Misión de Karlev: Rastro de sangre

El desembarco fué forzoso, se encontraba con lo puesto y un pequeño morral, en el que tenía algunas herramientas que solía usar para crear sus cachivaches. Estaba hambriento, eso lo tenía más que claro. Sabía que en una isla como Villa Fuschia sería bastante dificil timar a alguien si quería conservar su cabeza. Lo primero que hizo fué buscar una taberna, y mostrarle a alguien alguno de sus aparatos aver si con un poco de suerte se lo cambiaban por un plato caliente.
Sin más se dirigió hacia un gran establecimiento que se podía ver desde la playa.
Nada más abrir la puerta le invadió el hedor a alcohol y el humo del tabaco barato entre risas y gritos de gente "sin escuadrar" (no - civilizada, o poco educada).

El tabernero parecía mirar de manera extraña al forastero, pero eso a Karlev le importaba más bien poco...
-Buenas tardes, venía a ofrecerle alguno de mis bienes a cambio de un plato de comida caliente... -Dijo Karlev con una perfecta actuación teatral de educación.
-No, aquí solo queremos dinero, vayase, ¡payaso! -Dijo gruñendo el gordo tabernero mientras pasaba un trapo sucio por la pegajosa barra.
Karlev se contuvo un segundo la rabia, sacó un aparato que había fabricado de camino aquí, se trataba de una especie de liadora de cigarros, bastante cómoda, la verdad.

El tabernero abrió los ojos como platos al ver el artilugio tan extraño.
-Mire -Dijo Karlev mientras metía un papel y un poco de tabaco seco a la máquina, giraba unas ruletas y sacaba un cigarrillo perféctamente liado -Y solo quiero un plato de comida caliente.
El tabernero no dudó y se fué a la cocina trayendo tras de si, pasados unos minutos un plato de barro con unas gachas de avena bastante apetecibles.
Karlev dejó caer la máquina sobre el mostrador y el tabernero la cogió con rapidez observándola atentamente. Parecía de funcionamiento bastante sencillo, rápidamente colocó papel y tabaco en la máquina para probarla, y quedó maravillado al ver su eficacia.

-Me gusta muchacho, ¿tienes mas de estas? -Dijo el tabernero viéndose lleno de oro imaginandose la venta de aquel artilugio.
Karlev se limitó a asentir mientras seguía comiendo de su plato con avidez.
-Pero no serán gratis... -Dijo Karlev con una sonrisa socarrona al tragar lo que tenía en la boca.
El tabernero apartó la mirada un segundo del payaso, se puso a limpiar una jarra de cerveza y acercándose a el le susurró:
-¿De cuanto estaríamos hablando?
-Comida y techo mientras esté aquí y provisiones cuando me marche -Se limitó a decir Karlev bajando el tono de voz también.
El tabernero asintió conforme y siguió limpiando la barra.
-Jijijijijijijijijiji, perfecto, ya tengo el principal tema resuelto... -Pensó Karlev frotándose las manos.

Al acabar el plato, Karlev se levantó, y con un gesto de despedida salió de la taberna encendiéndose un cigarrillo relajante.
-Ese ruido es insoportable... -Pensó Karlev dando una larga calada mientras se alejaba a pasos cortos de la taberna.
Se sentía mucho más aliviado ahora que estaba en silencio, el canto de los pájaros, un merecido cigarrillo y con el estómago lleno. En su cabeza se encendió una bombilla, abrió su morral y sacó una pluma y un pequeño trozo de papel. Se sentó sobre un banco de la calle y apoyándose en sus piernas comenzó a dibujar con extrema precisión unos planos que al principio parecían completamente deformes, había medidas minúsculas, curvas, todo era muy confuso.

El plano comenzó a tomar forma, parecía una especie de mecanismo pequeño, con un simple sistema detonante, con pólvora, una mecha, una frágil roca arenisca y un mecherito para el rápido encendido del mecanismo. Consistía en una simple bomba de humo, o esa era la idea. Una vez acabado el plano, el funcionamiento estaba más que claro. Al encender la mecha, la bomba explotaba dejando en el lugar de la explosión un humo de color oscuro proveniente de la explosión de aquella roca arenisca que había insertada dentro.
-Perfecto... -Dijo Karlev para sí observando los planos con una sonrisa malvada.
Tras esto, se levantó del banco y se puso rápidamente a buscar los componentes de aquellas extrañas bombas, sabía que podía encontrar roca de ese tipo cerca e los acantilados, pero quedaban a un trecho, mejor visitar primero el puerto y confiscar algo de cuerda...

La brisa acariciaba la pintorrojeada cara del payaso mientras este se acercaba al puerto despacio, intentando no ser visto en dirección a un montón de cuerdas que al parecer, eran de un pescador de la zona. Con su Cuchillo cortó un par de metros de la fina cuerda y se los enroscó en el cuerpo.
-Bueno... ahora a por las rocas... -Pensó alejándose casi a la carrera del puerto para no ser descubierto por ningún pescador. Pero uno le había visto y le agarró del hombro dándole la vuelta a la fuerza. Karlev le miró a los ojos y con una sonrisa en la boca, sin dejarle articular palabra, le clavó el cuchillo en el cuello.
El hombre cayó inerte al suelo sin apenas derramar sangre, esta vez la puñalada había sido certera.

-Bueno... vamos aprendiendo... -Dijo Karlev en voz baja antes de comenzar a reirse descontroladamente mientras tiraba el cuerpo al agua con suma tranquilidad, comprobando que nadie había visto la escena.
Sin más, se alejó del puerto limpiandose los guantes para quitar los restos de sangre, estaban bastante feos así, y eso no lo podía permitir.
Llegado casi a los acantilados de la playa, los guantes estaban ya prácticamente limpios, así que se los quitó, y con un pequeño martillo comenzó a extraer pequeñas cantidades de piedra para fabricar aquellas maravillosas bombas allí mismo, era un lugar tranquilo, vacío y sin curiosos que mirasen...
Después d unos minutos, ya tenía la cantidad suficiente para fabricar unas diez bombas, tenía polvora suficiente y algo de gas para los mecheros, junto con la bolsa de piedras de mechero que había podido salvar del barco, así que se puso a la tarea cómodamente sentado en una piedra abrigado del viento