Fantasmas del pasado

Scott Anderson por aquella época tenía nada más y nada menos que 7 años, de hecho, acababa de cumplirlos hace unos días, y sus padres, como regalo de cumpleaños, le habían obsequiado con su primer traje, (de color azul, claro está) con un gato negro de ojos verdes y con un crucero por el East Blue, que de hecho, en esos momentos estaban llevando a cabo.

En aquel entonces, el pequeño Scott era un inocente niño de pelo negro peinado hacia atrás y vestido con un esmoquin negro muy elegante. La riqueza de sus padres le hacía gozar de enormes ventajas, aunque también de las típicas desventajas de los llamados "niños ricos mimados".

-¡Papi, papi!, ¿qué vamos a visitar hoy?- Preguntó el niño.

-Bueno, hoy visitaremos nada menos que... ¡El Baratie!- Contestó su padre.

-¿Qué sitio es ese?- Dijo Scott extrañado, no había oído hablar de ese lugar en su vida.7

-Ya lo verás...- Soltó el padre poniendo una expresión que combinaba misterio y diversión.

El joven Anderson le dedicó una sonrisa feliz a su progenitor y siguió mirando por el ojo de buey el inmenso mar que se extendía ante el gigantesco barco.

Por aquella época la pelirroja rondaba los seis años y era tan inocente como una niña de esa edad debía serlo, gracias a su padre y su hermano.
Vivían humildemente a pesar de la riqueza que llegó a poseer su padre antaño, pero no necesitaban más de lo que tenían, porque pudiendo estar con los dos únicos hombres de su vida, la pequeña era más que feliz.

Caminaba con una dulce sonrisa en los labios, de la mano de su hermano y a la vista de su padre.
Hacía poco que habían desembarcado en un restaurante cuanto menos curioso que ella nunca había visto, en parte porque rara vez salía del pueblo.
Miró el edificio exclamando un ''Ohhh'' de admiración al ver lo alto que era y lo pequeña que se sentía ella en comparación, pero no se quejaba, le gustaba ser pequeña.

-¿Que sitio es este? - alzó la vista hasta toparse con los escarlatas ojos de su hermano mayor, mirándolo espectante, para ella su hermano lo sabía todo y su palabra era la ley.

Aunque nunca fuera capaz de pensarlo sin sentirse horriblemente culpable, en lo más produndo de su ser sabía que amaba más a su hermano que a su padre.
El chico, que acaba de cumplir los 16 años, le brindó esa sonrisa cálida tan caracteristica en él.

-Un sitio dónde papá se reunía con sus amigos.

Y con una radiante sonrisa de oreja a oreja, los tres entraron al local.

Scott y sus padres desembarcaron en el Baratie. Al joven Anderson le decepcionó el hecho de que solo se tratase de un restaurante flotante, mas no se quejó.

Entraron en el local, el joven niño llevaba en brazos a su gato negro. Aún no le había puesto nombre, pues quería que fuese uno muy especial, y no es que tuviese mucha imaginación.

Un camarero se acercó y condujo a los Anderson a un comedor especial y reservado a gente de su clase. Se trataba de una habitación circular decorada cuidadosamente con un tapiz con motivos florales rojos y dorados. Un gran ventanal dejaba pasar una gran cantidad de luz a la estancia, dotándola de inmenso lujo. Los muebles eran de alguna madera resistente, caoba, tal vez. La mesa era muy extensa, podrían caber hasta 10 comensales. Algo bien excesivo.

De pronto, el gato del Scott se escapó de sus brazos y se escurrió a la zona "normal" del restaurante.

-...¡Espera!- Dijo el niño persiguiendo al felino.

El sitio era bonito y agrabable, y a ojos de una niña de seis años, enorme.
Su sonrisa no se borró ni un instante, y de la mano de su padre y hermano llegaron hasta una mesa a la que los guiaron.
Estaba al lado de un gran ventanal con vistas al mar, podía ver el oleaje y si se fijaba, algunos pececillos... desde muy pequeña había tenido buena vista.

Se fijó con curiosidad en una trabajda y hermosa puerta que rezaba las palabras ''VIP'' y otra vez, dirigiendose a su oráculo-hermano, no dudó en intentar satisfacer su curiosidad.

-¿Qué es ''VIP'', hermanito? - y otra vez esa mirada resplandeciente y de tierna inocecia que hacía sonreír al pelirrojo mayor.

Él guardó silencio un momento, pensando que decirle y de forma que le fuera fácil de entender.

-Un sitio especial, para personas... - meditó. -... diferentes. - de no haber sido una niña habría notado la incomodidad de su hermano al hablar.

-¿Pueden jugar con muñecas? - no sabía por donde iba.

-Sí, por supuesto - respondió risueño.

-¿Y pueden contar cuentos?

-Sí.

-¿Y tambien querer a sus hermanos?

-Claro. - arqueó una ceja.

-¿Entonces en qué son diferentes? - su hermano no pudo decir nada ante aquello, tan solo la miró, sorprendido. Bendita la inocencia infantil, un bien demasiado preciado como para perderlo.

Estaba demasiado distraída sonriendo a su hermano para ver que un gato se le acercaba, y una vez lo vio, exclamó de forma adorable ''¡Gatito!'' y se levantó para poder cogerlo y acariciarlo.
Era suave y muy bonito, ronroneaba de manera adorable y era calentito, le gustaba.

Scott vio como una niña de cabello escarlata cogía al gato. Pero por otra parte no se fijó en las escaleras que habían ante sus pies, las cuales le hicieron caer de bruces al suelo, y convirtiéndose así en el nuevo centro de atención de la sala.

-¡¡¡Ayyy, que daño!!!- Exclamó dolorido, mientras se incorporaba tambaleante.

Poco a poco volvió en sí de nuevo y se dio cuenta de los numerosos ojos que le observaban curiosos. Pero el niño hizo caso omiso a ello y se dirigió a la niña que tenía en sus brazos al gato diciéndole tímida e inocentemente:

-Emm... Ese es mi gato...- Dijo un poco sonrojado, le daba vergüenza hablar con gente desconocida, la mayor parte de su vida la había pasado aislado, sin mantener apenas contacto con los otros niños.

-Scott,cariño, ¿estás bien?- Su madre había visto lo ocurrido y acudió como loca para ver si su hijo se había hecho daño. Acto seguido miró al que debía de ser el padre de la del cabello escarlata y le dijo en un tono de disculpa:
-Siento todo este espectáculo tan repentino.- Le tendió la mano -Soy Emily Anderson.-

Por otra parte, mientras su madre conversaba, Scott le preguntó a la niña:

-¿Cómo te llamas?-

El niño cayó de bruces al suelo, y preocupada, la pequeña Erza se acercó hacia él.
Quizá por ser una niña tan distraída no se había dado cuenta que el niño de cabello negro había salido de esa habitación de ''Gente diferente''

-¿Estas bien? - sintió empatía por el chico, y acuclillándose frente él con el gatito aun en brazos, le sonrió dulcemente, devolviéndole el gato a su legitimo dueño.

No estaba acostumbrada a tratar con niños de su edad, solo con su hermano y algunos niños de la aldea mayores que ella.
llamó se llamaba Scott, su madre era muy bonita, resplandeciente y de sonrisa cálida, y aunque la pelirroja nunca hubiera visto a su madre, pensó que su progenitora podría ser igual que aquella señora.
La perdió de vista.

-Erza. - entrelazó las manos por detras de la espalda y sonrió, en una adorable pose infantil. -¿Tu eres Scott verdad?

-¡Sí!- Dijo Scott contestando a la pregunta entusiasmadamente. -Así que te llamas Erza... ¡Qué nombre tan gracioso!- Y se comenzó a reír con timidez.

-Yo soy del North Blue, hemos venido de vacaciones a conocer el mar del Este. Yo quiero ver Loguetown, ¡ahí es donde ejecutaron al Rey de los Piratas!-

-Este de aquí es mi gato, me lo regalaron por mi cumpleaños hace unos días. No sé que nombre ponerle... No me decido.- Entonces se dirigió a su madre y le preguntó: -Mami, ¿pueden estos señores comer con nosotros?, porfi...

Emily no se pudo resistir e invitó a la familia a comer con ellos en el salón V.I.P.

Pero de pronto, un camarero apareció y gritó mosqueado:

-¡¡¡NO SE PERMITEN ANIMALES EN EL LOCAL!!!-

Al parecer, el personal no tenía muy buen temperamento...

Se sonrojó levemnte y rió con Scott, la verdad es que nunca nadie le había dicho algo así.
Soltó un ''Ohhh'' de admiración al escucharle hablar de Loguetown y el rey de los piratas, la verdad era que no tenía ni idea de que era eso pero sonaba muy importante y divertido.
Su padre y su hermano siempre se habían encargado de que tuviera una infancia bonita y que viviera apartada de los problemas politícos, piratas y demás asuntos nada convenientes para la vivaz mente de una niña.

-Pues yo soy de aquí, vivo con mi padre y mi hermanito en una islita cercana. - sonrió acariciando al gatito, que ahora estaba en brazos del chico.

Sonrió ante la invitación del niño, era emocionante, podría entrar a esa sala ''VIP''. Tenía curiosidad por ver porqué su hermano decía que eran diferentes, Scott era un niño normal, como ella.
Su hermano la cogió de la mano y siguiendo a la familia de Scott, un chillido casi le rompe los tímpanos, y esto su padre pareció notarlo.

-No grite. - la presencia de su padre era muy imponente, sus fracciones marcadas y sus anchos hombros le otorgaban un porte digno del almirante que un día fue.

El hombré calló, percía asustado.

-Pero no se permiten animales...

El ex-marine miro al niño y le sonrió, era un gran hombre, la pequeña admiraba a su padre.

-Es el cumpleaños del chaval, no le fastidie la fista, el gato no molestará. - y así, dejaron con un palmo de narcies al hombre y entraron en la sala.

El padre de Scott se llamaba Henry Anderson, y en esos precisos instantes se hallaba pidiendo a un camarero la comida, se fijó cómo entraron de repente su mujer y su hijo, acompañados por 3 sujetos desconocidos, pero se trataba de un hombre bastante inteligente, y dedució lo de siempre: que se trataban de invitados de Scott.

El pobre niño había nacido en el seno de una familia rica, por lo tanto su padres para protegerlo de las falsas amistades interesadas por el dinero, evitaban que su hijo se relacionase con otros críos. No era una medida muy precisa y eficaz, pero no querían que el joven Anderson acabase sufriendo un trauma que le impidiese confiar en nadie. Primero debía crecer y hacerse fuerte, luego, ya podría afrontar las desgracias de tener tanto dinero. En todo caso, Scott quería obviamente amigos, como todo niño, así que nunca perdía la oportunidad de invitar gente a su casa, por ejemplo. Henry y Emily, a pesar de ser tan sobreprotectores, accedían en numerables ocasiones a los deseos de su hijo.

-Caballeros.- Comenzó a decir Henry a los invitados. -Y señorita- Dijo agachándose para ponerse a la altura de Erza. -Pueden pedir lo que deseen, invitamos nosotros.-

Y mientras charlaban otra vez los mayores, Scott le tendió a Erza el gato negro para que lo acariciase y le propuso:

-Si quieres, puedes ayudarme a ponerle un nombre chulo. Es que no puedo decidirme. Oh, y por cierto, tu padre es muy amable, pero ¿quién es ese chico que va con vosotros?¿Es el hermano que me has dicho que tenías?-

El sitio era hermoso, y aunque quizá más adelante se hubiera detenido a contemplar los hermosos trabajados de las columnas y la calidad de las cortinas de seda, ahora solo le importaba jugar con el gatito y su nuevo amigo, pues para ella si podía estar con las personas que amaba cualquier sitio podía ser el más hermoso
El padre de Scott tenía una sonrisa amable, era alto y delgado, de mirada avispada y danzarina, y si lo hubiera visto con otros ojos, muy atractivo.

Acarició al gatito y pensó un nombre, pero se le daba fatal eso.

-¿Guantes? - no puedo evitar reír. -¡Sí! - exclamó emocionad, adoraba hablar de lo genial que era su hermano. -Vivo con él y con papá.

Se acercó a su padre, su hermano y los padres de Scott.

Pero aunque el ''Señor de sonrisa bonita'' fuera muy amable, se acercó con mirada brillante y sonrisa de admiración a la madre del pequeño, e intento llamar su atención estirándole suavemente del vestido.
Quizá porque nunca tuvo una figura materna y no conoció a ninguna mujer adulta, la pequeña pelirroja se sintió cautivada por la cálidez de su sonrisa, y la tranquilidad que transmitían sus ojos.

-Disculpe... - susurró intentando sonar todo lo ''mayor'' que pudo. -¿Es usted un ángel?

Ella había creído sonar muy respetuosa y educada, pero al escuchar las risas de los hombres, y ver el sonrojo en la mujer, se sonrojó avergonzada ella tambien, quizá había sido muy atrevida, aunque había hablado con la propiedad con la que la habían educado su padre y hermano.

-Disculpe... ¿Es usted un ángel?- Dijo de pronto Erza dirigiéndose a la madre de Scott, que se había sonrojado mientras que los hombres reían. El joven Anderson se dirigió a una esquina de la estancia con el gato, decidió que "Guantes" no era un nombre muy chulo ni nada por el estilo, pero le caía muy bien Erza, pues era su primera amiga de verdad, así que al final, el gato fue nombrado como Guantes.

Pasadas dos horas, Los Anderson y los Scarlet habían terminado ya de comer. El servicio había sido exquisito, sin contar con las numerosas desaprobaciones de los camareros con esa norma tan famosa de: No se permiten animales.

Había caído la tarde, la familia de Scott todavía tenía un par de horas antes de regresar al barco, y las estaban invirtiendo charlando animadamente con la familia de Erza.

El niño se lo había pasado muy bien, pero sabía que el día iba a llegar a su fin y que entonces ya no volvería a ver a su nueva amiga, así que un poco triste, salió sin hacer ruido de la estancia para salir al aire libre. Le apetecía ver el atardecer, siempre le habían resultado muy bonitos... Ver cómo los colores rojos, naranjas y amarillos se funden, mientras que el firmamento se torna poco a poco más oscuro, para dejar vislumbrar después las estrellas...

Lo cierto era que pocas veces había disfrutado tanto en compañia de personas que no fueran su padre o su hermano.
La comida pasó entre risas y conversaciones. La pequeña erza charlava animadamente con Scott, ya que no entendía de que hablanban los mayores.
Cayó el atadecer sin que se dieran cuenta siquiera, estaba muy contenta, pocas veces había visto sonreír tanto a su padre y ella misma nunca había entablado una canversación que durara más de dos frases con un niño de su edad, pero le apenaba el saber que una vez marchara del restaurante con su familia no volvería a ver a Scott.
Lo vio escabullirse hasta afuera, miró a su hermano, estaba muy divertido charlando con los Anderson, no se darían cuenta que había salido, solo sería un momentito.
Siguió al pelinegro, con el recién nombrado ''Guantes'' en brazos y lo vio mirando el atardecer.
Ella se paró a su lado y lo amiró también, le gustaba, era cálido y reconfortante.

-Tus padres son muy simpáticos. - le dijo mirandolo con una sonrisa.

Scott no respondió a Erza, seguía mirando el atardecer apoyado en la barandilla sin imutarse si quiera... Pasaron varios segundos en silencio, cuando por fin el joven Anderson dijo secamente:

-Prométeme que nos volveremos a ver algún día.- Mientras sus pupilas se calvaban en los ojos de la pelirroja.

Scott nunca había tenido la oportunidad de forjar una amistad con ningún otro niñ@, era por ello que le entristecía que todo acabara tan pronto. Por lo tanto, quería asegurarse de que algún día, se encontrarían de nuevo.

El cielo se había oscurecido, aparecieron nubes de repente... y comenzó a chispear.

-Va a llover, será mejor que volvamos.-

Y sin esperar a Scarlet, se dirigió lentamente a la sala...

Spoiler:

Le preocupó la seriedad de Scott, había estado tan risueño antes.

-Prométeme que nos volveremos a ver algún día.- le aguantó la mirada extrañada por la pregunta, y después le sonrió, limpiamente, dulcemente, como la sonrisa que debía tener cualquier niño.

Miró a Guantes un segundo, le guiñó un ojo, y lo dejó con suavidad en el suelo.

-Claro que nos volveremos a ver, te lo prometo. - y con una sonrisa y un abrazo seyó su promesa.

Lo vio alejarse al notar como comenzaba a llover y sintió el corazón encojérsele, la lluvia nunca traía nada bueno.
Lo cogió del brazo antes de que se marchara, deteniéndole y brindándole una sonrisa tranquilizadora.

-Toma. - le extendió un collar de cuentas, que alternaban el color rojo, naranja y amarillo, era simple, y se notaba que estaba hecho por una niña, pero el primer collar que había hecho ella sola, sin la ayuda de su hermano o su padre. -Es un préstamo. -sonrió inocente y dulcemente. -Así, cuando nos volvamos a ver, podrás devolvérmelo.

Ella tampoco quería irse de allí sabiéndo que no volvería a ver a su único amigo.

-...- Scott Anderson no contestaba, quería decir algo, pero se había quedado mudo. Metió la mano en el bolsillo de su traje para sacar un pequeño objeto bastante viejo. Era una brújula antigua de madera, se la había encontrado en la playa de su isla hacía varios años, y era su objeto material más preciado.

Spoiler:

-Y este será mi préstamo.- Y le tendió la brújula a Erza...

Volverían a encontrarse, ésa era la promesa. Y las promesas siempre han de cumplirse.

Tras ese precioso día, la familia Anderson prosiguió su crucero y regresó a casa, en el North Blue, a millones de kilómetros de distancia del Baratie. Pasaron años y años, lo que era un simple chaval se convirtió en un joven ataviado con tonos azules tanto en su vestuario como en su peinado, y la pelirroja Erza Scarlet cayó en su olvido... Había empezado una nueva vida...
A pesar de ello, de manera inconsciente, mantuvo siempre la promesa escondida en su mente...

Cogió la brújula con una sonrisa, y antes de seguir a Scott, se detuvo a ver la puesta de sol, era hermosa, como la que ella veía desde las costas de la playa donde se encontraba su casa.

-¡Es una promesa! - sentenció con jovial voz, una alcanzándolo de un salto.

Después de aquello los años pasaron y nunca más volvió a ver al pelinegro, y a pesar de que no podía ponerle cara al niño de sus recuerdos, guardaba con amor y cariño esa inusual brujula de madera.
Toda su vida pasó de forma tan atropelladamente dolorosa que nunca intentó recordar como había obtenido dicho objeto, solo que algo importante se resguardaba tras de el, alto tan importante como lo era una promesa.