[Pasado] Amigos

Había decidido internarme en el bosque para entrenar mejor que en el dojō. Me gustaba más la tranquilidad que me traía, que estar rodeado por tanto ajetreo. El ir y venir de mi padre me ponía nervioso por ello muchas veces me escapaba y venía a este claro a entrenar con la naturaleza como compañía.

Había veces que prefería tener alguna compañía, otra persona, a mi lado para ayudarme a entrenar y no estar siempre solo. Como hijo del sensei muchos me trataban mal. Hoy había sido uno de esos días. Mientras el sensei nos había dejado entrenando los mayores habían decidido darle “Una lección al pequeño sabelotodo de Raito”. Siempre sacaban la misma escusa cuando me golpeaban una y otra vez con las katanas de madera entre todos. Y yo nunca le decía a mi padre lo que ocurría. Tras las palizas me iba en silencio al claro a entrenar duramente para superar a todos aquellos que me insultaban mientras me golpeaban.

—Algún día cerraré las bocas de todos —comento en un grito mientras me lanzo a por uno de los árboles que me rodean. Estoy realmente concentrado mientras lanzo estocadas a todos lados. Soy mejor que muchos pero no me gusta demostrarlo. Los mayores se aprovechan de su fuerza y entrenamiento superior para golpear al hijo del sensei. Y eso no lo iba a seguir permitiendo.

Lanzo respiraciones entrecortadas mientras mantengo el arma en alto. Estoy preparado para lanzar un nuevo golpe al árbol. Aunque antes de hacerlo algo me detiene en seco. Me quedo con la katana preparada para impactar contra el tronco del árbol.

—Eh, deberías irte a otro lado a hacer eso —dice alguien desde arriba. Dirijo mi mirada hacia allí y me encuentro con un niño moreno, que parece de mi edad, recostado sobre las ramas del árbol. Mis ojos chocan contra unos violeta—. No sé qué clase de baile es ese, pero lo haces muy mal.

Frunzo el ceño enfadado, ¿Qué se cree ese chico para decirme eso? Me limpio la cara al sentir como el sudor hace que las heridas de la paliza escuezan. Hago una mueca de dolor mientras me seco la cara con la manga del kimono. El pelo se pega a mi frente y muevo la cabeza, repetidamente, en forma negativa para despegarlo y hacer que salten algunas gotitas.

—Perdona que te lo diga... —comento mientras dejo en el suelo la katana de madera que he traído conmigo para el entrenamiento— pero no estoy bailando. Estoy entrenando ya que no lo puedo hacer en el dojō. ¿Cómo te llamas? Soy Ryosuke Raito.

Lanzo una pequeña sonrisa al chico que me mira desde arriba, esperando su contestación. Doy un par de pasos hacia detrás para poder observarlo completamente mientras sigo sonriendo.

Continúo mirando al chico que se encuentra sobre la rama del árbol. Espero tranquilo mientras mi respiración se normaliza poco a poco. Peino un poco mi cabello castaño con los dedos mientras continúo vigilando los movimientos del chico. Se levanta de la rama y, con un buen salto, baja junto a mí. Lo miro con una sonrisa esperando a que se alce.

—Pues a mí no me parece que esas estocadas sin sentido hacia el árbol fuesen algún tipo de entrenamiento —comenta. Lanzo una sonrisa nerviosa hacia él mientras me toco la nuca con las manos—. Más bien parece que quieras pegarle a algo con toda tu ira y que la hayas tomado con el árbol.

—Puede que tengas razón —comento antes de que él siga hablando. Bajo la cabeza pero la vuelvo a alzar con una sonrisa enorme.

—¿Así que eres uno de los chicos del dojō? —pregunta tras mirarme un momento en silencio. Asiento con la cabeza, encantado de que gente de otras villas conozcan el dojō de mi padre—. Parece como si te hubiesen atropellado y hubieses llegado rodando hasta aquí.

—La verdad es que vengo del dojō —comento con una sonrisa. Por un momento olvido todas las heridas que cubren mi cuerpo por la paliza. Aunque vuelve a aparecer al moverme de nuevo—. No es agradable que los más mayores utilicen contigo todo lo aprendido en el dojō.

—Yo soy Allen, Allen Sethzer o eso decía en una nota en mi bolsillo cuando me encontraron —“¿Cuando le encontraron?” me pregunto para mí. Aunque un poco de mi curiosidad es reflejada en mis ojos.

—¿Tú entrenas con algo? —pregunto ya totalmente recuperado. Amplío mi sonrisa mientras le doy la espalda para tomar la katana de madera—. Por cierto, encantado de conocerte.

—Pues si no te gusta que te peguen, no les dejes —comenta de forma pensativa rascándose la cabeza. Sonrío mientras me rasco la nuca.

—Sí, tienes razón —suspiro mientras me siento a los pies del gran árbol. E invito a mi acompañante que me siga—. Por eso tengo que hacerme más fuerte. Porque me gusta y para demostrar a todos que no soy el mejor por ser hijo del sensei. Sino por mi esfuerzo.

—Bueno, estoy practicando con mi katana, llevo unos tres años y poco aprendiendo —responde a mi pregunta. Sonrío mientras veo como se echa los brazos detrás de la cabeza—. Me gusta.

Asiento con la cabeza para afirmar que a mí también me gusta entrenar. Tomo mi katana y la sujeto, verticalmente, ante mis ojos.

—A mí también me gusta —comento con una sonrisa—. Suelo venir aquí para entrenar tranquilo. El dojō siempre está muy lleno para mi gusto. Y esto es muy tranquilo.

—Dentro de unos años seré un gran espadachín y me haré pirata —me afirma emocionado. Sonrío ante su idea. Ser pirata, ser libre y no hacer caso a nadie. La verdad es que nunca había pensado en eso yo pensaba que cuando creciera me iba a convertir en el heredero del dojō. Y me gustaba ese futuro.

—Yo también me voy a convertir en un gran espadachín —sonrío hacia él. Miro la madera y ladeo un poco la cabeza. Con una sonrisa le propongo:— ¿Qué te parece si hacemos un entrenamiento juntos?

—No te preocupes —comento animado y con una sonrisa—. En el dojō hay muchas bokken viejas que, estoy seguro, mi padre nos dejará para entrenarnos. Esta es una de esas.

Mi sonrisa se hace más ancha a la vez que le muestro el bokken con mi nombre tallado en él. Lo miro fijamente y me doy cuenta de lo viejo que es. Saco la lengua.

—Este bokken lo tengo desde que empecé a entrenar en el dojō —comento con una sonrisa—. Mi padre ha intentado cambiarlo unas cuantas veces... pero no le he dejado. Espera aquí, no tardaré mucho.

Le lanzo otra sonrisa antes de salir del claro. He dejado mi bokken justo a su lado, a su cuidado. Me dirijo corriendo al dojō. Llego en menos de lo que me espero y entro. Dentro están entrenando con mi padre al mando. Me mira interrogante, ha detenido la clase al verme entrar. Parece que ahora todas las heridas se me notan más. Lo miro seriamente y tras un segundo sonrío, hago una reverencia y entro corriendo a por los bokken. Tomo uno de un barril y le digo a mi padre para que es. Él asiente y me da permiso para llevármelo. Hago una reverencia y salgo del dojō para volver al lugar donde he dejado a un nuevo amigo.

—¿Lo guardas porque es el primero que tuviste? ¿O es que tiene algún significado más para ti? —me pregunta mi nuevo amigo justo antes de irme.

—Simplemente porque fue la primera arma que toqué junto a mi padre —sonrío antes de desaparecer entre el bosque.

Al volver lo hallo recostado en el árbol, con las piernas estiradas y con los ojos cerrados. Espero a que mi respiración se vuelva tranquila y sonrío mientras lo llamo. Tiendo mis brazos con el bokken en ellos y le hago entrega del arma. Con una sonrisa tomo el mío y me dirijo hacia un punto del claro, un punto en el que no nos molesten los árboles. Espero a que él se coloque en la misma posición para comenzar una pequeña pelea de entrenamiento entre los dos.

Sonrío de forma animada mientras mis ojos brillan con ilusión. Es el primer entrenamiento que voy a hacer con alguien que no es mi padre. Miro a los lados rápidamente, buscando realizar un examen del terreno. Justo como me enseñó mi padre. Los árboles podrían ser tanto un problema como un aliciente y eso no sé si es bueno o malo.

Chasqueo la lengua mientras sonrío en su dirección. No voy a dejar que alguien me gane. Mis ojos verdes brillan con simpatía. “Siempre es bueno conocer a otros niños de tu edad. Habla con ellos” me dicen muchas veces mis padres. Sobre todo mi padre, cuando veo a los niños de mi edad entrenar entre ellos.

Miro fijamente a mi contrincante, y veo como me analiza, al parecer ninguno de los dos tiene deseos de empezar. Suspiro de forma sonora antes de lanzarme corriendo hacia él. Antes de llegar a él comienzo a correr en círculos a su alrededor, a una distancia a la que no me puede alcanzar sin moverse. Busco el momento justo para atacar por el frente y lanzarle un golpe en diagonal de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda.

Antes de que yo llegue a finalizar mi ataque, él lanza una envestida contra mi bokken que hace que se desvíe. Maldigo entre dientes mientras veo como él se lanza contra mi costado y golpea. Me lanzo al suelo y ruedo, gimiendo de dolor levemente. Me levanto y vuelvo a empuñar la bokken. Lo miro fijamente y clavo mis ojos verdes en los suyos. Mi mirada está llena de determinación.

Chasqueo la lengua mientras niego con la cabeza, mis ojos vuelven a estar fijos en él apenas en apenas unos segundos. Sonrío de manera confiada y alzo la bokken frunzo el ceño y continúo mirando. Miro de reojo mi alrededor, justo tras de mí hay una roca gigante, analizo un poco las cosas y sonrío de forma confiada. Flexiono un poco las piernas y me vuelvo a colocar en posición de batalla. Doy un paso atrás y casi choco con la roca. Sonrío de nuevo y espero, esta vez va a ser él quien ataque.

—Vamos, no tengo todo el día —sonrío de forma confiada de nuevo. Espero su ataque mientras repaso el plan en mi mente. “Ojalá funcione” digo para mí.

Un siseo escapa de mis labios al sentir la fuerza con la que toma impulso Allen. Antes de darme cuenta ya me estaba agarrando la cabeza con dolor. Un siseo escapa de mis labios tras el golpe, al parecer no ha controlado la fuerza con la que me golpeaba y lo ha hecho demasiado fuerte.

—Eres un poco bestia, Allen —comento entre gimoteos de dolor. Me siento en el suelo y apoyo la espalda en la roca. Sonrío y señalo un lugar a mi lado para que Allen me acompañe—. Se nota que no tengo demasiadas ganas de pelear, ¿Verdad?

Tras esas palabras me pongo a reír a carcajadas. Una vez que me he tranquilizado un poco le lanzo una sonrisa de lado. Y admiro, feliz, todo el lugar que nos rodea.

—Te regalo ese bokken —comento con una sonrisa muy grande—. Ese podría ser un símbolo... de mi amistad.

Me recuesto en el suelo, entre los verdes hierbajos y cierro los ojos no permitiendo que el sol me moleste. Lo entorno un poco y lo veo, mis ojos chocan contra los de Allen y le sonrío.

Una vez recostado abro los ojos y me lo encuentro inclinado hacia mí. Me dice que no tenía nada para entregarme a cambio de mi regalo, pero un regalo es eso, algo que se da no esperando nada a cambio. Sonrío y me quedo un poco pensativo. Suspiro mientras mis labios se curvan en una sonrisa maliciosa.

—Con que me prometas una cosa me basta —sonrío de lado y mis ojos brillan—. Cuando crezcamos, y conozcamos más sobre la espada, tú y yo tendremos un combate. Con nuestras katanas de verdad.

Cierro los ojos y dejo que la brisa acaricie con tranquilidad mi rostro. Se siente tan bien, aspiro el aroma del bosque y sonrío con tranquilidad. Me levanto del suelo y me limpio los pantalones. Lanzo una sonrisa ladeada y le digo a Allen que me siga.

Me coloco delante de la roca y le pido a Allen que entrelace las manos para ayudarme a treparla. Al llegar arriba lo ayudo a él a subir. Justo al lado hay una gruesa rama de árbol, a la que me encaramo. Un salto y cruzo a otra rama igual de alta, otro más y estoy en otra. Las ramas hacen de escalera ya que los árboles de esta zona son muy altos. Sonrío al llegar al lugar que quería. Me siento en la gruesa rama, en la que cabemos los dos, y apoyo la espalda contra el tronco.

—Lo que más me gusta de este lugar es el fondo que tiene —comento mientras admiro el profundo azul del cielo que se pierde en el mar—. Me gusta mucho este lugar, pero está muy escondido gracias a la roca por la que hemos venido.

Le comento que suelo venir mucho por aquí, cuando los chicos del dojō me golpean. Sonrío para restarle importancia y me fijo en el mar que se ve desde aquí.