

No tardó en encontrarse frente a frente con sus objetivos. Estos, apenas la vieron, se le quedaron mirando con cara de pocos amigos puesto que no deseaban que nadie los interrumpiera mientras se estaban divirtiendo a costa de los débiles aldeanos que habitaban el lugar, un gusto que, hasta hace unos minutos, nada tenía que ver con ella; pero que, tras una charla con el vendedor, terminó afectándole más de lo presupuestado debido a que, si no evitaba que aquel grupo dejara de causar molestias, no podría cobrar su tan ansiada recompensa.

¡Hey!... - intentó llamar la atención del grupo que había vuelto a centrarse totalmente en ocasionar destrozos - ¡idiotas! - concluyó al ver que sus primeras palabras no habían sido tomadas en cuenta.

Aquel "idiotas" resultó tener un efecto mejor del esperado, lo que hizo que por su mente cruzara, velozmente, la idea de hacer uso más seguido de aquella improvisada técnica; aunque los afectados por tales palabras no parecían encontrarse muy contentos ante aquel hecho. Sus rostros reflejaban un profundo descontento mientras que sus ojos desprendían un odio incontenible hacia la joven pirata, algo que, en vez de intimidarla como cabría esperar, no logró más que ocasionarle un ataque de risa que la hizo revolcarse en el suelo.

¿Estas loca o que? - preguntó seriamente uno de los pandilleros al percatarse del repentino cambio en el comportamiento de la joven.

No lo estoy... - se puso de pie y recupero, en pocos segundos, la compostura - simplemente no pude evitar reírme ante el hecho de que pensaran que, realmente, podrían intimidarme con esas patéticas miradas - contestó seriamente. Cualquiera que la viera podría llegar a pensar que se trataba de una persona bipolar, cuando realmente no era así.

¡Tsk! - se quejó otro de los jóvenes.

Ninguno de ellos parecía contento por los comentarios realizados por la muchacha. No pudieron evitar cambiar su semblante a uno de profundo descontento; aunque internamente se encontraban asombrados ante el comportamiento que demostraba la peliazul, pues no estaban acostumbrados a que sus victimas permanecieran firmes frente a ellos y mucho menos a que se encontraran dispuestas a hacerles frente, sin siquiera demostrar una pizca de temor en su rostro.

Bien, grupo de idiotas, creo que es hora que me dedique a hacer el trabajo que me encomendaron... - dijo, con total seriedad, mientras se preparaba para continuar con sus palabras. Entonces una sonrisa burlesca apareció en su rostro con el objetivo de incitar a los pandilleros a atacar - ¡patearles el trasero hasta que se arrepientan de los problemas que han causado! - dijo a viva voz, ocasionando que la ira del grupo llegara hasta su limite.

¡Maldita! - gritaron al unisono en el instante en que se lanzaron al ataque.

Ante aquella acción Natsumi no hizo más que mantenerse firme a la espera del primer ataque, su rostro reflejaba la enorme emoción que le producía combatir, y sin poder evitarlo pasó por su mente una pregunta. ¿Serán fuertes estos sujetos? Esperaba que la respuesta fuera afirmativa, pues no le agradaba tener que luchar con aquellos que no le brindaran una emocionante batalla.