Arribando

Cada vez le era más pesado viajar, ya que la gente se volvía más hostil con él o la vida no le sonreía. Definitivamente debía encontrar alguna tripulación a la cual unirse, esa era la forma más cómoda de viajar en lugar de estar pidiendo favores. Tenía dinero para comprar un barco, el problema radicaba en que sus conocimientos sobre navegación eran escasos, por no decir nulos. La única ocasión en la que intentó dirigir una nave, había terminado perdiéndose por dos semanas hasta que por un inesperado milagro llegó a una isla. No fue hace mucho, de hecho todavía se encontraba varado en esa isla, sin haber movido algún músculo siquiera. Estaba cansado por no haber podido descansar adecuadamente los últimos catorce días.

Desde su llegada no tuvo oportunidad de bajar del bote para explorar los alrededores ya que sus piernas se sentían como de goma de mascar por haber estado tantos días de pie con el timón en la mano. No pudo estar tranquilo sabiendo que si no encontraba alguna isla iba a morir. Normalmente mantenía la cabeza fría, pero aquello fue una situación que lo agarró desprevenido. Se levantó tras haber estado desplomado en el bote por un largo rato, sabía que ya era hora de ver el tipo lugar en el que su pequeña nave había encallado, por lo que tomó su mochila y también su instrumento, que era algo indispensable para él, y dando un salto abandonó su barco.

Unos minutos después de haberse aventura, lo primero que pudo notar fue que la vegetación lucía… o mejor dicho, era prácticamente inexistente. Parecía que había llegado a un sitio horrible, hasta que vio una cruz, y bajo esa cruz había una iglesia. ¿Qué tan malo podía ser un lugar en el que la fe cristiana estaba viva? Sonrió, sintiéndose aliviado. Por un momento creyó que había llegado a una isla en posesión de la Marina o de los revolucionarios por ese aspecto tan triste que tenía. Estaba algo adormilado, así que su contacto con la realidad no era demasiado confiable. Si un elefante rosa pasara a su lado en ese momento, él no lo percibiría.

El peliazul siguió caminando, manteniendo siempre la cabeza agachada. No sabía cuánto tiempo más podría seguir caminando sin terminar rendido por el cansancio. Sin embargo no podía simplemente caerse en plena calle, puesto que alguien podría intentar asaltarlo. Extraño, un pirata preocupándose por ser víctima de un robo. Mientras caminaba, sintió que su brazo se había enganchado con algo. Al principio creyó que se trataba de una rama o una cosa similar, pero pronto descubrió que estaba en un eror. Era una mujer de cabello castaño la que sujetaba de su brazo.- ¿Te encuentres bien? Disculpa el atrevimiento, pero creí que te ibas a caer en cualquier momento.- Dijo la extraña. Arsenio estaba a punto de marcharse cuando notó que fue algo más que ayudarlo a seguir en pie la razón por la que se le había acercado. Observó la cara de la joven, detectando el leve sonrojo y el nerviosismo en sus palabras. Al chico eso no le parecía extraño, ya que su belleza volvía locas a las mujeres, y también a los hombres, lo cual sí era un poco raro.

Optó por ser amable, además de que quizá podría aprovecharse un poco de aquella situación.-Descuida, en realidad estoy bastante cansado y muero de sueño.- Comentó el joven, esbozando una encantadora sonrisa. No estaba mintiendo, sus sentidos se encontraban tan empañados que no notó el gentío a su alrededor. Había llegado a una especie de plaza, detalle en el que no había reparado antes. Por lo visto ignoró más cosas, como el hecho de que las personas se acercaban a él, en su mayoría mujeres que contemplaban al apuesto viajero. –Ya sé porqué me están mirando así y tengo una muy buena explicación para justificar mi aspecto tan descuidado. Estuve atrapado en un botecito por dos semanas y no he podido dormir ni comer bien.- Expresó en voz alta, haciéndose el tonto, como si desconociera que por el contrario se veía fabuloso.

-Pobrecillo.- Dijo una mujer morena, la cual no dudó ni un segundo en atrapar la cabeza del chico en el espacio entre sus enormes pechos como si estuviera abrazando a un animal de peluche.-Déjalo en paz, lo vas a asfixiar si sigues presionándolo contra esos dos globos.- Espetó una voz femenina diferente, una chica que trataba de liberar al músico. Era de esperarse, Arsenio era como una deidad para las mujeres y por eso solía causar disputas entre éstas, compitiendo por el afecto del muchacho. No era que él no disfrutara de aquello, y no se debía a que fuera un conquistador, era más bien porque necesitaba sentirse querido a toda hora. De algún modo pudo salir del peligro y llamó la atención de todas sus nuevas admiradoras con un silbido.-Si quieren hacer algo bueno por mí y complacerme búsquenme comida, por favor. ¿No saben que el mejor camino al corazón de un hombre es por el estomago?- Dijo Arsenio, guiñando el ojo. Las mujeres, y algunos desviados, asintieron y se marcharon a buscar alimento para el joven. Sí, estaba siendo un abusivo, pero de algo tenía que vivir.

Mientras era atendido por hermosas mujeres, las cuales llegaron con grandes banquetes y otros regalos, al joven se le ocurrió sacar provecho de su buena fortuna. Disfrutó de la atención por tres horas y luego anunció que debía marcharse, provocando que sus fanáticos se entristecieran Ya tenía todo lo necesario para partir así que, ¿para qué seguir ahí? Se dirigió al muelle y pidió un barco que no tuvo que pagar, debido a que todos los amaban demasiado como para pensar en cobrarle. Se había dejado embobar por su belleza, un gran error.

Pidió que subiera todo al barco, y en tanto esperaba dejó que las personas lo admiraran como a una deidad. Las mujeres se derretían por él y los hombres hacían lo mismo, era un ídolo que debía ser adorado. Pero alguien llegó a interrumpir su dichoso momento.

Un Marine, bastante viejo y con la apariencia de “hombre rudo" no permitió que la belleza de Arsenio lo hechizara. –Deténganlo, es un pirata y los ha estado engañando.- Dijo el hombre con una voz áspera y autoritaria mientras algunos de sus hombres, con toda la pena del mundo iban por el músico. Era demasiado bello como para pensar que hubiera cometido crímenes.-No quiero excusas, bola de nenitas, quiero que lo arresten.- Ordenó su líder.

-Bien, ha sido un placer pero creo que tengo que irme. Felicidades, han sido embaucados por Arsenio Markov. Por cierto, algunos de mis nuevos amigos arreglaron una sorpresita en su barco señor dureza. No diré nombres, porque la ingeniosa idea fue mía. Nos vemos.- Dijo por último mientras subía en el barco y se alejaba de la isla. Los Marines subieron a su barco para tratar de perseguirlo pero en ese momento la “sorpresita” fue revelada. En cuando el barco de los Marines comenzó a andar explotó. Había sido rellenado con explosivos por los seguidores de Arsenio en esa isla. El príncipe no era tonto, había notado la presencia de la Marina y por eso preparó bien el escape mientras esperaba que le llevaran la comida.

Había descansado y había robado suficiente comida como para alimentar a toda una tripulación, además de que había obtenido un barco con motor mucho mejor que en el que había llegado. Lo último que vio fue al anciano capitán, levantando el puño desde el agua y jurando venganza contra el apuesto príncipe.